Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Express Café: Strippers por Nya1O

[Reviews - 23]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡LAMENTO MUCHO LA TARDANZA! -sí, con mayus porque la culpa es grande.

Realmente siento la tardanza. Explicaciones -o excusas baratas- en notas finales.

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son del mangaka de Hq.

Seguirá esta historia, seguirá este orden



Despertó de muy buen humor. Usualmente era todo lo contrario, incluso habían días en los que despertaba sin ganas de dirigirle la palabra a sus padres. Se sentó y estiró lo más que pudo cada una de sus extremidades, se levantó buscando su celular y ¡oh, sorpresa!


¡Son las diez de la mañana! —gritó internamente mientras salía de su cuarto y se dirigía a la cocina.


Como supuso no encontró a su madre en ese lugar, ni en otro lugar de la casa. Era la primera vez que dormía hasta tan tarde y comenzaba a sentir la “culpa” por ser tan “ocioso”. Mientras regresaba a la cocina y buscaba su preciada leche en la refrigeradora, encontró una nota encima de un taper:


“Tobio, espero no te hayas despertado muy tarde. Aquí está un poco de arroz, si quieres. Llámame cuando despiertes. Mamá.”


Al lado de la última palabra había un pequeño corazón en tinta roja. La señora Kageyama, al igual que el joven Tobio, era de pocas palabras por lo que intentaba mostrar su cariño y su afecto con pequeñas muestras como ese corazoncito rojo. Tobio contuvo su vergüenza frente al pequeño dibujo.


Aunque siguió buscando en la cocina, no encontró más que galletas, un poco de yogurt, cereales y fruta. No se le antojaba comer nada de eso con arroz, tampoco cocinaría porque tiene la peor sazón que ha probado. Viéndose en la necesidad de ordenar comida, cogió su celular no sin antes llamar a su madre, como le había pedido.


—Hola, ¿má?


—Tobio, ya estás despierto. Pero es muy tarde, ¿ya desayunaste? –al otro lado de la línea la señora trataba de realizar un inventario mientras conversaba con su “pequeño”.


—No, aún no. Es que encontré tu nota y por eso. Voy a pedir algo porque no se me antoja comer arroz —obviamente el azabache no le iba a decir que era por no querer cocinar… eso ya lo sabía su madre.


—Pero desayuna primero, no se te vaya a ocurrir comer alguna pizza con tu leche. –el tono de su madre era serio, ya había pasado una vez: su hijo había hecho tal combinación y la consecuencia fue consumir sopa de pollo toda una semana.


—No, má —aunque no pudiese verlo, Kageyama se sonrojó avergonzado—. Iré a desayunar ahora.


—Ya, hijo. Nos vemos en casa —respondió la mujer con su habitual tono serio, pero tratando de darle una entonación cariñosa. Kageyama lo notó y sonrió con sinceridad.


Una vez terminada la llamada vio que en la parte superior de su celular se encontraba la señal de “llamada perdida” revisó el historial de llamadas pensando que sería su madre pero se equivocó, era Nishinoya. Tenía seis llamadas perdidas de su senpai entre las once de la noche y las dos de la madrugada. Pero si me retiré de Express antes de las nueve de la noche recordó el pelinegro.


Luego vio el ícono de mensaje sin leer, queriendo confirmar sus sospechas, abrió el texto:


Kageyama, por qué mierdas no contestas? Quiero que me perdones por lo de Express, de haber sabido que no te gusta esos lugares te hubiese llevado a una biblioteca, la próxima te llevo a la parte secreta de la biblioteca que no conoces.


El resto del mensaje eran letras juntas al zar con coherencia nula. Había otros tres mensajes, pero contenían una o dos letras, sin ninguna relación con el primer texto.


—Juzgando por la falta de un signo interrogativo, la falta de puntos, uso excesivo de comas, el exceso de letras sin significado y la hora en que fueron enviados este y los otros mensajes, diría que estaba borracho cuando envió el texto —coligió Kageyama, cuyo razonamiento era correcto.


Apagando la pantalla de su celular, se dirigió a la cocina y junto a su leche y su pan bimbo —con un poco de queso laive— decidió empezar su desayuno a las diez y media de la mañana. Aún medio somnoliento, trataba de recordar lo que hizo ayer para ordenar sus prioridades y saber qué hará ese día.


—Se supone que tengo todo el mes de vacaciones para recoger mi boleta de notas y elegir los horarios más convenientes para el semestre próximo.


Y recordó. Recordó que ayer no fue a ver si todas sus notas ya estaban en la intranet de la facultad. Recordó que Noya lo llevó a cierto lugar en donde él —casi— sale corriendo por considerarlo incorrecto. También recordó que Iwaizumi-san lo reprendió por eso, que hizo que conversará con algunos chicos que trabajaban en el lugar. Y que encontró a un compañero suyo trabajando ahí, que tenía unos enormes ojos marrones, unos cabellos naranjas desordenados, al cual había prometido encontrarse en Express por la tarde.


— ¿Pero a qué hora? ¿Abre todo el día o justo hoy cerrarán temprano? ¿Cómo lo localizo si no tengo su número?


Mucho y más preguntas se instalaron en la cabeza del azabache sin encontrar solución. Pensó en llamar a su senpai para pedir el número de Hinata, pero le daba mucha vergüenza. Tampoco podía preguntar acerca del horario de Express porque, de seguro, haría demasiadas preguntas y Kageyama no lo soportaría. A quien sí podía preguntarle es a Azumane, pero de seguro le contaría a su novio. No le queda más opciones que ir temprano a Express y esperar a que llegue el “enano”, adjetivo que según él le queda bien a su nuevo “amigo”.


Kageyama comenzaba a sentir la ansiedad conforme pasaba la hora, aún no estaba seguro si iría o no. Acaso recordará lo que habló con un desconocido, porque yo recuerdo bien lo que pasó pensaba el azabache mientras miraba su celular, quería mandar un mensaje a su madre diciendo que saldría y que comería fuera. Estaba consciente de su repentino gusto —o curiosidad— hacía la anatomía masculina. Quería aprender más de ese lugar, de las personas que trabajan ahí, de las personas que lo visitaban. Por primera vez quería aprender algo que no fuera parte de un libro o que esté relacionado a las clases de la facultad. Pero quería aprender con Hinata Shoyo.


.


.


Hinata estaba sentado en el sofá con un tazón lleno de cereal y yogurt, miraba la televisión. Sus padres habían salido a trabajar y su pequeña hermana —ya en último año de la escuela primaria— se había ido a su colegio. Se acercaba el cumpleaños de la pequeña Natsu y disimuladamente le había preguntado qué quería de regalo. Cuando le confesó que le gustaría tener su propia bicicleta para ir a la escuela no pudo evitar prometerle que su “hermano mayor favorito” le compraría una.


Y ahora estaba ahí sentado, riendo con la comedia que se estaba emitiendo y de vez en cuando pensando cómo haría para comprar una bicicleta verde agua con llantas blancas y con canasta en la parte delantera. Natsu sí que puede ser específica pensaba Shoyo al mismo tiempo que comía la última cucharada de su cereal. Mientras que su mente divaga entre una y mil cosas, escuchó el sonido de notificación de su celular.


                Buenos días, Hinata-kun. Recuerda que ibas ir a Express para ayudar con la limpieza.


Educado y conciso como siempre, Ennoshita-san, reía internamente Hinata al leer el mensaje. Fue entonces que se le ocurrió, trabajaría en Express el mes de vacaciones y ahorraría lo suficiente para comprar la dichosa bicicleta. Aunque tendré que inventar alguna excusa para salir por las noches recapacitaba Shoyo, aunque sus padres no eran muy estrictos con respecto a su hora de llegada.


En lo que quedaba del día aprovechó para ordenar su habitación —algo que no había hecho en todo el semestre—. Envió algunos textos a sus amigos informando que no iba tener mucho tiempo en las vacaciones porque iba a “ayudar en el negocio de su familia”, muchos de ellos ya sabían a qué se refería el de cabellos naranjas con eso y prometieron darle una buena propina cuando vayan a verlo. Hinata, lejos de sentir vergüenza, se sentía feliz por tener amigos y compañeros dispuestos a ayudarlo financieramente, pero ignoraba que algunos de ellos iban a verlo con otras intenciones.


Cuando llegó la hora de ir a Express a ayudar con la limpieza, envió un texto a su madre diciéndole que llegaría tarde esa noche. La familia Hinata, a diferencia de la familia Kageyama, no eran muy estrictos en cuanto a la hora de llegada de Shoyo, no es que fuesen despreocupados de la vida de su hijo, sino que ya era lo suficientemente grande para ponerse control a sí mismo. El pequeño hiperactivo tomó su bicicleta y a toda velocidad fue directo a su centro de trabajo.


Dejó su bicicleta en la cocina de Express, la cual era bastante grande y Kenzo siempre le permitía a Hinata dejarla en aquel lugar. Como tenía hambre, fue a la parte que era cafetería para pedir un surtido de frutas con algún emparedado. Al llegar, pudo ver a “ese alguien” a quién había olvidado.


—¡Oh, “Kagayama”! —Gritó señalando al chico sentado en una de las mesas que comía una hamburguesa.


—Es Kageyama, idiota. —Corrigió inmediatamente el azabache mirándolo molesto.


—Oh sí. Lo siento. —Hinata se disculpó más por haberse olvidado de lo ocurrido el día anterior que por haberse equivocado de nombre.


El pequeño se volteó de forma inmediata al mostrador para ordenar lo que iba a comer y de paso ordenar sus pensamientos. Sintió el sonrojo crecer en toda su cara. Había olvidado a aquel apuesto muchacho que lo había hecho llegar a casa sonrojado y suspirando, y hasta su hermana le había preguntado si tenía fiebre o no. Recordó en ese momento que algo en esa mirada seria y decidida, algo en esas cuencas azules, algo que no sabría explicar pero que había llamado su atención. Pero solo es un idiota que me llamó idiota.


— ¿Lo de siempre, Hinata-kun? —Se acercó Kenzo a interrumpir los pensamientos de Shoyo— ¿Hinata-kun?


—S-sí, Kenzo-san. —Respondió desviando la mirada.


Aunque estaba nervioso, el de cabellos naranjas no era el tipo que escapaba de una situación, mucho menos por un “idiota que lo llamaba idiota”, y reuniendo el valor del momento fue y se sentó frente al azabache.


—Hola. —Y aunque fue con todas las ganas del mundo, no fue con muchas ideas.


—Ayer nos conocimos, si recuerdas. —Tobio atacó desde el principio.


—Sí, lo sé, es que pasaron muchas cosas el día de hoy. —Se excusó el pequeño estirando los brazos casi alcanzado al azabache, en el momento llegó Kenzo con su pedido—. Gracias, Kenzo-san.


—¿Y bien? —Kageyama dijo sin saber si estaba interesado en la historia o por educación.


—El problema fue que me levantaron a las siete de la mañana. ¡En mi primer día de vacaciones! —Exclamó indignado dando la primera mordida a su pan—. Mi mamá dijo que tenía que ayudar en la mañana: hice desayuno para todos; tuve que limpiar la sala, la cocina y el baño. A las diez de la mañana recién pude desayunar tranquilo mirando la tele —daba otra mordida a su pan—, después se me dio por ordenar mi cuarto. Y como no tenía nada para comer en casa, decidí comer acá.


Kageyama asintió y Hinata cambió de tema. Hablaron de los profesores, de los cursos, de los proyectos que realizaron ese semestre. Shoyo se dio cuenta que sus nervios habían desaparecido, que ya no se sonrojaba y que a pesar de conocer muy poco al pelinegro podía hablar con él con bastante facilidad. Por otro lado, Tobio dejaba al pequeño hablar, de vez en cuando intervenía para mostrar su interés —el cual era real a pesar de su rostro serio—, no quería que ese momento acabe.


—¡Ah mierda, son más de las cuatro de la tarde! —El de cabellos naranjas se levantó repentinamente de su asiento mientras gritaba—. Tengo que darme prisa o se enojaran conmigo.


—¿Qué pasó? —Intervino el azabache mientras bebía lo último de su gaseosa, miraba tranquilamente a su compañero.


—Le prometí a Enoshita-san y a los demás que ayudaría a limpiar y ordenar el lugar.


—Ah. —Respondió Kageyama quien se levantó sacando su billetera para pagar lo consumido—. Ayer dijiste que ibas a practicar en el tubo.


Y el sonrojo volvió. Tantas cosas le dije ayer a este tipo pensaba mientras sacaba el dinero para pagar e iba casi corriendo donde la caja registradora. El día de ayer, Hinata no tenía planeado seguir trabajando en Express, tampoco estaba muy interesado en mejorar sus “técnicas”. Lo que había dicho ayer fue solo para probar si Kageyama era capaz de aceptarlo, después de todo le agradaba como amigo. Los sonrojos y el nerviosismo que sentía cuando lo veía no significaban nada, al menos no por el momento.


—¿Quieres venir a ayudarnos? —Habló en voz baja, sabía que Kageyama podía oírlo.


El pelinegro salió del lugar y se dirigió hacia la puerta de la verdadera cara de Express haciendo una seña de despedida a Kenzo. Hinata los siguió sin comprender lo que pasaba. Estando justo en la puerta, Kageyama volteó el rostro para ver al de cabellos naranjas el cual estaba a un metro de él.


—¿Acaso no vas a ayudar a tus senpai?


Tobio habló con su típico rostro serio, pero Shoyo juraría haber visto unos brillos en aquellos ojos que hizo crecer algo dentro de su cuerpo el cual fue expresado con una enorme sonrisa adornando su rostro. Sintió la energía recorrer por todo su cuerpo: ¿euforia, alegría? No sabía. Pero las ganas de estar con Kageyama se habían incrementado más de lo que podía soportar. Corrió y tomo su mano arrastrándolo hasta Express.


—Ven conmigo, Kageyama.


Pasaron el pasillo y la recepción, que estaba libre en ese momento. Entraron al lugar, y aunque habían sido silenciosos, su entrada apresurada causó cierto impacto en los allí presentes. El lugar estaba todo iluminado. Hinata, por instinto, soltó la mano de Kageyama.


—Se ve más pequeño el lugar —dijo Kageyama al contemplar mejor el club.


—Es por el efecto de las luces —respondió el de cabellos naranjas en tono alegre—. Kenma, un chico de segundo año, se encarga de ello.


Se retiró para ir en busca de sus senpais. Antes de iniciar su búsqueda le dijo al azabache que no se moviera puesto que si hacía algo mal o si movía algo que no debiera, los senpais serían duros con él.


Kageyama no estaba interesado en hacer algo sin la compañía de Hinata. No era por querer estar con él, se decía a sí mismo, sino que no conocía a las personas del lugar y no quería “meter la pata” haciendo algo que no era. Mientras esperaba examinaba la mano que había sido cogida por Shoyo: la sensación tibia de la palma opuesta había quedado grabada. Sin siquiera pensar, llevó la dichosa palma a su rostro, entre su boca y nariz. Una sensación bastante agradable pensaba mientras olfateaba su mano. Pasaron unos segundos cuando retiró su mano y sintió su rostro ruborizarse. ¡Es que soy un pervertido! Miró su mano y decidió “limpiar” el aroma de Hinata en su chaqueta. ¡Carajos me está pasando! ¿Acaso este lugar me ha contagiado?


Pasados unos minutos llegó Hinata acompañado por varios chicos. Kageyama no se sorprendió, sabía bien que el de ojos chocolates era bastante sociable. Y que su compañía era agradable.


—¡Kageyama-kun! —Noya gritaba desde el fondo del recinto corriendo a máxima velocidad y trepándose en la espalda de su kohai—. Lo siento, Kageyama. Ayer no debí traerte acá. La próxima iremos a la biblioteca, te lo prometo.


Todos estallaron en risa. Kageyama frunció el ceño sonrojado y avergonzado, buscó con la mirada a Hinata, no quería que piense que estaba incómodo viniendo a Express. Sin embargo, en su búsqueda, notó la risa del pequeño. Su risa también es agradable.


—Chicos, por favor, tenemos que seguir con este lugar —Ennoshita fue quien llamó la atención del grupo. Por un momento analizó a los de primer año—. Hinata, ve con Kageyama a ayudar a Suga-san y Sawamura-san. Regresemos a lo que estábamos haciendo para terminar rápido.


El grupo se dispersó sin oponerse. Ennoshita, Noya y Tanaka caminaban de regreso juntos para retomar con sus deberes.


—Nunca he visto a alguien oponérsete cuando das alguna indicación, Ennoshita —dijo mientras miraba a la pareja, puesto que Tanaka iba pegado a su novio—. Es como si tuvieras alguna súper habilidad de líder oculta.


—Cuando decide tomar la iniciativa se pone demasiado sexy — dijo Tanaka pasando uno de sus brazos por los hombros de su novio y con cierto brillo en sus ojos.


—Entonces debo pensar que no es del todo “sereno” —agrego el de melena teñida dando una entonación sugerente a la última palabra.


En el momento Ennoshita paró su andar llamando la atención de sus dos acompañantes. La expresión de su rostro era seria pero había algo que, fácilmente, no sería descubierto a menos que lo diga.


—Ustedes dos… —dejando la frase se retiró con su habitual seriedad, aunque esta vez pareciera que la cosa era más “seria”.


—Ups, creo que se molestó —Nishinoya miró a su amigo de reojo pero se quedó sorprendido al verlo sonrojado hasta las orejas—. Ryu, ¿estás bien?


—Cuando está molesto es definitivamente más sexy.


El pequeño miró a su mejor amigo sin entender muy bien su comportamiento, pero no dio importancia y encogiéndose de hombros siguió su camino. Tanaka se quedó en su mismo lugar unos minutos, metido en sus fantasías y recuerdos, escuchó un grito a lo lejos que lo sacó de sus ensoñaciones y se encaminó a seguir su trabajo con sus demás compañeros.


.


.


Hinata llevó a Kageyama al segundo piso del lugar. Le parecía el lugar más correcto para que el azabache se quede a ayudar. El lugar era un cuarto pequeño con los implementos necesarios, entre ellos una computadora y aparatos con variadas teclas, para manejar las luces y música del primer piso. También había unas grandes ventanas que mostraban la plataforma y los puestos del público de forma directa. Frente a la computadora principal se encontraba una silla de cuerina que se movía de un lado a otro dando la impresión de ser ocupada por alguien. Shoyo contuvo su risa, algo pasaba por su mente.


—Kenma, ¿Qué estás haciendo?


Habló el de cabellos naranjas con una voz completamente diferente: más varonil y madura, haciendo que Kageyama lo mirara sorprendido. El mencionado saltó sobre su asiento y volteó rápidamente hacia la puerta.


—Ku… —los enormes ojos sorprendidos, que fue lo primero que notó el azabache, cambiaron por unos más “aburridos”—. Oh, eres tú, Shoyo. No es gracioso eso que haces.


Hinata se aproximó al chico riendo y disculpándose al mismo tiempo, por la cara del “chico gato” —sobrenombre que Kageyama le había dado— daba a entender que no le creía. Notó el buen ambiente que había entre ambos, aunque le pareció extraño el modo de interactuar de ambos: Hinata hablaba sin parar haciendo preguntas mientras que Kenma respondía con monosílabos, ambos se sostenían la mirada.


—¡Ah! Él es Kageyama Tobio —dijo, de repente, presentando al pelinegro a su amigo—. Está en primer año como yo.


Tobio hizo la reverencia de respeto. Kenma lo miró extrañado, nunca antes había visto a ese chico en el club.


—Soy Kenma Kozume. Mucho gusto. —respondió sin muchos ánimos el “gato”.


—El gusto es mío, senpai.


Tras lo último dicho, el de cabellos naranjas se echó a reír mientras que Kozume retiraba la mirada ligeramente avergonzado.


—¿Qué es tan gracioso, idiota?


—Es que eres tan ridículamente educado, Kageyama —respondió mientras trataba de contener su risa—. Bueno, ya pasó —miró a Kenma y sonrió—. Se quedará contigo porque quiere ayudar con el lugar y eso.


Tanto Kageyama como Kenma se quedaron sorprendidos y sin palabras. El pequeño aprovechó el silenció para salir corriendo gritando un “hasta luego”. Habiendo pasado unos segundos, el de mechones rubios miró a quien sería su kohai. No tenía ganas de conversar con el “nuevo”. Suspiró.


—Hinata, idiota —reclamó el azabache—. ¿Siempre es así, senpai?


—N-no me llames senpai, Kageyama —respondió el mayor cerrando los ojos—, llámame como quieras —volvió a suspirar—. A veces se le sube el ego a la cabeza: cómo eres nuevo en el lugar cree que está en la posición de comportarse como un senpai.


—Que idiota.


Kenma obvio el comentario de Kageyama y se levantó de su sitio, se dirigió a un pequeño armario. Al darse vuelta el pelinegro visualizó que llevaba dos franelas, un producto de limpieza y papel periódico, todo repartido en ambas manos. Sin muchas ceremonias, el de cabellos teñidos le extendió una franela al menor.


—Vamos a limpiar —habló sin cambiar su rostro, el cual de por sí no expresaba casi nada.


—Sí, Kenma-san.


Tomando la franela se dirigió a uno de los dispositivos del lugar y comenzó a limpiar con cuidado. Kozume imitó el comportamiento aunque de reojo miraba a su kohai. Está muy bien vestido para venir a limpiar. Apuesto que Shoyo lo encontró de casualidad y lo trajo aquí porque quiso. Nunca va a cambiar pensaba el de cabello teñido mientras limpiaba todo lo que podía.


Kageyama siguió con la labor bajo las indicaciones de su senpai. Sin embargo, recordó algo que Kenma había dicho y que había dejado cierta confusión en él.


—Kenma-san, ¿cómo supo que era nuevo aquí en Express? —Aunque hubiese querido sonar natural, la pregunta salió con un tono de desconfianza y hasta algo acusadora. Ello no pasó desapercibido por el “felino”.


—Simple. Porque eres amigo de Shoyo —respondió sin mirar al azabache, pero al no escuchar respuesta intuyó que la explicación no fue suficiente—. Cada vez que Shoyo conoce a alguien y que suele pisar este lugar, esa persona es presentada por él a todos. Soy una persona cercana a Shoyo, conozco a sus amigos que frecuentan este lugar. Pero como te presentó recién hoy, estoy seguro que se conocieron hace unos días.


—Oh —se quedó sin palabras. La explicación le resultó razonable y algo obvia si comprendiese más del comportamiento de Hinata o si le conociese mejor. Lo conoce muy bien y se tienen confianza, hasta lo llama por su nombre y el idiota no usa honoríficos cuando habla con él.


Cuando terminaron su labor, Kenma le dijo a su kohai que se tenía que retirar pero si quería podía ayudar en el primer piso porque ahí siempre hay algo qué hacer. Se despidió y partió con rapidez a su destino. Kageyama bajó al primer piso buscando al chico de cabellos naranjas. Él me trajo acá, tiene que hacerse responsable pensó al terminar de bajar las escaleras y buscar con la mirada a su compañero. Por su delante pasó el susodicho chico corriendo y riendo, detrás lo perseguía un chico alto, mucho más alto que el propio Kageyama.


—Hinata, vuelve aquí —el desconocido chico estiró más su piernas y en un paso alcanzó al de cabellos naranjas—. Te atrapé, tonto.


Hinata forcejeó con el “gigante”, pero fue vencido con facilidad. El alto chico cargó con un solo brazo al pequeño y se lo llevó detrás del escenario. El azabache miró la escena sin decir palabra alguna, sintió un ligero ardor en alguna parte de su cuerpo que no supo identificar. Pasaron unos segundos y decidió irse del lugar. Quería evitar aquella sensación que experimentaba por vez primera pero su salida fue intervenida por su ruidoso senpai.


—¡Kageyama! —Noya corrió y saltó para darle una sonora palmada en la espalda del moreno—. ¿Ya te vas? ¿Por qué no nos ayudas a terminar de limpiar?


—¿Aún les queda mucho? —preguntó desganado pero no le parecía educado negar su ayuda a un senpai.


—Algo así. —Nishinoya viró su mirada—. Nos entretuvimos jugando así que…


Y el respeto se fue. Tobio no se sorprendió, sabía cómo era Noya cuando no había nadie que le ponga control, usualmente era Azumane quien hacía ese trabajo pero se dejaba llevar cuando su novio le sonreía. Suspiró pero accedió a ayudar. Yuu le comentó que Asahi no había podido llegar a Express por realizar unos trámites. Que había estado jugando con Tanaka hasta que Daichi les dio el grito de la vida. Que Daichi había llegado con Sugawara, el primero se había retirado pero Suga se había quedado con un humor algo extraño. Kageyama siguió escuchando de unos tipos llamados Matsukawa y Hanamaki, de un tal Aone y Futakuchi haciendo algo en algún lugar, de un tal Yaku que también les había regañado y más cosas.


Llegaron a la parte trasera del escenario donde se encontraba los camerinos y “cuartos privados” —lugar al que Kageyama no había llegado antes— pero entre el desorden y el ir y venir de varios chicos, salieron corriendo dos chicos quienes se dirigían a la salida. Uno de largas piernas y largo torso con cabellos blancos, el otro joven era de cabellos naranjas y pequeña estatura.


—Lev, Hinata, ¿por qué andan corriendo? —preguntó Noya.


—Ya nos queremos ir, pero Suga-san no nos deja —respondió el más alto—. Además, ya no queda nada por hacer.


—¡Oh, Kageyama! —Lo miró sorprendido, por un momento había olvidado que lo había dejado “encargado” con Kenma—. Tenemos que escapar todos juntos.


—¿Quién en es él? —preguntó Lev señalando a Kageyama. Es de mala educación hacer eso pensó el azabache.


—Él es Kageyama Tobio de primer año. Hinata lo trajo acá para que ayude con la limpieza del lugar —el que habló fue Sugawara quien apareció detrás del grupo de jóvenes.


—¡Sugawara-san! —exclamaron todos menos Kageyama quien no se veía perturbado.


Sugawara los miraba con el cejo ligeramente fruncido, los regañaba con la mirada y al parecer la directa fue entendida, porque todos —a excepción del azabache— inclinaron la cabeza disculpándose. El del lunar suspiró, él también estaba cansado y tenía que ir a otro lado. Miró a los hiperactivos chicos, sabía que no aguantarían más tiempo encerrados en un solo lugar. Al volver la mirada a Tobio recordó que faltaba algo qué decir.


—Él es Haiba Lev, Kageyama. Está en primer año en la misma facultad que Daichi, también trabaja en Express como liguero blanco.


Ambos se miraron. Kageyama hizo un movimiento de cabeza en ademán de saludo mientras que Lev sonrió en respuesta. Nishinoya rompió el hielo comentando que iba a ir con Sugawara y Asahi a un restaurante-bar cerca del centro comercial, Lev también dijo que tenía que ir a otro lugar pero como aún tenía tiempo podía acompañarlos un rato. Y estaban Kageyama y Hinata, quienes no tenían plan alguno y no sabían muy bien a dónde ir.


Siguiendo la corriente y el camino de los demás, los novatos acompañaban a sus compañeros al centro comercial, lugar donde cada uno iría por su camino. Koushi junto a Lev caminaban y conversaban delante de Tobio, Yuu y Shoyo. Lev tocó un tema relacionado al club a lo que Hinata saltó y se unió a ellos quedando senpai y kohai a solas.


—No me imagino a ese chico tan alto trabajando en Express —dijo Kageyama de repente.


Yuu lo miró sin entender en un principio, pero a los segundos pudo comprender lo que el pelinegro trató de decir.


—No te lo imaginas con corceles y tacones, ¿no? —Nishinoya miró al menor— Es cierto que no trabajó ese día porque aún no maneja los tacones, pero sí desempeña bien su trabajo en otros días.


—¿Con ese cuerpo tan tosco? —Kageyama respondió mirando de reojo a su senpai y con expresión de incredulidad—. ¿No se supone que tienen que ser más delicados y sensuales?


—Mmh —Noya se callaba todo lo que tenía que decirle. Este chico puede ser inteligente pero para estas cosas es realmente tonto pensó antes de agregar algo—, ¿cómo Hinata?


—Pues sí.


Ambos pararon su caminar. Kageyama se puso blanco, sin saber por qué había confirmado algo que ni él mismo entendía muy bien. ¿Le gustaba Hinata o los chicos de contextura pequeña y delgada?, ¿ahora se iba a sentirse atraído por otros chicos? Nishinoya y Kenma eran de contextura fina y no se había sentido atraído por ninguno de ello, ¿será porque había visto a Hinata bailar de forma sensual? Muchas cosas pasaban por la cabeza del azabache mientras que su rostro cambiaba de color de blanco a rojo intenso. Nishinoya aguantaba la risa, no podía hacer un escándalo y exponer a su kohai, nunca más después de la charla que tuvo con Iwaizumi.


—Bueno, Kageyama-kun —dijo mientras retomaba el camino y lo mismo hacía Tobio—. Para empezar, no solo se necesita de cuerpos “delicados y sensuales” como el de Hinata —el azabache sintió rojas las orejas—, hay clientes que les gusta cuerpos más firmes. Como a mí que me gusta el cuerpo de Asahi-san —mencionó mientras le brillaban los ojos—. En fin, tu secreto está a salvo conmigo.


—Senpai, lo está confundiendo todo: no me siento atraído por ningún chico, solo que voy aceptando la forma de trabajo de Express. De ahí que haya hecho algunas generalizaciones, para la próxima tendré más cuidado y observaré mejor.


El “pequeño senpai” lo miró aburrido. Sabía lo difícil que es aceptar el hecho que le guste un chico, sobre todo si has pasado toda una vida siendo heterosexual, pero de ahí a negar sentir alguna pequeña curiosidad por experimentar con el mismo sexo, ya se le hacía aburrido.


Trata de ocultar algo que es tan obvio para todos —pensaba mientras seguía caminando al lado del azabache— ¿o es que es obvio para mí porque soy un excelente senpai? Oh, sí. Soy tan buen senpai que puedo notar hasta las mínimas cosas que le pasan al kohai que me fue asignado —siguió reflexionando mientras hacía ademanes con sus manos—. ¿A esto se le llama madurar? Kageyama lo miraba de vez en cuando avergonzado.


Tanto senpai como kohai no tocaron el asunto, lo cual fue agradecido mentalmente por Kageyama ya que estaba completamente avergonzado. Nishinoya, en su papel de “el mejor senpai del mundo” prefirió no echarle más sal a la herida, por más que se muriese de ganas.


Cuando llegaron al centro comercial, Noya y Suga se despidieron de los novatos dirigiéndose al lugar donde los esperaba Asahi. Al rato, Lev se despidió diciendo que tenía que llegar a casa ayudar en algunos quehaceres. Solo quedaron Hinata y Tobio, el primero aún no quería llegar a casa; el segundo estaba nervioso.


—Esto-


—Vamo-


Ambos hablaron al mismo tiempo y callaron, no dijeron nada. Hinata podía sentir la inestabilidad de su compañero, y de alguna forma u otra, le contagiaba ese nerviosismo. Pasaron unos segundos mirándose con ligera desconfianza, hasta que el pequeño se atrevió a hablar.


—Quiero dar una mirada al centro comercial, ¿vienes? —Lo dijo lento y despacio.


—Mh. —El azabache asintió y caminó a su lado. No sabía cómo hablarle desde el incidente con Noya.


En ese momento se arrepintió no haber hablado con su senpai acerca de esas sensaciones raras que tenía en su estómago y pecho. Dicen que hablando se entiende la gente, pero no estaba seguro por dónde empezar ni con quién. No podía hablar directamente con Hinata porque no estaba seguro de nada. Tampoco podía hablar con Noya porque haría un escándalo. Hablar con Sugawara le parecía la mejor opción, pero no eran tan cercanos. Podía hablar con Iwaizumi, pero siempre estaba ocupado con Oikawa.


Suspiró.


La vida universitaria sí es una cosa de locos pensaba mientras acompañaba al de cabellos naranjas. No recordaba haberse sentido tan enredado en toda su vida. Usualmente le tomaba más de dos meses sentirse atraído por alguna chica. Ni siquiera se ha sentido atraído por alguien de las clases. ¿Por qué carajos tiene que pasar esto con este idiota? Kageyama se preguntaba si pasaba por alguna época de rebeldía, tal vez se sentía atraído por el enano debido a su trabajo: ¿acaso le atraía lo “prohibido” de su empleo?, ¿quería algo de adrenalina en su vida? Imposible, no era eso. Ya tenía 19 años bien cumplidos, la época de rebeldía sin causa ya había pasado. ¿Eso quiere decir que lo que siento por Hinata no es un capricho? Kageyama detuvo su caminar ante la conclusión a la que había llegado. Estaban en el segundo piso del mall.


—¿A dónde estamos yendo? —Tobio preguntó confundido y un poco a la defensiva. ¿En qué momento subí las escaleras eléctricas?


El pequeño lo miró sorprendido, se dio cuenta que había estado hablando a solas todo el tiempo. Bakayama.


—Estamos yendo a un hotel. Voy a violarte, Bakayama. —Volteó el rostro para ver a su azabache compañero, y con el ceño fruncido le sacó la lengua.


En ese gesto, Hinata le quiso transmitir su ligero enojo y resentimiento. Kageyama no lo tomó de esa manera.


—¡Idiota! ¡¿Qué estúpida broma es esa?!


Hinata estaba sinceramente fastidiado por haber sido ignorado buen rato. Suspiró sin responder a Tobio. El azabache se percató de este cambio en su hiperactivo compañero, quien se encontraba recostado en una de las barandas, completamente callado. ¿Será que se molestó por haberlo ignorado? Tengo que arreglar esto.


—Lo siento, tengo algunos problemas que no sé cómo resolver y se me han quedado en la cabeza —dijo el azabache esperando que Shoyo obviara el asunto. No quería mentirle pero tampoco estaba listo para habalr de aquello con nadie.


—¿Algo en lo que pueda ayudarte? —pregunto ladeando ligeramente la cabeza.


El pequeño movimiento de cabeza se le hizo adorable y sintió que algo se posó en su pecho. Carajo, no ahora. Podía sentir el color rojo invadiendo su rostro, pero no podía permitirse ser descubierto.


—Yo… —si digo que no, tendré que explicar la razón, pero si no digo nada quedaré como un insociable.


Pasaron unos segundos mientras Kageyama pensaba su posible respuesta. Hinata solo se limitaba a observarlo.


—Si no puedes decirlo por ser algo personal, no hay problema —dijo de repente el pequeño. El de ojos azules lo miró un brillo en los ojos—. Es decir, puedes confiar en mí, pero como recién nos conoces…


Qué carajos ando diciendo, pero ha estado con esa cara tan seria que hasta miedo me ha dado que ni controlé lo que dije pensaba Hinata mientras jugaba con sus manos. Kageyama solo asintió en respuesta. Di algo, por favor, no entiendo, ¿qué debo hacer? ¡Suga-san, Ennoshita-san! La cabeza de Shoyo se estaba volviendo un caos, sentía que cualquier movimiento del moreno podría afectar su estado de ánimo. Y así era.


—Vamos a ver las bicicletas —dijo de repente el de ojos chocolates temiendo que se forme algún otro silencio entre ellos.


—Ah —el azabache recordó que no le había puesto atención en todo el camino—. Sí —dijo mientras asentía. De repente sintió la culpa de no saber la razón—. ¿Por qué? —preguntó algo temeroso, cosa que no demostró en su hablar, mientras se encaminaban a una tienda por departamentos.


—Ah, eso —respondió haciendo un pequeño puchero que inmediatamente fue reemplazado por una alegre sonrisa, el acto fue notado por el pelinegro—. Tengo una hermana menor que aún está en primaria y ya se acerca su cumpleaños. Le pregunté qué quería y dijo que le gustaría una bicicleta verde agua con llantas blancas y con canasta en la parte delantera.


—Sí que es específica. Y cuándo es su cumpleaños.


—Una semana antes que iniciemos clases. Tengo cerca de un mes para ahorrar.


—E imagino que trabajarás en Express, ¿no? —dijo mirando a Hinata al mismo tiempo que entraban a la tienda y se dirigían a la sección de deportes.


Hinata suspiró antes de responder, Suga le había dicho que tuviese paciencia.


—Sí, es el único lugar donde podré ganar lo suficiente para comprar la bicicleta.


Kageyama iba a responder pero ya había llegado al puesto de bicicletas. Habían bicicletas de todos los tamaños y colores: infantiles, montañeras, con rueditas de apoyo, con doble asiento, de color entero, de dos colores, de varios colores, clásicas, modernas. Al final de la sección encontraron el modelo que buscaban, justo como la que quería la pequeña Natsu.


—¿Crees que está este bien? Y si crece y le queda pequeña.


—Es tu hermana, no va a crecer mucho.


—¡Oye! —gritó indignado por el comentario, ¿acaso se burlaba de él y de su hermana?


—¿Qué? —Kageyama le devolvió la mirada sin entender a Hinata. No se había burlado, lo había dicho en serio, solo que él era así, directo.


Shoyo lo dejó pasar, la seriedad en su mirada le hizo notar que no era burla. Solo la verdad. Soy un enano.


Preguntaron al encargado de la sección y se enteraron que estaban en liquidación ese modelo de bicicleta y que solo le quedaba una de color verde agua, justo esa que estaban viendo. Hinata desesperó. No tenía dinero ahorrado, no lo suficiente para cubrir la mitad del precio. El encargado simplemente se fue dejando al de cabellos naranjas con sus problemas de cálculo. El pequeño sacaba cuentas con los dedos de ambas manos.


—Imposible. No llego ni a la mitad del precio —alzó la voz sujetándose la cabeza.


—Yo te puedo prestar dinero —dijo el azabache, el menor levantó la mirada con esperanza —. Lo mejor será comprarla ahora —siguió hablando mientras analizaba otras posibles soluciones—, no podemos dejar que se lleven la última.


—¿Tienes esa cantidad de dinero justo ahora? —Shoyo no lo creía, después de todo, ¿quién carga tanta plata consigo?


Kageyama no respondió, se dirigió al encargado para comunicarle que se llevaría la bicicleta, el hombre le indicó un código para que vaya pagando mientras envolvía el objeto en un plástico que lo proteja de posibles ralladuras. Ambos se dirigieron a la caja más cercana.


—Tengo una tarjeta de débito —explicó Tobio—. Mis padres me depositan cierta cantidad de dinero cada tres meses. Sucede que justo ahora tengo esa cantidad de dinero en la tarjeta.


Maldito niño rico pensó Hinata pero no hizo gesto alguno de desapruebo.


—Te devolveré el dinero.


—Lo sé.


Se miraban. Kageyama quería ayudarlo, de verdad querían; Hinata, por su lado, tenía cierta desconfianza del asunto. Reaccionó, estaba siendo paranoico. Aceptaron el trato.


El trato no era en sí un trato. Hinata prometió y juró por su honor que le pagaría antes de iniciar las clases del segundo semestres, no puedo decir exactamente un día pero fijo un intervalo: entre el día del cumpleaños de Natsu con el día de inicio de clases. Tobio intervino —mientras el pequeño pensaba— para decirle que si se pasaba de la fecha indicada le cobraría el diez por ciento de intereses cada fin de semana, pero también le dijo que también le dijo que podía ir pagando de a pocos para que no se atormentara tanto. Hinata no aceptó lo último. Como el hombre que es, dijo, tenía que entregar el dinero completo en un día determindado. A Kageyama le pareció ridículo, pero tuvo que aceptar, le daba igual. Sabía que Shoyo le pagaría, confiaba en él.


Antes de acordar su “trato”, el azabache mando un mensaje a su madre para que lo recoja del centro comercial. Así, cuando terminen de envolver el objeto pudiesen irse a su casa. Cuando los jóvenes terminaron de hablar, llegó un encargado mucho más joven que el anterior, que aparentaba la edad de ellos y con mirada risueña, ya tenían lista la bicicleta.


—¿Y ahora cómo la llevamos? —preguntó en voz baja al azabache, cuando no sabía qué hacer se ponía nervioso, como en ese momento.


—No te preocupes, mi madre viene por nosotros —respondió tranquilo sin mirar al pequeño.


Hinata se quedó perplejo. Ya suficiente tenía con el préstamo del azabache como para ir a pedir ayuda de transporte a la madre del mismo.


—Este… —Kageyama miraba al encargado para dar las indicaciones.


—Inuoka, desu —respondió alegremente el joven, por un momento le recordó a Hinata y sintió sus mejillas entibiarse.


—¿Inuoka Sou? —preguntó Hinata saliendo del shock anterior, atrayendo la mirada de ambos chicos.


—Sí, cómo es que… —lo miró con desconfianza, ¿es un stalker?


—¡AH! ¡No me mires así! —Exclamó casi ofendido— Soy Hinata Shoyo, amigo de Kenma y Lev.


—¡Ah! El “solecito”, ellos me han hablado de ti.


Kageyama carraspeó con la intención de interrumpir la amena conversación que se había formado.


—Tenemos que ir al primer sótano del local, ahí nos esperan.


Mientras se dirigían al lugar acordado, tanto Inuoka como Hinata, no dejaron de hablar. Cosas como que Inuoka fue a la misma preparatoria que Kenma y Lev, que el apodo de “solecito”  de Hinata se lo había puesto el profesor Takeda de literatura; Hinata preguntando si no le pesaba la bicicleta, Inuoka respondiendo que no y el de cabellos naranjas quedando sorprendido por la fuerza de su nuevo amigo. Fueron cosas que alcanzó a escuchar el de ojos azules pero no dio importancia. Al fin y al cabo, era la vida del “enano”. Era su vida, muy aparte de la suya. ¿No?


Cuando llegaron al primer sótano, Tobio los dirigió a la zona donde vendrían a recogerlos. Pasaron unos segundos en los cuales los nuevos amigos no desperdiciaron en hablar. Al llegar, la madre del azabache, Inuoka junto a Kageyama metieron el objeto en la parte trasera del auto. El pelinegro abrió la puerta saludando a su madre e informándole que traía a un amigo con él. Después dejó al de cabellos naranjas subir primero y él se acomodó a su lado.


—Má, él es Hinata Shoyo, compañero de la facultad.


—Encantada de conocerte, Hinata-kun —respondió la mujer dando una mirada rápida por el espejo retrovisor al joven sentado al lado de su hijo.


—E-el placer es m-mío, señora —Shoyo contesto con evidente nerviosismo, a la señora Kageyama le cayó en gracia aquel tierno gesto.


Ahora, quién es el ridículamente educado, Hinata pensaba Tobio mientras apreciaba como las emociones traicionaban al autocontrol del pequeño. De repente se puso serio, recordando lo realmente importante.


—Mamá, he comprado una bicicleta con la tarjeta. Aquí está la cuenta —habló alcanzando la cuenta a su madre quien le echó una rápida mirada y se la devolvió—. Es el regalo de cumpleaños para la hermana de Hinata, Natsu —estaba por demás decir que Shoyo estaba pálido y entrando a un nuevo shock, no entendía cómo el azabache podía ser tan directo—. El dinero me lo devolverá antes de iniciar clases —la madre asintió ante eso—, el problema es donde esconder la bicicleta, no puede esconderla en su casa, lo mejor sería ponerla en el patio trasero de la casa.


—Eso no es nec-


—Es la única solución, Tobio —respondió la madre del azabache interrumpiendo al de cabellos naranjas—. Lo mejor sería que el mismo día del cumpleaños de la niña ayudes a tu amigo a llevar la bicicleta a su casa, así la sorpresa será apenas ella se levante.


Kageyama se quedó pensando, no le sonaba tan mal la idea sobre todo porque ambos vivían relativamente cerca.


—¡Esa es la mejor idea, señora! —Exclamó Shoyo sorprendiendo a la aludida, acostumbrada al tranquilo hablar de su único hijo había olvidado que habían otros jóvenes más expresivos—. Lo bueno es que solo vivo a tres cuadras de la casa de Kageyama.


—Oh, eso es cerca. Solo tendrán que ponerse de acuerdo a qué hora saldrán de casa para darle el encuentro a tu hermana. Les recomiendo que vayan acordando eso desde ahora, no dejen nada a última hora.


—Sí, señora —Hinata intentaba mirarla por el retrovisor, cuando conectaron miradas, Hinata le sonrió de forma honesta—. Su idea es la mejor, estoy seguro que le daré la mejor sorpresa a mi hermana.


La señora solo asintió, Kageyama alcanzó a percibir un ligero rubor en sus mejillas. Esa personalidad suya tiene un gran impacto pensó el azabache. Continuaron el viaje en un silencio ameno, Hinata entonces coligió que en silencio los Kageyama se entienden mejor pues es lo mismo que pasó el día en que conoció a su azabache amigo.


Al llegar a la residencia Kageyama, la mujer notó las luces prendidas, su esposo había llegado. Estacionó el carro en el garaje que daba directo a la entrada principal y decidió dejar a los chicos acuerden todo. Se despidió y adentró al recinto.


—Tu madre se parece mucho a ti —comentó Shoyo mientras bajaban la bicicleta de la parte trasera del auto.


—Por supuesto, es mi madre —respondió el azabache con ironía tratando de buscar algo de pelea. El pequeño no respondió, en su rostro solo había una honesta sonrisa.


—¿Cómo vamos a llevarla hasta el patio trasero? —Pregunto Hinata.


—Pasemos por un costado de la casa hasta llegar al patio trasero —informó mientras tomaba la parte trasera de la bicicleta—. Tú ve al frente.


Indicándole por el lado por donde debía pasar, ambos caminaron hacia la parte de atrás de la casa. Kageyama tuvo la oportunidad de apreciar la pequeña y delicada espalda del de cabellos naranjas. ¿Cuánto es nuestra diferencia de tamaños? ¿20cm? ¿22cm? ¿De dónde saca tanta energía alguien tan pequeño? ¿Por qué todos se sienten atraídos por esa personalidad suya? Tobio recordaba la forma en que el “enano” interactuaba con Kenma, Lev y al chico de la tienda, Inuoka. Claramente Hinata era un chico alegre con todos, su trato con él no era diferente, no era especial para él, tampoco quería serlo. Sentía que perdía fuerza, si no se concentraba en su labor dejaría caer la bicicleta.


—¿Aquí está bien, Kageyama? —preguntó el pequeño una vez que llegaron a la parte trasera de la casa dejando el objeto en el pequeño jardín que ahí se encontraba. Al ver el rostro de su compañero sintió cómo volvía a ser afectado por sus emociones. Primera vez que le pasaba aquello, ni siquiera con…


—Sí, aquí está bien —respondió ignorando lo que pasaba por la mente de Hinata. —¿Cómo… cuándo vas a empezar a trabajar? —preguntó honestamente interesado.


—Ah… m-mañana —respondió con duda, seguí perturbado por las emociones que sentía—. Mañana a las 5 de la tarde iré a Express, quedamos con Suga-san y Lev de llegar a esa hora y ayudar en las preparaciones porque siempre hay un programa qué seguir. Casi siempre se improvisa en el lugar, pero ya no queremos seguir así. Y Oikawa-san está que organiza los bailes y todo, pero siempre termina siendo él el bailarín principal.


Shoyo habló sin pensar muy bien lo que decía. Habló porque cuando los nervios los traicionan habla todo lo que le venga a la cabeza, a veces es mucho otras, poco. Tobio lo miró sorprendido por todo lo que dijo, su cara estaba rojo y la respiración algo agitada, seguía ignorando el estado emocional del de cabellos naranjas. Le pareció adorable, es la tercera vez que lo ve nervioso. ¿Me pregunto si mostrará esa reacción ante otras personas? El azabache lo dudaba, siempre lo ve tan seguro hablando e interactuando con otras personas, solo cuando están solos es cuando se muestra así. Sí, se está haciendo ilusiones en vano, pero no podía evitarlo.


Después de quedarse unos segundos en silencio, tiempo el cual Kageyama aprovechaba para entender las varias emociones que sentía, Hinata comenzó a sentirse más a gusto. Se iba acostumbrando a aquellos segundos que su amigo se tomaba para interiorizar todo para después cambiar el rostro y mostrarse más relajado.


—Gracias, Kageyama —dijo, de repente rompiendo la burbuja silenciosa que se había creado. Los ojos chocolates se ablandaron mostrando algo que puso nervioso al pelinegro, Hinata estaba a punto de realizar alguna “travesura”.


Hinata avanzó a paso ligero pero seguro. Kageyama lo miraba sorprendido, intuía lo que iría a hacer pero no lo creía. El pequeño iba estirando sus brazos cuanto más cerca estaba del pelinegro. Tobio se quedó rígido en su sitio, más de lo normal. Y llegó, y apretó fuerte. Shoyo lo abrazó fuertemente. Tenía muchas ganas de hacerlo. Porque le ayudó con el regalo de su hermana, porque se sentía a gusto en su compañía, porque era la primera vez que conocía a alguien tan opuesto a él con quien congeniaba tan bien, y también, porque lo veía tan apuesto y con colonia agradable en él. Kageyama, por su parte, era la primera vez que sentía un abrazo tan fuerte y sincero. Podía sentir toda la energía “de sobra” que tenía Hinata correr por su cuerpo, se sentía inquieto puesto que quería ocultar su sonrojo pero al mismo tiempo tenía una sensación agradable creciendo en su interior. El saber que a Hinata le gustaban los hombres lo ponía más nervioso, mucho más que cuando era abrazado por alguna chica.


—Gracias, Kageyama —dijo el pequeño enterrando su rostro en el pecho, realmente disfrutaba el momento.


El azabache no respondió, pero asintió. Shoyo no lo notó, no le importaba recibir respuesta, mientras que no se soltará del abrazo. Tobio decidió alzar un poco los brazos y rodear la fina espalda del de cabellos naranjas, solo un momento estuvieron en esa posición, Kageyama había decidido romper el contacto.


—N-no es nada… Ahora…


—Ahora me tengo que ir, voy a jugar un rato con Natsu, es que… —Hinata iba hablando mientras tomaba distancia de Kageyama. De repente su celular vibró e inmediatamente lo revisó—. Es un mensaje de Noya-san, dice que se pasaron a un bar cercano a este vecindario, ¿vamos?


—No —respondió tajante—. Además, ¿tú no ibas a ver a tu hermana?


La seriedad en el rostro de Kageyama se acentuó más que nunca, Hinata no había visto cara tan seria en todo el semestre pasado ni en estos dos últimos días. Ladeó el rostro para estirar el cuello, pasó una de sus manos por detrás de su nuca para masajear la zona.


—Sí, tienes razón —alcanzó a decir sin mucha convicción, debía de ser paciente—. Bueno, ya me voy.


—Está bien —respondió con el rostro aun serio.


Tobio dirigió a Hinata por el mismo camino por el que habían venido, dejándolo en la entrada principal de su casa. El rostro serio de Kageyama seguía impasible de mostrar algún otro gesto o emoción. Hinata suspiró, debía ser paciente.


—Bueno, debo ir a jugar con Natsu —informó el pequeño.


—Sí —respuesta que acompañó asintiendo con la cabeza azabache.


Y sin ceremonia alguna, Hinata siguió su camino a casa mientras que Kageyama cerraba la puerta y se adentraba a su hogar para cenar con sus padres.


Shoyo caminaba pausadamente, alternaba el panorama entre mirar el suelo y el cielo. Debía de ser paciente. Sugawara le había indicado que debía de tener cuidado con su trato con Kageyama, que debía tener paciencia puesto que ambos tienen costumbres diferentes y si al pelinegro le gustase la compañía de él y la de los otros, podía adecuarse al nuevo ambiente y nuevas costumbres. Suga le había dicho que posiblemente también llegue a cambiar de gustos, lo dijo en broma —según Hinata que ni idea tenía de las experiencias vividas del de cabellos plateados—, pero ahora no le molestaría que esa broma se volviese realidad.


—Hoy sentí algo raro al abrazarlo —dijo para sí mismo Hinata, poco le importaba si alguien lo escuchaba, estaba en su propio mundo en ese momento.


Siguió caminando sumido en sus pensamientos, ya no miraba la calle ni el cielo nocturno, quería recordar la última vez que sintió esas “mariposas” que más parecían abejorros tratando de agujerear su estómago. Las dos únicas relaciones amorosas que ha tenido en sus diecinueve años oscilaron entre la inocencia y la picardía. Una de ellas no fue nada serio, por otro lado, la segunda relación se dio por una confusión entre el amor y la amistad. Recordar las pequeñas “travesuras” hechas en aquel entonces no provocaba mayor reacción en él; sin embargo, su cuerpo adquiría un calor, conocido para él, al recordar el contacto que tuvo con el de ojos azules. Bochorno, vergüenza, excitación. Primera vez que experimentaba tantas cosas juntas, se sentía como un pervertido, pero tampoco le importaba. Sí, le excitaba entrar en contacto físico con su amigo y no sentía que traicionaba su confianza, después de todo es algo normal. Si le gustaba su amigo, no estaba seguro, tampoco le daba importancia, no creía que el pelinegro cambie su opción sexual, si es que la tenía. Podría ser asexual, quien sabe.


Llegó a casa y fue recibido por su hermana menor quien se abalanzó sobre él abrazándolo. “Natsu, hacer eso es peligroso” dijo mientras acomodaba sus zapatos en la entrada, la pequeña restó importancia porque era la forma más genuina que tenía para demostrar su alegría por la llegada de su hermano. La madre, desde la cocina, reía y miraba de reojo a sus pequeños, cada cosa que ellos hacían la inspiraban en su trabajo. Shoyo anunció que tomaría un baño antes de cenar y prometió jugar con su hermana ese videojuego de carreras que tanto le gustaba.


Una vez en la tina dejó de pensar en todo, es mejor no preocuparse tanto por las cosas se decía a sí mismo de hacerlo, moriré joven. Dejando su mente en blanco, pasó el resto de la noche tranquilo, ayudando a su madre y jugando con Natsu. De rato en rato recordaba a Kageyama, no vaya a ser que se olvide de él y que le pase lo mismo que le pasó hoy. Ya mañana se verían y volvería a tener esas sensaciones bochornosas, volverían los abejorros, porque a pesar de no haber hecho una promesa de verse, sabía que se encontrarían. Con esa idea, y con muchas otras, se fue a dormir tranquila y plácidamente.


.


.


Tobio, quien ya había cenado y bañado, estaba recostado en su cama leyendo un libro relacionado a su carrera, no podía perder la costumbre en vacaciones. La lectura fue interrumpida por el molesto sonido del celular, era su senpai quien le había mandado un mensaje de texto.


                Mañana ayudas con las flexiones.


Le sorprendió lo escueto y directo del mensaje de Noya, pero no necesitaba de más, ya sabía la hora y el lugar. Estaba emocionado, ¿un poco, mucho?, son cosas que él no sabía medir, pero lo estaba. Por un momento tuvo la corazonada de que este mes de vacaciones sería bastante divertido, deseó que fuese así. Se fue a dormir recordando que aún no organizaba sus horarios para el próximo semestre.

Notas finales:

Nota:Sí, lo sé. No estuvo presente el ambiente de Express, pero ya aparecerá. Esto estuvo bastante “vainilla” porque estos niños son unos ángeles


Nota2: Las parejas “oficiales” y “secundarias” han sido actualizadas en el resumen. Todas tendrán alguito.


Spoiler: Aquí hablo de la familia Kageyama y —tecnicamente— inventó a los miembros de esta. A sí que te digo No, así no son ellos, la verdad no sé cómo son, pero si quieres aquí hay algo que aparece en el manga con algunas suposiciones de un user de Tumblr “aquí”. No leo el manga, solo me spoileo por sádica.


Explicaciones -o excusas baratas: Vengo a explicar esto porque puede pasarle a otra persona, como puede que solo me pase a mí. Creo que pasó mes y medio desde que publiqué el primer capítulo, las tres semanas siguientes no puede coger la computadora ni ver la televisión, había momentos en los que preferiría no mirar ni la pantalla de mi celular. ¿Razón? Una espantosa jaqueca de tres semanas —aunque no lo crean—. Mi única y muy efectiva solución fue escribir en un cuaderno, y aunque es invertir mucho más tiempo, les digo que es mucho más inspirador salir al aire libre y escribir, o simplemente escribir sentado en un sofá o en tu cama. La diferencia es notable.


Lo menciono no más por si alguien le pasa lo mismo, a mí me costó encontrar la solución.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).