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Sucker Punch por lenkautatane27

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CAPÍTULO 2

Marionete
“Solo soy un esclavo del destino”



Una brisa helada recorría la pequeña estancia. Un chico de cabellos rubios cual trigo observaba tranquilamente el panorama desde su habitación; llevaba una expresión tranquila pero en sus ojos se podía percibir melancolía.

Al parecer había nevado toda la noche, dejando así las ventanas completamente empapadas por el frio. Después de todo, era invierno. La época en donde todo se teñía de blanco y las chimeneas permanecían encendidas.

Entonces, alguien irrumpió lentamente en la sala, haciendo crujir la monocroma puerta de madera.

—Emm.. el director te está esperando ahora— tosió de forma leve con la intensión de captar su atención. Si, ella se veía nerviosa.

—Lo sé— respondió apenas en un susurro y despego su mano del marco de la ventana. Volteándose en dirección opuesta y caminando lentamente hacia la salida.

La chica lo observo con disimulo. Estaba claro que trataba de ocultar su miedo tras un semblante sereno. Se acomodó el cabello tras la oreja y luego cerró la puerta tras de sí.

No podía evitar pensar en esa escena horrorosa, con la cual se había llevado una sorpresa el día anterior. Todo le pareció ante sus ojos una escena salida de alguna película de terror. ¿Y si ella no hubiera llegado a tiempo? ¿Él hubiese muerto?. Esas preguntas se formulaban de forma tensa en la mente de Kaiko. Que de vez en cuando alzaba la vista de forma nerviosa hacia el chico que se encontraba a no más unos cuantos metros de ella.

Sabía que había pasado por mucho. Pero hasta ese día no lo hubiese visto capaz de cometer algo como eso..

Sacudió la cabeza con intención de olvidar el asunto por un momento y toco la puerta que tenía justo en frente de forma leve. Esa era la oficina de Kaito, su hermano. Que sin duda estaba impaciente con hablar con el chico.

—Pase— se escuchó vagamente desde dentro de la habitación. La chica suspiro y empujo la puerta hasta dejarla completamente abierta.

—Tu también pasa y siéntate— hablo desde su gran silla de cuero negro, que en ese momento se encontraba en dirección opuesta a la de la entrada. Al parecer el rubio se había quedado estático, de pie, parado justo debajo del marco de la puerta. No había dicho nada en todo el camino hasta allí y en ese momento tampoco respondió.

—No quiero— dijo finalmente después de unos cuantos segundos, que a los dos peliazules les habían parecido eternos.

—Kaiko, por favor déjanos a solas— se levantó de su asiento y masajeo su entrecejo con aparente cansancio.

—A claro, por supuesto— respondió apretando un poco el folder que tenía entre las manos y se dirigió hacia la salida, pasando muy de cerca del chico que apenas se había movido. Casi de pronto ya había desaparecido por los aburridos pasillos de ese orfanato.

El chico de mirada azulada en un rápido movimiento tomo al menor de la camisa y lo sentó en una de esas sillitas giratorias que había frente a su escritorio. Luego prosiguió a cerrar la puerta como si nada hubiese pasado. Tal vez fue algo brusco, pero el presente problema lo obligaba a ser así.

—Y bien, ¿Que tienes que decir en tu defensa?— volvió con toda tranquilidad a su asiento y apoyó sus manos sobre el escritorio, entrelazando sus manos debajo de su mentón. Como preparándose para escuchar un gran y largo discurso por parte del menor.

—¿No dirás nada? Sabes que no es la primera vez que pasa esto..— volvió a replicar el mayor tratando de conservar la compostura. Después de todo, solo él lo hacía rabiar y preocuparse de forma que ni el mismo se imaginaba.

El chico seguía con la mirada perdida en quien sabe que, y mantenía un semblante de que nada parecía afectarte. El joven director parecía perder poco a poco la paciencia ante su silencio. Era como si no lo escuchara, como si él y el rubio estuviesen en diferentes dimensiones. Una dimensión en la que no podían penetrar sus palabras con facilidad. Un lugar en el cual su voz solo era como débiles ecos apenas audibles para el menor.

—Solo dime ¿¡Por qué!?, ¿¡Por qué te haces esto Rinto!? ¿!Por qué te lastimas¡?— finalmente lo hizo, se había levantado de su asiento y habría tomado del brazo al menor. No con mucha fuerza, pero con la suficiente como para hacerse notar su preocupación.

El muchacho parecía no tener emociones, apenas se tambaleo un poco, pero no expreso ni la mas mínima muestra de querer echarse a llorar o querer tirar todo y abandonar el lugar.

—Rinto háblame. ¡Maldición!, no estás solo entiendes, ¡Yo estoy aquí!. Yo estoy aquí para escucharte..— su voz componía una melodía de aflicción y su rosto reflejaba tristeza. Se había quedado de pie frente al joven, tomándole de los hombros con la esperanza de que él pudiera tomar la confianza necesaria y finalmente lograra hablar del tema.

—Me lastimas..— susurro con la mirada gacha y con la habitual falta de emociones en su voz. Retrocedió unos pasos y se tomó el brazo afectado, como si quisiera hacer menos evidentes las heridas y cortes que tenía situadas en ese lugar.

No, sus palabras no habían llegado a él otra vez. Nada había cambiado desde esa vez que lo encontró en el cementerio, con la ropa empapada, bajo la lluvia. Pero.. esa fue la única vez que lo vio llorar, llorar como un bebé al que le habían quitado un dulce. Llorar como si le hubieran arrancado lo más preciado para sí mismo.

Después de eso, se volvió como una muñeca. Carente de emociones. Carente de vida. Con las únicas excepciones de que él podía hablar y respirar.

—Lo siento, pero. No lo sé. Yo no sé nada...— dijo para finalmente salir corriendo de la habitación. —Rinto, regresa. Por favor regresa... quiero ayudarte— suplico con el brazo estirado hacia la puerta. Todo había salido mal..

"Idiota", "Cobarde", "Por cosas como estas, ahora te encuentras solo", "Por cosas como huir.. tu madre murió". ¡Cállate! decía mentalmente mientras corría en dirección hacia las escaleras a toda velocidad.

"Solo sabes huir Rinto" "Eres un bebé que no sabe lo que quiere". Todas esas voces eran como un torbellino en su mente que no lo dejaba pensar, algunas lanzaban insultos, otras se reían de él, pero todas decían lo mismo. "Cobarde".

—¡Cállense!— tomo con sus dos manos su cabeza y empezó a llorar. Se detuvo frente a la escalera y se recostó sobre la pared lentamente. —Cállense..— repetía una y otra vez mientras lloraba y lanzaba gemidos ahogados, estaba cansado, todo eso solo lo hacía sentirse como un loco.

—Eres un buen niño. Solo no tienes que llorar y obedecernos.. Y así, tal vez algún día podrás perdonarte por lo que hiciste— una voz muy conocida le susurraba cosas de forma melosa y maquiavélica.

—¿Lo recuerdas no? Tú la mataste Rinto.. Tú mataste a tu madre. Es tu culpa, y debes castigarte— la voz lanzo una risilla y como si lo hipnotizara hizo que cesara su llanto.

—¿Yo la mate?— se preguntó dudoso así mismo. —Si cariño..tú la mataste. La condenaste a un destino cruel cuando huiste y no pudiste comportarte como un hombre— volvió a hablar la vocecilla fingiendo dulzura y comprensión.

—Yo la mate. Yo la mate. Yo mate a mi madre..— hizo una expresión de horror así mismo y observo sus manos con asco. —Soy un monstruo— tomo su rostro entre sus manos eh hizo una mueca. —Si. Si. Si!! Eres un monstruo. Mi hermoso monstruo— una risa muy sádica resonaba divertida ante la acción del muchacho.

No comprendía, en que momento había terminado en ese estado. Como cada día lo hacía sentir más miserable que antes. Obligándose a sí mismo a auto torturarse, y a sonreír cuando veía correr liquido carmín por sus manos y brazos. No sabía si era real o todo era una ilusión, pero llegaba a sentir placer y calma cuando lograba "castigarse".

—¿Pero sabes? Por qué no acabamos con esta estupidez ya. Yo puedo ayudarte a acabar con todo este tormento.— El rubio tenía la mirada vacía, como si le hubiesen quitado el alma. En un silencio absoluto escuchaba todo lo que su voz mental le decía.

—¿Ves esa ventana?— El chico asintió y casi instintivamente se puso de pie, camino unos pasos hacia ella. Era como si sus acciones fueran controladas por un ente mágico que lo manejaba a su antojo. Si, semejante a una marioneta.
Abrió la ventana y peligrosamente se subió al marco de la misma, su cuerpo se balanceaba como una hoja. El viento era fuerte y acariciaba gentilmente los cabellos del muchacho. Como si le pidiera: "No lo hagas"...

—Uno..Dos..¡Tres!— soltó el agarre y su cuerpo cayo al vació…

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