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La parte que apesta de ser policía por Error404notFound

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Notas del capitulo:

No estoy muerta XD

No volveré a desaparecer XD Los bloqueos creativos son malos conmigo y me dan cada que quieren, pero les juro que la próxima vez que uno me ataque lo mandaré al nabo.

Aquí el próximo capítulo de esta historia de polis que se enamoran de vándalos. Creo que la historia ya tuvo suficiente planteamiento, así que a partir del próximo cap ya habrá tanto acción de Nile como conlos chicos protagonistas. Después de un mes es lo justo XD

¡Lean, amigos, lean! Y olviden su odio contra mí XD

 

 

No estuvo seguro de cuánto tiempo se quedó ahí sentado mirando el tallo hecho un nudo, pero el tic tac del reloj de la pared le daba una idea, y la verdad es que no lo ponía muy orgulloso. Suspirando, le hizo una seña al mesero de ojos azules que lo había atendido hacía rato y le pidió la cuenta. Haru no tuvo que asentir e ir a prepararla, porque, tan expresivo como siempre, fue directamente hasta su mesa y se la dejó delante. Sousuke levantó las cejas, sorprendido, y se dijo que probablemente ya la tenía lista. Qué eficiencia la de algunos, pensó, mientras que otros (más concretamente de cabello rosa y súper amanerados) no daban una.

—Gracias —le dijo a Haru cuando le entregó la cuenta. El oficial creyó que el otro muchacho se marcharía de inmediato, pero cuando vio que se quedó ahí parado mirándolo, hizo una mueca —. ¿Se te ofrece algo?

El mesero lo miró impasible como siempre. Se metió la mano al bolsillo del delantal negro que llevaba y sacó un papelito doblado por la mitad. Se lo entregó mientras Sousuke lo miraba intentando entender.

—Rin me pidió que te diera esto en cuanto se fuera —se explicó Haru, sin siquiera hacer esfuerzo por llamarlo de usted ni por agregar más.

Sousuke se limitó a recibir el papel y a desdoblarlo sin demasiada ilusión, pero cuando lo hizo sintió algo parecido a vértigo al mirar el contenido.

Haru no se tomó la molestia de fingir que le importaba, porque se marchó en cuanto su trabajo allí estuvo hecho. Sousuke carraspeó intentando poner sus pensamientos en orden y se guardó el papel en la billetera. Dejó el dinero de la cuenta sobre la mesa y se fue sin llamar al mesero de nuevo.

 

— ¿Pues dónde estuviste todo el rato? —preguntó Kisumi por enésima vez cuando se estacionaron frente a la comisaría.

 Sousuke le gruñó en respuesta y apagó el coche. Extrajo las llaves del contacto y salió de la patrulla sin esperar a Kisumi.

El jefe les había dicho que regresaran cuanto antes porque había algo importante que debía decirles —Sousuke se dijo que tal vez no conocían los teléfonos — así que habían abandonado sus deberes de patrullaje desde temprano para responder a la llamada del rey.

— ¡Oh, Sousuke, Kisumi! —exclamó alegre Seijuuro Mikoshiba cuando los vio entrar, abriendo los brazos y sonriendo lo suficiente como para desgarrarse las mejillas —. ¡Vaya que se han tardado, par de holgazanes! ¡JAJAJAJAJA!

Sousuke puso los ojos en blanco, pero no dijo nada. A veces seguirle el juego a una persona tan relajada y llena de energía como el jefe Mikoshiba era desde el principio un caso perdido. Mejor darle el avión y no salir herido.

—Jefe —saludó Sousuke, con un movimiento de cabeza.

Kisumi, por su parte, se abalanzó contra el pelirrojo y le dio un abrazo de amigos de toda la vida. Y Mikoshiba, por supuesto, se lo regresó riendo en lugar de ofenderse. Sousuke se llevó las manos a la cintura y se recargó en un escritorio, suspirando.

— ¿Qué cosa era tan urgente como para interrumpir la rutina, Jefe?

Mikoshiba alzó las manos y rio exageradamente.

— ¡Qué bueno que preguntas, pequeño cervatillo! —aplaudió una vez, feliz de la vida —Pues resulta que tenemos un nuevo integrante en el equipo de los buenos. Un nuevo compañero. Un nuevo aliado. UN NUEVO HERMANO.

Sousuke se llevó frotó el puente de la nariz cuando la ruidosa risa de su jefe llenó la estancia de nuevo. Kisumi sonrió como niño pequeño y se inclinó hacia adelante, expectante. El moreno deseó irse a dormir enseguida.

—Y eso no es todo —dijo Mikoshiba emocionado, caminando hacia la puerta —. Es alguien que le dará una nueva luz de esperanza a Sídney y a sus habitantes. Y ADEMÁS…

—JEFE.

El jefe Mikoshiba estuvo a punto de añadir algo, pero entonces un muchacho igualito a él pero más bajo entró saltando por la puerta. Sousuke no tuvo que preguntar para saber quién era, así que se limitó a hacer una mueca de dolor.

Kisumi emitió un ruidito de sorpresa.

— ¡Oh, por Dios! —gritó —. ¿No es ese su hermano?

El muchacho aludido asintió con energía y se enganchó a su hermano mayor. Hizo un saludo militar y gritó, sin una pizca de calma ni de profesionalidad:

— ¡Momotarou Mikoshiba a sus órdenes!

Kisumi no esperó a que alguien le diera permiso de hacerlo y se lanzó contra el muchacho. Lo rodeó con los brazos y se puso a saltar de felicidad. Sousuke puso los ojos en blanco cuando vio que Momotarou no se lo quitó de encima, sino que se dejó arrastrar por su arrebato de alegría infantil y se puso a saltar con él. Más raros en la comisaría. Más manos capaces para lidiar con el crimen. Perfecto.

Cuando Kisumi soltó al chico con su sonrisita tonta y se fue a poner a un lado de Sousuke, Momotarou miró al moreno por primera vez. Pareció que ni siquiera se había dado cuenta de su presencia en la habitación, como si sólo su hermano mayor y el peli rosado hubiesen estado ahí desde el principio. Se le quedó viendo como embobado.

—Ahh —balbuceó el chico sintiéndose repentinamente perdido, mientras se paraba recto como un poste —. ¡Mucho gusto, senpai! ¡Por favor ocúpese de mí!

Sousuke levantó una ceja, preguntándose el posible origen del nerviosismo de un muchacho aparentemente tan alegre, pero después pensó que no tenía que ser un cascarrabias con él mientras no le diera motivo. Le sonrió y le tendió la mano.

—Sousuke Yamazaki —dijo él, estrechándole la mano temblorosa al muchacho —. Un gusto tenerte a bordo, Momo.

Momotarou se sonrojó inexplicablemente. Agitó su mano tal vez un poco más fuerte de lo necesario, y después la retiró rápidamente. Mikoshiba grande asintió con una sonrisa llena de orgullo y el pecho inflado.

—Ah, esto es un sueño hecho realidad. ¡Al fin mi hermano pequeño se une al escuadrón de los buenos!

Los dos hermanos Mikoshiba se abrazaron con lágrimas en los ojos mientras Kisumi los miraba emocionado, casi conmovido por la escena. Sousuke se limitó a revolver los ojos y a sentarse en su escritorio. Había querido leer unos testimonios de personas relacionadas indirectamente con Nile desde hacía unos días, pero si no era una cosa era la otra la que se lo impedía. Su instinto le decía que tenía que revisar esos papeles y buscar algún tipo de similitud. De esas cosas venían las corazonadas, y de esas los grandes arrestos. Si su equipo tenía tiempo para celebrar la llegada de un nuevo amigo cual alumno nuevo en escuela primaria, él tenía tiempo para ponerse a trabajar.

— ¡Esto debemos festejarlo en grande! —exclamó Kisumi, seguro con la intención de no volver a patrullar por lo que quedaba de la tarde —. ¿Y si salimos a tomar algo? ¿Tú qué dices, Sousuke?

El moreno pasó a la siguiente hoja de los papeles que tenía en la mano y se encogió de hombros bajo la mirada de todos los presentes.

— ¿Y si nos ponemos a trabajar? —propuso él, sin parecer demasiado interesado en la respuesta y sin apartar la mirada de sus reportes.

Kisumi puso mala cara y le sacó la lengua mientras levantaba las manos e imitaba su pregunta con tono burlón.

— ¡Relájate un poco, Sousuke! —dijo alegre el jefe Mikoshiba, que soltó una de sus carcajadas sin que Sousuke pudiera imaginarse qué hacía tanta gracia —. Hoy celebramos que mi hermano pasa de ser un civil a convertirse en un miembro del equipo. ¡Eso no pasa todos los días!

— ¡Eso, eso! No seas aguafiestas.

Sousuke no se molestó en responder, pero ni el jefe ni Kisumi se desanimaron un poco por ello. Momo, por su parte, miraba entre embelesado y avergonzado al policía moreno.

—Ahh —balbuceó, sin quitarle los ojos de encima —. Creo que no es necesario nada de esto. Es decir, Yamazaki-senpai tiene razón. Hay… hay trabajo y…

Mikoshiba grande le dio una fuerte palmada en la espalda y lo interrumpió con su atronadora risa.

— ¡Por favor, Momo! No tienes que fingir ser un pan de Dios. No frente a tu hermano.

Momo sintió calor en las mejillas, pero en lugar de quedarse ahí cohibido esperando una mirada de Sousuke que obviamente no iba a recibir gracias a cierta pila de papeles, se cruzó de brazos y se encogió de hombros.

— ¿Y entonces por qué no celebramos sin Yamazaki-senpai, que se ve que no tiene ganas de ir?

Entonces, Sousuke puso las hojas que sostenía en la mesa y los volteó a ver.

—No puedo creer que todas las personas en esta habitación sean policías y que sólo una de ellas se haya dado cuenta de la solución más lógica. Y mira que el nuevo.

Kisumi puso mala cara.

—Eres un amargado, Sousuke. Por eso no tienes novia.

El aludido rodó los ojos ante el comentario, sin fijarse en que los de Momo brillaban al escucharlo. Sousuke se volvió a sus asuntos.

—Entonces largo. Intento desquitar el sueldo por aquí.

Los otros se quedaron ahí un rato, pero después de un suspiro casi unánime, salieron por la puerta mientras murmuraban un “hasta mañana”. Momo no dijo nada, pero los siguió obedientemente. Sousuke agradeció de corazón el silencio inmediato que se alzó en la habitación después del éxodo de sus compañeros. A veces podía llegar a pensar que se desempeñaría mejor en su trabajo si no tuviese tantas interrupciones molestas. Tanto Kisumi como su jefe eran una carga de las grandes, lo sabía, pero de Mikoshiba no podía librarse porque era su superior, y de Kisumi tampoco porque le agradaba a su jefe de más. Estaba atascado con ellos irremediablemente, y ahora encima venía otro chico a hacer bulto. No lo conocía de antes como Kisumi y no podía hacerse ideas adelantadas, pero si algo sabía es que entre más gente haya bajo el mismo techo más problemas se forman. Más ruido, más desorden y más holgazanería.

Pensando en eso, un suspiro de cansancio se le escapó. Mejor ir a casa y dormir bien para reponer fuerzas y estresarse menos al día siguiente, cuando Kisumi seguramente estaría con resaca toda la mañana.

Asintió mientras se frotaba el puente de la nariz para mitigar el débil dolor de cabeza que le golpeteaba las sienes. Una taza de café para manejar completamente despierto y llegando a su casa directo a la cama. Sí, sonaba estupendo.

Con esa gran idea en mente, se levantó del asiento y fue a la cocineta que tenían al fondo de la oficina. Miró en el escurridero en busca de su taza, pero sólo se encontró con las de sus compañeros. Puso los ojos en blanco y removió en la alacena superior, pero no encontró nada. Se llevó las manos a la cintura en actitud pensativa y cerró los ojos con un suspiro. O alguien había tomado su taza o no recordaba dónde la había dejado.

¿A quién engañas? Como si la segunda opción fuese remotamente posible.

Y no exageraba: sabía exactamente dónde estaban sus cosas en qué momento del día. Y la taza no era la excepción obviamente. Sólo tenía dos posibles lugares: en el escurridero y en su escritorio. En situaciones normales se pondría como loco a buscar un posible culpable y a restregarles el reglamento de sus cosas en la cara a sus compañeros, pero como estaba muriéndose de cansancio, prefirió dejarlo por lo que quedaba del día y tomar cartas en el asunto mañana.

Sin pensárselo de más, tomó unas cuantas hojas de reportes sobre Nile y los metió a un fólder amarillo. Se lo colocó bajo el brazo y salió al pasillo. Entonces se topó con la vista de la celda temporal donde Rin —y muchos otros chicos de los que no recordaba ni sus caras — había estado hacía semana y media.

La taza, azul y solitaria, lo miraba con una sonrisa burlona desde la banca al otro lado de las rejas. Sousuke se sintió como un idiota. ¡Se la había prestado a Rin! ¡Ah, pero qué estúpido! Estúpido por haberlo olvidado y por haberlo hecho, claro. Quién sabría cuántas bacterias y demás seres extraños tendría su taza favorita ahora.

Y hoy comiste del mismo tenedor de Rin, así que ya estás del lado de los que no cuidan su higiene.

Sousuke suspiró y se llevó las manos a la cintura. Cerró los ojos, diciéndose que no tenía remedio. Mejor irse de una maldita vez, dejar la taza ahí hasta mañana y olvidarse de todo por lo menos hasta el día siguiente.

Sonaba bien. Muy bien.

En cuanto se subió a su coche sintió el cambio de temperatura. Afuera la noche se deslizaba con su capa habitual del frío por las calles, mientras que dentro de la patrulla el aire se respiraba perceptiblemente más caliente. No era necesario poner el aire acondicionado,  así que al muchacho no le tomó más tiempo del necesario salir de la calle.

Mientras manejaba por las calles poco concurridas de esa zona de Sídney, Sousuke bostezó con pesadez. Los ojos le pedían a gritos que los cerrara, pero como buen policía que era, se dijo que la vida de cualquier peatón era más valiosa que ese simple capricho. Encendió la radio y ajustó el volumen para que no sobrepasara un leve pero constante murmullo.

La música o era rock o alguna de sus infinitas variantes (que Sousuke no alcanzaba a distinguir), así que venía de perlas para evitar que cayera dormido. Era tarde y lo que menos le convenía era que pusieran música clásica en la radio.

¿Rin estará en casa ahora, dormido?

En cuanto el pensamiento llegó a su cabeza, el muchacho se dio un zape mental. ¿Por qué se preguntaba eso así de la nada? Tal vez porque había dicho al pelirrojo que lo llevaría hasta su casa, pero al final no lo había cumplido. Algo así lo llevaba a preocuparse por el estado del chico; ¿habría llegado a su casa sin problemas? ¿Justo en cuanto se había marchado de la cafetería?

Cuando llegó a una fila de coches que avanzaban tan pausadamente que desesperaba, se decidió a echarle un vistazo al expediente de Rin que llevaba en la guantera. Sí, algo acosador, pero sabía que le sería útil en algún momento.

La dirección de Rin estaba escrita unos párrafos debajo de su fotografía. No muy lejos de ahí, se dijo Sousuke con algo parecido a regocijo, y en cuanto tuvo la oportunidad, cuando la multitud de coches se disipó, tomó un retorno.

 

Quince minutos después, ya estaba entrando a la calle donde se suponía que vivía Rin.

La calle estaba poblada de casas bonitas pero apretujadas unas contra otras. Un vecindario de los más bonito, sí, pero parecía demasiado limpio y lujoso para que un muchacho sin el favor de su familia viviera ahí solo, y encima con la apariencia de Rin…

Sin pensárselo demás porque sabía que le daría vergüenza encontrarse a sí mismo en la calle de Rin sólo para pasar frente a su casa con la excusa de ver si había llegado con bien (no funcionó; igual se avergonzó), condujo por el solitario y oscuro asfalto. Las farolas apostadas a lo largo de la acera hacían su trabajo, pero todavía había puntos donde cualquier asaltante con algo de cerebro se escondería para darle un buen susto a cualquier cristiano que recorriera su camino habitual a casa. El solo pensamiento de que Rin podría correr peligro lo hizo desear llevarlo todos los días hasta la puerta de su casa.

La casa indicada era ladrillo rojo y de dos pisos, con una escalerita que conducía a la puerta de madera. Las luces estaban apagadas, y eso ni alivió ni alarmó a Sousuke. Obviamente con sólo mirar la estructura no podría saber si Rin estaría dormido en su cama o en pedazos en el maletero de alguien. El coche avanzaba lentamente mientras daba alcance a la casa, que no estaba a más de diez metros.

Entonces, cuando Sousuke pensó en dar media vuelta y largarse con su patética obsesión a hacer pasar vergüenzas a su almohada, vio dos siluetas que se acercaban por el lado contrario de la calle. Una de ellas iba colgada del brazo de la otra, así que supuso que era una pareja.

Y lo era, pero no como esperaba.

Cuando las dos siluetas se acercaron a la farola cerca de la casa de Rin, la luz amarillenta las bañó y Sousuke pudo observarlas con claridad. Ya no eran un par de siluetas, sino un muchacho alto con el cabello café y  Rin enganchado a su brazo. La vista casi hizo que Sousuke frenara de golpe y se golpeara el rostro con el volante. Suerte que no lo hizo.

Los dos chicos subieron las escaleras de la casa de Rin y se detuvieron frente a la puerta. Rin se inclinaba hacia el otro muchacho de vez en vez, ladeando la cabeza y con una sonrisita seductora que ayudaba a traducir todo su lenguaje corporal a “coqueteo”, del latín “no me fui a mi casa en cuanto terminó nuestra cita, y encima obtuve otra por el camino”.

O sea que se había ido por ahí a buscar con quién pasar el rato. ¡Y encima llegando a su casa casi a la una de la mañana! Sousuke no supo si bajarse de la patrulla a regañar al muchacho pelirrojo sería lo menos que podía hacer para poner en su lugar al irresponsable de Rin después de haberle dicho que las cosas estaban peligrosas.

El chico de cabello café se inclinó hacia Rin para quitarle un mechón pelirrojo de la cara, y Sousuke pudo ver en su cuello el tatuaje de un dragón verde con morado.

—Ese estúpido —murmuró el moreno en la patrulla, chasqueando la lengua e intentando mirar a otro lado que no fuera la pareja —. Y encima con ese delincuente.

Bien, podían ser celos. Ya tenía que aceptarlo. Primero había sentido el apretón en el estómago cuando había visto a Rin con la chica en el parque, y ahora lo sentía al verlo con ese otro chico problema. Estaba celoso, muy celoso.

Pero no podía hacer nada. No tenía derecho alguno sobre Rin, y por lo que podía ver, al chico le gustaba ir de flor en flor sin ataduras. Se sentía estúpido por gustar de un muchacho así. Estúpido por preocuparse por él, por enfadarse por verlo con alguien más y por no tener el valor de salir de la patrulla a separarlos.

Sólo podía limitarse a pisar el acelerador para pasar junto a ellos sin que le prestaran atención y para ver cómo Rin jalaba de la camisa al otro muchacho y lo besaba usando la lengua, mientras que le rodeaba el cuello con la mano libre y se pegaba a él todo lo que podía.

Lo último que vio por el retrovisor fue a Rin empujando la puerta y metiéndose con el tipo a su casa sin dejar de besarlo.

 

 

 

Notas finales:

¿Qué tal ha ido?

Pobre Sousuke. Era demasiado bueno como para ser cierto.

¡Pero bueno! Nadie dijo que las historias de amor eran fáciles de empezar. Tocará que el chico éste se esfuerce más en atrapar al tiburón escurridizo. 

Bueno, nos vemos en el siguiente.

¡Esperen el próximo con ansias!


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