CAPÍTULO 3
Far away from your thoughts
“No te necesito”
Blanco, simplemente era blanco. Escuchaba su corazón palpitar con fuerza y su cabeza parecía haber salido recientemente de un trance, haciendo que escuchara un molesto pitido en sus oídos. El aire helado del ambiente y una potente luz focal alumbrando su rostro, daban a entender que la vida le había dado una oportunidad más.
Claro, si hubiera estado muerto no hubiera podido percibir nada de eso, y efectivamente no lo estaba. Había fallado con el plan de finalizar con su vida, y esa sala era la de un hospital. Se hallaba recostado en una cama con sabanas tan blancas que podía jurar que eran nuevas, estaba conectado a una serie de tubos y su condición se podía apreciar que era estable, pero.. ¿Cómo habría llegado allí?.
Él creía que cuando se lanzó por aquella ventana por fin acabaría con todo, pagaría por sus pecados, sellaría la voz de su cabeza y lo que más quería... el reencuentro con su preciada madre. La imagen de ella con una hermosa sonrisa y sus cálidos abrazos invadían su mente envolviéndolo en gratos recuerdos que alguna vez vivo junto a ella.
“Memorias que nunca nada ni nadie podría borrar”, pensó mientras apretaba las sabanas, y empezaba a morder su labio con fuerza de manera inconsciente haciéndolo sangrar. Se levantó torpemente apartando las sabanas que lo cubrían, y finalmente se posó sobre el helado y monocromo piso. Estaba a punto de jalar los cables que lo tenían conectado a esa extraña máquina, pero una voz muy conocida y molesta para él lo interrumpió de manera imprevista.
—¿Qué crees que haces?, Será mejor que te vuelvas a recostar si no quieres que yo mismo te obligue— el chico de cabellera azulada se voltio a verlo serio, su voz parecía amenazante pero a la vez tranquila. Hasta ese momento el chico peliazul había pasado desapercibido para el rubio.
El menor cerro sus ojos al sentir la suave y fresca brisa que venía desde la ventana abierta; los mantuvo así por unos, suspiro, y volteo a verle encontrándose con su mirada.
"Kaito..." pronuncio su nombre titubeante y jalo los cables de un tirón, provocándose un poco de dolor al sentir como las vías conectadas al suero se dependían de su muñecas.
—¿Cuánto tiempo estuve aquí?— pregunto fríamente el rubio apartando su mirada de la del mayor y posándola vagamente en otro sitio.
—Estuviste una semana inconsciente— suspiro —Tú, te golpeaste fuertemente la cabeza..— el silencio invadió la sala por unos segundos, lapso de tiempo que pareció eterno para los dos.
—¿Por qué lo hicieron?.. ¿Quién lo hizo?— el silencio fue roto por un rubio que apretaba los puños cabizbajo.
—¿A qué te refieres?— continuo el de orbes azules.
—Tú eres el que mejor sabe a lo que me refiero!!. Yo no pedí ser rescatado.. Yo no pedí esto!!— el chico de bata blanca había elevado la voz, su respiración estaba agitada y observaba molesto al de cabellos azules.
—Rinto, yo.. ¡¿T-tú me importas entiendes?!.. Me importas desde el día en que te conocí. Me importas desde que vi esos ojos llenos de tristeza aunque sus labios no decían lo mismo. Me importas desde que el destino te trajo a mi lado..— en impulso lo había llevado a abrazar con fuerza al menor.
—Así que no importa quien haya sido..— susurro cerca de su oído mientras unas cuantas lagrimas corrían por sus mejillas.
—No sabes nada Kaito… Nadie sabe nada..— su voz se escuchaba lejana, pero por sus mejillas al igual que el peliazul, corrían amargas lágrimas de angustia.
…..
Al día siguiente en los jardines del hospital; Kaito había citado al menor, con la excusa de que sería bueno para su salud tomar un poco de aire fresco. El rubio acepto un poco más calmado, y con algo que el peliazul nunca pensó que pasaría. El por fin había sonreído, de manera casi perceptible pero para el mayor fue una cosa muy bonita.
—Yo fui quien lo hizo… Yo te salve— pronuncio firme un pelivioleta.
—¿Quien eres tú?— Rinto lo miro desconcertado y miro a Kaito como buscando respuesta.
—YO SOY TU PADRE— hizo una pausa y luego hizo efectos especiales al estilo Star Wars con su boca. Kaito se pegó en la frente y miro al pelivioleta como si hubiese dicho la tontería más grande de la historia.
—Mi padre murió hace 14 años— respondió el rubio con cara de pocos amigos mientras se cruzaba de brazos. —Ya enserio.. ¿Quién es este lunático?— concluyo mientras miraba desaprobatoriamente al recién llegado pelivioleta, quien lo observaba con una sonrisa
—El es tu padre legalmente Rinto— tosió Kaito con un poco de pena. —No puedes remediarlo, los trámites están hechos, ya no eres huérfano—
—¿¡Que!?— por primera vez desde que llegó al orfanato, se mostraba sorprendido. Se paró de la banca de madera molesto.
—¡No puedes hacer esto Kaito! ¡No puedes!— Gakupo se acercó al peliazul y pasó sus brazos por los hombros de él, alejándolo lentamente del colérico rubio.
—Sabias que esto sucedería tarde o temprano— dijo con dureza. —¡Fue el único que quiso adoptarte después de tanto tiempo, superarlo por favor!—
Rinto sonrió desafiante, su aura fría había vuelto de nuevo. —¿Qué no entiendes?— alzo una ceja —Yo no lo acepto..— y dicho esto desapareció corriendo a quien sabe donde..