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Reset por SirCharls

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Notas del capitulo:

Pues un nuevo capítulo, espero que les guste mucho.

Claro que era una casa de rico, de millonario tal vez. Las paredes estaban tapizadas con un estampado de color guinda con un tono más oscuro donde se plasmaban figuras elegantes. Las esquinas tenían pilares de mármol tallado con detalles de dragones, sirenas y demás seres mitológicos; la cama tenía un colchón muy suave y con muchas almohadas de distintos tamaños y colores; y tres puertas, que era lo que ahora mismo intentaba encontrar para poder escapar de ahí.

No sabía que podía pasar, no conocía a la familia de Daniel Kranz, no sabía la manera en la que se comportaba con sus conocidos y podría arruinar cualquier cosa; eso me tenía con miedo. Me levanté y no pude evitar pensar en si el físico seguiría siendo el mismo que el que yo tenía en el hospital; así, rápidamente busqué un espejo con la mirada pero no encontré nada, solo cortinas y más papel tapiz.

Me levanté de la cama y sentí algo muy suave sobre mi cuerpo, debía ser seda. Una pijama de seda color azul cielo que me quedaba entallada, mis piernas eran un poco más gordas de lo que eran en el hospital, pero en definitiva más musculosas. Me levanté e hice un poco de estiramientos que tenía por rutina en el hospital y caminé hacia la puerta que tenía más cerca, la abrí y entré lentamente, busqué el apagador con la mano pegada a la pared y lo activé, el baño. Pero un baño enorme, con tina personal, una regadera, un pequeño sauna, la taza, un lavabo de algún cristal precioso tal vez y muchas toallas bien dobladas y acomodadas en algunas repisas doradas.

Bien, eso no era lo que buscaba. Salí del cuarto de baño e investigué la segunda puerta, la abrí sigilosamente y repetí la escena del baño. Encendí el apagador y era un cuarto lleno de puertecitas pequeñas, tomé el agarrador de la puerta más cercana y la abrí: ropa. Seguro que los demás lugares estarían llenos de ropa que por supuesto que debía quedarme y que me dispuse a revisar. En el momento que abrí una puerta alta, se abrió y me sorprendí de lo que veía.

Mi cuerpo era delgado pero musculoso, mi cabello caía sobre mis ojos con algunos tonos dorados que yo no tenía en el hospital, mi rostro no había cambiado pero mi cuerpo sí. Era un poco más alto, lo podía notar al mirar hacia el suelo, mi piel era extremadamente suave y relucía, el pijama me quedaba floja pero aun así se marcaban partes de mi cuerpo que me gustaban, como el trasero.

No pude evitar ver lo evidente, mi paquete se marcaba a causa de mi trasero que apretaba el pijama. Desabroché lentamente mi pijama y me dispuse a dejarla caer, en fin, ya me había visto a mí mismo muchas veces desnudo. El pijama se deslizó dejando el rastro suave de la seda sobre mis piernas. Llevaba un bóxer color salmón que me gustaba hasta ahora, de verdad que me veía bien con ese color, lo veía en el espejo; estiré el resorte de mi bóxer y ahí estaba: tal como lo recordaba pero c rasurado, algo que nunca había hecho pero que a decir verdad, no se veía mal. Acomodé mi bóxer y me giré para verme de nuevo en el espejo. Desabotoné mi camisón y lo dejé caer al igual que como lo había hecho con el pantalón, mi abdomen era marcado, algo de lo que siempre me había sentido orgulloso y que buscaba mantener durante mi estancia en el hospital.

De pronto me llegó a la cabeza Kevin y no pude evitar sonrojarme. Recordé la tarde del día anterior, lo había besado y me había ido como un cobarde sin decirle mis sentimientos. Recordé sus ojos y la sangre comenzó a fluir por mis arterias generándome un poco de adrenalina, mi bóxer comenzaba a apretarme un poco y quería ver que era lo que pasaba, tal vez me encontraba en el mundo de las maravillas y comenzaba a engrandecerme, pero no. El haber pensado en Kevin me había generado una pequeña erección que no pude evitar cubrir con mis manos y cerrar de inmediato el espejo de tan decorada puerta.

Me tapé los ojos y me dije a mi mismo “basta, Daniel”. Seguí abriendo cajones y buscando algo para ponerme, debía huir esa misma noche, no podía permitirme que alguien conocido del joven Daniel Kranz me viera o sería mi fin, no encontraría que decir y me descubrirían. Encontré unos jeans que quedaban un poco entallados, una playera negra y una sudadera de piel del mismo color, y para combinar, unas botas. Había visto alguna vez ese look en alguna de las pocas revistas que llevaban al hospital y me había gustado mucho, aunque sería algo imposible de usar en el hospital.

Tomé una mochila y puse unas cuántas prendas de ropa que me habían gustado, debía huir pronto del lugar. Al final del pasillo del guardarropa se encontraba una puertecilla de metal que me dio mucha curiosidad, ¿qué podría haber detrás de ella?

Me acerqué y tomé la perilla para girarla, al momento, de una bocina se escuchó: “identifíquese”, algo que me sacó de mis pensamientos, y solo pude exclamar: “Joder, es en serio”; a lo que mágicamente la puerta abrió. Era la primera vez que emitía algún sonido con este nuevo cuerpo y mi voz era completamente igual, algo de lo que agradecí a la ciencia y continué con mis deberes, averiguar el contenido de la habitación.

Un cuarto de computadoras, seguro donde Daniel realizaba sus tareas o algunas otras banalidades. Jamás había usado una computadora pero había visto como se operaban, algo sencillo, y donde sabía que podría encontrar mi vía de escape y la ruta que debía tomar hasta la ciudad de Los Ángeles, donde me encontraría con Kevin. Encendí la computadora después de varios intentos clickeando en distintos botones y esperé a que comenzara su funcionamiento.

Abrí un navegador y busqué la famosa página de la que había escuchado en las noticias: Google. Ahí teclee la frase: “cómo llegar a Los Ángeles”, a lo que el buscador respondió con unas pequeñas letras azules: “¿Desea llegar a Los Ángeles desde el lugar donde se encuentra?”. De nuevo, bendita tecnología. Hice click en la frase azul y me redirigió a un mapa, algo que debía grabarme, seguramente.

Salí de ahí y me dirigí a la última puerta que existía en la habitación: mi vía de escape a la libertad y a la nueva vida. Después de un segundo reaccioné: “¿Cómo saldría de la casa?”, pues sencillo, buscando la salida, pero no es como si hubiese un pequeño mapa dentro de la casa que te indicara: “Usted está aquí” y las salidas que existían. El chico era rico, seguro debería estar en una mansión enorme de la que jamás podría salir. Pero ¡OH SORPRESA!, las ventanas, tal vez podría huir por ahí.

Caminé con pasos rápidos hacia una de las cortinas y la corrí para que se abriera de par en par, me asomé por la ventana y bien, más problemas. Seguro estaba a unos 10 pisos de alto y no estaba dispuesto a bajar por ahí para que terminara fracasando en mi misión y cayera del precipicio. Regresé hacia la habitación para planear como escaparía y me senté en la cama para analizar mejor la situación, mientras pensaba me percaté de algo que aún no notaba. Sobre el buró contiguo a la enorme cama se encontraba la cartera del joven, su celular, audífonos y unos anteojos.

Era cierto, veía borroso desde que desperté, pero supuse que debía ser por la transfusión que había hecho. Titubee un poco y tomé los lentes entre mi pulgar y mi dedo índice y los llevé hasta mi cara, los coloqué en su lugar y era cierto, por fin comenzaba a ver bien. Tomé el celular y lo guardé en mi bolsillo derecho, al igual que lo hice con los audífonos, a continuación, revisé la cartera.

Vaya que yo era un chico suertudo por el momento, dentro de la cartera se encontraba la credencial de Daniel, un par de tarjetas de crédito y demás cosas que las carteras deben traer, supongo. Guardé la cartera y volví a zambullirme rumbo a la última puerta, la crucé y me encontré con un largo pasillo.

Caminé con pasos sigilosos para que nadie se percatara de mi presencia y al girar por el pasillo vi una pequeña luz roja, caminé hacia ella y por la gracia divina del Señor, un elevador. Escapar estaba siendo demasiado sencillo, presioné el botón y no tardó en llegar el elevador.

Ahora me encontraba en el primer piso rondando sin rumbo fijo, seguro debía llevar unos 10 minutos caminando por pasillos, esto era un laberinto de pasillos y puertas. Otros pocos minutos después llegué a una puerta de vidrio que daba a un jardín, la abrí lentamente y me encontré con algo que no esperaba.

– ¿a dónde va joven? –me dijo una señora de ya avanzada edad.

– Emm… ¿qué hace aquí afuera? –no se me ocurrió alguna otra cosa para decir.

– La verdadera pregunta es el qué hace usted aquí afuera y a estas horas, debería estar durmiendo.

– Pues… sí, verdad… jeje. –Contesté nerviosamente mientras jugueteaba con mis dedos.

– Pero ya, ándele. Dígame. – me dijo amablemente.

–Verá… – esta señora no se veía mala– señora.

– Ya te he dicho que no me digas Señora, llámame por mi nombre.

Ahora me encontraba completamente congelado, ¿cómo se supone que sabría su nombre?

– Este… debo escapar. –dije con la lengua algo acelerada.

– ¿Cómo que debe escapar? – me miró con la ceja levantada.

– Verá, debo salir y necesito que nadie me vea… ¿puedo confiar en usted? No quiero que mi padre se entere. –rogué porque me creyera, aunque era la verdad.

– Ok, ok. Conozco un camino por donde no hay guardias, así que tus padres no se enterarán. Ahora sígueme.

– Gracias.

En serio que esta señora era muy amable, no sé por qué el verdadero Daniel no se llevaría tan bien con ella, es amable y además tiene una bonita sonrisa. Me llevó por algunos senderos entre el jardín que había fuera de la casa y llegamos a una reja de servicio.

– Se va con cuidado y tenga suerte. –me dijo mientras abría la puertezuela.

–Muchas gracias señora.

 

 

La señora simplemente sonrió, cerró la reja y comenzó a caminar de regreso a la casa. Ahora me encontraba en la calle, con solo unas farolas alumbrando y con un largo camino que recorrer hasta Los Ángeles.

Notas finales:

Espero que les haya gustado y pronto les traigo el próximo capítulo.

Se aceptan reviews. xD


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