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La parte que apesta de ser policía por Error404notFound

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Notas del capitulo:

¡Hola! 

Bueno, después de dos semanas (olvidé poner en el anterior capítulo cada cuánto actualizaría), he regresado con otro capítulo de nuestra historia policial. 

En este capítulo, en el que si bien no pasa nada imporante, podemos saber un poco más de las cincunstancias (aunque no todas) de Rin y su condición de chico malo (?), además de que Sousuke parece sentir un interés especial en él y que no sabe ni por qué (vaya idiota) XD 

En fin, disfruten.

 

 

—Rin Matsuoka —contestó Kisumi, dándole una mordida a su dona al tiempo que cruzaba los tobillos con las piernas estiradas sobre el escritorio.

Sousuke le había preguntado algunas cosas sobre el muchacho pelirrojo que habían arrestado hacía unas horas, dado que Kisumi había manejado los cargos y todo ese papeleo casi en su totalidad. Parecía que se conocían de algo, pero no que fuesen familia, así que la curiosidad picaba a Sousuke continuamente. Era algo raro en él, pero estaba sucediendo. La gente le daba igual si no tenía que ver directamente con él —como a la mayoría de las personas les pasa —, pero ese muchacho pelirrojo… lo intrigaba, por decirlo de una manera.

Cuando habían llegado a la estación, lo llevaron a la celda temporal donde iban los menores de edad para esperar por su derecho a una llamada, pero Sousuke no podía quitarle los ojos de encima. No sabía si era porque esperaba problemas de algún tipo o por otra cosa. Al final terminó metiéndose en la oficina y fingiendo que no lo mataba la curiosidad sobre Rin, pero como resulta obvio, terminó cediendo después de varias horas de intentar meterse de lleno en el trabajo.

—Es un muchacho problema —continuó Kisumi, sumergiendo un pedacito de dona en café. Sousuke lo miró con su expresión impávida de siempre —. Creo que sus padres se separaron cuando aún era un mocoso de secundaria, y algo tuvo que haber pasado después, porque su madre lo mandó a vivir solo a una casa que tenían por ahí.

Sousuke frunció el ceño.

— ¿Solo?

Kisumi asintió y se metió a la boca el pedazo de dona. Habló con una mejilla inflada.

—Cuando entró a la prepa. Su hermana lo visita, pero creo que su madre no quiere saber nada de él. Y no es que haga un buen trabajo que digamos, porque se la pasa grafiteando desde entonces. Lo hemos agarrado unas tres veces —masticó su dona y tragó, pero después le dio un buen sorbo a su café. Sousuke lo observó como si estuviera mirando a un bicho asqueroso. Cuando tragó, Kisumi soltó una carcajada —. Debiste haber visto cómo me meneaba el trasero cuando lo arresté la primera vez. Y digo, el muchacho está tan bien dotado que los chicos y yo hicimos una apuesta de…

Sousuke le puso mala cara, frunciendo el ceño, y el otro muchacho cerró la boca. Carraspeó y siguió con su relato.

—C-como sea. El punto es que sólo sabe meterse en líos. Ya sabes, seguro quiere llamar la atención.

Sousuke miró por la ventana y suspiró. Esa clase de chicos le inspiraban tristeza. Él había crecido en una familia de lo más normal, con padres amorosos que estaban siempre al pendiente de él. Tenía amigos en la situación de Rin, y resultaba realmente triste verlos sumirse en un mundo oscuro de vandalismo y drogas sólo porque tenían problemas con sus padres. A veces consejos y reprimendas no eran suficientes para pararles los pies, y era ahí cuando la policía hacía su trabajo. Lástima que no contaran con el apoyo suficiente como algunos chicos afortunados como Sousuke.

Kisumi se estiró en su asiento. Bostezó sin taparse la boca.

—En fin —dijo —. Llamamos a su hermana, pero pasará por aquí hasta mañana.

Sousuke echó un vistazo a su alrededor. La mayoría de los oficiales estaban preparándose para regresar a casa a esa hora de la noche, y pensó que los del turno nocturno estarían por llegar pronto. Ellos se encargarían de vigilar en Rin durante la noche, y mañana, cuando él regresara, estarían listos para recibir a su hermana. Y después Rin se iría. Probablemente por tiempo indefinido, e incluso tal vez para siempre. Ese último pensamiento hizo que Sousuke se estremeciera inexplicablemente. Algo en la idea de no volver a ver a Rin le helaba la sangre. Ni siquiera lo conocía de un día y ya le parecía impensable irse a su casa y no verlo en toda la noche. Y mucho menos en lo que le quedaba de vida.

Kisumi se levantó de su asiento y tomó sus cosas. Lo volteó a ver.

— ¿Tomamos algo? —le propuso como siempre, a sabiendas de que sería totalmente rechazado, pero aun así con su mejor sonrisa.

Sousuke puso los ojos en blanco.

—Ya sabes la respuesta a eso.

Y Kisumi se encogió de hombros y rio.

—Algún día, Sousuke. Algún día.

Y sin más, se echó la mochila al hombro y salió por la puerta. Sousuke, obviamente, no tenía intención de volver a casa en las próximas horas, y aunque no tenía idea de por qué, no le siguió dando vueltas al asunto y se sentó tranquilamente en su escritorio a esperar a que todo mundo se fuera.

 

Casi diez minutos después llegó el turno nocturno. Eran considerablemente menos, así que la comisaría estaba casi vacía cuando los oficiales salieron a patrullar. Sousuke se había quedado en su asiento sin moverse, y sin atreverse a acercarse a la razón por la que iba a trasnocharse. Se sentía como un estúpido ahora que la cosa ya estaba echa, pero tampoco podía reunir el valor suficiente para marcharse.

Pensando en su desdicha y en lo infantil que era, se puso de pie y tomó una silla. Prácticamente la arrastró detrás de sí hasta el pasillo, donde Rin, que había estado echo un ovillo en una de las bancas largas de la celda temporal para menores de edad e infractores menores, se levantó de un salto por el chirrido de las patas de la silla contra el suelo.

—Es casi media noche, oficial —le recriminó el muchacho, con el ceño fruncido —. ¿Podría dejar dormir a los buenos ciudadanos en lugar de…?

Sousuke actuó como si no lo hubiera escuchado y arrastró la silla una última vez hasta ponerla a un lado de la celda. Regresó por donde había venido, tranquilo, y mientras Rin ponía cara de pocos amigos y se sentaba de vuelta en la banca.

El oficial malhumorado regresó un momento después con un folder amarillo bajo el brazo y un vaso humeante de plástico. El estómago de Rin rugió débilmente, y esperó con toda el alma que el policía no lo hubiese escuchado. Se moriría de vergüenza, y ni siquiera tenía idea de por qué. Intentó recobrar su actitud de siempre y se llevó las manos detrás de la cabeza.

— ¿No tiene una casa o una cama que calentar, oficial? —preguntó burlón —. ¿O por lo menos una vida propia? Es deprimente saber que no hace nada más allá de su trabajo —hizo una pausa para ver si el otro agregaba algo, pero como no lo hizo, Rin continuó —.  Pues se lo digo de una vez por si quería algo: métase en sus propios asuntos.

Sousuke se le quedó viendo un momento, totalmente indiferente, y después metió la mano entre las rejas y dejó el vaso caliente en la banca, a un lado de Rin, para después ir a sentarse a su propia silla y cruzar las piernas. Rin miró el vaso, desconfiado, pero al sentir el olor del café caliente llegar a sus fosas nasales se tragó su orgullo y lo tomó como si de un tesoro se tratase. Se lo llevó a la boca sin preocuparse si estaba demasiado caliente y dio un sorbo. La leche y el sabor suave del café descafeinado le inundaron el paladar. Hizo una mueca de felicidad.

Y Sousuke no podía hacer más que mirarlo embobado. Hermoso, sí. Una faceta que no había visto de ese criminal creído y que parecía más natural que su actitud de malote. Parecía… un gatito. Un gatito feliz con un capricho que le han concedido y que no esperaba. Y Sousuke parecía un idiota mirándolo de esa manera, así que cuando se dio cuenta desvió la mirada como no queriendo la cosa y se enfocó en la maceta junto a la puerta del fondo del pasillo. Fingió que era de lo más interesante.

Cuando Rin pareció haber terminado con su café, dio un suspiro satisfecho y dejó al vaso sobre la banca, pero no dijo nada. Ninguno hizo intento de romper el silencio frío de la comisaría. Las pocas personas que estaban ahí trabajaban en lo suyo y, medio adormilados, ni se habían dado cuenta que un oficial del turno matutino andaba entre ellos.

Sousuke suspiró y abrió la carpeta sobre sus rodillas.

—Aquí dice que tu hermana es un año menor que tú —dijo tranquilo, sin voltear a ver a su interlocutor —. Gou Matsuoka, ¿no?

Pasó un momento antes de que Rin respondiera. Parecía tomado por sorpresa, pero se esforzó en resultar tan encantador como siempre, con una sonrisa de lado.

— ¿Qué acabo de decirle, oficial? No se meta en mis asuntos si no está dispuesto a meterse en mi cama.

Sousuke fingió que no había hablado y continuó, con su cara de indiferencia de siempre.

—No parece una chica problemática —tomó la foto anexada al expediente y se la mostró a Rin, como si nunca hubiera visto a su hermana menor —. ¿Por qué no vives con ella y con tu madre? ¿No te gusta que te digan qué hacer o algo de ese estilo?

Rin se le quedó viendo sin decir una palabra. No parecía feliz con el tema, pero Sousuke se dijo que no iba a dejarlo tan fácilmente. Algo le decía que tenía que ayudar a ese chico. Los muchachos con problemas e historial criminal no le agradaban demasiado, pero Rin en particular generaba una atracción innegable en él. Una atracción que, obviamente, no iba a aceptar de un día para otro, pero que ahí estaba. Se hacía el duro consigo mismo, pero a fin de cuentas no podía hacer nada al respecto. Un gran defecto, si le preguntaban.

Intentó por otro lado.

—Háblame de tu hermana. Parece una chica inteligente.

Pero Rin no dijo nada más. Se quedó mirando a la pared frente a él como si fuera una televisión que muestra estática. La mirada roja y errante no salía de ahí, pero tampoco parecía especialmente interesada en las líneas grises y el sonido blanco.

Se quedaron así un buen rato, escuchando el silencio. Sousuke no suspiró en ningún momento, y tampoco le quitó los ojos de encima. Hubo un instante en que Rin lo miró de reojo y luego regresó la mirada a la pared. Pero de ahí en más, no hubo otro movimiento por parte de ninguno.

Cuando Sousuke revisó su reloj, vio que eran pasadas de las doce. Se recargó en el respaldo de la silla y estiró el cuello. Sintió que le tronaba, y pensó que en lugar de estar ahí en un interrogatorio inútil debería estar descansando para el turno de mañana. Ser policía no era cualquier trabajo, y estar somnoliento durante el día podría costarle la vida. O la de Kisumi, que en todo caso podía ser reemplazada.

Café. Necesito café.

Llevándose una gran mano al rostro y frotándose el puente de la nariz, Sousuke se levantó, haciendo que Rin casi diera un salto en su asiento por segunda vez en el día. Cuando casi cayó, el muchacho moreno se le quedó viendo sin saber si burlarse discretamente o en toda su cara. Rin se puso rojo de vergüenza y apartó la mirada.

Sousuke no pudo evitar sonreír, muy a su pesar, pero lo hizo. Intentó contener la sonrisa mordiéndose los labios, pero dio igual, porque Rin se dio cuenta.

— ¿Q-qué? ¿Está buscando pelea? —le preguntó, osado.

Sousuke se encogió de hombros.

—Eres muy nervioso, ¿verdad?

Rin se limitó a fruncir el ceño y cruzarse de brazos, así que Sousuke fue a la oficina a prepararse un café. Cuando regresó, su taza especial —la que era suya y de nadie más — humeaba y desprendía débiles destellos azules gracias a las pocas luces encendidas del lugar. Le dio un sorbo al café, y sintiéndose más despierto, volvió a sentarse. Miró a Rin por encima de su taza.

—Te daré más café si respondes a mis preguntas, ¿te parece? —y sin esperar una respuesta, dio por hecho el trato y bebió más café —. Háblame sobre tu hermana.

Al escuchar esto, Rin pareció más calmado, pero algo de tristeza se instaló detrás de sus ojos. Bajó la mirada y se puso a juguetear con sus dedos. Tardó un buen rato en dar señal de haber estado escuchando, pero después de un momento sonrió con melancolía.

—Gou es… increíble —dijo despacio —. Tiene buenas calificaciones, es la persona más virtuosa en la faz de la Tierra, tiene muchos amigos, es lindísima… Es casi perfecta. Mamá está muy feliz por haberla dado a luz. Muy orgullosa…

Y entonces, cuando Sousuke creyó que le sacaría más información, Rin se calló de repente, así que el moreno pensó en intervenir. Ahí pasaba algo.

— ¿Eso qué tiene que ver con que no vivas con ellas? ¿Fue tu hermana siempre la favorita o algo?

Rin se encogió visiblemente, y su expresión se enturbió. Y por primera vez en un interrogatorio —o lo que por lo menos parecía uno —, Sousuke se arrepintió de hacer una pregunta. Se arrepintió de haber causado un impacto, por pequeño que fuera, en ese muchacho pelirrojo que no conocía de nada. Se estaba acercando al núcleo del problema de ese chico, y sabía que le dolería hablar de ello, pero también sabía que era un paso importante para superarlo. No sabía si quería ayudarlo o si sólo tenía curiosidad, pero la voz en su cabeza que le pedía más información al respecto se peleaba con la otra que decía que no se metiera con Rin así como no se había metido con ninguna persona a la que había arrestado.

Rin suspiró. Levantó la mirada y le clavó los ojos rojos, serios.

—Mamá no quiere saber nada de mí y ya está. No es asunto tuyo todo lo demás. Buenas noches, oficial.

El chico se cruzó de brazos e hizo ademán de terminar la conversación, y para pesar de Sousuke, tenía razón. No tenía ningún motivo importante para estar interrogando a un muchacho problema que no conocía de nada y que tampoco parecía tener ganas de cooperar. Mejor retroceder antes de meterse de más en un hoyo del que no podría salir.

Con eso en mente, se levantó pesadamente de su silla y desapareció por el pasillo hacia su oficina. Pasó al baño a lavarse la cara —y despertarse para conducir — y tomó sus cosas sin muchas ganas. Antes de irse fue a ver a Rin una vez más y a dejarle entre los barrotes su taza azul. El muchacho lo miró sin entender, pero cuando vio que Sousuke ya tomaba camino hacia la salida, se levantó tan de golpe que casi tiró la taza sobre la banca y se aferró a las barras de la celda.

— ¡Espera!

Sousuke se detuvo a mitad del pasillo, pero no se volvió.

—Tu nombre —exigió Rin —. Es lo mínimo que puedes decirme después de todo lo que yo te conté.

El muchacho moreno sonrió, pero Rin no lo vio. Reanudó la marcha y agitó una mano en el aire, desganado.

—Tampoco es como si me hayas dicho demasiado. Y ya te di café. Nos vemos mañana.

Y sin decir más, ni voltear  a ver al chico pelirrojo, siguió su camino. Dormir un par de horas antes de volver al trabajo se veía mucho más tentador ahora que seguir interrogando a Rin.

 

Cuando por fin Kisumi se levantó a recibir a Gou Matsuoka, que había llegado hacía casi diez minutos, Sousuke no aparecía por ningún lado. Había llegado a trabajar, sí, pero desde hacía un rato se había perdido y nadie había preguntado por él, así que su ausencia apenas era notada. Había llegado con ojeras y bostezando, así que cuando Kisumi empezó a hacer preguntas sobre dónde había pasado la noche combinadas con codazos juguetones y guiños, decidió desaparecer por el pasillo y no volver.

La chica pelirroja se levantó del asiento en el vestíbulo en cuanto vio a Kisumi aparecer detrás de una puerta que ponía “prohibido el paso” a pesar de que polis entraban y salían por ahí a cada rato.

—Matsuoka-san —saludó el muchacho al verla, con una inclinación de cabeza poco propia de él y con una sonrisa educada. Podía cambiar y ser formal de vez en cuando si se lo proponía, se dijo orgulloso.

Gou lo imitó, pero algo en su semblante decía a leguas que no estaba ahí por gusto. Nadie que iba a pagar una fianza lo estaba.

El juicio —o lo que parecía algo así — contra Rin dictaminó cuánto dinero necesitaba para salir —de nuevo — del poder de la policía, así que no habían podido recibir a la chica sino hasta casi las tres de la tarde, después de que hubieron terminado sus asuntos en el tribunal. Eso sin contar que Kisumi la había hecho esperar, claro.

—Ya he pagado la fianza —dijo Gou suavemente, alisándose la falda de su vestido amarillo —. ¿Dónde está mi hermano?

Kisumi asintió, entendiendo la prisa de la chica por salir de ahí, pero no se movió.

—Para dejarlo salir necesito la firma del oficial que lo arrestó —se cruzó de brazos —. Pero no aparece desde hace un rato, ¿sabes? Si no te molesta esperar un poco más…

La chica murmuró algo mientras asentía lentamente y volvía a sentarse. No pareció querer entablar más conversación con Kisumi, así que éste último regresó por donde había venido con la sensación de que había evadido como un cobarde una situación incómoda.

Conocía a Gou Matsuoka de las varias veces que Rin había sido aprehendido, y como era normal, la chica parecía cada vez más incómoda de volver por lo mismo. Era como si hasta ella supiese que su hermano no tenía remedio y que se avergonzara de ello. O como intuía Kisumi, que sabía que Rin no tenía motivos para seguir repitiendo sus pobres actos de vandalismo. Pero obviamente Kisumi no iba a meterse de más en ello. No era asunto suyo, y por bien que le cayese Rin, sabía que él mismo tenía que arreglarlo.

Cuando pasó por el pasillo, Rin seguía tumbado sobre la banca de su celda. No se le habían unido nuevos visitantes, así que se podía decir que se la pasaba de lujo en su suite privada. Fue entonces cuando Kisumi vio la taza azul a un lado del muchacho pelirrojo.

Se paró en seco.

— ¡Oye! —casi le gritó, y el otro se sobresaltó visiblemente —. ¿Qué haces con eso? ¿De dónde lo sacaste?

Rin hizo una mueca.

— ¿Qué?

— ¡La taza! ¿Qué haces con la taza de Sousuke?

— ¿Quién? —preguntó, pero después agitó la cabeza —. Es sólo una taza, tío.

Kisumi le echó un vistazo rápido al pasillo, deseando que el muchacho moreno no apareciera por arte de magia en ese momento. Cuando vio que todo andaba bien, se giró a Rin.

—No importa, solo dámela. Dios, Sousuke se va a poner como una furia si te ve con ella.

Rin frunció el ceño, seguro sin entender nada, y cuando vio a Kisumi colar una mano entre los barrotes para tomar la taza, el pelirrojo se apresuró a alejarla de su alcance. Kisumi lo miró como si estuviera loco.

— ¿Qué? ¿Quieres morir o algo? ¡Dámela!

Rin negó con la cabeza.

—Un oficial me la prestó anoche.

Kisumi frunció el ceño.

— ¿Qué? Nadie sería tan idiota como para desafiar al tirano de Sousuke.

— ¿Tan importante es esta taza? No es más que…

—Sí, sí. Ya sé que es una taza sin nada de especial, ¿ok? Pero el tío se pone como loco si alguien toma sus cosas sin permiso, y más aún si se trata de su taza. Te juro que tiene como diez reglas con respecto a su taza, y la número uno es nunca, nunca beber de ella.

—Pero…

— ¡NUNCA! ¡LAS REGLAS LO SON TODO PARA SOUSUKE, ASÍ QUE SI NO ME DAS SU TAZA TODOS VAMOS A MORIR!

Una vez la había tomado, se acordaba, y la que el moreno le había armado. Le había pasado una copia por fax del reglamento general de sus pertenencias (donde incluía un archivo anexo especialmente para la taza) y las circunstancias casi nulas y con un sinfín de condiciones que le permitía a otra gente tomar sus cosas. Una de ellas era que Sousuke hubiera muerto o desaparecido por un periodo igual o mayor a quince años. Y entonces, y sólo entonces, podían agarrar la taza y tirarla. Estaba loco.

— ¿Todavía no te vas? —dijo entonces una tercera voz desde detrás de Kisumi, refiriéndose a Rin. Sousuke cruzó los brazos y pasó la mirada al otro oficial —. La chica pelirroja está aquí desde hace rato ya. ¿Ya has hablado con ella?

Kisumi se encogió a la vez que jugueteaba con sus dedos. Hizo un puchero ridículo, pero se paró frente a Rin con toda intención de ocultarlo del campo visual de Sousuke. Llevaba unos papeles en la mano derecha, y se los mostró.

—Estaba esperándote. Necesito tu firma, ya sabes.

Y Sousuke no se dio por enterado, así que se encogió de hombros y tomó los papeles que Kisumi le tendía. Buscó una pluma en los bolsillos de su pantalón, y cuando la encontró se apresuró a firmar la constancia de que Rin había salido de su custodia bajo fianza. Con eso, los trámites necesarios estaban terminados para que Rin saliera de su jurisdicción.

Le devolvió los papeles al chico de pelo rosado, pero éste no se movió de su lugar. Sousuke puso los ojos en blanco.

—Hazte a un lado. La señorita ya esperó suficiente.

Rin se quejó en la celda.

— ¡Hey

Pero Sousuke no quitó los ojos de Kisumi cuando dijo:

—Estoy hablando de tu hermana.

Y el otro muchacho, resignado, se movió. Sousuke no perdió tiempo y abrió la puerta con sus laves, después se metió a la celda con Rin y le hizo un gesto para se levantara. El chico pelirrojo obedeció, y conociendo el procedimiento habitual, dejó que le esposaran. Kisumi los miró como idiota, esperando a que Sousuke viera la taza azul en la banca. Éste sólo el dedicó una mirada, pero no hizo ademán de decir nada al respecto.

Kisumi se apartó cuando ambos muchachos salieron de la celda, camino al pasillo. Les pisó los talones.

—Ah, Sousuke… Tu… tu taza…

Sousuke no lo volteó a ver.

—Luego, Kisumi.

Y el chico se quedó ahí plantado, mirándolos salir al vestíbulo y sin saber muy bien qué decir.

—Pero la taza…

Y Sousuke y Rin salieron por la puerta, buscando a Gou con la mirada. La muchacha dio un salto de su asiento en cuanto los vio y se acercó a ellos. Sousuke se fijó en que los dos hermanos hicieron lo posible por no mantener contacto visual.

—Gracias, oficial —dijo débilmente la chica, mirándolo apenas —. Disculpe las molestias.

Sousuke negó con la cabeza.

—Es mi trabajo.

Le quitó las esposas a Rin, y éste, en lugar de hacer un comentario de los suyos, se limitó a frotarse las muñecas. Agachó la cabeza y esperó con las manos en los bolsillos a que su hermana y el policía intercambiaran unas cuantas palabras. Cuando parecieron terminar, ambos chicos se dirigieron a la puerta, y Sousuke les miró sin moverse de su lugar. La vista de Rin alejándose le pareció algo tremendamente serio, como si en lugar de sólo salir de la comisaría estuviese saliendo por completo de su vida. Las manos empezaron a sudarle y una voz en su cabeza le dijo que saliera detrás de él para detenerlo.

¿Y qué se supone que vas a decirle? ¿Qué quieres estar con él aunque no sabes por qué? Eso viniendo de un policía es más que patético…

Así que se quedó allí, mirando a los chicos salir. Cuando Rin estaba a punto de salir, después de su hermana, Sousuke sintió que no podía seguir viéndolo y se marchó por el pasillo por el que había venido. Y por eso no vio a Rin que se detuvo en la puerta, esperando cruzar miradas con él. Pero cuando Rin volteó, Sousuke ya no estaba ahí. 

 

 

Notas finales:

¿Qué tal ha ido? 

Bueno, espero que les haya gustado.

El punto de esta historia no es hacer que los personajes se enamoren de un día para otro, sino que poco a poco sientan la atracción irremediable que hay entre ellos y que (en el caso de Sousuke) luchen por contrarrestarla y (en el caso de Rin) se rindan a ella una vez que la han aceptado. Ya verán a qué me refiero. 

El fanfic lo actualizo en sábado normalmente, pero cuando tenga problemillas escribiendo se pasará al siguiente, o sea que la espera será de vez en cuando de dos semanas. 

En fin, espero que lo hayan disfrutado aunque sea un poco. 

¡Esperen el próximo con ansias! Nos leemos.


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