La pequeña princesita, como Seto la llamaba despectivamente, estaba en sus aposentos oyendo su CD favorito a todo volumen y el empleado del edificio se acercó a él que estaba parado en la puerta pues ella no le dejaba entrar ni para ir al baño, cosa que hacía en el apartamento de Seraphine que le trataba bien sabiendo lo mala que era su compañera con su guardaespaldas, para dejarle la queja de los vecinos que amenazaban con llamar a la policía.
Seto tenía la llave porque en su trabajo necesitaba acceso al lugar, “Going under” sonaba por quinta vez en el reproductor que apagó sin vacilar. Se volteó y la vio dormida en el sillón muy a sus anchas y se preguntó como podía dormir con ese ruido. Antes de iniciar su marcha hacia la salida notó que el aire acondicionado estaba algo fresco para que una persona permaneciera inconsciente en la habitación pero luego de un momento se dijo que era su problema y salió del apartamento.
Después de debatir con su conciencia un rato el castaño penetró de nuevo dentro del apartamento y fue hacia el dormitorio donde después de abrir varias puertas del ropero encontró lo que buscaba y poseedor de una almohada que sacó de la cama de la muchacha y una manta fue a por ella y la tapó.
Antes de que empezara a partir oyó un murmullo agradecido por parte de ella.
¡Arigatou!—
Sorprendido la miró un rato para luego oír--¡Jajaue!—y entonces entendió que tal vez fruto de la costumbre agradecía a su madre que siempre tendería a hacerlo. Se sintió molesto. La chica lo trataba primero de abuelo y ahora de madre. ¡Que sandez! Después reparó en la sonrisa feliz de ella y aunque no quiso le gustó esa apariencia dulce. Se preguntó como había sido su infancia en casa. Luego salió de ahí.
Se miraban uno al otro con anhelo. La chica de ojos mieles miraba al chico de ojos violetas mientras vestía ese vestido señorial del medio evo en dorado y blanco que hacía que su piel se tornara más bronceada y que hacía juego con su pelo.
¡Corten!—dijo el director del video clip justo cuando parecía inminente el beso y el partener de ella lo maldijo en silencio. Seto que los veía adivinó su pensamiento pues todos sabían cuanto la cortejaba desde que se conocieran un mes antes. Pero inusualmente para el popular actor Yami Atemu, la chica parecía impermeable a sus avances cosa que tenía fascinados a muchos.
¿No queréis salir a cenar para celebrar el fin del video?—le preguntó Atemu a Josephine.
¡No, gracias! ¡Otra vez será!—le dijo ella antes de tratar de pasar por su lado pero él no la dejó, agarrándola por el brazo.
¿Qué os pasa? Muchas se mueren porque las ronde y vos…--dijo airado el tricolor.
¡Pues invitadlas a ellas! Yo no estoy interesada—le dijo abiertamente la ojos mieles mientras libraba su brazo. Al volver la cara vio que Kaiba se había acercado--¡Que eficiente!—dijo molesta porque debió librarse ella misma aunque lo que le molestaba en verdad era la insistencia de ese tipo.
¡Josy!—le dijo Ishida a la rubia mientras se peinaba de espaldas a él.
¿Qué? ¿Vais a reprenderme?—dijo ella mirándolo por el espejo.
¡No!—respondió él reconociendo la derrota.
¡Bien!—dijo ella muy segura.
Pero iréis mañana a la entrevista—se aseguró el pelinegro.
Siempre y cuando me liberéis del ogi san para ir a un lado—dijo la rubia.
Sabéis que eso no está a discusión. Kaiba debe seguiros a donde vayáis. La empresa lo puso en tu contrato, acataréis todas las decisiones de la disquera en cuanto a vuestra carrera y vuestra seguridad—dijo firme el de lentes.
¿Entonces por que me preguntáis si voy a la entrevista?—preguntó ella refunfuñando.
Educación—se limitó a decir él.
La bahía de Tokyo en ciertas ocasiones se convertía en centro de espectáculos para las bandas más aclamadas. Entre la concurrencia de ese día estaba una chica con gorro de baseball, chaqueta de militar verde, remera muy grande, pantalones de skater y zapatillas de baloncesto, su pelo rubio comenzó a agitarse cuando empezó a saltar víctima de los impulsos que la chica daba a sus pies mientras cantaba la canción de “Animetal”, “Sukuteki Kenzan” y cantaba junto a la banda.
El joven apuesto a su lado no entendía como podía gustarle una cosa tan distinta a lo que ella misma hacía. Para él esos eran gritos y estruendo pero ella lo disfrutaba tanto. Se sabía de memoria la letra y disfrutaba cantándola como todos los demás.
De pronto ella volteó a verlo y preguntó--¿La recordais?—
¿De donde iba yo a recordar esto?—preguntó casi ofendido el castaño.
¿Qué? ¿No tuviste infancia? Es más de vuestro tiempo que el mío. Es “Sukuteki Kenzan” uno de los temas de Rurouni Kenshin. ¿Estáis tan oxidado que no lo recuerdas?—preguntó ella sorprendida con un dedo acusador--¿Olvidasteis tomaros la pastilla de nuevo?—agregó sonriente y luego Josephine se volvió hacia el escenario enmarcado por la hermosa vista de la bahía de noche y Seto volvió a pensar en lo rara que era ella.
¿También era otaku? Otra cosa que sumarle a su lista de niñerías aunque debía admitir que era más de su época que de la de ella. ¿Quién se toma el trabajo de ver animes viejos y más uno como ese que era shounen? Pensaba que a las chicas solo le gustaban esas historias shoujo que parecían puro llanto y miel. Aunque pensándolo bien, a esa chica siempre le daba por el lado menos pensado.
Entonces todo a su alrededor estalló y mientras el pensaba en sacar a su protegida ella volteó y le gritó--¡Juppunto! ¡AAAAAAAAHHHHHHHHHH!—para luego volverse hacia el escenario de nuevo.
“Casi me deja sordo” pensó hastiado por un momento el ojos azules hasta que vio la felicidad que embargaba la cara de ella. Tenía un brillo especial. Después de un momento bastante largo, él dejó de mirarla.