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Our Blue Paradise por Pato359

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   A Han Geng y a Ki Bum ya se les había hecho costumbre ir al bar Midnight blue en París, donde vivían. Las noches de los lunes, miércoles, viernes y sábado iban a ese bar donde las luces siempre eran azules y la música variaba. Tenían ese lugar como su segunda casa y también como su lugar de escapatoria de la realidad.

   Hoy era jueves, un largo y tortuoso jueves. A penas y eran las 5:00 p.m. y Ki Bum tenía que participar en el rodaje de una escena de la película que producía Han Geng. Se fueron a la Torre Eiffel a grabar, la escena era una toma sencilla de Ki Bum viendo hacía el horizonte de París.

   –Bien, Ki Bum, recuerda que debes parecer pensativo y triste al mismo tiempo. Debes mantener la vista fija en el atardecer de París mientras te apoyas en la baranda del mirador –le recordó Han Geng con el libreto en la mano a su actor principal y mejor amigo.

   Estaban demasiado juntos, sus brazos se tocaban y sus rostros estaban casi unidos por sus mejillas. Sentían el calor emanar del otro cuerpo y calentar el suyo propio. Tenían necesidades pero antes iban sus actitudes profesionales.

   – ¿Estás listo? –le dijo Han Geng a Ki Bum sin separarse de él. Fijo sus ojos negros en los oscuros de su amigo y se perdió en ellos por unos instantes.

   –Lo tengo –contestó el actor sacando al director y a sí mismo de sus ensoñaciones.

   Lamentablemente tuvieron que separarse. Inmediatamente sintieron frío y la necesidad de volver a repasar el guion para tener calor unos segundos más se presentó. Han Geng fue quien se apartó primero y se fue junto a las cámaras, sostuvo fuertemente el libreto entre sus manos.

   – ¿Todos listos? Grabamos escena 6, toma 4 en tres, dos... –el número uno quedo volando en el aire y el director dio la señal para que el rodaje comenzara.

   Ki Bum en su personaje de un pobre pintor que había perdido a su familia en un accidente y que la mujer que amaba no lo quería y necesitaba un trasplante de riñón y una operación al corazón, caía ante la desesperación y se transformaba en un ladrón ambicioso y un asesino a sangre fría. Caminó hacía la barandilla del mirador y enfocó su mirar en el frío atardecer. Una voz en off (que sería grabada en el estudio) narraba los pensamientos del pintor Gustav.

   –Aquí estaba yo antes con un cuaderno en mano izquierda, un carboncillo en mi mano diestra y una visión en la cabeza sobre como estampar el bello horizonte de París en el blanco lienzo. Ahora, aquí estoy yo, con un cuchillo en mi bolsillo y un dineral en mi cartera dispuesto a seguir mi camino por donde lo único que veo es sangre caer al suelo, gente mala muriendo y montones de euros llegando a mis manos.

   Gustav se irguió un poco y apretó fuertemente la barandilla. Sus ojos fríos se cristalizaron y comenzó a mover suavemente la cabeza de un lado al otro con el ceño fruncido mientras el naranja resplandor del cielo le ensombrecía e iluminaba el rostro a la par. La voz en off siguió.

   –Solo falta De Quince en mi lista y una venganza que he estado desarrollando en estos días llegará a su fin. Él fue quien siempre amenazaba a mi padre por no pagarle un dinero que le debía, incluso llego a agredirlo casi hasta la muerte. Ese hombre volvió débil y temeroso al padre fuerte y honrado que siempre fue mi héroe. Es algo imperdonable. Además, eso podrá completar el dinero para pagar la operación de mi amada.

   Ki Bum, siguiendo el guion al pie de la letra, soltó la baranda y se puso bien derecho mirando al cielo con determinación y apretando sus puños a los costados. Una ráfaga casual de viento surcó los cielos y le revolvió un poco el cabello y el costoso traje negro que llevaba puesto el actor.

   –Corte –declaró Han Geng al terminar la escena.

   Ki Bum giró a ver al director, soltó sus puños y relajo la expresión. Se pasó la manga por los ojos para quitar el agua que se había acumulado en ellos.

   – ¿Cómo salió, director? –el actor se acercó a su jefe sonriendo un poco. Ya no era Gustav, era de nuevo Ki Bum.

   –Tan espectacular como siempre –respondió orgulloso el director. Ki Bum le daba mucha vida a su personaje principal, sus capacidades como actor eran de admirar y saber aprovechar. Por eso cuando Han Geng estuvo eligiendo el casting de la película pensó en su mejor amigo para hacer del principal.

   –Bueno, terminamos por hoy. Mañana grabaremos tres escenas entonces descansen bien –exigió el director. Todos recogieron los materiales de grabación y se fueron cada uno a su casa.

   Han Geng y Ki Bum, a pesar de ser dos hombres exitosos y que les salía dinero a montones de los bolsillos seguían viviendo en sus pequeños apartamentos de un conjunto residencial en los barrios de clase media de París. Caminaron juntos, no tanto, a penas lo suficiente para saber sin voltear la mirada que estaban caminando a la par y que estaban expectantes al siguiente día. Entraron por la portería del edificio y llamaron el ascensor, llegó al primer piso y director y actor subieron al pequeño cubículo. Estaban ahora muy juntos, sus hombros se tocaban, sus manos jugaban traviesas a intentar entrelazarse entre ellas mientras sus dueños lo impedían. El piso seis apareció en color rojo en la pantallita del elevador, era el piso de Ki Bum. Las puertas se abrieron.

   –Bueno, que descanse, director... Han Geng –Ki Bum sonrió y le dio unas palmadas en la espalda a su amigo antes de bajar y que las puertas se cerraran.

   –Adiós –contestó Han Geng mientras sonreía y veía como las puertas se cerraban y le impedían ver como Ki Bum se iba caminando por el pasillo hacía el apartamento 606.

   Al piso 11 llegó el ascensor, Han Geng se bajó ahí. Sacó la llave de su bolsillo y la insertó en la cerradura del apartamento 111 donde vivía desde que cumplió los 18 y estaba en el último año de instituto.

   La noche de ambos chicos fue larga y agonizante. Tenían frio, ansias, miedo, emoción. Dieron vueltas en sus respectivas camas una y otra vez, las cobijas se desalinearon y algunas cayeron al piso pero a ninguno le importaba. No era lo mismo.

   En la mañana bien temprano sus relojes sonaron sincronizados y Ki Bum y Han Geng, habiendo dormido apenas dos horas, se levantaron para comenzar su día. Parecían un espejo, en los diferentes apartamentos ambos cuerpos efectuaban el mismo movimiento; se bañaron, cambiaron, desayunaron, se lavaron los dientes y se esparcieron un poco de colonia por el cuello. Luego, se des coordinaron. Han Geng salió a las 5:00 a.m. de su apartamento, cerró la puerta y llamo al ascensor. Mientras, Ki Bum terminaba de alistar sus cosas en un pequeño morral que tenía desde chico. A las 5:08 a.m. el ascensor llega al sexto piso y los mejores amigos se vuelven a ver.

   –Buenos días –saludo Han Geng.

   –Buen día, Han Geng –Ki Bum sonrió y presiono el botón del primer piso.

   Director y actor se acomodaron en el pequeño cubículo. El frío se fue y ahora tenían calor. Sonrieron. Eso era todo lo que necesitaban para estar bien, ojala hubieran tenido ese calor en la noche anterior donde el sueño parecía ajeno a los dos chicos. En el primer piso se bajaron, caminaron por la portería y salieron del conjunto. Caminaron por las grises y oscuras calles de París que todavía parecían estar envueltas en la noche.

   Ah, la noche. Sí, era viernes. Esa noche irían a Midnight blue como ya hacían desde hace ocho años.Sonrieron cómplices sin mirarse, sabían que el otro pensaba en lo mismo y a ambos les emociono eso.

   Llegaron a una bodega abandonada en una zona industrial de París. Ahí ya estaba el equipo de grabación.

   – ¡Buenos días, director! –dijeron los presentes con una sonrisa. Han Geng les correspondió con una reverencia (por sus procedencias asiáticas) y una sonrisa. Ki Bum imitó los movimientos de su jefe y saludo al elenco y a los encargados de detrás de cámara.

   En la bodega pasaron casi tres horas grabando la escena en que Gustav se metería en la base de De Quince para matarlo de una vez por todas. Ki Bum volvió a ponerse su traje negro y caro, los dobles disfrazados de guardias de seguridad del mafiosos De Quince se alistaban en la parte baja de la bodega para grabar la pelea que ocurría antes de que Gustav y su enemigo se vieran la cara.

   – ¿Todos listos?  Escena 9, toma 10, comenzamos en tres, dos... –el uno quedó volando de nuevo y el rodaje dio inicio.

   Gustav caminaba derecho y arreglándose las mangas de su costoso saco. Vio al frente, serio. Llevaba determinación en los ojos. Unos guardias se le acercaron y le impidieron el paso. Gustav vio a ambos hombres, cogió sus manos entre las suyas y les torció los brazos a los dos guardias en un solo movimiento, estos cayeron al suelo. Cinco hombres más se le acercaron, un rifle cargado con cinco balas exactas fue lo que saco Gustav del bolsillo secreto de su chaqueta y le dio a cada uno un disparo. Más y más guardias llegaron y Gustav se vio rodeado, comenzó una escena donde Gustav demostraba muy buenas habilidades de combate.

   –Sigue avanzando –dijo Han Geng observando con el corazón en la mano como su mejor amigo lanzaba patadas, puños y otras clases de golpes a los hombres que lo atacaban. Podía ser solo una película, una escena pre-preparada, pero Han Geng se le hacía un nudo en el estómago ver a Ki Bum ahí involucrado.

   Los dobles estaban en el suelo. Ki Bum, con sus semblante serio y concentrado en personalizar a Gustav, caminó por sobre los cuerpos mientras con su pañuelo de tela blanco limpiaba sus manos rojas de sangre. Cruzó a otra habitación donde una silla y un escritorio ocupaban todo el centro de la habitación. Un hombre gordo, vestido con traje gris de aspecto muy pomposo y caro, calvo, con la cara demasiado regordeta y con una gran cicatriz en el mentón se giró hacía Gustav.

   – ¿Quién eres? –preguntó De Quince.

   –Para qué decirte quien soy si será la primera –sacó su cuchillo– y última vez que me vea –Gustav lanzó su cuchillo con maestría y voló derecho e impacto en la cabeza calva del  mafioso.

   –Corte –los dobles se levantaron del suelo y el actor que interpretaba a De Quince se quitó la peluca-casco que le habían diseñado especial para esa escena.

   –Muy bien, chicos. Salió bien. Haremos la escena del lago y después seguiremos con el flashback –dijo el jefe.

   Todos volvieron a moverse hacia un lago que pasaba cerca. Era divino y se veía hermoso a las primeras horas de la mañana. En ese lago, Gustav y la mujer que ama, Melodi, pasean juntos por la orilla. Gustav se había cambiado su traje a ropa de calle, y empujaba a la mujer de cabello largo y café con mirada perdida en el agua sentada en la silla de ruedas.

   –Grabando en tres, dos… –la cámara fue encendida y comenzaron con la escena.

   Gustav empujaba a Melodi por el camino de la orilla. El pintor la observaba enamorado y melancólico al mismo tiempo, la chica no se daba cuenta, ella solo veía hacía el agua cristalina que reflejaba la superficie.

   –Quisiera poder pintar esto –Melodi también era una pintora, así fue como se conoció con Gustav, pero tuvo que salir del curso por su salud.

   –No tienes por qué preocuparte, mi amor. He conseguido el dinero para tratar tu salud –Gustav agachó la cabeza y le susurró a la chica en el oído.

   –Cuántas veces debo decirte que no me llames así. Yo no te amo y además, yo moriré pronto.

   –No morirás, te harán tus tratamientos y volverás a ser como te conocí.

   –Lo dudo –se encogió de hombros–. Sabes, sé que voy a morir así que no tienes que invertir tu dinero en una causa fallida.

   – ¡Te recuperarás! –Gustav intentaba no perder la calma.

   –Mi padre, está madrugada, murió a manos de un asesino en una bodega. Mi única familia. Lebiar De Quince, mi padre, un mafioso sin remedio que a pesar de todo me quería como su objeto más preciado.

   Gustav se irguió y paró su paso. El increíble descubrimiento de que el hombre que le hacía imposible la vida a su padre era el mismo que le había dado la vida a su dulce amada llegó como una roca de 700 kilos que lo golpeó durísimo. Él fue su asesino, lo mató sin más…

   –Podré ir con él pronto –los ojos de Melodi estaban llorosos y todavía perdidos en el lago. Gustav no dijo nada esta vez, se quedó mirando el suelo y apretando las manijas de la silla de ruedas.

   –Corte –Han Geng ordenó. Ambos actores salieron de sus respectivos papeles y sonrieron.

   Eran ya las 12:00 a.m. y las dos escenas que requerían la presencia de Ki Bum fueron grabadas.

   –Si deseas, puedes irte… No, más bien, vete. Parece que no dormiste anoche y necesitas recuperar fuerza –dijo Han Geng a su amigo.

   Ki Bum rio.

   –Estás loco si crees que voy a dormir a medio día.

   –Pues tal vez sí lo esté –le confrontó con una sonrisa.

   Ki Bum volvió a reír y le dio una palmada en la espalda a Han Geng.

   –Ok, mi amigo. Me iré a casa entonces –Ki Bum recogió sus cosas, se despidió de sus compañeros y por último terminó de hablar con el director.

   –Ya me voy –avisó el actor.

   –Lo sé. Descansa bien y no te olvides de almorzar.

   –Recuerda que salimos en la noche –susurró Ki Bum con una sonrisa que Han Geng correspondió.

   –Jamás se me olvidaría.

   Ki Bum se alejó de su jefe y se fue caminando a casa. Mientras, Han Geng continuó con el elenco y se desplazaron a otro lugar para grabar las escenas flashback de Melodi que se pondrían en la película momentos antes de que ella muriera.

   El actor llegó a su apartamento, abrió la puerta y dejo todo tirado en la sala y se fue directamente a su habitación. La cama estaba des tendida y la gran ventana dejaba pasar los rayos del sol, calentando la habitación. Ki Bum tendió la cama y después se volvió a meter bajo las cobijas para dormir un poco. De camino a casa comenzó a sentir la falta de sueño de la noche anterior, necesitaba descansar, en la noche saldría con Han Geng y no podía quedarse dormido. Recostó su cabeza en la almohada y cerró los ojos.

   Un recuerdo se vino en forma de sueño:

   Ki Bum y Han Geng se habían hecho los dos juntos para hacer un trabajo que en clase les pedían. Estaban en su último año de instituto y luego irían a la universidad a estudiar. Con 18 años, los dos chicos ya tenían fija su carrera a elegir. Han Geng sería director cinematográfico y Ki Bum sería actor. Ambos querían formar parte del mundo de las artes escénicas y que mejor que esas dos carreras.

   – ¿Gustas un poco de vino? –ofreció Ki Bum sacando una botella de su despensa y dos copas.

   –Está bien. Un buen vino como ese no se desperdicia –Han Geng se acercó a su amigo, cogió una copa y vio como el otro le servía el líquido de color vino tinto.

   Los dos muchachos, habiendo terminado el trabajo, se pusieron a hablar en la sala del departamento de Ki Bum. No había problema con dónde se quedaría Han Geng porque después de todo, solo vivía unos pisos arriba en el edificio.

   La conversación era fluida y de temas sin importancia. Hablaron del clima, de París, de sus familias, el futuro, el pasado, el dinero, los planes que tenía cada uno, pero la verdad eran solo palabras que quedaban en el aire porque ninguno de los dos prestaba especial atención.

   El alcohol de la bebida estaba surtiendo efecto. La cabeza les daba vueltas a ambos y se sentían fuera de sí mismos. Sin embargo, al mismo tiempo se sentían osados y con fuerza de poder hacer lo que fuera. Ki Bum y Han Geng fueron a la habitación del futuro actor, se tiraron en la cama y vieron hacía el techo pintado de azul por la luz de la luna.

   – ¿Qué horas son? –Han Geng preguntó, su voz temblaba y a veces lanzaba hipidos.

   –Media noche. El techo se pone azul cuando es media noche –respondió Ki Bum, no estaba mejor que su amigo, incluso él fue quien bebió más que Han Geng.

   –Oye, Han Geng, ¿puedo hacerte una pregunta? –Ki Bum giró su cabeza para ver a su amigo, este también la giró y sus ojos se encontraron.

   –Ya me la hiciste, ¿no? –contestó burlón.

   –Respóndeme bien, idiota.

   –Bueno, hazme tu pregunta.

   Ki Bum pareció titubear unos segundos. Se quedó viendo los ojos y las facciones del que siempre fue su mejor amigo. El que también tenía procedencia asiática y entendía sus costumbres. Quien siempre lo acompaño y apoyo.

   – ¿Tienes una visión del paraíso?

   Han Geng abrió un poco los ojos y pensó bien en su respuesta. Seguía mirando a Ki Bum cuando asintió y dijo:

   –Mi paraíso será azul, donde solo pueda estar yo sin ningún tipo de molestia exterior. En ese paraíso, quiero ser libre de poder hacer lo que quiera sin recibir ningún comentario de la gente… En ese paraíso, desearía estar solo acompañado de la persona que amo.

   –The Blue Paradise –comento Ki Bum.

   Han Geng asintió y continuó:

   –Sí, algo así. ¿Tú tienes una visión también?

   –Yo también quiero un Blue Paradise tal cual como lo describiste.

   –O sea que te gusta alguien.

   Las mejillas de Ki Bum se tornaron un poco rojas pero no se sabía si era por las palabras de su amigo, por el calor que hacía en el cuarto o por el vino.

   –Sí, me gusta alguien.

   –A mí también.

   Ambos sonrieron.

   – ¿Cómo es ella? –preguntó Ki Bum.

   –Dije alguien, no que era una chica.

   –Entonces es un chico.

   Han Geng asintió.

   – ¿Eres gay? –preguntó Ki Bum sin sorpresa.

   –Sí, y tú también.

   –Touche.  Entonces, dime cómo es él.

   Han Geng apartó un momento la mirada que vago por el techo azul de media noche. Habló:

   –Es un chico de mi misma edad, muy inteligente y buen actor. Es alegre, a veces tímido pero cuando le coges confianza ríe demasiado. Tiene cabello marrón que incluso llegué a confundirlo con el negro; sus ojos son oscuros, no puedo decir exactamente el color de ellos; su piel es morena.

   Ki Bum sonrió y mirando a su amigo dijo:

   –Sabes, el chico que a mí me gusta es de cabello y ojos negros, me debato entre si su piel es clara o un poco morena. Es muy buena persona, con gran sentido del humor y de comprensión. Es inteligente y atlético. Es popular pero la fama no se le sube a la cabeza.

   Han Geng también sonrió y giró de nuevo su mirada a Ki Bum.

   – ¿Puedo saber el nombre del afortunado?

   –Dime el de tu chico también –correspondió Ki Bum.

   –Entonces a la cuenta de tres; una, dos, tres.

   –Han Geng.

   –Ki Bum.

   Los dos amigos dijeron al tiempo los nombres de sus amados. Las sonrisas de ambos se ampliaron. Sus ojos se medió cerraron mientras sus rostro y sus cuerpos se acercaban. Los labios de ambos se encontraron y se tocaron, una corriente eléctrica les atravesó el cuerpo y perdieron el juicio más de lo que lo habían perdido ya.

   Esa media noche azul Ki Bum y Han Geng se dieron su primer beso e hicieron el amor hasta la madrugada. Durmieron abrazados y con los labios rojos e hinchados de tanto besarse, el calor del otro cuerpo los calentaba más que los cobertores de algodón.

   En la mañana, cuando ambos despertaron sintieron que la cabeza les iba a explotar por tanto que habían bebido (se tomaron toda la botella de vino). Han Geng fue el primero en darse cuenta que estaba desnudo y acostado al lado de su mejor amigo. Se levantó rápido de la cama y se colocó sus ropas en tiempo record, Ki Bum lo siguió en ponerse la ropa algo adolorido.

   –Esto fue un error –dijo Han Geng ayudando a tender la cama.

   –Sí, lo fue –contestó Ki Bum ayudando a tender la cama también.

   Se quedaron callados el resto de la mañana. Desayunaron pero no fue en un ambiente muy cómodo. Las miradas ahora no se cruzaban, ni siquiera las sonrisas aparecían.

   –Han Geng…

   –Dime, Ki Bum…

   –Sinceramente, no me pareció un error lo que pasó anoche –comento mirando su plato.

   –A mí tampoco.

   – ¿Tú también sentiste lo mismo que yo?

   – ¿Que habíamos encontrado nuestro Blue Paradise? –respondió el futuro director atreviéndose a levantar la mirada.

   –Aja –Ki Bum también la levantó y sonrió un poco. Han Geng también lo hizo.

   –Pero lamento que lo nuestro solo sea en nuestro paraíso –dijo Han Geng.

   –Sí, es una lástima.

   Y es que así lo era, ¿por qué? Porque ninguno de los dos era lo suficientemente valiente para lanzarse a un abismo donde no sabría qué esperar. Ambos se amaban, pero tenían miedo de la sociedad. De sus críticas y comentarios. Obviamente no todas las personas serían así pero aun así solo serían ellos dos contra el mundo y no estaban dispuestos a eso. Además, con 18 años cualquiera podría pensar que todavía no estaban enamorados o (como muchas personas) pensarían que estaban mal de la cabeza porque toman la homosexualidad como una enfermedad.

   –Pero mira, esto es nuestro boleto de ida hacía Our Blue Paradise –Ki Bum señalo las botellas de alcohol con una sonrisa. La borrachera fue la que les envió a ese fantástico lugar.

   –Tienes razón. Quiero regresar –Han Geng intentó tomarle la mano a Ki Bum por encima del mesón de la cocina pero ambos apartaron la mano a los segundos antes de tocarse.

   –Yo también –con algo de nueva decisión, volvieron a poner sus manos sobre el mesón y entre lazaron sus dedos.

   Sí, eso se sentía bien y correcto.

   Ki Bum despertó de su siesta a las 4:00 p.m. Abrió los ojos con lentitud y se desperezó. Mientras tendía la cama de nuevo pensó en ordenar comida para almorzar. Marcó a un restaurante y pidió su almuerzo. El pedido llego pronto y Ki Bum devoro su plato antes de que pasaran cinco minutos. Reposó hasta las 5:00 p.m. y volvió a bañarse. A las 6:00 p.m. está arreglado, bañado, peinado y perfumado. El timbre sonó y Ki Bum fue a atender, al abrir la puerta, Han Geng estaba frente a él recién aseado y parecía haber dormido también.

   – ¿Vamos? –preguntó el director.

   –Vamos –respondió el actor y ambos salieron del edificio hacia un restaurante que también se les había hecho costumbre ir.

   Ambos chicos cenaron ligero puesto que ambos habían almorzado muy tarde y todavía seguían llenos. Igual, la llenura no dejo que la conversación dejara de ser buena. Han Geng le contaba a su amigo que las escenas de Anna (la mujer que interpretaba a Melodi en la película) había hecho fueron buenas. También le contó que con ayuda de los productores y demás cuerpo de trabajo pudieron ir editando las escenas y pegarlas para ir creando la película. Cuando acabaron de cenar, pagaron entre los dos y salieron al lago donde estuvieron filmando en la mañana para caminar un rato.

   A la luz de la luna, el lago era más hermoso que en la mañana. Las aguas cristalinas reflejaban el cielo nocturno como un espejo y los suaves movimientos de las aguas hacían que las estrellas brillaran más abajo que arriba en el cielo. Se sentaron en una banca y continuaron hablando, de a ratos se cogían las manos o Ki Bum recostaba su cabeza en el hombro de Han Geng.

   Cuando ya eran las 9:30 p.m. los muchachos salieron hacia un centro comercial para entrar a la última función del día en el cine. Vieron una película antigua a blanco y negro, una comedia. La vieron atentamente sentados en las últimas sillas de la sala mientras comían palomitas e intercambiaban miradas de amor y deseo.

   A las 11:50 p.m. acabo la película y justo a tiempo para ir a Midnight Blue y comenzar la noche. Se fueron corriendo para que el viento frío de la noche los despertara y no cayeran ante los poderes de Morfeo. En la entrada al club, se pararon un momento a tomar aire luego entraron.

   La música de ese día era el vals. Ritmos de vals se oían a través de los parlantes distribuidos en el local. La luz, como siempre, era de color azul. Fueron hasta la barra y el barman que ya los conocía recibió el dinero de los tragos del miércoles. Se retiró de la barra y llegó otra vez ante los dos chicos con una jarra llena de wiski para cada uno, después se retiró a atender otros clientes.

   Ki Bum y Han Geng cogieron sus vasos al tiempo y observaron el líquido amarillo que se bebían siempre que visitaban ese lugar.

   – ¿Listo para entrar? –cuestiono Han Geng.

   –Lo he estado desde que entramos por primera vez –contestó Ki Bum y levantó su jarra.

   –For our Blue Paradise –dijo Han Geng.

   –Para nuestro paraíso azul –contestó Ki Bum y los dos amigos tomaron de un solo trago su boleto de ida hacía su paraíso.

   Dejaron las jarras vacías en la barra y salieron cogidos de la mano. Una jarra de wiski no era suficiente para emborracharlos pero sí era suficiente para darles la gota de valentía que les hacía falta siempre.

   Todo el camino hacia su apartamento fueron cogidos de la mano y tocándose los brazos y las mejillas. Ambos sonreían como tontos enamorados. En el elevador del edificio aprovecharon que era pequeño y se hicieron muy pegados, se abrazaron después de haber pasado dos días desde el último trago. El ascensor se detuvo en el piso 11 y los dos enamorados entraron al apartamento de Han Geng.

   Cuando la puerta del apartamento se cerró tras ellos, se fundieron en un beso lleno de sentimiento, amor, deseo, y anhelo. Habían sido días demasiado largos para los dos, el no tocarse con libertad, ni siquiera compartir un abrazo largo o un beso en la mejilla les dolía mucho, pero ahí en Blue Paradise estaban solo los dos.

   Llegaron a la habitación de Han Geng y se recostaron en la cama, todavía besándose. Sus labios se conectaban de nuevo cuando se separaban y era un momento mágico. Las paredes de la habitación estaban pintadas de blanco, pero la luz de la noche hacía que se vieran azules, como a Han Geng y Ki Bum les gustaba.

   –Te amo, Ki Bummie –Han Geng besó el cuello de Ki Bum mientras lentamente le quitaba la camisa.

   –Yo también te amo, Han Geng –Ki Bum comenzó a dar pequeños suspiros que se fueron transformando en gemidos a medida que su amante repartía besos por su torso.

   Esa noche volvieron a hacer el amor igual a como lo hacían siempre que estaban en su paraíso. Los dos se dieron todo el amor que había estado contenido esos dos días eternos para ambos.

   –Hannie –Ki Bum estaba recostado sobre el pecho de su amado, ladeo un poco la cabeza y lo miró a los ojos.

   – ¿Qué tienes, Bummie?

   –Quiero llevar nuestro noviazgo fuera de aquí.

   –Me alegra que me hayas leído el pensamiento –Han Geng besó la frente de Ki Bum.

   –Entonces estás de acuerdo.

   –Sí, lo estoy. Blue Paradise es bueno, pero no quiero tomar un trago siempre que quiera venir aquí contigo.

   Ki Bum sonrió.

   –Lo haremos despacio, tampoco puede ser tan repentinamente… Llevará tiempo pero lo conseguiremos.

   –Exacto. Así será.

   Han Geng y Ki Bum se abrazaron más fuerte y se quedaron dormidos.

   Blue Paradise era el lugar de sus sueños pero con el paso de los años se dieron cuenta que el paraíso podía ser donde ellos quisieran mientras estuvieran los dos juntos.


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