-Introducción-
Antaño era un mundo de pureza y esplendor. Un orbe helado flotando en el firmamento, lentamente convertido en un cálido paraíso por los seres más antiguos de la creación.
Tener el privilegio de contemplar y caminar por este mundo equivalía a ser testigo de las esperanzas y deseos de esa raza incognoscible. Exuberantes paisajes de densas junglas envolvían la tierra y gigantes alados planeaban a través de las espesas nieblas multicolor. Montañas de blancos picos se elevaban a través de las esponjosas nubes para intentar tocar el cielo, sus inexplorados abismos llenos de preciados y abundantes ríos de metales preciosos. Océanos azules como zafiros acariciaban la tierra bajo interminables cielos color turquesa. Ciudades templo brotaban por todo Astharon, custodiados por elfos tan disciplinados como los siervos del reino celestial.
Por un momento, el mundo conoció la paz y la armonía.
Pero un día llegó la vorágine.
El Gran Apocalipsis sacudió los cimientos del mundo con tal violencia que sus ecos y lamentos todavía perduran y siempre lo harán.
Toda tranquilidad fue destruida en tan solo un instante. Un aullante huracán de magia pura envolvió la tierra emergiendo de sus entrañas y a las especies que moraban en ella. Los transformó en seres inquietantes e impíos, moldeándolos a su imagen y semejanza, pero mucho más frágiles.
Donde antaño hubo esplendor y belleza, ahora hay visiones de vesania. Los desfigurados rostros de antiguos reyes, labrados en inmensos acantilados de granea hace eones, transmiten mentiras concebidas para llevar a los hombres a la demencia. Bosques de deformes y siniestros árboles sentientes atrapan con sus raices y estrangulan a aquellos que osan acercarse demasiado, y de sus quebradas ramas cuelgan cadáveres ahorcados. Altísimas moles de hueso y tendones se elevan desde el suelo a una única orden de magos de sonrisa taimada. Las tierras sedientas y resecas se agrietan y resquebrajan mostrando fosas comunes, caras quejumbrosas, lava rugiente. Monstruos infernales vagan por la espesura en busca de sangre y de carne fresca.
No hay lugar seguro.
Sobre estos cimientos tan precarios se forjaron las caóticas naciones del mundo. Los reinos de la Humanidad son el triunfo de la constancia sobre la perdurable adversidad, con bulliciosas ciudades-fortaleza que estremecen por su tamaño y por sus consecuciones. Y aún así no puede haber paz. Del mismo modo que un árbol da sus frutos, la corrupta mancha del caos produce discordia, y siempre hay reyes de la guerra impacientes por recoger su sangrienta cosecha.
Incansables e implacables, llegan las hordas asesinas de las zonas abismales, uniéndose en un mismo ejército que oscurece la tierra. La arrebatadora promesa de victoria crepita en el aire. Demonios surgidos de los abismos surgen en la noche, deseosos de esclavizar y torturar. Atronadores colosos salen de sus guaridas en las Altas Montañas, malignos brujos invocan oleadas de magia pura que destruyen ejércitos, y bestias aladas oscurecen el cielo incendiando todo a su paso con su insaciable furia.
Marchando para hacerles frente surgen ejércitos inmensos, y sus estandartes blancos y dorados ondean al viento trayendo riadas de esperanza y paz. El sol incipiente hace brillar diez mil puntas de lanzas. Sus rayos se reflejan en las brillantes armaduras de sus comandantes, ávidos de batalla. Pero los elfos no están solos en su lucha contra la Humanidad. Las orgullosas huestes de las razas antiguas salen de sus inmemoriales e inaccesibles dominios. Cada guerrero equivale a una docena de mortales jóvenes, y aún así ninguno espera regresar a su hogar para ver un nuevo amanecer junto a sus familias.
Bajo cielos tormentosos, los enjambres de legiones alzadas liberan su propia guerra. Las líneas de batalla se embisten con la violencia de un seísmo. El incesante fragor de la contienda resuena desde los altos picos indiferentes.
Los dioses de la guerra se deleitan con este sufrimiento, complacidos por el hedor del constante derramamiento de sangre, extasiados al escuchar los ensordecedores alaridos agónicos de los moribundos, y los gritos de victoria de los ganadores. Todas las razas y especies están atrapadas en una eterna lucha por la supremacía y la supervivencia. Sin embargo, hay una luz esperanzadora que brilla con fuerza entre tanta oscuridad, una corriente intensa de paz que los sanguinarios reyes quieren extinguir...