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Crónicas de una Promesa por Cinnamon

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Notas del fanfic:

Todos los personajes le pertenecen a Masashi Kishimito... eso dice mi psiquiatra ._.

 

Es un grupo de cuentos que iré colgando cada vez que me quede sin inspiración para mis otros fics porque este fic es un conjunto de pequeñas ideas que me gustan y tendra desde mpreg, lemon y un montón de Naruto siendo adorable.

 

Es un proyecto sin seriedad alguna, pura diversión y desahogo. Espero que también les resulte así :3

Notas del capitulo:

No sé si alguien ha leido Shape of my Heart de Eileen12 pero me inspiró ha escribir esto.

Es algo dulce que quise escribir, sin presiones y sin promesas, lo iré actualizando de vez en cuando :3

Besos~

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Crónica 00:

La Promesa del Espíritu Zorro

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Cuando cruzó las puertas de Konoha nadie la detuvo. Ella ni pestañeó al no ver a los guardias que debían estar cuidando las puertas y siguió su camino. Tenía que llegar al Barrio y asegurarse que estaba aún en pie, tenía que llegar a su casa y asegurarse que no hubiera pasado nada, tenía que llegar hasta sus hijos y abrazarlos y besarlos y asegurarse que ninguno estuviera lastimado; y recién en ese momento podría respirar en paz. Porque no importaba que Fugaku se hubiera adelantado y le hubiera prometido que todo estaría bien, no importaba lo que ese ser le dijo y aseguró, no importaba que el ambiente le dijera que el peligro había pasado, nada de eso aliviaba la preocupación de una madre.

Así que cuando al fin cruzó el umbral de su casa y siguió el ruido de chorro de agua cayendo proveniente desde la cocina, ella sintió que su corazón por fin podría latir con normalidad ante la presencia frente a ella.

—Mamá—dijo Itachi, sus pequeños hombros relajándose y mostrándole una sonrisa de alivio, porque Mikoto sabía que pese a lo muy maduro que podía actuar su pequeño hijo, él aún era un niño y necesitaba a su madre como cualquier otro, genio o no.

—Querido—respondió mientras corría a sostenerlo en sus brazos, quizá usando un poco más de fuerza de la usual, como si así pudiera consolarlo y borrar de su mente inocente todo rastro de violencia y maldad. La realidad del mundo ninja era un constante recordatorio de que ella no podía protegerlo por siempre, aún así ella no dejaría de intentarlo. Itachi como siempre seguro había permanecido calmado durante todo el ataque, pero eso no quería decir que él estuviera internamente tranquilo.

—Sasuke está dormido—susurró contra su hombro. Ella no pudo evitar las lagrimas que bañaron sus ojos al saber que para su Itachi, su hermanito menor siempre era una prioridad—, no tomó toda la leche, pero estuvo tranquilo durante todo- lo sucedido.—Se detuvo, quizá fueron segundos, solo dos o tres, pero eso fue suficiente para saber que el ataque había afectado a su hijo.

—Está bien—dijo alejándolo de su hombro para ver su rostro—, hiciste un buen trabajo cuidando a Sasuke—sonrió y arregló la cabellera de su pequeño que ella había desordenado durante el abrazo— y estoy muy orgullosa de ti—le recordó, porque no iba a cansarse de decírselo, por mucho que Fugaku fuera un padre de pocas palabras y creyera que era lo mejor, ella creía que sus hijos necesitaban saber del amor que sus padres les tenían, a veces las acciones no eran suficientes.

Itachi solo sonrió, pero Mikoto conocía lo suficiente a su pequeño como para saber que él estaba feliz y agradecido.

Ella se levantó y sabiendo que Itachi la seguiría caminó hasta su cuarto donde estaba la cuna de Sasuke.

Al llegar frente a la cuna vio el pequeño bulto que era su menor hijo, su Sasuke. Su delicada forma alumbrada por un cielo que comenzaba a mostrar rastros del nuevo sol, su pechito subiendo y bajando con calma, su pequeño pulgar en su boca y succionando levemente. Sintiendo tanto amor y tanto alivio al verlo dormir tranquilamente Mikoto se prometió que nunca más dejaría la aldea otra vez. No podría soportar tanta preocupación nuevamente.

Itachi se colocó a su costado para ver a su hermanito, Mikoto solo lo acercó más a ella y pasó su brazo sobre sus pequeños hombros. Tanto él como ella necesitaban el consuelo de la cercanía. Mikoto vio de reojo a Itachi y volvió a jurar que no dejaría a sus pequeños hijos otra vez, ni siquiera por un pedido de su esposo, ni de su líder, ni por nada. Porque ante todo ella era madre.

Solo una madre puede entender a otra madre. Fue lo que le había dicho a ese ser, a ella. Déjame ayudarte. Había pedido, casi un ruego, porque era cierto, una madre sabía lo que la otra pasaba cuando sufría por un hijo. Así que Mikoto no había podido hacer otra cosa que ayudarla.

—Necesito que te quedes aquí—le dijo a Itachi—, yo aún tengo que asearme y preparar algo para cuando llegue tu padre. —Itachi la miró con algo de duda pero solo asintió y caminó hasta la cama que era de ella y Fugaku. Itachi usualmente era bastante reservado con todas las cosas relacionadas a su padre, pero Mikoto sabía que si se lo pedía como algo que ella necesitaba él aceptaría y ella sabía que Itachi no podría dormir por todo lo ocurrido y  la presencia de Sasuke quizá lo tranquilizaría un poco.

Salió del cuarto sonriendo, no antes de darle un beso a su hijo en la frente, y caminó hasta el baño. Estaba aún cubierta de tierra y sangre seca. Frunció el ceño tratando de recordar si había ensuciado a Itachi, pero decidió que sus sabanas eran lo menos importante.

Después de tomar un par de toallas y quitarse la ropa entró a la ducha y cerró los ojos.

Había sido un día cansado, el regreso desde el lugar de su misión hasta Konoha la había agotado por completo. La peor parte fue que a kilometro de llegar, pudieron ver las llamas de explosiones provenientes de la aldea signos de un ataque. Nada ayudaba el hecho de que Fugaku hubiera salido primero diciéndole que se encargaría de todo y que todo estaría bien, dejándola sola con la preocupación carcomiéndola desde adentro.

Un ataque a Konoha. Un ataque a su hogar. Un ataque al lugar en donde sus hijos estaban. Era la peor pesadilla de una madre y el estúpido de su esposo había creído sabio dejarla y decirle que espere y que no se preocupe. ¡Que no se preocupe! Es lo peor que le pudo decir, eso solo había hecho que se preocupara más. Así que solo obedeció por cinco minutos que ocupó insultando a su esposo antes de correr tras él. Y aún así no lo alcanzó. No lo alcanzó porque se detuvo en el camino.

“¡No te lleves a mi hijo!” Seguido por el llanto de un bebé había sido algo que la hizo congelarse en su sitio. El grito de la mujer y los llantos del pequeño lejos de donde estaba pero claros ante sus oídos. Vio al frente, la ruta que había tomado su esposo, tan cerca de Konoha, tan cerca de llegar después de correr tanto…

“¡¡No!!” Mikoto giró y corrió hasta los gritos, en su mente rogando que su esposo se asegurara del bienestar de sus hijos.

Cuando llegó hasta el lugar de donde provenían los gritos encontró a una mujer, o eso fue la primera impresión que tuvo, y ella corrió a su rescate. De inmediato esta ¨mujer¨ de cabellera tan roja como sangre viva se puso en cuatro y le mostro colmillos y garras. Mikoto se quedó quieta y por un momento pensó en darse vuelta y dejar al extraño ser. Pero segundos después cambió de opinión al ver el estado de esta creatura. Su cuerpo lastimado, su rostro, piernas y brazos cubiertos de sangre, su pelaje desordenado y en punta, sus labios cortados y su rostro cubierto de tierra y moretones. Era una vista penosa y Mikoto sintió lastima por este ser y una irracional cólera por el que hubiera sido capaz de hacerle algo así a tan magnífica creatura. Porque debajo de toda la sangre y la tierra y las heridas y moretones, Mikoto pudo darse cuenta que era un Kitsune, el espíritu de un zorro, el guardián del bosque. Las orejas y las colas fueron grandes pistas para su conclusión, las garras y colmillos también.

—No te lastimaré—dijo alzando sus manos y mostrando que no tenía arma alguna. La creatura no parecía creerle. Así que Mikoto pensó rápido y se acordó del llanto que había oído, pensó en toda la sangre que rodeaba a la kitsune y  tomó en cuenta el estado en el que estaba para darse cuenta de lo que había pasado. —Tu bebé, se han llevado a tu bebé—dijo en horror y estupefacción. ¿Quién podía ser tan cruel en hacer algo así?

La Kitsune gruñó ante la mención de su bebé y Mikoto pudo darse cuenta que si hubiera tenido fuerza ella hubiera atacado, pero su cuerpo con las justas podía ser mantenido en pie.

—Déjame ayudarte, déjame ayudarte a recuperar a tu bebé—pidió con toda la sinceridad que podía infundir a sus palabras. Notó la confusión en el rostro sangriento de la kitsune, seguro dudando en si confiar o no en ella. Mikoto no quería perder más tiempo, si había escuchado los llantos del pequeño entonces el horrible ser que se había llevado el bebé estaba aún cerca. Mikoto lamió sus labios pensando en qué decir para que la kitsune confiara en ella.

—Solo una madre puede entender a otra madre—dijo con convicción. Mirándola a los ojos y esperando que la kitsune entendiera lo que ella quería decir. Pudo ver el momento en que la expresión feroz y salvaje del rostro de la kitsune comenzó a desvanecerse, confusión, sorpresa y esperanza pasaron por sus ojos antes de que los colmillos desaparecieran y en su lugar solo quedara el rostro devastado de una madre. Mikoto corrió al verla caer al suelo, como si la única pita que la estaba manteniendo en pie hubiera sido cortada.

—Mi hijo, mi pequeño, mi tesoro—comenzó a murmurar la pobre creatura entre intensos sollozos y Mikoto solo pudo pegarla a su pecho y dejar que al menos tuviera unos segundos de consuelo. Mikoto tragó duro la rabia incontrolable ante tal malvado ser que se lleva al recién nacido lejos de una madre.

—Déjame ayudarte—volvió a pedir, porque pese a que no conocía nada de esta creatura y todo lo que sabía de kitsunes eran de libros y mitos que su abuelo le contó; Mikoto sabía lo que era ser madre y lo que era el amor a un hijo y no quería ni imaginarse lo que era perder a uno.

La kitsune alzó su rostro y la miró a los ojos con desesperación, queriendo creerle, queriendo confiar.

—¿En serio me ofreces ayuda? —preguntó en un susurro. Mikoto asintió sin dudar. La creatura no mostró expresión alguna, pero sus ojos de un violeta grisáceo comenzaron a oscurecerse y Mikoto pudo sentir cómo sus latidos aceleraban, cómo su temperatura aumentaba y cómo toda su concentración se perdía en esos ojos. Esos hermosos ojos. Esos poderosos ojos…

Minutos después, o quizá horas, cuando recuperó la conciencia, estaba echada boca arriba, el cielo aún tan oscuro como antes pero podía sentir que había pasado bastante tiempo. Parpadeó intentando recordar cómo había llegado a esa posición pero lo único que le venía a la mente eran imágenes borrosas y la profundidad de los ojos de la kitsune.

Se sentó de golpe al escuchar el balbuceo de un bebé y giró a ver a la misma kitsune apoyada en el tronco de un árbol, en sus brazos un pequeño bulto que estaba oculto tras la cortina rojiza que era la cabellera de esta creatura. La kitsune alzó el rostro y la miró con una sonrisa. Mikoto parpadeó sorprendida ante la belleza de la mujer, que pese a los moretones aún presentes y su labio aún roto tenía el brillo de su hermosura. Claramente no era humana, pese a que ya no mostraba ni los colmillos, ni garras, ni orejas, ni cola de antes.

Gracias—dijo con una voz que sonaba dulce y sobrenatural. Había perdido ese tono de desesperación y terror de antes, mostrando su real poder y magnificencia. Mikoto sonrió y se levantó, pudo sentir su cuerpo débil, seguro por lo que sea que la kitsune había tomado de ella, pero eso no importaba, ella le había ofrecido ayuda y eso era consentimiento a que esta hiciera o tomara lo que necesitara. Con lentitud y fijándose por si la kitsune mostraba molestia, Mikoto se acercó poco a poco a ella.

—No es nada—susurró—cualquiera-

No es así—interrumpió con rabia en su tono—no cualquiera hubiera ofrecido tal ayuda. Estoy en deuda contigo. Mi pequeño y yo estamos en deuda contigo. —Mikoto solo sonrió negando con la cabeza, pero ahora que podía ver a la madre con su bebé, ella volvió a recordar a sus pequeños y la sensación de terror volvió a su mente y cuerpo, tenía que ir a Konoha, tenía que buscarlos, tenía que-

—Tengo que-

Ellos están bien—escuchó que la kitsune dijo, Mikoto no estaba convencida, la kitsune rió ligeramente—Ve a verlos. —Mikoto no esperó más para obedecer y correr en dirección hacia su aldea, con las justas pudo reconocer algunas palabras que le dijo la kitsune mientras se alejaba. —Te prometo que están bien y lo seguirán estando, mi pequeño y yo nos encargaremos de eso. ¿Verdad mi…

La creatura siguió hablando pero Mikoto no escuchó más, solo corrió y corrió. La aldea ya no parecía bajo ataque pero eso no la detuvo, en su mente solo la necesidad de llegar hasta sus hijos.

Pero ahora que ya los había visto y se había asegurado que estaban ambos sin ningún rasguño encima, Mikoto se ponía a pensar en la kitsune y en lo que esta le había dicho. Toda la experiencia aún como un sueño en su mente, pero no la olvidaría, ni la promesa de esta. La promesa. Mikoto sonrió pensando que no importaba que su abuela siempre criticara los cuentos de su abuelo, llamándolo un viejo soñador, porque él decía que los kitsunes eran creaturas hermosas y poderosas, guardianes del bosque y lo que estas consideraran preciado. Así que si una creatura como esta le prometía la seguridad de sus hijos, ella lo tomaría como una bendición.

Por hoy, al menos, sabía que ella tuvo razón y ambos de sus pequeños estaban sanos y salvos. Solo esperaba que la bendición y promesa de la kitsune siguiera en los años que vinieran.

Salió de la ducha, se secó y colocó ropa limpia. Caminó hasta su cuarto y observó a sus hijos, los dos durmiendo pacíficamente.

No se movió del umbral de su habitación, dedicada solo en ver a sus preciados amores con una sonrisa en el rostro.

Estaba amaneciendo y su esposo no llegaba.

Mikoto escuchó el movimiento en el exterior, ninjas corriendo de un lado a otro, el mismo Barrio Uchiha comenzaba a llenarse de vida.

Pero Mikoto solo podía sentirse más nerviosa con cada minuto, con cada acercamiento de pasos, de voces. Los recuerdos borrosos de la ayuda que le había brindado a la kitsune cada vez más claros en su mente. Y una sensación de estremecimiento la recorrió. Su sonrisa desvaneciéndose.

Suspiró y cerró la puerta antes de salir de su cuarto y caminar hasta la entrada de su hogar.

Al llegar pudo notar el escándalo que había en dirección a las puertas del barrio Uchiha. Ninjas queriendo entrar y ninjas del Clan Uchiha evitando la entrada. Ella alzó el rostro y caminó firme en dirección hacia donde el cúmulo de gente estaba. Uno de sus vecinas la detuvo a unos pasos y ella la miró con firmeza.

—Mikoto—dijo Akemi con la misma calma característica de ella, pero Mikoto pudo notar la lucha en sus ojos, la desesperación y el miedo en los siempre impasibles ojos de su mejor amiga—, Fugaku está muerto. —Mikoto agradecía que su amiga no anduviera con rodeos y fuera brutalmente honesta como ella acostumbraba, incluso ante una noticia así. Mikoto tomó aire y pestañeó las lágrimas que no saldrían, porque cuando su esposo no estaba ella era la segunda al mando y como esposa de Fugaku Uchiha solo debía mostrar calma y profesionalismo. Así que ella solo asintió. Akemi mostró lástima por un par de segundos pero luego fue remplazada por su característica impasibilidad, algo por lo que Mikoto apreciaba más a su amiga.

—¿Noticias? —preguntó mientras retomó el camino hacia las puertas del Barrio Uchiha.

—Danzou está armando problemas. —Fueron palabras suficientes para hacerla sentir fría y llena de rabia.

—Eso no es algo nuevo—bufó intentando no demostrar su miedo por ese sujeto— ¿El Hokage?

—Está ocupado con el resto de la aldea como para tratar con esa—Akemi paró y tomó aire, ella no se atrevería a insultar a un miembro del Gran Consejo frente a ella, no cuando estaba actuando como líder del Clan, cuando estuvieran en su casa tomando té y comiendo galletas lo insultarían todo lo que quisieran—con el Consejero. Por lo que Danzou está aprovechando para crear alboroto y venir con sus ambus de Raíz.

—¿Qué es lo que quiere? —preguntó deteniéndose ante las puertas, a unos pasos de los ninjas de su Clan. Akemi pensó sus palabras unos segundos.

—Te está acusando de traición—dijo sin tono alguno. Mikoto giró de golpe para verla en desconcierto e incredibilidad.

—¿Qué?

—Lo mismo dije—suspiró—, ese hombre solo está inventando cosas y como tiene al mando a los de Raíz cree que puede entrar y declarar lo que quiera.

—¿Por qué me acusa de algo así? —preguntó realmente curiosa.

—Dice que tiene pruebas de que estabas conversando con la bestia que atacó Konoha—Akemi le comentó, su tono con clara diversión, como si eso fuera completamente ridículo. Mikoto lo hubiera tomado del mismo modo si parte de ella no supiera que era posiblemente real. Así que solo asintió y pensó en lo que haría.

—Que me acuse de lo que quiera, la última palabra la tiene el Hokage y él sabe que no tengo motivos para traicionar a mi aldea, ni mi Clan, mucho menos mi familia. —Giró para caminar hacia las puertas, Akemi detrás de ella y el grupo de ninjas dividiéndose haciéndole camino.

Ese día Mikoto supo lo que era el dolor de quedarse viuda, la aflicción que era ver a su hijo mayor solo asentir cuando supo de la muerte de su padre intentando hacerse el fuerte, la desesperación que era el miedo a ser descubierta, el peso de responsabilidades de líder de una aldea que contaba con ella y sobre todo la soledad que era caminar por calles divididas entre gente que le creía y otras que no.

El cuarto Hokage la apoyó con facilidad, el Tercero y parte del consejo también, además de que todo su clan estaba con ella. Pero Danzou sembró la semilla, las dudas, el miedo y rumores que la aldea escuchó, y cuando a un pueblo traumado por un ataque le dan si quiera una pista de a quién culpar, este no duda en tomar la oportunidad de vaciar su odio en este ser, en ella.

 

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Crónica 05:

La Ofrenda de un Espíritu Agradecido

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Sasuke sabía que Kakashi siempre llegaba tarde, era una Ley de la Naturaleza, nada ni nadie podía cambiar eso. Pero esto era el colmo. Sai ya estaba por su pintura número quince, mientras iluminado por las llamas de la fogata que había prendido intentaba captar la redondez de la luna llena y la profundidad del cielo nocturno. Sakura, por otro lado, se había quedado dormida sobre la cama de hojas y flores que se tomó toda la tarde en hacer. Él, en cambio, se la había pasado insultando a su maestro con todo el vocabulario colorido que sabía y cuando se quedó sin más opciones se puso a idear formas en los que lo pudiera asesinar. Ya estaba en el número quinientos ochenta y siete.

Ya eran las diez de la noche,  quince horas después de lo que habían quedado.

Cualquiera hubiera regresado a su casa después de esperar tanto, pero ninguno en el equipo tenía la posibilidad de hacerlo. No desde la última vez en la que después de esperar tres horas a Kakashi los tres se fueron y al día siguiente se la pasaron amarrados a un árbol –de cabeza- hasta que prometieran que no se volverían a ir hasta que su ¨querido, adorado y dedicado maestro lo dijera¨. No fue una experiencia nada linda cuando por su orgullo y terquedad Sakura y él se quedaran ahí por horas mientras el resto de equipos pasaba a verlos y reírse en sus caras.

El maldito de Sai dijo las palabras sin pensarlo mucho y Kakashi lo soltó, este luego se sentó a un lado y se puso a dibujarlos. Sakura se quedó sin voz por días después de todas las maldiciones que lanzó. Sasuke escuchó las bromas de su hermano por semanas. Kakashi ese año fue premiado como maestro honorario. El Cuarto disfrutó todo incluso la exposición de cuadros que hizo Sai.

Así que los tres no tenían otra opción más que esperar a que al odioso de su maestro. Ninguno dispuesto a pasar por lo mismo del año pasado.

—Terminé—murmuró Sai, igual como había hecho las catorce veces anteriores. Sasuke solo bufó en respuesta, estaba demasiado molesto y cansado como para comentar. Sai, tal como antes, hizo unos sellos y después de mostrarle la pintura a Sasuke, la hizo desaparecer en un puff.

Sasuke estaba por decirle, como líder del equipo, que él descansara mientras él hacía guardia; cuando escuchó movimiento. Tanto él como Sai se pusieron en alerta, Sasuke le hizo unas señas a Sai para que despertara a Sakura mientras él se encargaba de la amenaza. Sai al principio dudó ante la orden pero luego asintió. Sasuke giró hacia el sonido y dejó a Sai con Sakura.

Estaban en las afueras de Konoha, Kakashi había dicho que el día de hoy recorrerían los alrededores en reconocimiento, pero el idiota de su maestro no se presentó y los tres tuvieron que quedarse fuera de la aldea. Los idiotas eran ellos.

Con cautela siguió caminando, se dio cuenta que se estaba alejando de lo que era considerado un rango seguro del borde de la aldea, pero el orgullo Uchiha y su seguridad en su poder le hizo seguir avanzando.

Los ruidos de movimiento se iban alejando, Sasuke acercándose al origen. Minutos después sintió la presencia de Sakura y Sai a su lado. Giró a sus costados para asegurarse que ambos estaban al tanto de todo, Sakura asintió, Sai hizo lo mismo. Unas señas después, ambos tomaron caminos opuestos para rodear a quien fuera estuviera en territorio de Konoha.

Un minuto después y veinte pasos adelante, Sasuke no tuvo oportunidad de si quiera formar un sello cuando Sakura y Sai gritaron su nombre y algo le saltó encima. Lo primero que pensó fue maldecir por ser tan lento y descuidado. Lo segundo fue el pensamiento de su hermano mayor y la tristeza que le causaría saber que su única familia no regresaría a casa. Lo último fue que no se dejaría vencer antes de luchar. Y estaba dispuesto a hacerlo, pero un segundo después de haber sido derribado la persona que estaba sobre él comenzó a reír.

Se fijó en la persona- creatura que estaba sobre él riendo mientras lo tenía contra el suelo. Sasuke parpadeó intentando ver con mejor claridad, porque ciertamente lo que veía no podía ser posible.

—Sa…

—¿Sasuke?

Esos eran Sakura y Sai, ambos seguro igual de asombrados que él. Sakura claramente sin habla. La creatura, porque ninguna persona normal podía tener orejas sobre su cabeza, ni dos colas tan largas que se agitaban por sobre su cabeza de un lado a otro, dejó de reír y solo se quedó mirándolo con una gran sonrisa. Sus colas agitándose como las de un cachorro cuando está feliz.

—¿Qué…—eres? Quiso preguntar, pero la respuesta llegó a su mente de inmediato. El cuento que su madre siempre le había contado cuando lo acostaba, cuanto que Itachi siguió contándole cada noche cuando su madre murió. Cuento que solo los tres podían saber, cuento que su madre le había dicho que no era un cuento, que era un secreto, una promesa—... Kitsune—susurró en asombro. La sonrisa en la creatura se agrandó mostrando felicidad en su estado más puro.

Sasuke tomó aire pensando que todas las veces que tomó las palabras de su madre como simple fantasía, no lo eran, pero que quizá no fueron suficientes para describir la belleza de estas creaturas, el brillo sobrenatural, el aura maravilloso que los rodeaba dándoles una sensación de sueño y fantasía.

—Eres real—susurró tan bajo que oído humano no hubiera escuchado, pero el kitsune asintió levemente, su sonrisa en ningún momento disminuyendo su fuerza. Algo se movió en su periferia y el kitsune se sentó de golpe para ver a Sai que había dado un paso.

Sasuke quiso golpear a Sai por destruir el momento, pero también agradecer que hubiera sido sacado del trance. Dejó salir el aire que no se había dado cuenta estaba reteniendo.

—¿Sasuke? —preguntó Sakura con temor y el kitsune giró al otro lado a verla, esta ya no sonreía, pero tampoco se veía molesta. Simple curiosidad cubría su rostro mientras lo ladeaba en pregunta.

—Está bien—respondió, su voz salió áspera y con dificultad, tosió una vez, antes de levantarse ligeramente y apoyarse sobre sus codos. El kitsune aún sentado sobre sus piernas, atrapándolas y no permitiendo que se levante por completo. Este giró nuevamente a ver a Sasuke e inmediatamente volvió a sonreír y sus colas volvieron a agitarse con emoción. Sasuke no comprendía la razón por la que este kitsune estaba tan feliz de verlo, pero si la historia de su madre era cierta, el kitsune le había hecho una promesa a su madre. Aunque la kitsune que su madre describía era una mujer, no un chico como el que tenía sobre él.

Ahora que lo podía ver con mayor atención, pudo notar las diferencias con el kitsune del cuento de su madre. Este kitsune tenía su cabellera, orejas y cola rubias, casi doradas. Sus ojos eran de un intenso celeste, tan claro como el cielo de verano. Su piel crema y algo dorada por el sol. Todo su ser representando el verano y la energía de este. Mientras que su madre hablaba de la kitsune como las ardientes y poderosas llamas del fuego.

—¿Sasuke? —Sai lo sacó de sus pensamientos y el kitsune volvió a mirar al otro pelinegro, su sonrisa reemplazada por curiosidad y sus colas ladeadas para el lado derecho al igual que su rostro.

—Está bien, no los lastimará—trató de explicar, porque lo sentía, podía presentir que este kitsune no lo lastimaría, no le haría nada. Al menos no a él, pero sabía que mientras Sakura y Sai no hicieran nada amenazante, el kitsune no actuarían mal contra ellos.

—¿Qué…es? —preguntó Sakura, que además de cautela mostraba curiosidad y asombro. El kitsune giró a verla esta vez a ella y Sasuke notó lo maravillada que se veía al ver a tal creatura.

—Un kitsune—dijo con convicción, porque era la verdad, está seguro.

—¿Un kitsune? —preguntó ella mientras daba un paso con su mano al frente, como cuando uno se acerca a un cachorro salvaje o asustado para demostrarle que no le haría daño. De cierto modo suponía que era lo correcto considerando que los kitsunes eran zorros.

Ante el paso de Sakura las orejitas del kitsune se pusieron en alerta, ya no apuntando a los lados sino hacia arriba. Sakura se detuvo, pero el rostro del kitsune no pareció mostrar nada más que curiosidad. Así que ella siguió avanzando. Sasuke se relamió los labios, inquieto por la facilidad con la que Sakura estaba tomando todo y su aceptación de un supuesto simple mito.

—Hola—saludó ella, el kitsune parpadeó y giró a ver a Sasuke, como si le estuviera pidiendo permiso. Sasuke por alguna razón sintió felicidad ante eso. Él asintió y el kitsune volvió a sonreír. Giró nuevamente hacia Sakura esta vez con una sonrisa, Sakura respondió con una misma sonrisa de inmediato, mucho más feliz de lo que Sasuke creía que debía estar—, soy Sakura—dijo ella mientras le daba la mano y se ponía de cuclillas para estar a su altura. El kitsune vio la mano estirada, frunció levemente el ceño en meditación, para segundos después volver a sonreír y con una de sus colas rozó los dedos de Sakura.

Esta claramente tomó aire ante el roce pero no se alejó, segundos después ella reía como una niñita feliz de que le regalaran un dulce. El kitsune sonrió más.

—¡Esto es increíble! —exclamó feliz mientras seguía mirando al kitsune maravillada.

—Bastante—dijo Sai que en todo ese tiempo había llegado hasta un lado de Sasuke pero evitando ponerse detrás del kitsune, Sasuke se sintió agradecido ante las precauciones que tomó este para evitar que el kitsune se alarmara. El Kitsune giró a ver a Sai esta vez. —Hola—dijo este, con menos emoción que Sakura pero también asombrado por la creatura. EL kitsune volvió a ver a Sasuke por aprobación y después de asentir, este giró a sonreírle a Sai. Por su lado, Sai pareció perder contra la sonrisa de la creatura y sus ojos siempre cautelosos y distantes mostraron algo de felicidad. Dándole la mano, el kitsune hizo lo mismo y con la punta de una de sus colas rozó sus dedos.

Sasuke comenzó a sentirse algo celoso porque incluso Sai parecía feliz por el acto, pese a que su rostro seguía impasible. Algo que de cierto modo era bueno, mejor a sus sonrisas falsas.

—¿Cómo lo conoces? —preguntó Sakura que se había acomodado a un lado, sentada y mirando de reojo las esponjosas orejas del kitsune con claro deseo de tocarlas.

—No lo conozco—respondió honestamente. Sai también se sentó a su otro lado. Toda la molestia que había acumulado durante el día de espera se desvaneció de su mente, algo que parecía pasar con sus compañeros también. Sasuke se sentó dejando que el kitsune se acomodara aún en sus piernas, algo que la creatura no parecía querer dejar de hacer.

—¿Entonces cómo sabías que no era peligroso o lo que era? —preguntó Sai, él viendo las colas con curiosidad. Sasuke pudo notar el movimiento en sus dedos, seguro queriendo sacar sus pinceles y dibujarlo.

—Mi madre—respondió con cierto cariño en su voz, algo que no podía evitar cada vez que la recordaba o hablaba de ella. Sus compañeros sabían eso, así que ninguno comentó al respecto y la respuesta pareció suficiente.

—¿Por qué parece conocerte? —preguntó Sakura. El Kitsune mientras tanto solo seguía la conversación con su mirada, algo le decía que este entendía todo lo que decían, por la sonrisa divertida que aparecía en su rostro, pero el kitsune no había dicho palabra y su madre le había dicho que la kitsune hablaba el lenguaje humano.

—No estoy seguro—respondió, porque era un secreto la promesa que esa kitsune le había hecho a su madre y esa era su única pista, pero en realidad no sabía por qué este kitsune que era claramente mucho menor a la kitsune de la historia de su madre y diferente.

—¿Qué haremos ahora? — el con él no fue dicho, pero Sasuke lo escuchó y al parecer el kitsune también, porque puso un leve ceño de molestia. Algo que parecía más un puchero. —Sin ofender—aclaró Sai, levantando sus manos en defensa. Algo sorprendente de él, pero Sasuke suponía que era porque ninguno sabía las capacidades de un ser mítico.

—¿No hay alguna forma de que nos pueda responder? —preguntó Sakura.

—No es como si le hubieras preguntado algo—recordó Sasuke, una ceja alzada. Sakura puso una expresión arrepentida, porque habían estado hablando del kitsune frente a él y como si no estuviera presente y escuchándolos.

—Lo siento, kitsune… hmm… ¿tienes un nombre? No creo que solo sea kitsune. —Sus orejitas volvieron a ponerse en punta y sus colas se movieron de un lado a otro, el kitsune abrió su boca pero los sonidos que salieron no eran entendibles. Tanto Sakura como Sai y él fruncieron el ceño en pregunta. El kitsune acabó de hablar y al darse cuenta que ninguno pareció entenderlo volvió a repetir lo que dijo, obteniendo el mismo resultado.

—No entendemos—le explicó Sasuke—, ¿no sabes el lenguaje humano? —El kitsune volvió a responder en un lenguaje desconocido que ninguno podía entender, esta vez el kitsune bufó en molestia. Sasuke iba a reír ante el puchero que tenía este pero no tuvo oportunidad. Ligeras garras rozaban su clavícula en donde una mano sujetaba el cuello de su polo para mantenerlo quieto mientras suaves, muy suaves labios estaban contra los suyos. Un beso. Un beso tan corto e inesperado que solo podía ser llamado un roce de labios.

El aire fue nulo, el tiempo se detuvo, sus latidos ni si quieran parecieron presentes, su corazón no se atrevió a bombear por si rompía tal momento.

Cuando perdió el contacto el aire vino de golpe, su corazón tomó fuerza y latió como un loco, sus pulmones desesperados por el aire que había desaparecido y el tiempo lo chocó con el presente. El presente que le mostraba el rostro de este hermoso kitsune que le sonreía dulcemente.

—Sasuke, al fin estaremos juntos. —Fueron las primeras palabras que dijo y palabras que Sasuke no olvidaría jamás.

 

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Crónica 07:

El Maestro Moroso

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Cuando regresaron al campamento se dieron con la sorpresa de su maestro. Sasuke estaba sorprendido, una hora atrás hubiera estado furioso y dispuesto a atacar al irresponsable ese, pero ahora solo podía sentirse asombrado, mucho más al notar la expresión de preocupación de este mientras veía las huellas. Al parecer acababa de llegar.

—¿Dónde estaban? —preguntó a penas los escuchó acercarse, Sakura y Sai estaban delante de él así que fueron los primeros en llamar la atención de su maestro.

—¡¿Dónde estaba usted?! —gritó Sakura, pero Sasuke pudo notar la falta de furia que solía estar en su voz cuando su maestro llegaba tarde. Kakashi pareció notarlo también así que los recorrió con la mirada, hasta que su mirada se detuvo en la persona que estaba al lado de Sasuke. Kakashi parpadeó. Sasuke tomó a Naru de la mano y lo jaló más hacia su lado, este se acercó a Sasuke alegremente.

—¿Quién es él? —preguntó Kakashi, su rostro mostraba curiosidad y se mostraba inofensivo; pero los tres que era sus alumnos sabían que estaba alerta del desconocido.

—Es Naruto—respondió Sakura tratando de quitarle todo posible rastro de sospecha que tenía Kakashi—, un amigo de Sasuke e Itachi.

—¿Amigo? —preguntó alzando una ceja con claro asombro. Sasuke tendía a dejar en claro que no tenía tiempo para amigos porque tenía que ser más fuerte, mucho más fuerte para algún día ser como su padre, su madre y su hermano y ser líder de su Clan.

—Mucho más de Itachi—aclaró Sai. Sasuke quería quejarse ante eso pero no podía negar algo que había repetido por años.

—Sí, además es hijo de una amiga de la mamá de Sasuke—agregó Sakura que no dudó decir lo que Naruto había contado.

—¿De Mikoto? —preguntó mirando a Sasuke. Este asintió con toda la honestidad que podía mostrar en su rostro. Kakashi quizá se mostraba como alguien descuidado e irresponsable, pero era un excelente ninja y leal a su aldea. Kakashi suspiró y asintió. —Hola, soy Kakashi Hatake—se presentó mirando a Naruto.

Naruto, tal como las veces anteriores, miró a Sasuke por aprobación, Sasuke asintió levemente esperando que Kakashi no lo notara, algo imposible, pero Kakashi no tuvo tiempo de decir algo porque Naruto soltó a Sasuke y corrió hasta Kakashi. Se pudo escuchar a Sakura reír mientras Naruto tomaba las manos de un asombrado Kakashi mientras el rubio subía y bajaba las manos de este entre las suyas.

—¡Hola! —Su gran sonrisa presente y tratando de imitar algo que Sakura le había enseñado como la correcta presentación, claro que Naruto no lo estaba haciendo tal cual. —¡Yo soy Naruto! —exclamó con alegría y orgullo, sus ojos brillando y su sonrisa bastante expresiva bajo la luz de la luna.

—Hola—dijo segundos después mientras sus manos seguían siendo movidas de arriba abajo. Sasuke entendía el asombro de Kakashi, después de todo Naruto había sido tan rápido como para sorprender a un jounin poderoso como él, en un movimiento tan inocente y malintencionado como era un saludo. Segundos después Kakashi tampoco pudo resistir la sonrisa y humor de Naruto, los tres pudieron notar la sonrisa debajo de su cubre boca. —Un gusto, Naruto. —Su tono sonaba más animado y la tensión en sus hombros parecía haber desaparecido. —¿Vas a regresar con nosotros a Konoha? —preguntó. Naruto liberó al fin las manos de Kakashi para girar y ver a Sasuke con una sonrisa.

—¡Sasuke!

—Sí—respondió algo resignado a que Naruto no iría a actuar como un humano normal. No importaba que hubiera ocultado sus colas y sus orejas de zorro. Sasuke aún podía imaginarse a esas dos colas ir de un lado a otro de emoción. Esta vez Kakashi sí lo vio firmemente, Sasuke trató de decirle con la mirada de que luego se lo explicaría. Kakashi pareció aceptar la respuesta, aunque ni él mismo sabía qué le diría a su maestro.

—¡Sí regresaré con ustedes!

—Que bien, pareces bastante feliz.

—¡Lo estoy! —exclamó, su sonrisa creciendo cada vez más.

—¿En serio? ¿Por qué?

—¡Porque al fin podre estar con Sasuke! —dijo tan honestamente como hace minutos atrás cuando Sakura y Sai eran lo que le habían preguntado algo parecido. Así que los tres estaban por predecir lo que seguiría, pero antes de que pudieran hacer algo al respecto Kakashi preguntó.

—Oh, ¿y eso?

—¡Porque seré la esposa de Sasuke! —Las palabras, la sonrisa brillante, los ojos intensos de felicidad y el repentino puff ante la aparición de una cola que se movió de un lado a otro fue suficiente para que Kakashi abriera los ojos en completo asombro e incredibilidad. La risa honesta de Sai, algo usualmente raro, fue dejada de lado por lo que pasaba frente a Kakashi.

 

 

Notas finales:

Para los que me leen tengo tres fics largos y algunos incompletos que los haré a lo largo del año, pero que no dejaré aunque tenga actualizaciones irregulares. La vida real me presentó con una oportunidad que no puedo dejar pasar así que por eso pido comprensión ante mis demoras :)

Gracias a todos, besos. Los aprecio bastante ^^ ♥


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