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Lo que dices no es siempre lo que haces por Pato359

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Notas del capitulo:

Es la versión narrada por Jun, además, con un extra después del hospital.

 

Gracias por las lecturas, me alegra mucho puesto que hay pocos fics de SS501 por acá (o por lo menos pocos que me gusten) XD .

   –Es un día lluvioso, ¿no? –pues sí, lo es.

   –Sí, que lástima –o tal vez no sea tan malo. Puse mi expresión triste para cubrir cierta alegría que comenzaba a inundarme.

   –Sí. Los días lluviosos son desastrosos –respondió Jung Min.

   Estaba totalmente de acuerdo él. Bueno, los días de lluvia hacían bien de vez en cuando pero hoy íbamos a salir al parque y tendríamos... ¿una cita? Sí, me gustaba llamarlo así. Jung Min y yo somos amigos desde hace uff de tiempo, o sea, mucho. Y saben qué, me gusta él, ¿vale? Sí, de esa forma romántica me gusta, pero…

   –Yo quería ir al parque –hice un puchero y me aparte de la ventana. Me sentía molesto. Maldito clima.

   Jung Min se sentó a mi lado en el sofá y al mirarlo pensé que tal vez no todo se había se arruinado como pensaba.

   – ¿Y si jugamos algo? –le dije, no me lamentaría, no caería por solo un poco de agua que caía del cielo.

   –No quiero –me respondió. Fue casi como un golpe directo a mi pecho, hiriendo un poco mi corazón y dañando mis ideas.

   Baje la mirada y sentí que mis ojos se cristalizaron. Sus palabras me afectaron más de lo que creía. ¿Por qué? No, no podía doler tanto. Jung Min no siempre aceptaba mis propuestas, ¿por qué esta vez que tengo un poco más de determinación me hace daño?

   –Está bien, juguemos algo, Jun –escuché a Jung Min decir. Eso fue como un reanimador, literalmente.

   – ¡Sí! Juguemos Adivina quién –sonreí y me fui a mi cuarto para traer el juego.

   Sacamos los tableros y las cartillas. Puse el lado donde estaban los dibujos de personas y luego comencé a molestar con las puertas. Abierto, cerrado. Las puerticas se movían cuando inclinaba el tablero. Sonreí más y hasta reí un poco, no sé por qué pero solo hacer eso ya me ponía bien de nuevo.

   Estuvimos demasiado tiempo jugando. Al principio yo fui ganando 0-3, pero después de un momento al otro Jung Min se puso a la cabeza 4-3. No podía permitir eso.

   – ¿Eres María? –le pregunté. Por favor que sí sea, por favor que sí sea.

   –No. ¿Eres Daniel? –¡demonios!

   –Ah, ¡no otra vez! Me ganaste, hyung.

   Jung Min rio y eso solo aumento mi determinación de ganarle.

   –Vamos 5-3 a mí favor. Me gusta ganarte –sonrió y sentí que quería estamparle el tablero en la cabeza pero me gustaba que sonriera porque así se veía mucho más guapo.

  – ¡No, hyung! Te voy a ganar, ya verás –abrí todas las puertas de nuevo y cambie mi personaje. Puse bien parado el tablero para que Jung Min no viera e hiciera trampa–. ¡Listo, empiezo! ¡Hombre o mujer!

   – ¿Qué? Ni siquiera he escogido –reprimió la risa. ¡¿Por qué no ríes?! Me gustas verte feliz. –Hombre.

   Bueno, queda decir, damas y caballeros, que jugamos más de lo que pensaba nos llevaría jugar. Entre juego y juego me comía un sándwich, Jung Min también. Quedamos repletos de pan, queso y de jamón, también de las bebidas de la nevera. Las 10:00 p.m. se vieron en el reloj cuando Jung Min me ganó y quedamos 9-9. Sentí que estaba demasiado cansado y lleno como para hacer otra cosa más que dormir. Me fui tambaleando a mi habitación, Jung Min me siguió. Quería pedirle que durmiera conmigo pero...

   No me cambié de ropa y caí en la cama. Me dormí apenas mi cuerpo tocó el colchón.

 –Descansa –la última palabra de Jung Min... ¿Acaso no podía decir algo más?

   Me desperté a las 6:00 a.m. Mi reloj biológico era muy extraño y siempre me despertaba a distintas horas. Me dolía un poco la cabeza y el estómago. Es cierto que por los horarios universitarios y trabajos y todas esas cosas se me había desorganizado un poco mi horario de sueño, y la comida… Bueno, hay más o menos. Me puse el pantalón de la piyama para estar más cómodo en mi día sin clases.

   Hice el desayuno para Jung Min, no me molesté en probarlo. No tomó café, las tostadas... Tengo cierta tendencia a quemarlas (es por accidente) aunque las haga en la tostadora. Mientras lo esperaba, me senté en la sala y leí un libro... O más bien, pensé en un futuro.

   Sí, sería un cantante. No sabía si bueno o malo, conocido o ignorado, con fans o con anti pero lo que importaba era que sería un cantante. Después imagine ese futuro con Jung Min. Él a mi lado, compartiendo escenario conmigo y tal vez una vida fuera de este. Será que si me confieso... No, tal vez no. Pero si lo intento no pierdo nada... Es una probabilidad de 50/50.

   –Buenos días –¡¿ya eran las ocho?! Señor, en cuánto se pasan dos horas.

   –Buenos días, hyung –era irónico pensar en un futuro donde el centro de mi universo seria Jung Min y él estuviera yendo hacia la mesita donde había dejado todo servido.

   – ¿Qué tal el desayuno? –le pregunté dejando el libro. Me senté junto a él.

  –Esta bueno, Jun -me escondía algo-. Muchas gracias, Jun –me sonrió y aunque me encantó, su sonrisa tramaba algo.

   –Me alegro, sabes que no tomo café y que las tostadas siempre se me queman.

   –Estas quedaron bien –disimuladamente mire la parte de abajo de la tostada. Estaba negra–. Bueno, me voy a clase.

   Mientras él lavaba los platos de su desayuno (¡se lo comió todo!) yo me sentía como un estúpido idiota. Quién quema siempre las tostadas cuando se supone que la máquina esa hace el trabajo de que eso no pase. Y además, quién es tan idiota para comerse algo quemado. Parece que Jung Min lo es. Por qué. Solo tiene que ser sincero como siempre y decirme que están horribles e incomibles ¡pero no!

   Jung Min se fue a su cuarto y cuando me acerque lo escuche hacer más de diez gárgaras con ¿enjuague bucal? Seguro que sí. Salió y recogió sus cosas.

   –Adiós, hyung –le di una sonrisa. Me parecía que Jung Min seguía siendo un estúpido pero de cierta forma, me conmovió el gesto.

   –Chao –respondió y salió del apartamento.

   Cuando paso, su boca olía a menta, era maravilloso. Cómo se sentiría probar sus labios. Probar la menta directamente de la boca de Jung Min. Me sonroje un poco pero me gustó la idea.

   Por mi celular encontré una receta que se veía buena y no incumbía café o tostadas entonces seguro saldría mucho mejor que el desayuno. Me di una ducha express y salí vestido con otra muda de ropa. A ver, necesitaría res, aceite de... ¿Era aceite de oliva o aceite de oliva extra virgen?

   Me dolió de nuevo la cabeza. Me sentí mareado y me imagino que me desmayé en plena calle porque cuando desperté ya estaba siendo atendido en un hospital.

   – ¿Dónde estoy?

   –En el hospital. Te desmayaste en la calle, te trajeron en ambulancia. Ya llamamos a un amigo tuyo, el joven Park –me avisó el médico.

   Inmediatamente me pare de la camilla y comencé a caminar fuera de la sala.

  –Joven Kim –me llamaron la atención. El médico de antes me siguió.

   –Sí ve, estoy bien –le dije, estaba caminando, ya no tenía mareos ni nada. Mire la sala de la recepción y ahí estaba Jung Min. Demonios–. H-hola, hyung –reí nervioso.

   –Usted debe ser el joven Park –Jung Min asintió. –Bueno, debo decirle que el joven Kim se ha recuperado, pero debe hacer que coma más. Se desmayó por falta de sueño y mala nutrición.

   – ¡Le dije que voy a estar bien! No tenía que haber llamado a Jung Min hyung –le insistí al doctor pero Jung Min intervino.

   –Gracias por haberlo cuidado y por avisarme, doctor –le hizo una reverencia y me cogió de la mano para salir del hospital.

   Caminamos a casa. El trayecto fue corto y silencioso. Me dio tiempo para mirar en mi mente la imagen de Jung Min agitado en la recepción del hospital... Lo puse preocupado y eso era lo que quería evitar. Él siempre cuidaba de mí y yo le causaba problemas. Llegamos al apartamento.

   –Hyung...

  –Jun, desde hoy te voy a hacer las tres comidas del día y te las comerás todas. También no te pasaras de las 9:00 p.m. para dormir.

   –Pero hyung...

   –Debes cuidarte, Jun –me dijo.

   Tenía que hacerlo, así él no sufriría por mi culpa, porque sé que se encuentra mal.

   –Sí, hyung. Lamento preocuparte.

   –Tranquilo, Jun –no podré estarlo. Sonreí de todas maneras.

   –Gracias por estar siempre pendiente de mí, Jung Min.

   –Te quiero, Jun. Eres mi mejor amigo –¿solo eso? ¿No puedo ser más?

    –Entonces... ¿empezamos desde hoy la propuesta que me hiciste? –sonríe para camuflar el golpe que había recibido. Me fui a la cocina porque no quería llorar.

   –Sí, empezamos hoy –Jung Min comenzó a cocinar y yo le ayude.

   Me ofrecí a cortar la cebolla, así tendría una excusa para tener los ojos lagrimosos. El agua ya comenzaba a salir de mis ojos pero no sabía si era por el dolor intenso o por los jugos de la cebolla.

   –Jun... –Jung Min me vio pero yo seguí como si nada.

   – ¡Ah! –lo nublado de mi vista no me dejo ver con claridad y termine cortándome un dedo. De la herida salía sangre pero era más fuerte el dolor de la herida de mi corazón.

   Jung Min se alertó y cogió mi mano entre las suyas y metió mi dedo en su boca, chupándolo. Entre lágrimas lo vi con los ojos cerrados, pero sentía que su lengua se movía por toda la punta de mi dedo y la lamía para tratar el corte. Cuando separo sus labios de mi mano, me lancé a abrazarlo y le robe un beso en los labios.

   Sabía a menta y un poco de sangre, pero notaba más la menta. Me abrace a su cuello mientras él me cogía de la cintura y correspondía el beso.

   –Debo curarte –me dijo con indiferencia cuando se separó de mí. Me llevo al baño y sacó el botiquín.

   –Jung Min –lo llame. No podía dejarme así.

   Él no me prestó cuidado y siguió buscando una curita para cubrir el corte. Halló una venda y la uso, la cortó y la envolvió en mi dedo.

   –Jung Min.

  –Ya está. Debería estar bien para... –cogí su rostro entre mis manos y lo mire a los ojos. Parecía ansioso.

   –Jung Min, haz y di lo que pienses, ahora.

   –Te amo, Jun –me abrazó, pegándome a él y después me dio otro beso. Este sí era un beso. Uno de verdad donde ambos nos dejábamos llevar por lo que sentíamos. Pensábamos y decíamos lo mismo que nuestras mentes ordenaban, no había ya falsas actuaciones.

  –Yo también te amo, Jung Min.

   Suspendimos por un rato la comida y nos fuimos al sofá. Jung Min me recostó a lo largo de este y él quedo sobre mí. Yo solo sonreí.

   –Amo que sonrías –me dijo y también lo hizo, sonrió.

   –Yo adoro que tú lo hagas –reí y me acerqué a sus labios para volver a besarlo.

Notas finales:

Espero les haya gustado.


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