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La parte que apesta de ser policía por Error404notFound

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Notas del capitulo:

Hola. No tengo nada que decir, así que... lean, por favor. x3

 

 

 

 

El asunto estaba más o menos así: estaba de pie junto a la barra con una bebida en la mano que no alcanzaba hacerle creer que las cosas podrían ir mejor, mirando hacia la multitud de cuerpos sudorosos que se agitaban bajo el rítmico —y ensordecedor — pulsar de la música a todo volumen. Ridículo desde su punto de vista, porque si las luces fosforescentes no lograban disuadirlos de quedarse en su casa, el trabajo le quedaba a la música tan fuerte y a la cantidad exorbitante de gente en un espacio tan reducido que encima bailaba. El olor a sudor y a alcohol completaba el festín de porquería que se daban sus sentidos  y que lo hacían desear largarse cuanto antes.

Lo único de provecho que había logrado con esa excursión había sido que unos muchachos que ya se habían ido acompañados de un par de chicas le dijesen que habían visto a un niño de quince años de vez en cuando por ahí. Obviamente les había preguntado por lo de Cyle como no queriendo la cosa, pero además de decirle que no tenían idea de quién era ese chico, el tema del quinceañero había salido mientras los muchachos —algo repelentes — criticaban a cuanta persona veían. Eso los había llevado a que uno mencionara al mocoso que de vez en cuando andaba por el Wolf dándoselas de mayorcito. Sousuke sólo pudo pensar en el niño que había asaltado a Rin, pero como buen policía, sabía que no debía dejarse llevar por una línea de pensamiento sin pruebas. Ese muchacho no era el único de quince años en Sídney, así que no tenía forma de saber si era el mismo.

Mejor centrarse en lo de Cyle.

Se llevó su bebida a la boca y se recargó en la barra bajo la mirada escrutadora del barman. Tenía unas muchachas sentadas al lado que gritaban por encima de la música sobre cómo una de ellas había terminado con su novio porque —según sus propias palabras —, era un “patán de mierda”. Se suponía que fuese un cuchicheo sobre secretos femeninos, pero con la música a tope todo el mundo tenía que gritar para hacerse oír por encima del ruido.

A Kisumi parecía no importarle por supuesto, porque se le veía feliz de la vida bailando entre el gentío junto a Momo.

Sousuke suspiró. Se había arreglado para nada. Había dejado su preciado —e imponente cuando convenía — uniforme de policía para mezclarse con los civiles y parecer de lo más normal con uno vaqueros azules, unas botas, una camisa negra con las mangas hasta el codo y el cabello peinado hacia atrás. Obviamente, todo su atuendo había sido planeado con horas de antelación por parte de Kisumi. Había que dar gracias de todas formas de que se había contenido y que había respetado el deseo de Sousuke de no llevar lo que parecía una bufanda —que más tarde y con ayuda de Momo aprendería que se llamaba foulard — y lentes de sol. Aunque se arrepentía un poco por ésta última decisión, debía admitir; tanta luz lo estaba dejando más ciego que un topo.

¿Por qué viene la gente a estos lugares, de todas maneras? Ni siquiera puedes tener una conversación decente sin terminar con la garganta ardiendo.

La bebida tampoco tenía nada del otro mundo, siguiendo por ese camino. Una cerveza de lo más normal en un vaso de lo más normal. ¿Entonces qué tenía toda esa porquería para atraer a jóvenes todos los días? Era jueves, y aún así el club estaba a rebosar.

Y lo peor de todo es que llevaban ahí casi dos horas. Para cualquiera disfrutando de la fiesta —o lo suficientemente borracho como para notar el paso del tiempo —diría que eso no era nada cuando la noche es joven, pero para él que estaba tan aburrido como una ostra, contaba cada maldito segundo.

—Oye, guapo.

La voz había sido un grito a su lado que probablemente intentaba sonar sexy, pero la fuerza con la que la muchacha lo había emitido tiraba todos sus esfuerzos a la basura.

Sousuke se volvió a la chica del ex “patán de mierda” en silencio. No hizo intento alguno de sonreír, pero se apresuró a preguntar:

— ¿En qué puedo ayudarle?

Oh, mierda. Pregunta de policía.

Se aclaró la garganta y probó de nuevo, aprovechando que la música no había dejado a sus interlocutoras escucharlo la primera vez.

—Hola, ¿qué tal?

Las chicas le sonrieron ante eso.

— ¿Estás solo? —preguntó una de ellas, mirándole de los pies a la cabeza sin ningún tipo de vergüenza. Sousuke hizo una mueca y le echó un vistazo a la pista de baile, donde ninguno de sus compañeros parecían preocupados por él.

—Depende de lo que quieras decir con eso —contestó coquetamente, pero sintiéndose estúpido en su fuero interno.

Las dos chicas rieron tontamente tapándose la boca y él aprovechó para tomar algo de cerveza, sólo para intentar ocultar que se sentía totalmente fuera de lugar.

Dios, que alguien me salve.

Sí, era un oficial de policía que iba a probar a hacer trabajo encubierto por primera vez, y eso estaba aterrándolo. Tenía que actuar como un muchacho de su edad, pero ni de eso tenía pista alguna. Básicamente en todas partes le decían que actuaba como un policía, así que no se le ocurría cómo actuaba la gente que... bueno, la que no era oficial de la ley. ¿Cómo actuaba la gente normal? ¿Cómo actuaban los muchachos de su edad en un día de antro?  ¿Cómo coqueteaban sin sentirse estúpidos?

— ¿Vienes mucho por aquí? —le preguntó la amiga comprensiva, levantando una ceja mientras se lamía los labios sin darse cuenta —. No te había visto nunca en el Wolf, y mira que me hubiese dado cuenta de lo contrario.

Sousuke sintió que el sudor en su nuca se tornaba frío. Pues si necesitaba pruebas de que era del otro bando, ahora tenía como evidencia la sensación de estar totalmente fuera de lugar cuando le coqueteaba una chica.

—Es la primera vez que vengo —admitió después de un momento, intentando no dejar de sonreír —. Salir de fiesta no es lo mío.

“Mi novio era un patán de mierda” abrió los ojos mientras le sonreía abiertamente.

— ¿En serio? ¿Y entonces qué es lo tuyo?

—Pues, según esto, los penes —murmuró.

— ¿Perdón?

— ¡Oh, Dios! Miren la hora. Debo irme.

Esto último lo dijo fuerte y claro mientras buscaba alguna escapatoria —de preferencia una con cabello rosa — entre el gentío.

Las chicas hicieron un puchero.

— ¡Pero si acabamos de conocernos! No puedes marcharte así de la nada.

— ¡Exacto!

Jajaja... MÍRENME.

—Sí, bueno —dijo él dejando su vaso en la barra, asegurándose de que el barman lo viera devolverlo —. Hay unos amigos que están esperándome, así que no debería dejarlos con las ansias.

Los ojos de la otra chica se iluminaron.

— ¿Tienes amigos aquí? —las dos intercambiaron una mirada significativa —. Nos encantaría conocerlos.

¡Dios, qué pesadas!

—Será en otra ocasión —dijo Sousuke algo harto, no acostumbrado a que le insistieran.

Las dos muchachas pusieron mala cara un momento, pero después se le acercaron más. Una tenía el escote de la blusa algo profundo, así que Sousuke tenía una vista privilegiada desde arriba. La chica parecía estar enterada, porque se aferró a su brazo y se inclinó sobre él.

— ¡Wow, pero qué brazos!

Sousuke puso los ojos en blanco.

— ¡Ah, es cierto! —la otra muchacha se puso del lado contrario y le toqueteó los bíceps con una risita tonta —. Debes ejercitarte mucho, ¿verdad?

—A-algo.

—Bueno —ronroneó una chica, sin dejar de cerrar la mano en los músculos del brazo de Sousuke —, si no quieres presentarnos a tus amigos nosotras podríamos anexarte a nuestro grupo de aventureros. ¿Qué te parece?

El chico suspiró con disgusto audiblemente, ya sin importarle parecer grosero. Llevaba dos horas viendo a Kisumi y a Momo divertirse mientras él se pudría de aburrimiento. Y encima sin obtener ningún tipo de resultado para la investigación, con dos muchachas claramente buscando con quién acostarse. Si él tuviera esa intención no le parecería fuera de lugar, pero la verdad es que él estaba trabajando.

Quería irse a casa cuanto antes.

—Tengo que irme.

Y dicho esto, se zafó del agarre de ambas mientras ellas soltaban un gritito de sorpresa y se encaminó a la pista de baile. Esquivó cuanta gente se metió en su camino, e incluso propinó uno que otro empujo. Cuando por fin llegó con sus compañeros, que bailaban como si nada, los fulminó con la mirada con la fuerza suficiente para que lo voltearan a ver.

— ¡Oh, Sousuke!

— ¡Yamazaki-senpai!

Sousuke se cruzó de brazos, visiblemente molesto. Una chica que bailaba cerca de él chocó con su espalda, y cuando le sonrió y vio la mirada asesina de Sousuke, se esfumó enseguida.

—Veo que están divirtiéndose —les gritó por encima de la música.

Momo se inclinó para que pudiese escucharlo.

— ¡Esto es genial, senpai! ¡Deberías venir a bailar con  nosotros!

Kisumi asintió.

—No seas amargado.

El moreno se frotó el puente de la nariz.

—No. Ya basta. Nos vamos de una vez.

— ¿Ehhh? ¡No quiero!

 Kisumi se le acercó saltando y le enlazó las manos detrás del cuello. Momo abrió los ojos como platos, pero no se atrevió a decir nada. Sousuke rodó los ojos.

— ¡Otro ratiiiiito, andaaaaa! —lloriqueó Kisumi —. No me maté poniéndote guapo para que te marcharas a las diez. ¡Apenas empieza la fiesta!

— ¿Y la investigación? —preguntó Sousuke — ¿Y LA PUTA INVESTIGACIÓN QUÉ?

Momo se metió entre ellos, algo reacio a seguir viendo que Kisumi abrazaba al chico moreno y que éste no hacía nada por apartarlo y otro poco a no participar en una conversación de trabajo.

—Hace un rato encontramos algo interesante, senpai.

Los otros chicos lo miraron sin entender, pero antes de que Momo pudiera explicarse, Kisumi miró a Sousuke emocionado.

— ¡Ah, sí! Adivina qué, amargado. Adivina a quién nos encontramos —Sousuke abrió la boca, pero Kisumi no le dejó hablar —. Exacto. A tu pelirrojo del nabo.

Sousuke sintió que el estómago se le ponía frío. ¿A Rin? ¿Rin estaba ahí? ¿Lo habría visto ya? ¿Lo habría evitado? ¿Iría con alguien más? ¿Una chica o un chico?

Momo fingió no ver la expresión de Sousuke al pensar en la persona que todos tenían en la cabeza.

Pero Kisumi no aguantó la risa y se carcajeó en su cara aunque nadie hubiese dicho nada cercano a gracioso.

— ¡Caíste! —le dijo, como quien gasta una broma buenísima, pero como vio que la cara de Sousuke no le sonrió ni un poco, carraspeó  —. Obvio no. Nos encontramos con unos amigos de Cyle. No hablaron demasiado, pero tenemos sus nombres para investigarlos. ¡Así que reláaaajate!

Sousuke volvió a suspirar, pero aliviado más que por otra cosa. Entonces Rin no estaba por ahí.

Aunque pensándolo bien... todo estaba ya hecho ahí.

—Entonces me largo. Hasta mañana.

Sin esperar a que ninguno le contestase, tomó las manos de Kisumi y se las quitó de encima sin delicadeza.

—Ash. Amargado.

— ¡Ha-asta mañana, senpai! ¡Conduzca con cuidado!

No les prestó atención, sino que se concentró en abrirse paso entre la gente que no dejaba de saltar y gritonear a coro con la música.

Cuando logró salir del conglomerado gentío de la pista de baile, se dirigió a la salida. Vio por el rabillo del ojo a las dos chicas que había dejado tiradas en la barra, ambas mirándole con cara de pocos amigos. No le había hecho gracia ser grosero con alguien que no se lo merecía, pero el ruido aunado a los pocos resultados de su sufrimiento prolongado por horas no lo había puesto de muy buen humor.

Un soplo de aire fresco le golpeó la cara cuando salió a la calle bajo la atenta mirada de los corpulentos guardias de la entrada, pero lo agradeció de verdad. Adentro se estaba asando entre tanto calor y el sudor de la gente.

No había traído su coche porque Kisumi había insistido en llevarlos en el suyo —probablemente eso formaba parte de su plan de asegurarse que Sousuke no se fuera tan pronto por no tener cómo regresar a casa —, pero eso no le quitaba la opción de caminar. El Wolf estaba a sólo unas cuantas cuadras de su casa, así que caminar por quince minutos no sonaba tan mal cuando añadía a ese pensamiento la idea de que podría alejarse de ese lugar tan ridículamente concurrido.

La noche estaba oscura, fresca y solitaria, un ambiente más que propicio para el crimen, pero Sousuke, con sus años de entrenamiento y encima clases de defensa personal, no estaba preocupado en absoluto. Incluso si un grupo de tres asaltantes quisieran hacerle daño con armas en mano, probablemente tendría más posibilidades de escapar ileso que de salir herido. Sabía defenderse, y eso sumado a su estructura corporal —que no resultaba tentadora para ningún criminal con una mitad de cerebro medianamente funcional — le hacía caminar tranquilamente hasta su casa.

Entonces, cuando iba a cruzar una calle, la broma de Kisumi sobre la presencia de Rin en el antro emergió en su mente. Se sentía estúpido por haber dejado que le afectara en el momento y por las preguntas que habían surgido en su cabeza. Preguntas que tenían que ver con si lo habría visto o con quién iba, e incluso qué habría pensado de verlo peinado y vestido diferente a su porte usual de policía serio lo hacían sonrojarse de vergüenza en la oscuridad.

Ahora tenía ganas de verlo.

¿Cómo hubiera sido encontrárselo de improviso a la mitad de la pista de baile? ¿Cómo hubiera reaccionado Rin? ¿Habría sido coqueto como era un principio, cuando se habían conocido, o se sonrojaría con sorpresa como el muchacho que ahora parecía ser? ¿Habría elogiado su cambio radical de estilo, aunque sólo fuera por una noche? ¿Lo vería guapo?

— ¿Por qué coño pienso en eso?

Podrían haber bailado y tomado algo juntos. Aunque obviamente no lo habría dejado tomar una cerveza por ser menor de edad, pero podrían haber bailado. ¡Bailado! ¿Cómo sería eso?

Sin darse cuenta, extrajo su teléfono del bolsillo de sus pantalones.

Una fiesta en la playa ahora sonaba más que bien. Sería prácticamente igual a lo que había visto esa noche —alcohol barato, música a tope, gente sudorosa bailando —, pero con la excepción de que Rin estaría ahí.

Eso sí que sonaba de lujo.

Con la mano temblando como si fuera un muchacho se secundaria, tecleó un mensaje dirigido a Rin. Sería la primera vez que intercambiarían mensajes.

 

¿Sigue en pie lo de mañana?

 

Presionó el botón de enviar y soltó el aire que estaba conteniendo sin darse cuenta. Siguió caminando para evitar tener los ojos clavados en la luz penetrante de la pantalla del teléfono. Y para dejar de hacerse ilusiones de que Rin le contestase a las diez y pico de la noche. No era tan tarde, pero a esa hora Sousuke no quería saber nada del teléfono y prefería descasar de sus agotadores días en el trabajo. Pensó que tal vez para otras personas pudiese ser lo mismo.

Cuando introdujo la llave en la cerradura de su puerta, la casa le saludó con un cálido abrazo de bienvenida. Nada como el hogar, sí señor.

Cerró la puerta tras de sí y dejó las llaves en el tazón junto a él, para después dirigirse directo a las escaleras. No quería comer nada después de haberse cenado una cerveza desabrida acompañada con acoso por parte de chicas seguro menores que él. Ahora lo que quería era tirarse en su cama sin siquiera darse un baño. Ser normal cansaba más de lo que habría pensado.

Su sorpresa fue más que palpable cuando al ir a medio tramo de las escaleras su teléfono comenzó a vibrar en su bolsillo.

Extrañado al principio pero luego emocionado al recordar el mensaje que le había enviado a Rin, revisó el aparato con el corazón en un puño.

Sí, era Rin. Su nombre brillaba en la pantalla casi con urgencia.

— ¿Rin? —su voz sonó sin aliento aún sin haber estado corriendo, pero él bien sabía por qué.

Hubo un pequeño silencio al otro lado de la línea, pero antes de que fuera demasiado largo, Rin se apresuró a contestar.

— ¿Vas a venir? —Se refería a la fiesta obviamente, pero Sousuke se sintió perdido en el tono de voz del otro muchacho, que también sonaba como si hubiera corrido un maratón.

Sousuke se mordió el labio inferior para no sonreír, pero luego recordó que nadie podía mirarlo haciéndolo, así que se lo permitió.

 —Me pareció divertido.

Escuchó a Rin reír en su oído. Una risa casi de colegiala cubriéndose la boca.

—Cool entonces.

Hubo entonces otro silencio en la línea, pero este no era incómodo en absoluto. Sousuke se sentía tan tonto pero tan feliz que en lo único que podía pensar era en ver al chico pelirrojo cuanto antes.

Y hablando de eso...

— ¿A qué hora paso por ti mañana? —se escuchó preguntar — Podemos ir en mi coche.

—Genial —le respondió Rin enseguida —. Nos vemos a las cinco a mi casa.

A Sousuke se le encogió el corazón y notó que las manos le sudaban. No dudaba que contaría cada puto minuto restante para entrar a la casa de Rin. Pensar en que se había negado a hacerlo antes le parecía una estupidez.

—En mi casa, quiero decir — se corrigió Rin a sí mismo, con una sonrisa avergonzada insinuada en la voz. Sousuke ni cuenta se había dado de que se había equivocado —. Sí, en mi casa. A las cinco. Nos... nos vemos.

Sousuke se recargo en la pared mientras se mordía los labios una vez más para no dejar que su sonrisa de hiciese más grande.

—Hasta mañana —dijo, con la intención de marcar la promesa que esas palabras significaban.

Rin volvió a soltar una risita.

—Hasta mañana.

 

Pues si le preguntaban, dormir era para los débiles.

Había pasado toda la noche dándole vueltas a su corta pero significativa conversación con Rin, además de contando las horas para que amaneciese. De repente el cansancio que lo había acosado durante toda la noche en el Wolf lo abandonó mientras daba vueltas en su cama y la emoción de un muchachito de quince años antes de su primera cita hizo que le sudaran las manos y que el estómago le diese vueltas en todas direcciones.

Se preguntó si Rin se sentiría de la misma manera.

Si así era, podría morirse. Y si no, también; pero de una manera totalmente distinta.

El trabajo había transcurrido igual que la noche: como en una nebulosa que no servía para nada más que para ser el preludio de la tarde. Rin le había enviado unos cuantos mensajes diciéndole lo que tenía que llevar: ropa cómoda, un traje de baño, algunas toallas, una muda de ropa y demás cosas útiles. Él dijo que iba a llevar refrescos y hielo en una hielera que tenía por ahí y carne para asar. Según él, se había puesto de acuerdo con sus amigos para ver quién llevaba qué, así que el asunto estaba medianamente organizado.

—Oye, Sousuke —le había detenido Kisumi cuando el moreno se había apresurado a salir de la oficina al terminar su turno —, ¿por qué estás tan feliz?

El otro de verdad que lo estaba, pero Kisumi hacía milagros cuando de cambiar su estado de ánimo se trataba. Le frunció el ceño.

—No es asunto tuyo.

Pero Kisumi se había reído por lo bajo. Podía llegar a ser demasiado preceptivo.

Cuando había pasado por Rin a su casa, las manos seguían sudándole contra el volante. Prefirió pensar que era por culpa del calor, pero sabía que no podía ni engañarse a sí mismo.

Había optado por ponerse unos jeans y una camiseta negra de manga corta con el cuello abierto con tenis negros. Iba a la playa, vestido de negro. A veces se preguntaba por qué no había estudiado en Harvard, sí.

Tocó el claxon de su coche cuando estuvo aparcado delante de su entrada. Pensó en llamarle, pero justo cuando tomó el teléfono del tablero vio que una cabeza pelirroja se asomaba de la puerta de la casa. Rin lo saludó con la mano y le hizo una seña para que bajara del coche. Sousuke le hizo caso y salió del auto. Jugueteó con las llaves nerviosamente mientras cerraba la puerta del conductor y rodeaba el coche para dirigirse escaleras arriba.

La puerta estaba abierta pero Rin no andaba por ahí, así que cuando la alcanzó prefirió quedarse en el umbral. No sabía si hacía eso por educación o por la necesidad de ser invitado a entrar, pero igual no traspasó la puerta.

El interior de la casa de Rin no se veía tan desordenado como él se lo imaginaba. En la sala había una televisión y un sofá cama después de una mesita de centro sin adornos. La barra de la cocina estaba a la izquierda y al otro lado unas escaleras que probablemente darían al segundo piso. No había libreros ni adornos de más, pero se veía bastante bien teniendo en cuenta que un adolescente vivía ahí solo.

— ¿Qué haces ahí parado? —escuchó la voz de Rin gritarle desde adentro. Asomó la cabeza por el marco y miró hacia la parte de arriba de las escaleras. Rin lo miraba con el ceño fruncido —. Ayuda en algo y sube al auto las cosas que hay en la cocina.

Sousuke hizo una mueca por la repentina orden, pero obedeció.

Se metió en la casa con la idea de que podría haber entrado hace tiempo bajo circunstancias distintas. Al final la vida daba un montón de vueltas, eso lo tenía seguro.

Había una hielera del tamaño de una televisión apoyada en la barra de la cocina, que estaba abarrotada de un montón de cosas más. Sousuke la cargó con cuidado y la llevó al coche sin demasiado problema. La cajuela era lo suficientemente espaciosa como para meter tres de esas, así que regresó a la cocina y buscó qué más podría llevar. Rin no había sido demasiado específico, así que rebuscó por ahí sin tener mucha idea de qué buscaba. Latas de comida, tópers cerrados con más comida dentro (que dudó si debía meter al refrigerador o llevarlos con él) y cuadernos de la escuela estaban haciendo bulto, pero no precisamente desordenados. Rin parecía la clase de chico que pedía pizza para comer y dejaba las sobras pudrirse por días, pero al parecer ni el desorden le agradaba.

Seguro es capricornio.

—Wow.

Sousuke se volvió hacia la sala cuando escuchó la voz de Rin, esta vez más cercana. Se lo encontró con una mano sobre el barandal de las escaleras y con un pie en tierra firme. Lo miraba con los ojos algo más abiertos de lo normal y con una sonrisa que nacía en su boca sin su permiso.

— ¿Qué? —su voz se escuchó ronca en la salita, pero esperó que fuese sólo su imaginación y que no fuera el resultado de ver a Rin con pantalones pescadores y una playera azul claro. O de verlo con una diminuta cola de caballo en la nuca.

Rin negó con la cabeza mientras se encogía de hombros y se mordía el labio suavemente, desviando la mirada. Sousuke tragó saliva.

—Nada. Es sólo que... creí que vendrías con tu uniforme o algo así —dijo —. Me sorprende un poco que sepas vestirte de otra forma.

Sousuke puso mala cara, pero se le escapó una sonrisa.

Hubo un pequeño silencio resonando entre ellos. Ninguno pareció incómodo, pero pronto Sousuke sintió la necesidad de llenarlo con algo.

—Ya hice lo que me pediste —le dijo mientras carraspeaba y hacía una seña vaga hacia la barra de la cocina —. ¿Hay algo más que deba llevar al coche?

Rin negó con la cabeza. Se separó de las escaleras y agarró una mochila negra que había estado recargada a los pies del sofá todo el tiempo, pero que Sousuke no había notado hasta entonces.

—Ya está todo. No me tocó mucho que digamos, así que ya podemos irnos.

Sousuke asintió y fue hacia la puerta. Se sintió algo bruto por no dejar a Rin pasar primero, pero luego no quiso que se tornara incómodo, así que salió y bajó las escaleras hasta el coche.

Escuchó a Rin soltar una risita desde atrás. Se volvió a mirarlo, pero el otro volvió a encogerse de hombros.

—Francamente,  creí que traerías la patrulla.

Sousuke puso los ojos en blanco, pero sonrió mientras se metía en el asiento del conductor. Rin abrió la puerta del copiloto y se metió en el coche con todo y su mochila.

Ambos suspiraron, preparándose mentalmente para el viaje.

Esto... sería interesante.

 

 

 

 

Notas finales:

Asdaasda ya se van a playa de traviesos XD Espero que les haya entretenido por lo menos un poco XD 

El cap de hoy no fue demasiado importante, pero llegamos a ver a Sousuke bien bueno en su disfraz de civil 100% heterosexual y las pequeñas pistas que probablemente los lleven a Nile.

Estuve a punto de agregar aquí la aventura en la playa de los protas, pero normalmentre hago 10 páginas de Word, así que decidí ponerlo en el próximo cap.

¿Qué les ha parecido? 

¡Espérenlo con ansias!


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