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La parte que apesta de ser policía por Error404notFound

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Notas del capitulo:

SÍ, ES LO QUE ESTÁN PENSANDO. 

ACTUALIZACIÓOOON, NENA.

Después de todo el semestre, en que morí y reviví varias veces, aquí está el siguiente cap. 

Disfrútenlo. 

 

 

—Más te vale tener una buena excusa. El jefe Mikoshiba no se ha enterado de tu día libre, por si tenías el pendiente, pero estoy planteándome muy seriamente ir a contarle todo al respecto.

Kisumi ya estaba recargado contra la puerta de la comisaría esperándolo cuando Sousuke llegó, a eso de las siete de la noche y medio día tarde.

— ¿Y bien?

El muchacho de pelo rosa no se veía demasiado feliz, se dijo Sousuke, pero eso sólo hizo que le diera más vueltas a contarle su historia.

No, definitivamente no. Lo último que necesitaba era a Kisumi chismeando al respecto y recordándole lo maldito que había sido con Makoto. Mejor callárselo e inventar otra cosa.

—Lo de los amigos de Cyle me pegó duro —se limitó a decir cuando había subido la escalerilla de la entrada. Evitó el contacto visual y carraspeó —. De verdad estaba esperando buenas noticias.

Kisumi frunció el ceño con más ganas, pero visiblemente más apaciguado.  Ahora más bien parecía estar haciendo un puchero.

—Pues no eras el único. De perdido debiste haberte pasado por aqu-

—Ya sé, Kisumi. Perdón. Ya pasó. Vamos a trabajar, ¿quieres?

No volvió a voltear ni después de haber entrado al edificio. Kisumi emitió un pequeño gruñido, pero suspiró y entró él también.

—Por si quieres un resumen de lo que pasó ayer —dijo, siguiéndole el paso y sin quitar los ojos de su enorme espalda uniformada. La gente en la recepción no les prestó la mayor atención —, hubo un operativo súper riesgoso, el cual por cierto cagué bien y bonito, donde no encontramos nada y terminamos encontrando los cuerpos de los amigos de Cyle —hizo una pausa cuando otro oficial pasó cerca de ellos, luego continuó —. Y para que lo sepas, los cuerpos que estaban en el incendio que investigaste antes de desaparecer de la puta Tierra...

—Eran dos policías, ya lo sé —lo cortó el moreno —. Vi las fotos.

Kisumi no dijo nada detrás de él, pero Sousuke pudo sentir el leve murmullo en la comisaría como si fuese el más pesado de los silencios.

Sousuke se masajeó el puente de la nariz, pero sin dejar de caminar. Ambos oficiales doblaron en el pasillo para entrar a la oficina, donde ningún policía se dignó  a mirarlos. Hoy todo mundo andaba de lo más indiferente, pero la verdad es que Sousuke agradeció esa actitud. Por lo menos por hoy, que se sentía como un pedazo de basura que tenía tatuado en la frente que había pasado la noche con alguien que no le importaba y que lo había desechado nada más despertarse.

El moreno se dejó caer pesadamente en su asiento y miró a Kisumi.

— ¿Conozco a esos dos hombres? —inquirió, esperando de verdad que la respuesta fuera negativa, a pesar de que ya había visto las fotografías que Makoto le había entregado, pero con la esperanza de que el mundo siguiese respetando las leyes de la lógica y que las cosas no cambiaran de la noche a la mañana.

El chico de pelo rosa negó con la cabeza, pero se cruzó de brazos y encogió los hombros, visiblemente decaído.  Se sentó en la esquina del escritorio.

—Eran un francotirador y un oficial de rango inferior.

Sousuke recordó las fotos borrosas de los bomberos mientras fruncía el entrecejo, pensativo.

— ¿Sabemos por qué los mataron?

Kisumi guardó silencio después de eso. Sousuke le dedicó una mirada escrutadora, pero el otro muchacho apenas se inmutó.

Cuando finalmente habló, lo hizo sin despegar la mirada del suelo.

—Por traidores.

Sousuke hizo una mueca.

—Nile siempre pinta las paredes de las escenas. No pode-

—Eran traidores, Sousuke —esta vez, Kisumi lo volteó a ver directo a los ojos —. El francotirador dejó escapar a esos malditos y el otro les ayudó desde dentro. Tuvo que haber sido así. De otra forma, ¿cómo habrían evadido toda la puta seguridad?

Sousuke tragó saliva. ¿Policías corruptos? No, eso no podía ser.

—Estás exagerando, Kisumi —dijo el moreno suavemente —. El que hayas cometido un error...

— ¡Yo no cometí ningún error! —le cortó el otro, repentinamente agresivo y con los ojos brillando con algo que Sousuke no pudo identificar —. ¿Me escuchaste? Planeé cada puta posibilidad. ¡No había forma de que escapasen así sin más!

Sousuke lo miró con una mezcla de preocupación y de lástima. Él bien sabía lo que se sentía ser responsable de una redada y de que las cosas salieran mal, así que entendía por lo que estaba pasando su compañero.

Levantó una mano hacia él en intento de consuelo.

—Kisumi...

Pero el muchacho negó con la cabeza.

—Tú me crees, ¿verdad, Sousuke? Sabes que yo no pondría en peligro la vida de mis hombres por un descuido, ¿no es cierto? —el muchacho bajó la voz y se inclinó hacia su interlocutor, echando una mirada por encima de su hombro. Después volvió a mirarlo —. Tienes que creerme. Aquí hay policías sucios, y lo peor de todo es que no sabemos quiénes podrían ser.

Sousuke se llevó una mano entre el pelo al pensar en esa posibilidad.

De haber policías corruptos en la unidad, ¿cómo podrían discernir de quién se trataba? ¿Cómo iban siquiera a investigar sin levantar sospechas? ¿Sería incluso peligroso pedir ayuda a otros oficiales? ¿En quién podían confiar ahora?

El policía moreno se inclinó hacia su amigo.

—Kisumi, no puedes andar diciendo eso por ahí así nada más —le susurró —. Si alguien llegara a escucharte...

—Pero sabes que es cierto —insistió el otro —. No podemos confiar en nadie.

Sousuke se le quedó mirando un momento, sopesando sus problemas personales y los de trabajo e intentando descifrar cuáles eran peores.

—Piénsalo un momento —continuó Kisumi —. ¿Cómo se enteraron de que íbamos tras los amigos de Cyle para interrogarlos? Obviamente alguien del cuerpo tuvo que haber filtrado la información.

El otro oficial hizo una mueca, aceptando muy para su pesar la lógica de su compañero. Asimilar que no estaba a salvo ni dentro de su propia oficina le formó un nudo en la garganta que sabía no podría bajarse ni con el almuerzo de la tarde.

Suspirando, Sousuke se pasó una mano por el rostro y cerró los ojos.

— ¿Alguna buena noticia? —preguntó, con débiles esperanzas de que el día no se fuera a la mierda tan pronto —. ¿Tienes algo para mí que no suene deprimente?

Kisumi se le quedó mirando un momento, como pensando.

—La verdad es que no —le dijo después de un rato —.Sólo pasan desgracias cuando te vas. Francamente, empiezo a creer que atraes la buena suerte. O al menos alejas a la mala, dependiendo cómo lo veas.

Ante esto, el moreno soltó una mezcla entre un bufido y una carcajada desprovista de alegría. Sí, como no.

Pensando en que debería irse poniendo al corriente con las cosas que habían sucedido en su ausencia, Sousuke buscó con la mirada la pila de papeles etiquetados imaginariamente como “para después”, que normalmente tenía sobre el escritorio. Al no verla, buscó entre los cajones y tanteó con una mano dentro, pero no la encontró.

Se preguntó si las habría prestado a otro oficial en algún momento que terminó olvidando, pero justo cuando sintió una punzada de desesperación al pensar que simplemente había perdido los papeles, recordó haberlos dejado en su casa.

Cerró los ojos y soltó un suspiro de irritación.

— ¡Ah, por cierto! —excalmó Kisumi, que parecía no haberse marchado aún —. Todo esto pasó porque te permití irte a revolcar con Rin anoche. ¿Cómo estuvo?

Sousuke cerró los ojos como si hubiera recibido un golpe en el dedo meñique del pie. Pensó que si le soltaba algo a Kisumi “Soy el Rey de los chismes” Shigino parecido a que no quería contarle nada, éste seguiría molestando hasta que finalmente Sousuke se hartara. Y estaba seguro de que terminaría siendo él, dado que Kisumi tenía la increíblemente molesta (e inútil cuando no se trataba del trabajo) habilidad de no dejar un tema cuando le interesaba.

Al final, Sousuke optó por decir la verdad.

—No pasó nada —murmuró encogiéndose de hombros. No era mentir si decía la verdad a medias, ¿o sí?

Kisumi hizo una mueca que pudiera ser considerada graciosa de ser distinta la materia en cuestión.

— ¿Es enserio? —preguntó incrédulo —¿Me estás diciendo que llegaron a su casa y durmieron en la misma cama pero que a ninguno se le paró?

El moreno ignoró su poco elegante elección de palabras y se apresuró a terminar con el interrogatorio.

—No, ni siquiera entré —dijo. Se levantó de su asiento, buscando qué hacer mientras hablaba —. Fui a llevarlo, se bajó del coche, nos despedimos y ya está. Todo normal.

Kisumi lo observó yendo a la cocineta para prepararse un café. El pelirrosado frunció el ceño con la pequeña idea de que le estaba faltando información, pero no preguntó nada más porque Sousuke parecía cohibido mientras maniobraba con la cuchara y el azucarero.

A veces hasta él sabía cuándo detenerse.

 

 

La bodega estaba ya en penumbra para las seis de la tarde. La poca luz que entraba por entre las tablas de madera clavadas en las ventanas era del ocaso anaranjado, luz que el día se dignaba a regalar en su lecho de muerte. Pero incluso haciendo su mejor esfuerzo, apenas podía pasar las tablas y el montón de cajas apiladas que no la dejaban avanzar. Al jefe le gustaba así de todas formas, pensó el chico mientras caminaba casi a tientas por el pasillo totalmente desprovisto de luz.

Pese a que su día había empezado de lo mejor, pronto una llamada le había quitado su efímera alegría. “Tengo que hablar contigo”, le había dicho la voz al otro lado del teléfono, su tono mandón de siempre y sin pizca de “si no estás ocupado, claro”. Si algo odiaba de ese negocio en el que se había metido por estúpido era, sin duda, la soberbia y altanería de los jefes. Siempre eran iguales: mandones, creídos, machos de pies a cabeza. En pocas palabras, gente que sin una pistola no se atreve a tocarte un pelo. Eso de verdad lo ponía de malas, pero con la reciente muerte del anterior jefe y el ascenso del actual (que obviamente había asesinado al primero, pero que nadie se atrevía a mencionarlo), tenía que seguir aguantando.

Ah, si sólo alguien matara al idiota  que movía los hilos de una vez... Alguien amable, o por lo menos con dos dedos de cerebro de preferencia.

—Llegas tarde.

La voz grave de su nuevo jefe rebotó por la bodega lo suficiente como para que el chico se preguntase de dónde habría venido. Enserio, ¿no podían reunirse en un parque, o en un bar? ¿Por qué Nile insistía en que lo hiciesen en bodegas destartaladas y sin un puto foco cuando se ahogaban en dinero? Tal vez los altos mandos no eran tan inteligentes como la policía creía.

—Lo siento —no lo sentía —. Estaba ocupado — no lo estaba.

Escuchó un gruñido bajo en algún lugar delante suyo, pero la oscuridad no le ayudó demasiado.

— ¿Qué es más importante que traer tu trasero aquí cuando te llaman?

El chico puso los ojos en blanco, feliz de que no pudiesen verlo tampoco a él.

—Tengo trabajo, ¿sabes? —trabajo de verdad —. A veces no se puede cancelar cada que se te ocurre llamarme.

Muchos podrían haberse arrepentido de pronunciar esas palabras en una bodega a oscuras frente al jefe que bien podría ir armado, pero él no. No le asustaba esa clase de cosas. Sus miedos iban desde las alturas hasta las arañas en el techo, pero curiosamente las pistolas no se encontraban en la lista.

El hombre no le respondió de inmediato, así que el chico se encontró escrutando la penumbra por un buen rato más. Seguro no estaba acostumbrado a que le contestaran así. Los de Nile entonces sí que eran inteligentes, pensó el muchacho: elegir a gente estúpida como jefe de subordinados es la mejor manera de que todos obedezcan por igual.

— ¿Supiste lo que pasó en la otra bodega? —escuchó que preguntaba la voz sin cuerpo, ronca. De fumador.

El chico se encogió de hombros pese a no poder ser visto.

—Todo el mundo se enteró. La policía armó un gran escándalo gracias a ello.

— ¿Y lo que pasó después? ¿Lo de los policías?

—También. Hay rumores por todas partes al respecto.

Escuchó al hombre paladear la información. Eso o un silencio significativo.

—Los de arriba me dijeron que eso no fue obra suya.

El muchacho ladeó la cabeza.

— ¿Qué quieres decir?

—Pues eso, niño —gruñó otra vez la voz —. Que alguien actuó por cuenta propia y mató a esos policías.

El chico frunció el ceño.

— ¿Quieres decir que no fue Nile?

—No lo sabemos. Eso, o tal vez alguien no esperó a recibir órdenes para hacerlo.

De repente, una luz se encendió a la mitad de la habitación. El hombre que tenía por jefe estaba sentado en una silla justo debajo del foco encendido, limpiando una navaja.

— ¿Quién es tan estúpido como para hacer eso? —preguntó el chico, intentando no parecer haber sido tomado por sorpresa.

El hombre se frotó la barba negra que apenas empezaba a crecer en su barbilla, fruto de haberse saltado el paso de afeitarse por la mañana por lo menos tres días seguidos.

—No lo sé, pero probablemente es alguien que no podía esperar a que estuvieran muertos. Fueron los policías que nos ayudaron.

—Lo sé.

—Entonces tal vez fue el que estaba en contacto con ellos.

— ¿Puedes explicarme qué hago aquí?

El hombre lo fulminó con la mirada, pero no le reprochó su tono. En lugar de eso, se encogió de hombros y siguió sacándole brillo a su navaja. Ya se veía lo suficientemente limpia, pero el muchacho no dijo en voz alta esta observación.

—Me han dicho que interrogue a los hombres a mi cargo—alzó la mirada al muchacho, atento a su expresión —. A ver si sale algo.

El chico bufó ante esto. Se permitió enarcar una ceja.

— ¿Y te parezco sospechoso?

—Ciertamente, creo que eres el único bajo mi mando que no me tiene miedo —jugueteó con la navaja entre sus dedos al decirlo, como si también implicase que estaba equivocado al no sentirse incómodo en su presencia —. Si tuviera que adivinar, diría que fuiste tú.

Una sonrisita de satisfacción se formó en el rostro del muchacho. Al menos su jefe era lo suficientemente listo como para admitir que él era todavía más inteligente. Se encogió de hombros mientras se rascaba la nuca, todo tranquilidad.

—Pues me halaga y todo, y debo decir que me encantaría quedarme un rato más, pero ahora mismo tengo trabajo que hacer. Trabajo legal, ya sabes. Espero que encuentres a ese que buscas y que Nile le dé una buena paliza.

Diciendo esto último como si la mera idea le divirtiera, se dio media vuelta y caminó hacia la salida. Agitó la mano en señal de despedida, pero no se volvió.

Cuando la puerta de la bodega se cerró con un estrépito metálico y la luz tenue y lejana que emanaba de la ranura desapareció, el hombre se permitió suspirar de cansancio. O de alivio, quién sabe. Ese chiquillo a veces lo ponía de los nervios; todo el mundo sabía que en este negocio se vivía en base a dos cosas igual de importantes: el respeto y el miedo. Si lograba que sus subordinados profesaran alguna de estas dos emociones hacia él, su obediencia estaba casi asegurada. Su lealtad no siempre, pero en una organización del calibre de Nile, donde los que eran siquiera sospechosos de traidores o de soplones morían clavados en la pared de alguna casucha abandonada, eso era lo de menos.

Pero ese joven no le tenía ni una ni otra; ni miedo ni respeto. Eso sólo significaba que el chico o tenía nervios de acero o se creía más inteligente que su propio jefe. De ser ésta última la opción correcta, no sería de sorprenderse que el chico hiciera sus propios movimientos, buscando intereses específicos o que tramara algo incluso más grande.

Pero ¿sería capaz de matar a dos policías? A cada miembro de la banda, por muy bajo que fuera su rango, se le entregaba un arma. Podría quitarle  la vida a quien quisiera de ser esa su intención. Pero ¿policías? ¿Por qué? ¿Por qué arriesgarse a ser atrapado o a morir en manos de oficiales de la ley?

Aunque francamente, no tenía prueba alguna contra el muchacho más que sus propias especulaciones. Bien podría haber sido alguna otra persona, alguien de arriba incluso.

Pensando en que su navaja ya tenía el brillo suficiente desde que se había sentado en esa silla en la tarde pero que no podía dejar de manosearla para imprimir siquiera algo de cautela en su interlocutor, la plegó y la regresó a su funda de piel, en su cinturón.

Un movimiento no muy listo de su parte.

Una mano amplia y fría le apretó la garganta con fuerza desde atrás y le empujó la cabeza hacia el respaldo de madera de la silla.

Makoto le sonrió sin ganas al ponerle el cañón de su arma contra la sien.

—De verdad que no te mereces ser el jefe —le murmuró al oído—. Me decepcionas.

Al sentir la pistola fría contra la piel, el hombre se puso a temblar.

— ¿Q-qué estás haciendo?

Makoto se encogió de hombros.

—Algo parecido a lo que tú le hiciste al jefe anterior, supongo. Quiero decir, el cadáver no apareció así de la nada, ¿verdad?

El cañón del arma ejerció más presión sobre su sien derecha. El hombre no se atrevió a abrir la boca. Gritar no serviría de nada; por algo los altos mandos escogían este tipo de bodegas apartadas de todo. ¿Intentar entablar diálogo? Tampoco. Si lo que ese muchacho quería era el liderazgo, ésta era la única forma de obtenerlo. Él lo había hecho así después de todo.

—Perdona —dijo Makoto, soltando el seguro de la pistola. El hombre dio un salto en su asiento —, pero no tengo nada mejor que hacer que esto.

— ¡E-espera! —se escuchó gritando el hombre, casi ahogándose con su saliva —. ¡Tal vez podamos arreglar esto! Te daré el mando enseguida. ¡Sí, eso! ¿Qué te parece? N-no habrá problema si...

—Meh. No, gracias.

La mano sobre su garganta aflojó su agarre lo suficiente como para que el hombre viera su oportunidad. Tiró un codazo a ciegas hacia atrás y se precipitó de rodillas hacia el suelo. No esperó a ver si su patético ataque había surtido efecto, sino que buscó a tientas la navaja en su cinturón para tener algo con qué defenderse. Probablemente no pensó que la oscuridad le ayudaría más que un cuchillo, pero aún así se giró a enfrentar a su enemigo con la sonrisa de quien ha triunfado pese a las dificultades.

Sus ojos ni siquiera alcanzaron a enfocar a Makoto, que ya estaba frente a él con el cañón apuntándole a la frente.

—Hay un nuevo jefe en Síndey. 

El hombe gritó, pero el chico soltó un bufido apenas contenido, casi como si la situación lo ofendiera, y jaló el gatillo.

 

 

Notas finales:

Pues ahí está el antagonista. Makoto "Bomberos locos" Tachibana. 

Espero que les haya gustado, porque la próxima semana EN LA QUE SÍ VOY A ACTUALIZAR PORQUE YA ESTOY DE VACACIONES Y NADIE ME SACA DE AQUÍ NI A PATADAS se viene el drama entre los protas, que según yo que estuve releyendo el fanfic, no han ni hablado bien de lo que sienten. 

¡Nos vemos en lunes! :DD

PD. Profe, si está viendo esto, lo pinches odio. Muérase y llévese sus derivadas con usted :DDDDD

Espérenlo con ansias.


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