Muchos años antes.
Elevo la vista al retrovisor, por quinta vez consecutiva, pero él solo se limitaba a suspira de vez en cuando. Jong In no supo cuántos segundos, minutos, tal vez horas en que observaba en silencio como el joven susodicho parloteaba por el teléfono mientras se removía las lágrimas del furor. ¿Qué le podría estar pasando? Su voz sólo podía revotar para él mismo, y no tenía la certeza de lo que podría estar lidiando con dicho inédito. Reconocía que el dolor era impasible y constante, como una daga atravesando su corazón, pero sólo le bastaba tomarse unos segundos en la mera soledad que tanto le impartió Kyung Soo en algún momento de sus vidas.
Efectivamente eran una pareja. Una extraña pareja que sólo se imponían reglas uno a otro, como si se tratara únicamente de eso. Y en esta circunstancia, no pudo soportar verlo de lejos y no poder tocarlo; presenciar el llanto de su amado, pero no poder estar literalmente a su lado apoyándolo, consolándolo.
Ambos llevaban juntos cerca de tres o cuatro años saliendo, y a escondidas. ¿La razón? Jong In no era más que un simple joven con aspiraciones sobrevolando su imaginación, respirando sus sueños y metas, trabajando duro para conseguir lo apropiado, todo un ejemplo inigualable. Sin embargo, Kyung Soo era todo lo opuesto; un chico que lo obtiene todo a costa de la cartera de sus padres, un joven que con abrir la boca lo tiene todo a sus pies, un chico el cual sólo pisa suelo hecho de oro y plata, un chico envidiado por todos, odiado por todos, y amado únicamente por su familia y él, el morocho por el cual suspiraba y era capaz de comportarse como un joven normal, sin temer a un rechazo o algo peor. Todos sabemos que la relación de chofer con pasajero, no era más que un corto saludo, avisos al detenerse o “dar la vuelta y regresar”, no obstante Kyung Soo no fue tan parcial, él alcanzo a contemplar las facciones tan puras y extremadamente atractivas del morocho y llegar a la breve conclusión de que allí podía existir más que un relación laboral.
Muchos han de sospechar, pero pocos pueden notar lo que existe entre los dos. Especialmente sus amigos.
Jong In giro, abruptamente cerca de una acera, marco cambio y jalo la palanca para que el auto no se saliera de la vía. Con los ojos inyectados en sangre, zafo el cinturón de seguridad y dándole un portazo a la puerta de la limosina, bajo de éste echando humo por las orejas. Iba a explotar, seguramente entraría en pánico y finalmente colapsaría en cualquier parte. Caminaba de un lado a otro, frente al auto, golpeando el capote y maldiciendo.
Kyung Soo no comprendía lo que sucedía, no comprendía la exageración por la que estaba optando él mientras su persona sólo se sentía en un hueco negro. Lo necesitaba pero no era capaz de expresárselo como tal, no poseía lo valentía para plantarse frente a él y rogarle por un abrazo. Sólo eso quería, ser estrujado contra el pecho del mayor y sentirse en paz por un momento, al menos sentirlo cerca y saber que cuenta con alguien.
Y aun así, no paso absolutamente nada. Jong In tenía las manos recostadas en el capote, con la cabeza escondida entre ellas y su espalda daba horcadas repentinas, constante, dándole a saber el llanto que no contenía más.
Cubrió su rostro con ambas manos, contrayendo su rostro e imitando la acción. Y aunque no llorase nunca, esa vez lloro y lloro sin detenerse, ya no era capaz de relajarse y pensar con mente fría, esa vez una luz lo opaco y Kyung Soo no era él mismo, de pronto alguien sustituyo su calculadora presencia, ahora sentía como todos, lloraba como todos, le dolía como a todos y especialmente, comenzaba a sentirse una mierda.
Jong In fantaseaba con que su relación diera fruto alguna vez, pero Kyung Soo nunca dio el brazo a torcer y siempre se excedía en sus palabras, marcándolo permanentemente, dejándolo mudo, dolido, soportando las mismas cosas día y noche. ¿Quién no se cansaría de escuchar el mismo parloteo lleno de insultos, humillaciones, por parte del ser que crees amar? … Él ya no.
Con el borde de su traje, limpio las lágrimas que aun circulaban por su angelical rostro, y sin ganas de mirar lo imposible, se subió al auto mecánicamente, dejando a un lado su furia y desprecio al azabache consternado en la parte de atrás. Encendió el motor de nuevo y partió en destino a la casa de su acompañante.
No hubo más que silencio, un silencio mordaz acompañado de tensión y una pizca agridulce a todo esto. Ninguno era capaz de mirarse, se ocultaban bajo la excusa de que estaban a pocos kilómetros del destino y por lo tanto debían guardarse esos sentimientos. O lo que quedaba de ellos.
Una mujer de menos de cuarenta años apareció bajo la luz del garaje, sorprendiendo al conductor de dicho transporte. Inmediatamente se bajó de este, inclinando su cabeza en una forma educada. — Señora, perdón, no sabía que se encontraba aquí.
—Está bien. —asintió amablemente, elevando la comisura de sus labios y ladeando la cabeza. — No podía conciliar el sueño de sólo pensar en mi hijo. ¿Cómo está él?
Aquella pregunta lo dejo descolocado. ¿Por qué se lo preguntaba? Su hijo estaba allí, podía directamente ir y comprobarlo. Sin embargo no dijo nada.
—¡De maravilla! —contesto repentinamente, Kyung Soo. La mirada intimidante de su madre paro al rostro serio de su chofer, éste aun permanecía rígido y con las manos a sus espaldas. — Cansado, quizá. ¿Por qué no te has ido a dormir? Te dije que era malo que estuvieras por ah…
—¡Querido! —salto emotivamente hacía el regazo de su hijo, y lo abrazo. — Oh, me alegro tanto que estés bien, tienes que contarme todo lo que paso durante tu viaje y especialmente contarme de esa chiquilla con la que estás saliendo —mascullo esto último, con una sonrisa pícara surcando sus labios. Kyung Soo le lanzo una mirada feroz.
Jong In trataba de mantener la compostura, y sólo se limitaba a bajar su cabeza, escondiendo sus lágrimas. Quería irse, no deseaba verlos o escucharlos más, necesitaba tiempo a solas.
La señora Do se acercó poco a poco al rígido Jong In, y dándole unas palmadas en su espalda como signo de agradecimiento, le ordeno retirarse. Sin mucho que decir, inclino su cabeza en dirección a Kyung Soo y se retiró al pequeño cuarto que ellos le alquilaban en la parte trasera de la casa. Él pudo notar como el más bajo lo miraba, sin embargo no quería verlo, no quería sonreírle como las veces anteriores y sólo camino, erguido, palmeando su rostro, respirando y tratando de detener el curso de sus lágrimas.
Detestaba eso, tener que ser el único que sufre en la relación, el único imbécil que pierde su valioso tiempo sólo en pensar lo que él hace, piensa, habla. Toda su vida se basa en Do Kyung Soo, y esta exhausto de vivir por él, porque él sea feliz. Necesitaba urgentemente respirar, sentirse libre, sentirse él mismo y no como un imbécil que no conoce el amor propio.
La puerta trasera estaba ajustada y con la luz prendida. Supuso que allí estaría su hermana, trasnochando, lavando platos o cualquier otra cosa, como siempre. Con agilidad limpio sus lágrimas, arreglo su cabello y trato de verse lo mejor posible para no levantar sospechas. En cuanto entro, quiso salir huyendo de la casa del horror, pues en efecto, su hermana estaba en el suelo, limpiando regueros, quedándose medio dormida.
—Anda, vete a la cama, es muy tarde para que andes limpiando. —ordeno Jong In, hincándose cerca a ella. Su rostro tan hermoso, pero a la vez tan demacrado, calo en lo más profundo de su corazón, sintiéndose tan mal por ser tan egoísta y olvidarse del sufrimiento de una chiquilla de doce años al ser una sirvienta, mientras él no paraba de quejarse.
—Estoy bien. Tú vete, siempre llegas tarde por culpa de ese bobo.
Soltó una leve carcajada al escucharla denominarlo “bobo”, y por un momento lo olvido lo difícil que se ponían las cosas entre los dos. Acaricio el rostro de la pequeña, y la acuna entre sus brazos, obligándola a acostarse en su pecho como un bebé. Normalmente la hacía dormir así, era de la única forma en que se le permitía ilusionarse con que esos brazos protectores eran su madre.
—Mis días a tu lado nunca han sido grises, me gustan tus colores, todos tus matices, andar por tu silencio sin poder sentirte, nos sobran las palabras, somos tan felices.
Aquella canción siempre la dejaba dormir tranquila, se apegaba a Kai como si no hubiese un mañana y para él era como regresar a la época en donde todo era más fácil, donde reinaba más el amor que el odio. Limpio las diminutas gotas de sudor que caían por su frente, y con dificultad se puso de pie, dispuesto a llevarla a su cama. El pasillo era extenso, por lo que tenía la oportunidad de mirarla más tiempo, abrazándola a sí como si fuera de su propiedad, tratando de minimizar esa posibilidad de que alguna vez Soo Jung se la fueran a arrebatar de sus manos.
Suavemente la deposito sobre su cama, dejando un beso en su frente y retirándose a su respectivo cuarto.
—Oppa… —llamo, adormilada la pequeña. Jong In al escucharla, se detuvo en el umbral.
—¿Uhm?
—No quiero verte llorar más. ¿Me lo prometes? —mascullo, Soo Jung con los ojos entrecerrados. Kai trago saliva, sintiendo su corazón estrecharse y levemente asintió.
—Descansa. —y cerró la puerta a sus espaldas.
Quizá lo mejor es superar y seguir adelante, pues puede que exista esa mínima posibilidad de que, simplemente no te quiere, Kai.