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Express Café: Strippers por Nya1O

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Notas del capitulo:

Real y honestamente lamento la tardanza >_<! 


Espero no hayan olvidado el fic, porque no lo olvidé, tengo las ideas en esa zona llamada cabeza, solo que no el tiempo (más excusas baratas, al final)


Disclaimer: Los personajes de Haikyuu no me pertenecen, sólo la historia.

Sugawara se levantó segundos antes de que sonara la alarma activada en su celular. Era su primer día de vacaciones pero olvidó desactivar la alarma y, al parecer, su cuerpo se había acostumbrado a las clases matutinas. Aún tenía cosas que hacer en la universidad como recoger su boletas de notas del semestre que pasó, asegurar las clases del próximo semestre y entre otras. Su pequeña emoción —con algo de ansiedad— mientras se baña, alista y toma desayuno se debe a que ha quedado encontrarse con Sawamura.


A pesar de conocerse desde la secundaria, han tenido altibajos en su relación amical. Cuando el de cabellos plateados tuvo que posponer su ingreso a la universidad por varios problemas económicos ocurridos en su familia, no hubo momento en su vida para deprimirse acto que fue bastante admirado por Daichi. El azabache dedicó cada tiempo libre que tenía para visitar a Suga en el trabajo –de jornada completa, vale decir— y cuando ambos disponían de más tiempo libre, solían ir a comer o ver alguna película. Justo como en una cita solía pensar Suga. Siempre supo que alguna relación más allá de la amistad no se iba a dar, sabía de antemano —por propias palabras del moreno— que no era gay. Y aun así…


—Oh. Hola, Suga.


—Hola, Daichi.


Metido en su tren de pensamientos, Koushi había llegado a la universidad, y en la entrada veía a un tranquilo moreno con la boca llena de pan. Rio, rio con ganas.


—O-oye, no te rías así —Daichi retiró el pan de su boca con rapidez y limpió las migajas que quedaron regadas en su rostro.


—Lo siento, es que tenías una cara tan tonta —decía mientras se limpiaba las lágrimas.


—Tengo que desayunar acá, no me queda de otra. A diferencia tuya, no vivo tan cerca de la universidad.


—Sí, lo sé —sonrió—. Vine hasta acá caminando y aun así llegue a tiempo.


—Yo llegué antes —le sonrió con sorna Sawamura mientras se adentraban en el campus universitario.


La relación amical que tenían ahora es muy parecida a la que tuvieron en la secundaria y el año en que Koushi se dedicó a trabajar. Con la única diferencia que ahora, en su amistad, se incluía el sexo.


.


.


Hace dos años, cuando el de cabellos plateados ingresó en la universidad, pasó por los mismos juegos de bienvenida que se acostumbra hacer cada año. También se le fue asignado un compañero de segundo año —al igual que a Kageyama y Hinata—, quien le había mostrado el mundo de Express. Su compañero de segundo le explicó acerca de cómo se manejaba dicho lugar, los beneficios y ventajas, e hizo lo posible para convencerlo de trabajar.


—Suga, un chico como tú ganaría mucho en ese lugar. Se necesita alguien con esa aura refrescante que armonice el ambiente —le dijo en una ocasión cuando estaban solos en un salón de clases.


—Por más que me agrade el lugar, no me veo trabajando ahí —Koushi respondió con sinceridad.


—Sabes que el lugar es muy seguro. Tengo conexiones directas con pandillas que pueden resolver cualquier altercado de forma muy silenciosa —el senpai tocó con parsimonia la mejilla de Suga, trataba de ser los más dulce con él.


—Lo sé, Kuroo-san, pero por el momento no pienso trabajar ahí —Sugawara, algo extrañado por el contacto de su superior, dio por terminada la conversación y se dirigió a su casa.


No desconfiaba de su senpai, pero sabía que no iba a trabajar en aquel lugar.


Después de dejar a Kuroo en la facultad, Suga llegó a su casa decidido en centrarse en sus estudios y nada más que eso, pero antes de entrar vio un montón de recibos acumulados en la puerta de su hogar. La mayoría son de papá y los que restan son de mamá, revisaba cada uno: recibos de luz, cable, agua; estados de cuenta de diversos bancos; avisos legales de algún caso de su padre que aún no lo lograba entender. Al entrar, vio a su madre en la sala con más recibos sobre la mesa de centro y una calculadora en la mano.


—Mamá, aquí hay más —los dejó sobre la mesita mientras trataba de hacer alguna conexión visual con ella.


—Gracias, Koushi —la señora se quitó los lentes y se masajeó el entrecejo.


— ¿Está todo bien? —tenía miedo de preguntar, pero tenía que encarar la realidad: si hubo una primera crisis podría haber una segunda.


—La tienda ya no da para tanto, solo siguen viniendo las deudas del alquiler del local. Por más horas extras que haga tu padre en su trabajo, no se logra lo suficiente para toda la casa. Koushi, no le digas a tu padre que te dije algo de esto, estos son nuestros problemas y no deberías verte envuelto en ellos.


—Soy parte de esta familia, también me afectan —dijo mientras se sentaba al lado de su madre en el sofá y cogía una de sus manos con ternura—. Desde hoy me haré cargo de todos mis gastos, cualquier proyecto o trabajo que tenga que hacer correrá por mí cuenta.


—Pero Kou- —la madre intentó hablar pero fue interrumpida.


—No, mamá. Ya sé que quieres que me centre en mis estudios y no me preocupe por nada más, pero esta es mi realidad y tengo que adecuarme a ella.


—Pero, hijo, dónde vas a encontrar un trabajo acorde. Estas en primer año. Los trabajos de tiempo parcial explotan a sus trabajadores y les pagan una miseria a cambio de horarios flexibles.


—H-hay unos puestos dentro de la universidad —dudo en decir una mentira a su madre, no era su punto fuerte—. Los senpais me dijeron que si quería, podía trabajar en algún puesto como la cafetería, librería o fotocopiadora.


—Koushi, lo siento.


—Está bien, no se preocupen.


Al día siguiente, terminadas las clases, el de cabellos plateados fue directo a buscar a Kuroo, pero su clase había terminado antes de tiempo y ya no se encontraba en el salón de clases. Preguntó a algunos chicos si lo habían visto o si sabían dónde podría encontrarse, pero todos le dieron respuestas diferentes: el comedor estudiantil, en algún jardín del campus, en los baños. Nadie sabía con exactitud donde andaba porque era muy reservado en ese aspecto. Intentó entonces con la opción que una chica —la cual le respondió con ojos brillantes y mejillas sonrosadas—: los salones de primer año de la facultad de al lado. Justo la facultad de Daichi.


Al llegar a los salones de los novatos lo pudo encontrar, sentado en el suelo con libro en la mano. Daba la impresión de estar esperando a alguien, pero no era algo que podría asegurar. Se acercó decidido a pedir trabajo, pero no sabía cómo lo iba a hacer. Él no era el dueño del local, tampoco era quien se encargaba de los contratos o de seleccionar el staff, Kuroo solo era un cliente bastante regular. Sin embargo, el pelinegro se dio cuenta de su presencia y se dirigió hacia él.


—Suga, ¿qué haces acá? ¿Vienes por Daichi? —Preguntó una vez que lo alcanzó.


—N-no. Yo te buscaba a ti, Kuroo–san —vio que el mayor dudó un momento—. Pero si estás ocupado, puede ser más tarde. Solo que tiene que ser este día.


—Solo déjame mandar un mensaje y voy contigo.


Después del mensaje de Kuroo, salieron de la facultad en la que estaban y se dirigieron a una cafetería que se encontraba fuera de la universidad, exactamente, al frente del campus.


—Y, bueno, ¿qué pasó? —Kuroo empezó a hablar.


—El problema es que necesito un trabajo, uno con horarios flexibles y con buena paga —habló sin rodeos.


—Y me imagino que quieres trabajar en Express, ¿no?


—Sí, exactamente.


—¿Por qué tan de repente?


—Porque mi familia está pasando por problemas financieros y necesito ganar dinero sin descuidar mis estudios —le informó.


—No quiero ser entrometido pero explícame exactamente qué problemas, porque si necesitas mucho dinero tendrías que trabajar en los shows, si no es tanto puedes trabajar en recepción, en el bar o como camarero.


—La verdad es que necesito ganar mucho dinero, todos mis gastos relacionados con la universidad los pagaré yo. Lo único que dejaré a mis padres es la mensualidad.


—Entonces, será como stripper, pero dudo que vayas a desempeñar tal acción.


—Sí, solo llevaré puesto el liguero blanco, no podría hacer de liguero rojo —confesó Suga mientras las puntas de sus dedos índices chocaban. Kuroo pensó que su kohai tendría bastante acogida independientemente del liguero que usase.


—Está bien, vayamos directo a Express para que vayas conociendo cómo funcionan las cosas.


Se encaminaron al futuro lugar del trabajo de Koushi. Caminaron en silencio, Suga pensaba en cómo desempeñaría su trabajo o si tendría que aprender ciertas “cosas” antes de empezar a trabajar como se debe, mientras que Kuroo recordaba ciertas cosas que le había dicho el de cabellos plateados cuando recién lo conoció.


—Oi, Suga. Tú y tu familia ya habían pasado por problemas financieros hace un año, si no te molesta, me podrías que contar un poco de eso —pidió el mayor, sinceramente preocupado por su situación económica.


—No hay problema, Kuroo-san, pero hay cosas que no comprendo muy bien —miró al peli negro y este asintió para que continuara—. Antes que termine el colegio, mi padre trabaja, y aún trabaja, en una empresa de seguros de vida, no ganaba mucho, pero sí lo suficiente. Un día hubo cambio de presidente por un problema legal acerca de quién era dueño de la empresa y más cosas. Con el nuevo presidente, los salarios se redujeron y las horas de trabajo aumentaron, pero se dijo que sería momentáneo hasta llegar a la estabilidad de la anterior gestión. Aunque mi padre estuvo tentado a renunciar, el subdirector de la empresa le pidió que se quedara y formaran un sindicato dentro de la empresa para velar por los derechos de los trabajadores. Y así hizo.


…El presidente de ese entonces se enojó por todas las exigencias que hacían mi padre y el subdirector, abrió juicios contra ellos los cuales dijo que cerraría solo si ellos renunciaban a su cargo, porque si los despedía se vería como alguien autoritario y era una imagen que no buscaba.


…Pasaron muchos juicios, no sé cuántos ni los motivos exactos de ellos. Mi padre, al igual que el subdirector, se mantuvo firme porque creía correcto defender los derechos de los trabajadores. El trabajo dignifica pero no por eso se debe de maltratar, era algo que decía cuando venía cansado. Mi madre y yo nunca le reprochamos, su acción era noble después de todo, ¿no? En fin, el presidente de ese entonces se cansó de los juicios y de la empresa, la cual había bajado en ingresos, se retiró cediendo todo los problemas y deudas al subdirector. Llegaron a estabilizar la empresa, consiguieron nuevo personal y el sueldo de mi padre se incrementó. Sin embargo, la deuda de los juicios siguen viniendo y hasta hay demandas por acoso por parte del ex jefe. Eso es todo lo que tengo entendido. No sé si habrá alguna otra cosa involucrada.


—Ya veo —el de cabellos estrambóticos trataba de recordar si hubo algún incidente de esos con su familia—. Y cómo se llama la dichosa empresa y el ex director cobarde.


Suga rio ante lo último que dijo Kuroo.


—La empresa se llama Mafre, pero el nombre de ese hombre no lo sé —alzó la mirada y vio la fachada de la cafetería y las letras en grande: Express. Habían llegado.


Aún le parecía increíble cómo ese lugar tenía licencia para trabajar como cafetería. ¿Acaso los que inspeccionan no se habrán dado cuenta de la puerta secreta que había en la cocina? ¿No sospecharon que haya espacio de sobra? Después de todo solo usaban una pequeña parte del lugar todo eso pasaba por la mente de Koushi mientras entraba al lugar. Bueno, dicen que hay gente vinculada a los yakuzas, supongo que de esa forma se las arreglan seguía pensando hasta que entraron por completo a la verdadera zona de Express.


—Me imagino que conoces a Oikawa, aún es un novato pero es bastante querido por el público —mencionó el azabache sacando de sus pensamientos a Suga.


—Ah, sí. Ni siquiera está en mi facultad y sé perfectamente quién es —dijo con una pequeña sonrisa.


—Bueno, él me dijo que sería perfecto que trabajaras aquí —hablaba mientras caminaban a los camerinos que se encontraban detrás del escenario, zona donde el de cabellos plateados no había entrado antes—. Dice que eres el señor refrescante que necesitan aquí.


—¿En serio? No lo creo —no daba crédito a que alguien tan egocéntrico como él dijera algo como eso.


—Tendrá sus motivos y propios planes —explicó Kuroo, algo que más adelante entendería Suga.


Llegaron a los camerinos y el azabache le explicó que la mayoría de chicos —que eran los de ligueros blancos— compartían un gran cuarto con un ropero enorme con diversas prendas para que utilizasen en los espectáculos o con los clientes. Aquellos que tenían cuarto propio eran algunos que trabajaban bajo el liguero rojo; ya que cada uno puede decidir qué día trabajar con el color de liguero que más gustase, solo aquellos que llevaban buen tiempo con liguero rojo tenían cuarto propio. Y por supuesto, aquellos que se ponían un liguero negro tenían cuarto asegurado. Aun así, quedaban cuartos disponibles que era para los estudiantes que venían con sus parejas y decidían tener algún “tiempo de calidad”.


—Lo sé, es sorprendente lo grande que puede ser este lugar —la cara de sorpresa del de cabellos plateados no había pasado desapercibida para Kuroo.


El azabache sacó su celular, mandó un mensaje rápido y acompañó a Suga en su recorrido por el lugar, enseñándole todo los lugares habidos. De repente escuchó su nombre cuando se encontraban en el mini bar del local.


—Kuroo, recibí tu mensaje, ¿qué quieres? —Algo malhumorado se acercó el famoso Oikawa.


—¿Y ahora por qué estas de mal humor? —Preguntó burlonamente el pelinegro sin estar interesado en la situación porque intuía que era por Iwaizumi.


—Cállate y dime —volteó a ver al acompañante de su querido amigo—. ¡Lo convenciste! —Se acercó más a él—. ¿“Mr. Refreshing”, acaso este idiota te amenazó con matar a tu familia?


Dudó en responder, primero por escuchar el apodo que le había puesto y segundo por la ¿broma? que había hecho Oikawa acerca de Kuroo, no sabría decir si eran amigos o no.


—Pensé que te sentirías mejor si fueses guiado por alguien de tu mismo año. —Comentó Kuroo al ver la confusión de su kohai.


Ambos siguieron a Oikawa quien caminó sin decir palabra alguna. Sugawara había escuchado los rumores: el príncipe de la facultad, Oikawa Tooru, hacía las cosas por puro placer y no por órdenes dictadas por otros. En el fondo debe ser como un niño mimado pensaba Koushi sin malicia alguna mientras era guiado hacía los camerinos. Oikawa sugirió la idea de que empiece a trabajar como camarero pero usando prendas llamativas y “excitantes” para así conseguir más propina ya que aún le faltaba aprender a “desenvolver su cuerpo”. Le informó que los novatos se reúnen a practicar y ensayar presentaciones todos los días a partir de las cuatro de la tarde


—¿Es seguro que obtendré más dinero bailando en la tarima? —Preguntó, sinceramente, desconfiado de la situación.


—No siempre es seguro, Suga-chan. Por eso se te pagará un poco más en administración.


Oikawa volteó el rostro para ver a ambos chicos conversando. Kuroo explicaba la forma de pago, qué días era y cuánto. El de cabellos castaños posó su mirada en Suga, lo miraba con algo de admiración y, talvez, envidia. Así que él trabaja por necesidad pensaba Tooru cuando volvió la vista hacia el gran ropero con ropas de Express, Iwaizumi siempre le reclamaba que él trabajaba por diversión mientras que otros que realmente necesitaban, no ganaban tanto porque él acaparaba toda la atención. Comenzaba a enojarse. Siempre le molestó que su amigo de infancia hiciera esos comentarios acerca de su trabajo, no es mi culpa que los otros no tengan mi atractivo pensó mientras sacaba la prenda que Koushi usaría ese día.


Suspiró antes de voltear, tenía que mantener la compostura. Siempre genial, siempre Oikawa Tooru.


Suga lo miraba extrañado, aunque su compañero estaba de espaldas podía sentir el pesar en su espalda. Kuroo no daba importancia, a pesar que lo notaba, ya conocía esos caprichos entre ese par.


—¿Qué te parece empezar con este conjunto? —Oikawa llamó la atención de ambos mostrando la dichosa prenda.


Koushi tragó hondo, aunque el traje en sí no mostraba mucha piel, no podía visualizarse usándolo, pero no podía retractarse. Kuroo asintió y alzó la mano como signo de aprobación. El azabache guio a su kohai a administración, era una pequeña oficina que se ubicaba en el segundo piso al lado del cuarto de sonido. Sin haber nadie en la habitación, Kuroo se permitió entrar, encender las luces y sacar una hoja del escritorio.


—Pensé que… —hasta donde tenía entendido Suga, todo el lugar era administrado por el profesor Ukai y sus allegados: sus amigos de secundaria y su pareja, el profesor Takeda.


—Sugawara, Ukai-sensei no estará eternamente en el cargo —habló tranquilamente adivinando el pensamiento del menor mientras buscaba un lapicero en los otros cajones—. Quien le suceda tiene que ser alguien que esté ligado a alguna familia yakuza. En este caso, mi primo Akiteru parece ser la mejor opción —le entregó los objetos para que el menor llene con sus datos—. Después que él salga, aparentemente, el cargo sería mío. Todo ya está decidido.


Kuroo sonrió, a cualquiera le hubiese parecido que escondía cierta maldad en aquel gesto, pero Suga sabía que no era eso, talvez escondía un pesar o talvez esa era su forma de sonreír. Tetsuro siguió informando los detalles al nuevo empleado, le dio a conocer que la hora de apertura era a las seis de la tarde, pero él tenía que llegar media hora antes para los últimos estiramientos y arreglos que se den antes de salir a escena.


 


Y ahí estaba. Vistiendo una especie de leotardo color rosa pálido sin mangas, lo suficientemente “ancho” en la parte baja para cubrir su miembro y parte de sus nalgas. Lo más curioso de su traje era poseer un cierre en la parte posterior formando un escote, según Oikawa, para que vaya coqueteando con algún cliente, tenía que usarlo “sabiamente”. Para complementar su vestimenta, como calzado llevaba unas botas negras hasta las rodillas, con un poco de plataforma para “realzar la figura”.


Empezó a caminar con la intención de anotar los pedidos. Dar el primer paso, no fue tan difícil, y así el segundo, el tercero, cuarto y quinto paso. El sexto paso fue un poco más complicado, estaba más cerca del público, pasar entre las mesas, sintiendo las miradas sobre él. Se sentía avergonzado y deseado al mismo tiempo. Las miradas deseosas, los piropos algo subidos de tono no era nada comparado al sentir las manos posarse en sus muslos, sentir los billetes ser depositados en su listón blanco ubicado en su muslo derecho, y sobretodo, sentir las manos pasearse por su cuerpo. Pero caminó, tenía un trabajo por cumplir. Al menos no tenía miedo que alguien se “sobrepasase” con él, por política del club se tenía que pedir permiso a los trabajadores para dar alguna nalgada, pellizco o un beso, las consecuencias no estaban escritas ni eran dichas por nadie, sin embargo, ningún cliente se atrevía a desobedecer las implícitas reglas.


Koushi divisó a su amigo sentado con el kohai que le había tocado por instruir. No dudo en acercarse. Sabía de antemano que Daichi no lo rechazaría por trabajar ahí, que su amistad no se basaba en leyes morales ni nada parecido.


—Hola, chicos. ¿Qué les traigo? —habló con ligera coquetería llamando la atención de sus compañeros.


Al alzar la mirada, encontró la de su querido amigo. Había mucho por procesar. Koushi usando aquellas ropas daba a entender que trabajaba ahí, Sí, entiendo. Esa ropa tan ceñida a su cuerpo le quedaba muy bien, Sí, se ve bien. Habían otros chicos —incluido su kohai— mirándolo, No, eso no me agrada. No sabía que trago iba a pedir, ¿Qué es un trago? Al ver que el silencio se prolongaba lo suficiente para llegar a convertirse en uno incómodo, Iwaizumi no demoró en tomar la palabra


—¿Eres amigo de Sawamura? —preguntó obviando apropósito los honoríficos respectivos.


—Sí —respondió alegremente mientras que el menor fruncía el ceño tratando de controlar su sonrojo—. Oi, Daichi, ¿estás bien?


—S-sí —respondió avergonzado por su silencio—, solo quedé un poco sorprendido —dijo rascándose el puente de la nariz—. ¿Trabajas aquí?


—Si no por qué estaría vestido así —dijo Iwaizumi en tono sarcástico


Sugawara rio, era divertido ver a Daichi confuso. Es lindo pensó mientras ambos chicos le indicaban los tragos que iban a tomar.


—El chico es guapo, queda bien con el lugar —opinó el moreno cuando el de cabellos plateados se alejó, pero le siguió con la mirada.


—S-sí, se le veía muy bien —respondió mientras miraba a otro lado, tenía que hacerlo porque si lo veía por mucho tiempo podría “despertar” algo.


—Lástima que es liguero blanco.


—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó algo fastidiado.


—Sabes a lo que me refiero, senpai. Un baile privado de él no es tan mala idea —respondió sonriendo de medio lado, imaginando.


—Estás hablando de mi amigo, Iwaizumi —contestó desaprobando los pensamientos que se alojaban en su cabeza—. Nos conocemos desde la secundaria.


—¿Y qué? Conozco a Oikawa desde que somos niños y no me importa con quien se acueste.


—Suga es como un hermano para mí, ¿sabes? Además, a ti no te importa con quién se acuesta Oikawa porque no conoces a esos tipos, y no los quieres conocer, ¿no? —decía mientras miraba a su compañero, sabía que estaba diciéndole la verdad.


El novato miró a otro lado entre molesto y avergonzado por saberse descubierto por su senpai. Pero la verdad era un poco diferente, en realidad sí sabía con quién se acostaba su amigo de infancia.


Sawamura dividía su atención entre el espectáculo presente de la tarima y a los lugares a los que Suga iba con ese ajustado leotardo. Temió que en algún momento Koushi voltee y se encuentren sus miradas, pero aun así lo seguía detenidamente. Concentrado en aquella labor, no notó que Iwaizumi se disculpaba para ir al baño y que otra persona venía y se sentaba justo a su lado.


—Si no te das prisa alguien más podría tomarlo, Sawamura-kun —dijo en tono burlón.


El mencionado volteó el rostro para encontrarse con esa persona poco agradable para su persona. No es que hayan tenido algún altercado en su vida, solo que mantenían cierta rivalidad desde la secundaria. Y a pesar de que estudiaron en escuelas diferentes, en las competencias inter escolares, siempre se encontraron y llegaron a reconocerse como dignos rivales. Y ahora se encontraban en Express.


—Kuroo —dijo a modo de saludo—. Tú qué sabes —habló con cierta altivez—, Suga no es de esos chicos a los que tú debes de estar acostumbrado.


—Es cierto —respondió hablando con el mismo desdén—. Me costó mucho convencerlo para que se una a Express, pero finalmente está aquí y es agradable para la vista —agregó lo último mirando desafiante al azabache.


Dicho lo último, el de cabellos extravagantes se retiró sin despedirse dejando a Sawamura enojado con todos y con él mismo. Kuroo hizo lo que hizo por una buena causa —se decía a sí mismo—, después de todo no podía evitar ayudar al adorable kohai que le había tocado.


Le quedó el mal sabor de la conversación que tuvo con Kuroo toda la noche. Siguió vigilando cada movimiento del de cabellos plateados, vigilando que nadie se sobrepasase con él, pero no pasaba nada, lo único que notaba eran las miradas cargadas de deseos que le mandaban. La gente no sabe disimular pensaba mientras tomaba su bebida. Sentía que tenía el deber de proteger a su amigo de infancia.


Cuando se anunciaba que el lugar ya iba a cerrar, Sugawara se acercó nuevamente a los sitios de Sawamura e Iwaizumi, solo se encontró con el primero puesto que el kohai ya se había retirado a ver a otra persona. Hablaron un rato, olvidando el lugar donde se encontraba, hablaban como los buenos amigos que eran, pero otro anuncio hizo recordar al de cabellos plateados que tenía que ir a cambiarse e irse, ya se anunciaba el cierre de Express por ese día.


—Ya me voy a cambiar, nos vemos mañana —anunció


—Te acompaño —respondió el azabache con determinación en su mirada.


Daichi acompañó a Sugawara a los camerinos, a pesar de la negativa del de cabellos plateados, el moreno sentía la necesidad de estar ahí. Llegaron a la gran habitación que compartían todos los ligueros blancos. Los que estaban allí, al verlos llegar, comenzaron a murmullar y a los pocos segundos fueron saliendo de la habitación ya cambiados. A Sawamura le pareció extraño aquel comportamiento de los nuevos compañeros de su amigo, sin embargo este último no se había percatado del asunto, estaba más ocupado buscando sus ropas.


—T-te vas a cambiar aquí —se sobresaltó el azabache al ver a Koushi bajar el cierre de su traje.


La piel blanca era adornada por el color rosa pálido del leotardo, ninguno de los colores se sobreponía, más bien armonizaban. Daichi suspiró abochornado y miró a otro lado.


—Te dije que es el único lugar que tienen los ligueros blancos para cambiarse —respondió mirando a su alrededor para ver a sus compañeros, pero se dio cuenta que habían quedado a solas.


La vergüenza se hizo presente en ambos.


Sin emitir más palabras, Suga siguió abriendo el cierre del traje, dudaba en hacerlo debo de darme la vuelta pensaba pero recordaba las “sabias” palabras de su querido colega Oikawa: podía usar el traje para coquetear. Bajaba el cierre lentamente, tan lento que hasta a él le parecía eterno, no se atrevía a levantar la mirada. El final del cierre se ubicaba arriba de su ombligo. Fue cuando sintió las manos de Daichi sobre él.


Sawamura había decidido participar seducido por la coqueta blanca piel que, a sus ojos, brillaba para atraerle. Situadas sus manos en los hombros de Sugawara, fue quitando la prenda de a pocos, deslizaba la tela por los brazos finos de su compañero. No recuerda en qué momento le indicó que se diera la vuelta, solo escuchó un “de acuerdo” y vio a Suga darle la vista de su espalda. Tuvo la tentación de pegarse a su cuerpo, era una pequeña costumbre que tenía al ver un cuerpo desnudo, pero se tenía que controlar. No era el momento, no era el lugar.


Terminó de retirar la prenda de la parte superior del cuerpo de su amigo, no se animaba en terminar la labor, Koushi tampoco hacía movimiento alguno. Ambos esperaban algo que no pasaba. Daichi, en su curiosidad, sujetó las caderas del de cabellos plateados; el del lunar sintió un calor en sus partes bajas por el contacto. El pelinegro adentró sus pulgares en la prenda haciendo contacto directo con su piel, sujetó la vestimenta y la bajó hasta la mitad de sus muslos. Al ver la ropa interior de Suga, aunque la prenda era pequeña sintió un poco de decepción, por un momento deseó que estuviese usando algo más atrevido.


—G-gracias —dijo Koushi con un hilo de voz, ya no se atrevía a voltear, sentía el rostro hirviendo—. C-como es la primera vez que uso esto… eh, bueno, la ropa estaba muy ajustada y… gracias.


—Sí, eso —respondió sin convencerse de haber hecho lo que hizo por “esa” razón.


Sugawara suspiró y procedió a quitarse lo que restaba, por lo que tuvo que inclinarse y exponer su parte trasera. Sawamura sintió de nuevo las ganas de restregarse contra aquel cuerpo pero se contuvo, en unos minutos su amigo estaba listo con las ropas casuales a las que estaba acostumbrado a verlo.


—Te acompañaré a casa —anunció Daichi antes de salir de los camerinos.


—No es necesario, Daichi —respondió con una pequeña sonrisa por la caballerosidad de su amigo—. Yo vivo cerca, en cambio tú…


—Sí, pero quien sabe cuántos de los clientes que atendiste hoy estarán merodeando por ahí. Por hoy me quedaré en casa de Asahi.


—Bueno.


Al salir a la calle, se dieron cuenta que no eran los únicos que tomaban esas medidas: Oikawa era acompañado por Iwaizumi, quienes aparentemente iban discutiendo; Matsukawa y Hanamaki iban detrás del primer dúo, ambos trabajaban en el bar; Aone, de segundo año quien frecuentaba el bar acompañaba a Futakuchi de primer año que también trabajaba como liguero blanco. Y porque no todos eran estudiantes, también divisó, ya a lo lejos, a dos adultos que eran conocidos por ser amigos del profesor Ukai, y al mismo Ukai-sensei cerrando con llave el local acompañado por su pareja quien era Takeda-sensei.


Entonces es verdad que en este lugar encuentras a tu alma gemela reflexionó en un momento Sawamura pero se sonrojó al pensar en Suga como el amor de su vida. Avergonzado miró de reojo al de cabellos plateado, él solo estaba preocupado en subir el cierre de su chaqueta y evitar un indeseable resfriado. Decidió dejar su pensamiento en el pasado y caminar junto a él, acompañarlo.


—Y aquí estamos, Daichi —dijo Sugawara al estar frente a su casa.


—Bueno, de aquí me voy a la casa de Asahi —respondió el pelinegro.


—No tenías que hacer esto, sabes. No hubo peligro alguno en todo el camino.


—Solo fue por precaución, Suga. En fin, nos vemos mañana.


El despido, algo falto de afecto, fue agradecido por ambos. La situación anterior, en los camerinos, estaba bastante fresca en su memoria, y aunque fuera de Express se comportaron como usualmente lo hacen, fuera de la vista de su “amigo” no podían evitar entrar en “calor”. Excepto Daichi, él iba a dormir en casa de Azumane y no podía ir con ese tipo de calores.


Los días, meses siguieron y cada que Sugawara terminaba su turno, era acompañado por Sawamura a los camerinos. Aquellos momentos, casi siempre encontraban el lugar desolado o si se encontraban con alguien usualmente salían a paso apresurado. Daichi por momentos pensaba que se trataba del alguna tregua pero olvidaba cualquier pensamiento cuando veía a Suga con poca ropa pidiéndole ayuda para cambiarse. Daría lo que fuera por poder pasear sus manos por aquel cuerpo como se debe, como él quiere. No quería indagar las razones por las que Koushi permitía que le retire la ropa, no quería estropear la situación y que su relación actual se enfríe. ¿No es mejor seguir la corriente? pensaba para sí cuando le asaltaba la duda acerca de su sexualidad, de su amistad con Sugawara, acerca de todo.


Sin embargo, todo su autocontrol se fue a la mierda cuando vio a su amigo hacer su primer espectáculo de baile en la plataforma. Suga bailaba junto a otros dos chicos, pero Daichi podía jurar que solo estaba el de cabellos plateados. Cuando escuchó a Iwaizumi y a Asahi comentar lo bien que se veía Sugawara en aquel pequeño short negro y botas con tacón junto a un gorro de marinero blanco, algo en su interior fue golpeado. La sensación de una especie de fuego creció en su pecho y se reprodujo en su rostro el cual estaba rojo, no por vergüenza pero sí por molestia, celos.


“Sí, celos” se dijo en un momento cuando el show había acabado y veía como algunos hombres se acercaban y posaban sus manos con clara intención de pedir “algo más”. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que sintió aquella sensación. Sensación para nada agradable. Tenía que distraerse, ir a otro sitio y alejarse de la imagen de un Suga sensual que era asediado por otros hombres. Aunque ninguno de ellos lo conoce como yo, nadie podría llegar a donde yo… detuvo su pensamiento cuando se dio cuenta que él no era el primero en tocar la piel de Koushi, tampoco iba a ser el último. Ninguno de los dos era completamente inocente y puro. Sawamura se encaminó a la sección de bar para pedir el trago más fuerte y “calmarse” un poco.


Sugawara quiso hacer contacto visual con su compañero, buscando de alguna manera su aprobación acerca de su performance de ese día, pero solo alcanzó a verlo en la barra, dándole la espalda al escenario. Fue ciertamente un impacto para el joven de cabellos plateados, la culpa se instaló en él y la idea de trabajar en un lugar como Express le pareció indignante. Separándose de quienes los asediaban, se dirigió a los asientos de Iwaizumi y Azumane, ambos le felicitaron el buen trabajo que había hecho, fue el morocho quien se atrevió a decir que también se vio muy sensual en la tarima. Aunque Suga haya querido sentirse aludido por el comentario, su cabeza solo pensaba en Daichi y en la opinión que tenía acerca de lo que acababa de hacer.


—A Sawamura también le gustó el show, solo que está impactado porque no está acostumbrado a verte de esa manera —le dijo Asahi en el momento en que Iwaizumi tuvo que retirarse para “atender” a su amigo de infancia en una de sus rabietas, quedando ambos a solas.


—Lo sé, Asahi… solo que él no suele ser así de indiferente conmigo… eso es lo que me extraña —respondió con el semblante triste, hubiese deseado poder contarle más cosas a su amigo, pero por el momento tenía que guardarse todo.


Siguió su camino hasta la barra donde Daichi seguía dando la espalda al público. Tocó el hombro de su amigo con delicadeza y llamó a su nombre con suavidad, todo con el propósito de no alterarlo más. Por el contrario, el azabache no lo recibió de esa manera, sintió aquel acto y aquel susurro como una invitación a la lujuria. ¿Suga lo estaba seduciendo? No lo creía, pero ya su cuerpo estaba al límite, demasiados estímulos en una sola noche. Cogió a su compañero por la muñeca, la cual le pareció más fina que otras veces, y lo llevó hasta los camerinos. Koushi vio en aquellos ojos una lujuria que nunca antes le había visto, ya anticipaba lo que pasaría.


Entrando a los camerinos, Daichi pasó de largo el cuarto destinado a los ligueros blancos, caminó hasta llegar a una habitación vacía, entró y cerró la puerta con seguro. La habitación levemente iluminada estaba acomodada con una cama de al menos plaza y media —suficiente para dos personas—, al lado se encontraba una mesa de noche con un solo cajón con los implementos necesarios para cualquier “actividad” y encima de esta, una lámpara con la fuerza de luz suficiente para iluminar tenuemente el lugar.


Al separarse una vez dentro de la habitación, se contemplaron por unos segundos. Se midieron con la mirada, querían ver la duda en los ojos ajenos para así dar marcha atrás a todo eso que no sucedía, todavía. Sugawara solo miró lujuria en aquellas retinas oscuras, tanta lujuria que lo avergonzó y su rostro enrojeció; Sawamura lo tomó como un pase a la acción.


Arrinconó a Koushi en el regazo de la cama, posó sus manos debajo de sus pequeños pectorales y atacó su cuello con besos salvajes.


—Ah… a-ah —jadeó Suga al ver a Daichi “atacarlo” de forma tan repentina.


El de cabellos plateados sabía que tenía que negarse, pero no podía, la forma en que el pelinegro jugaba con sus pezones lo hacía sentir demasiado excitado, mareado. Sugawara hizo el intento de querer quitarle la polera a Daichi, pero cuando este se dio cuenta de la intención se la quitó sin pudor alguno, mostrando su buen esculpido torso a quien era su más cercano amigo. Koushi sintió la necesidad de manosear esa parte, pero fue impedido porque Sawamura ya intentaba quitarle el pequeño short que llevaba puesto.


—Está demasiado ajustado —dijo al tratar de bajar la prenda por las caderas de su ¿amante?


—Es el sudor —se excusó Suga—, se pega al cuerpo y… —en ese momento Daichi encontró la forma de bajar el short, pero a su paso se llevó su ropa interior y el liguero blanco que se situaba en el muslo derecho.


Se quedaron estupefactos. Sugawara estaba completamente desnudo (los zapatos ya habían caído en algún lugar de la habitación). Su miembro, semi despierto hasta ese entonces, comenzó a erguirse con prisa hasta quedar completamente erecto.


—Te gusta que te miren, ¿no? —sonrió de medio lado con burla.


—Ca-callate, Daichi.


Fue entonces que Sawamura cayó en la cuenta que estaba frente a un cuerpo masculino. Nunca antes había visto un pene erecto ajeno de una forma tan vívida como en ese momento. Su vista se centró en ese falo erguido que se movía tímidamente. Se le antojó saber todas las reacciones que tendría Suga al tocar su miembro. Fue acercando su mano con un poco de temor, cogió el pene con delicadeza, con temor de ser muy brusco con su amigo se infancia. Siempre lo vio de manera delicada, siempre con ese cuerpo tan delgado. Con suma delicadeza apretó el miembro, Suga gimió de placer, había fantaseado con ese momento tantas veces, la realidad era mucho más placentera. Daichi tradujo el sonido como dolor y de forma inmediata aflojó el agarre, pero comenzando a mover lentamente, de arriba abajo. Alzó la vista y se encontró con el rostro ruborizado de Suga, sus labios más rojos de lo normal y la respiración alterada. Él sintió que su entrepierna comenzaba a despertar, pero la ignoró para seguir con su labor. Siguió moviendo su mano de forma lenta, siempre con cuidado.


—Ah, Daichi —dijo de repente el de cabellos plateados, pero más por placer lo dijo por incomodidad—: N-no seas así c-conmigo, Daichi —Sawamura alzó el rostro viendo a Koushi, sorprendido por la queja de su amigo—. Soy un hombre y… —volvió a hablar mientras dirigía su mano a la entrepierna del azabache, metía la mano en el pantalón y sacaba el miembro ya erguido, seducido por la coqueta mirada de Sugawara, había terminado por “despertar” —… no soy tan delicado —finalizó apretando el falo ajeno y empezando a masturbar.


La mano de Koushi se movía con cierta rudeza, la suficiente para encantar a Sawamura. El azabache acomodó las piernas contrarias sobre las de él, en esa posición pudo juntar ambos miembros y empezar la labor de darse placer manualmente. Sugawara se sentía mareado, el miembro caliente de Daichi más la rudeza de las manos ajenas le daban una muy agradable sensación. Apoyó sus brazos alrededor del cuello del moreno, tenía su cabeza posada en su hombro derecho soltando toda clase de gemidos que llegaban directo a la oreja del azabache.


Movido por aquellos obscenos sonidos, llevó su mano libre a la parte trasera del de cabellos plateados, tanteó las blanquecinas nalgas. Tan esponjosas pensó mientras las manoseaba. Su mano siguió el recorrido hasta llegar a la “entrada”, quiso presionar pero fue interrumpido por su compañero.


—¿A-acaso piensas llevar esto hasta el final? —preguntó Suga alejando ambos cuerpos deteniendo todo tipo de acción.


Se volvieron a mirar, querían comunicarse solo por medio de las retinas. No encontraron duda alguna en los ojos opuestos.


—Sí —respondió Daichi motivado por la lujuria.


Sugawara se levantó de la cama dejando a un sorprendido Daichi sentando. El de cabellos plateados se dirigió a la mesa de noche, abrió el cajón y sacó un pequeño frasco, cuando dio la vuelta se dio cuenta que era observado por el moreno y que su miembro estaba erecto y rojizo en la punta. Daichi es más pervertido de lo que pensé se dijo así mismo mientras se sentaba nuevamente en el regazo de la cama.


—Tenemos que usar lubricante, Daichi. Sé que es tu primera vez con un hombre, así que… —no terminó la frase porque comenzó a abrir el frasco mientras vertía el líquido entre sus dedos—. Una vez que están húmedos por el líquido tengo que introducirlos y dilatar la entrada —continuó su relato, se había dado cuenta que producía un efecto en el azabache, su miembro se movía y comenzaba a gotear con solo escucharlo relatar.


Cuando ya no hubo nada más por decir solo le quedó introducir sus dedos, pero la vergüenza lo volvió a asaltar, dudaba de hacer aquello frente a quien consideraba su mejor amigo. Sin embargo la atenta mirada de Sawamura le hizo perder vergüenza alguna y dio paso al deseo. Llevó su mano a su parte posterior y de a pocos fue introduciendo sus dedos. Daichi podía ver claramente como los gestos de Koushi cambiaban por la excitación, como su pecho comenzaba a subir por la agitación que tenía producto de la masturbación, la saliva que se escapaba de su boca y caía por su cuello, los sonidos se hacían cada vez más sonoros. Todo aquel delicado y blanquecino cuerpo comenzaba a adquirir un enrojecimiento en ciertas áreas. No, rojo no es, es rosado pensó mientras seguía admirando la silueta de su amigo, los pezones, las rodillas, los hombros, sus orejas, sus labios, todo está de color rosado. Fue ahí cuando sintió que su miembro estaba a punto de “estallar”, la sola imagen de aquel cuerpo lujurioso lo llevaba a ese extremo.


Viendo que no aguantaría más, cogió las caderas con la intención de posicionar su miembro en la ya dilatada entrada. Fue entonces que Sugawara retiró sus dedos. No había necesidad de explicación para lo que se avecinaba. De un solo movimiento, Daichi logró entrar por completo. “Muévete, Daichi” le dijo en un tono muy sugestivo, el azabache no tardó en empezar el vaivén de caderas. Se sentía demasiado bien el interior de Koushi, cada vez que se introducía más a fondo, la estreches con la que su falo era recibido le hacía querer terminar. Sugawara usó sus piernas para abrazar la pelvis del moreno y así poder sentirlo más dentro de él, sus brazos alrededor de su cuello atrajeron su cuerpo al suyo. Quería sentirlo parte de él, que estaban unidos, porque posiblemente no se volviese a repetir todo eso que estaba viviendo esa noche.


—A-ah, Daichi —soltaba entre sus gemidos el de cabellos plateados—. Se siente muy bien.


—Suga, e-eres tan e-estrecho —decía con dificultad pero con claro placer en su rostro.


Se movía con dificultad. Comprobó que el sexo que venía practicando no era igual el sexo anal que en ese momento practicaba. Las sensaciones le parecieron más placenteras, podía decir que su falo estaba más erguido que otras veces, que la necesidad de llenar todo el cuerpo de Koushi aumentaba en cada estocada. Y posiblemente porque era con Suga con quien lo hacía.


Sawamura buscó los labios de Sugawara, unidos por un beso lujurioso y dulce, Koushi soltó unas lágrimas de placer, felicidad, amor.  Daichi se encontraba en la recta final, pero fue el del lunar el primero en venirse. Abrumado por todas las sensaciones placenteras que en ese momento invadía todo su cuerpo, arqueó la espalda rompiendo el beso, el azabache, con ganas de ocupar sus labios, besó con fuerza el cuello que ante él se exponía. Apretando en su interior el miembro de su amante de ese día, Sawamura no aguantó y expulsó su esencia, llegando al tan placentero orgasmo.


Daichi, quien abrazaba posesivamente el delgado cuerpo de Suga, y este que aún tenía sus piernas enlazadas sujetando la cadera del azabache, ambos fueron aflojando el agarre. Ahora ya tranquilos por haber alcanzado el punto máximo de excitación se dejaban caer en la cama, uno al lado del otro, ambos miraban el techo. Pensando, reflexionando, ideando las palabras exactas después de aquella situación, después de haber tenido sexo con su mejor amigo.


—Hay duchas al fondo del pasadizo, Daichi —indicó Suga rompiendo el silencio formado.


—Pero…


—También hay batas en el armario del cuarto.


Sintió hostilidad en las respuestas de su amigo. Volteó el cuerpo, apoyó su codo en la cama y su cabeza, en el puño que hacía de soporte. Sugawara se percató de la acción y aun así no se movió de su sitio, nadie podía obligarlo a afrontar aquella realidad. Al ver que no iba a reaccionar, solo lo siguió mirando, de pies a cabeza, ahora podía ver qué le gustaba el cuerpo de su amigo: sus delgadas piernas, su estómago ligeramente marcado, las blanquecinas manos, su pequeño pecho adornado por un par de lunares, su lujurioso cuello, sus coquetos labios,... todo le excitaba.


Se levantó en busca del armario del cual no se había percatado en su entrada, en ese momento Koushi pudo ver el trasero de Sawamura, es pomposo pensó mientras se sonrojaba y apartaba la vista y la devolvía al techo. Cuando el pelinegro encontró el mueble, lo abrió y efectivamente encontró dos batas perfectamente colgadas, sacó ambas sin estar completamente convencido de querer ir a bañarse. Regresando a la cama no pudo evitar mirar de nuevo ese cuerpo cubierto por las sábanas pero aun así…


—Suga, me gustó hacer esto contigo —dijo de repente sentándose en la cama y dejando las batas al filo de la misma. Los ojos del mencionado se abrieron en sorpresa por lo mencionado, pero aun así no le dirigía la mirada—. No sabía que el sexo entre hombres fuese así de bueno —su corazón empezaba a latir con más fuerza, su cabeza le decía que tenía que calmarse—. A esto se le llama ser amigos con beneficios, ¿no?


Al fin y acabo es Daichi pensó con cariño mirando al moreno. Sawamura podrá verse como alguien maduro y decidido, y aunque lo era, demoraba en procesar temas como aquellos que involucran los sentimientos. Siempre vio como las chicas luchaban para que el azabache las entendiese. Han vivido tantas cosas los dos juntos.


—Sí, Daichi —dijo mientras posaba su mano en la mejilla del más alto. No se arrepentiría, el sexo es mucho más placentero comparado al sufrimiento del amor unilateral—. Hacer esto ocasionalmente está bien, se siente muy bien ¿no?


La mirada erótica que le dedicó el de cabellos plateados hizo efecto en todo su cuerpo, sobretodo en aquella parte baja. Esa noche lo hicieron por segunda vez. Fueron los últimos en salir del local aquella noche. En los días siguientes nadie preguntó nada acerca de lo sucedido, ni siquiera Iwaizumi ni Azumane que los habían estado acompañando esa noche, todo por orden de Kuroo, que al enterarse mandó a todos a que guardaran el secreto.


Y así siguió el primer, segundo y tercer año de Sugawara, teniendo sexo con Sawamura ocasionalmente. Hubo meses en que paraban su actividad debido a que uno de ellos se envolvía en alguna relación sentimental, la cual nunca pasaba los cuatro meses. “Inestables”, les decían pero no les importaban ya que tenían unos brazos a los cuales regresar; “Inmaduros”, hablaban otros pero no hacían caso porque tenían una boca de la cual ocuparse; “Tercos”, decían sus amigos más cercanos y aunque les afectaba un poco, solo querían envolverse en esa cálida piel que se exponía cuando más lo necesitaban.


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Caminaron hasta llegar a sus respectivas facultades, una al lado de la otra, como hermanas. Se despidieron acordando que el primero que terminase con el papeleo fuese a ver al otro, después se encontrarían con Asahi y harían algo los tres juntos, como los buenos amigos que eran.


Daichi no demoró en los papeleos de su facultad, siempre eran rápidos a comparación de la escuela de estudios vecina. Mientras tanto, Sugawara pasaba de oficina en oficina conversando con los profesores y escoger sus horarios de acuerdo a lo que oía. En su camino, el de cabellos plateados se encontró con su buen amigo.


—Asahi, no pensé que Noya te dejaría levantarte —dijo Suga a modo de saludo.


El grandote se sonrojó, aunque ha escuchado esa clases de comentarios desde siempre, para nadie era un secreto que su querido novio era sexualmente enérgico, aún no se acostumbraba y terminaba avergonzado.


—Hoy se va a quedar conmigo —respondió avergonzado.


—Correcto —agregó Koushi mirándolo con picardía, si el pobre de Azumane supiese que su pareja le contaba cada cosa que hacían.


—Y, ¿viniste con Daichi? —preguntó más serio el de cabellos marrones.


Ambos se miraron. Era con ese incondicional amigo, Azumane Asahi, a quien le había confesado todos esos sentimientos que tenía por Sawamura. Solo a él le había contado cómo es que llegaron a convertirse en “fuck-friends”, cómo él prefirió el sexo antes de confesar todo lo que sentía a su mejor amigo. Asahi lo escuchaba atentamente, era lo único que podía hacer, no se imaginaba lo que pudiese sentir su amigo, no se podía imaginar a Noya rechazándolo cuándo él se le confesó. Sí, lo admitía, sentía mayor conexión con Suga, no es que su amistad con Sawamura fuese banal, solo que, también lo admitía, le daba miedo hablar estás clases de cosas con él. Y es esa la razón por la que no ha hecho ningún comentario con el azabache, teme que lo mire de esa forma tan gélida con la que usualmente lo mira cuando hace algo mal.


Recuerda cuando se corrió el rumor de que él y Sugawara estaban saliendo, recuerda muy bien cuando Noya se enteró, pero su querido no hizo escándalo, escuchó todo lo que tenía que decir pacientemente. En cambio, Daichi tomó su distancia, lo miraba molesto casi a diario hasta que él fue, y discretamente le dijo que no había nada y que solo eran los buenos amigos que siempre han sido.


—Voy a comprar una botella de agua —anunció de repente Suga al sentir ya la sed, sabiendo que los trámites durarían antes de llegar a su turno.


Saliendo de las oficinas, caminando por los pasillos en busca de alguna máquina expendedora, encontró a Sawamura subiendo por las escaleras conversando con una chica: Michimiya Yui. Michimiya era amiga de Daichi desde la escuela media, era su más cercana amiga y solía ser bastante cariñoso con ella. Pero al contrario de sentir celos o amargura, Sugawara la apreciaba, entendía por qué el moreno se llevaba tan bien con ella, y entendería si en algún futuro ellos dos iniciasen alguna relación romántica.


Fingió no verlos y siguió su camino por el pasadizo. Por el contrario, ambos jóvenes que ya habían subido todos los escalones lo notaron, aunque Michimiya, por un sexto sentido o por instinto femenino, percibió algo diferente en esa persona que pasaba, lo siguió un momento con la mirada, pero le restó importancia sabiendo que si Suga tuviese algún problema y necesite de su ayuda no dudaría en consultarle, al fin y al cabo tenían una buena amistad. Cuando regresó la vista para continuar la plática con su amigo, notó mucho más que preocupación por Sugawara, desde hace tiempo había notado cierto cambio de actitud entre ellos pero nunca se atrevió a decir nada, solo lo comentó con su compañera Kiyoko quien ya sospechaba algunas cosas pero no tenía las pruebas para comprobar su hipótesis.


—Bueno, en este piso es todo lo de administración —mencionó la muchacha—. Yo sigo subiendo, voy en busca de un profesor para ampliar un proyecto de investigación —dijo con brillo en los ojos, entusiasmada en su próxima actividad.


Partiendo cada uno por su camino, Daichi decidió pasar primero por el baño, porque acicalarse y enfriar un poco su cabeza no le haría mal. Últimamente tomaba más en cuenta a Koushi, podía sentir su presencia en cualquier lugar sin que lo haya visto antes, hasta sentía que podía leer sus emociones, por lo que pudo notar ciertos “celos” en su caminar, en el movimiento de sus manos, en el hecho que no saludó cuando subían las escaleras. Acaso estabas celoso, Suga —pensaba mientras mojaba su cara—, pero no hay razón alguna —abriendo los ojos, mirándose en el espejo—. No entiendo esto, Suga. Comenzaba a sentir algo más, o más bien, comenzaba a entender algo que ya había estado ahí. Por un momento sintió un calor repentino, una mezcla entre vergüenza y una inexplicable sensación de liberación en su ser, volvió a refrescar su rostro, tratando de averiguar ese algo que recién había identificado. Algo absorto, salió del baño cuando se dio cuenta que no podía ponerle nombre a esa nueva sensación.


Caminó a paso lento, dejando escapar varios suspiros, sintiendo sus mejillas calientes. Debo de estar sonrojado, pero ¿por qué, Suga? De repente sintió la necesidad de buscarlo, de encararlo y preguntarle la razón de estas sensaciones nuevas que sentía cada vez que lo tenía cerca, cada vez que lo veía alejarse para ir a conversar con otras personas, cada vez que lo ignoraba. Apresuró el paso, buscando la oficina de administración para los estudiantes, donde seguro estaría él. Llegando al lugar adecuado, se detuvo un momento para recuperar la compostura, normalizar su respiración y arreglarse, respiró hondamente y dio un primer paso hacia el salón.


Lo que encontró lo confundió. Divisó a un Koushi sonrojado y con una expresión algo triste, sujetándose de la manga de Asahi mientras conversaba con él, el más alto lo miraba compasivamente mientras sostenía uno de sus hombros en señal de apoyo. Él sabía perfectamente que no había nada entre ellos, que tampoco había nada entre él y Sugawara. Solo sexo. En esos momentos, el sexo le pareció tan insignificante, le pareció tan poco a diferencia de lo que Azumane conocía de Suga. Y es que sabía que hay algo que no comparte con él, hay un problema que lo aqueja que solo puede compartir con Azumane, lo sabe porque lo observa, porque le intriga no poder ser de entera confianza para su amigo. ¿Es que, acaso, a mí no me puedes decir aquello que sí le dices a Asahi? Sintió la necesidad de entrar sigilosamente y poder escuchar de lo que hablaban, poder sorprenderlos en el acto mismo. Aventuró un paso, se mantuvo atento para escuchar lo mejor posible:


—Pero Suga, tú sabes que él tiene otro tipo de gustos —decía Asahi en la misma posición en que los encontró.


—Ya lo sé —respondía el del lunar—, solo que no puedo evitar pensar que a veces podría darse…


Fue cuando Daichi aventuró un segundo paso, pero en su impulsividad mezclado con su autocontrol, chocó contra la puerta haciendo el ruido suficiente para llamar la atención de sus dos compañeros.


Ambos lo miraban sorprendidos. Koushi se cubrió la boca y sus mejillas enrojecieron un poco más, se sintió descubierto y vulnerable a lo que el azabache pudiese pensar o decir en ese momento. Asahi, por su parte, no sabía cómo hacer para manejar la situación, lo único a lo que resolvió su cerebro en ese momento fue ponerse delante de Suga en modo de defensa, acto que se vio muy raro ante los ojos de Daichi.


—D-d-d-aichi —aun en su acto de defensa no podía evitar sentirse indefenso ante la posible ira de Sawamura, carraspeó y avanzó un paso—, ¿qué hay? —preguntó ladeando la cabeza inocentemente.


Fueron esos segundos decisivos para que el de cabellos plateados recupere la compostura y se relajara con la situación algo complicada por la que pasaba su buen amigo, aquel con corazón de algodón. Agarró uno de los hombros de Azumane y avanzó hasta quedar a la misma altura del de cabellos marrones, miró directo a los ojos de Sawamura y sonrió de la forma más natural posible, ya había decidido que no dejaría que sus emociones arruinaran aquella amistad que compartía con él.


—N-nada —respondió con el ceño fruncido, no estaba molesto con Asahi, tampoco con Sugawara quien le mostró aquella expresión tan bella y tierna dándole a entender que no iba a decir nada de lo hablado entre el grandote y él. Contuvo un suspiro delatador, cerró los ojos tratando de calmarse, Desde cuando estoy así…, así de impaciente, abrió los ojos tratando el mismo ritmo de amistad que han tenido los tres desde siempre, que siempre tendrán y que por cosas de la vida resultaba algo asfixiante en estos momentos.


Terminados los trámites de ambos alumnos, salieron los tres juntos de la facultad. Los ánimos se habían restablecido y ahora hablaban de los planes de vacaciones, los paseos, los viajes, a la gente que llamarán, si incluirán a los novatos, si pasarán la voz a las otras facultades. Su círculo de amigos se ha hecho bastante amplio en estos últimos años, están a mitad de carrera y ya saben qué harán en su vida profesional, se sienten conformes pero no satisfechos, aún hay más.


Con sus ideas desbordantes por realizar planes en conjunto sumada la excitación de su primer día de vacaciones, ya habían salido del campus universitario y se dirigían hacia Express. El ambiente era bastante común para ellos, solía ser punto de reunión o de salida, y varios de sus amigos solían frecuentar ese lugar. Es raro, pero la mayoría de nuestros amigos son bisexuales, homosexuales y hasta pansexuales, pensó alguna vez Asahi cuando Yuu solía presentarle gente que usualmente visitaban el local y que tenían esas orientaciones sexuales. Dejando sus pensamientos de lado, Asahi y sus amigos, decidieron, entonces, caminar hasta el lugar a paso tranquilo, no había apuro alguno, al menos no para ellos.


Cuando llegaron a Express, la sensación de estar en un lugar completamente diferente los envolvía. Era esa época en la que se daban un descanso tanto los estudiantes que trabajaban como los que simplemente apoyaban por tenerle cierto cariño al antro. Ver el lugar completamente iluminado les daba la sensación de estar en un lugar bastante “correcto” y no en uno donde el sexo y el erotismo fluían con naturalidad.


Mientras entraban, Daichi miraba a los de primer año ordenando y limpiando las cosas, les dedicaba una mirada de aprobación, Suga, al notar la mirada, reía para sus adentros enamorándose un poco más de ese tonto “amigo con derechos” que tenía. Asahi sintió su celular vibrar, era su pequeño novio que le informaba que su kohai había llegado a Express junto a Hinata.


—¿Es así? —dijo Suga cuando Asahi le comentó la información compartida.


—¿Qué tiene de malo? Lo veo bastante normal ya que son compañeros de curso, ¿no? —respondió Sawamura mirándolos tranquilamente.


Los dos chicos suspiraron, sabían que era lento para esas cosas y que no valdría la pena explicarle la extraña relación que se estaba formando entre el hiperactivo Hinata y el siempre serio Kageyama. Dejando el tema de lado, ya que por más senpai que fuesen no tenían por qué meterse en la vida privada de sus kohais, comenzaron a supervisar las acciones de sus kohais, y ayudando en lo posible. Fue al principio de esa llegada que el castaño, aquel con corazón de cristal, recibió un mensaje de “SOS” a su celular, alguna emergencia familiar que lo obligaba a abandonar el lugar sin siquiera haber podido ver a su querido Noya.


A Daichi no le quedó más remedio que poner orden en el lugar, puesto que vio a varios chicos jugando sin medida alguna, especialmente a Tanaka —quien andaba con la cabeza en las nubes— y Nishinoya —quien no podía evitar distraerse con cada caso que veía—. Y es que el moreno, a pesar de ser solo cliente regular y no tener autoridad alguna como socio ni como nada dentro de Express, se había ganado cierto respeto en los muchachos, aunque todo había empezado desde su facultad cuando salió a relucir como líder nato para organizar tanto festivales como quejas a la autoridad, sabía cómo imponerse sin la necesidad de un cargo o nombramiento específico. Por esa razón, es que el dúo dinámico Tanaka-Noya no dudaba en realizar su labor apenas escuchaban indicación alguna de Sawamura.


Sugawara, ayudando también a otros kohais, no intervenía cuando el azabache ponía orden al lugar, disimuladamente apoyaba las órdenes que daba su amigo intentando convencer a quienes se querían oponer a las órdenes dadas por el muchacho. El de cabellos plateados disfrutaba ver a Sawamura actuar con ese carácter tan estricto, lo enamoraba un poco más cada vez, saber que aun siendo así lo trataba tan gentilmente cada que tenían sexo. Mi sentimientos nunca morirán si sigo con lo mismo, se decía mientras ayudaba a limpiar, perdido en sus pensamientos no notó cuando alguien se le acercaba.


—Su-ga-kun~ —mencionó con tono alegre mientras tocaba con una mano un hombro de Koushi.


—Ah, senpai —levantó la mirada hacía Kuroo quien lo miraba sorprendido.


—Ya te he dicho que cortes eso de senpai —decía mientras le dedicaba una mirada coqueta, pero Suga estaba tan acostumbrado a ello que ya no le parecía extraño—, somos buenos amigos para esas formalidades, además…


—Suga, necesito que… —Daichi iba en busca del de cabellos plateados, pero al ver a Kuroo ahí, tan cerca de él...— Oh, Kuroo.


Ciertamente, sin haber tenido altercado alguna en toda su vida y sin tener razón para tener cierto desagrado hacia aquel tipo que lo miraba con aires de suficiencia, sentía la tensión crecer entre ellos. Había algo en su persona que le molestaba, pero estaba junto a esas emociones que no sabía identificar y que por eso dejaba de lado.


—Lo siento, Sawamura —rodeó con uno de sus brazos los hombros de Sugawara—, pero lo necesito por este momento—agregó con un tono coqueto pero mirándolo retadoramente.


—S-supongo —respondió el azabache, sin saber exactamente qué pensar de la situación.


Kuroo sonreía victorioso, no era un sádico, pero disfrutaba molestar a las personas, sobre todo a aquellos que se confundían con facilidad con sus acciones. También lo hacía porque notaba la tensión existente entre ambos chicos, no le era ajeno, sabía que se acostaban en las instalaciones de Express y para cuidar la imagen de Sugawara, hizo todo lo posible para que los rumores se redujeran a su mínima expresión. Ah, las influencias, son tan necesarias en ciertos casos, extrañaré esos privilegios cuando ya no estén…


—Senpai, ¿ha pasado algo? —dijo Koushi, una vez que estuvieron en privado.


El de cabellos extravagantes lo miró serio, la información que había llegado a él esa misma mañana estaba muy ligada a la familia de su kohai. Y no podía soportarlo. El cariño y aprecio que le tenía no hizo sino aumentar con el paso de los años, así que le molestaba saber que ciertos abusos cometidos por su familia pudieran afectar a personas completamente inocentes.


—Tengo un trato para ti, Sugawara.


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Cuando Suga regresó de su pequeña charla con su azabache senpai, algo había cambiado en él. Se mantuvo pensando en lo que le habían dicho Y eso que aún hay más cosas que no me puede decir. Cuando se reencontró con Daichi, este último andaba con un marcado mal humor y no dudó en retirarse temprano con alguna excusa que nadie entendió bien pero que tampoco quisieron reclamar.


Ante la ausencia de Sawamura y de Kuroo, quien no dudo en retirarse apenas su “querido” amigo de infancia terminó con su labor en el lugar, para poner cierto orden en el establecimiento solo quedaron el de cabellos plateados y su compañero de facultad, Yaku, un chico de baja estatura y delgado cuerpo quien tenía un carácter bastante estricto pero amable. Aún así, nada logro distraer completamente a Koushi de la repentina propuesta que le habían hecho ese día.


—Suga-san, vamos a reunirnos con Asahi-san, sí —dijo de un momento a otro Nishinoya.


Parados ambos en la salida de Express, esperaban a los novatos Hinata, Kageyama y Lev, para dejar el lugar y encaminarse a cualquier otro destino pendiente que tengan. La proposición por parte de su kohai y amigo desde épocas de la preparatoria, lo dejó un poco sorprendido, la mirada del siempre hiperactivo Yuu, lucía, más bien, serena y con un dejo de preocupación.


—Ustedes deben de tener otros planes, Noya.


—Sé que es mejor hablar los problemas en lugar de guardártelos, y sé de la confianza que le tienes a Asahi-san.


—Noya, yo…


—No te preocupes, si hay algo que tengas que hablar a solas con él, sabré darles su espacio.


El rostro de Sugawara mostraba agradecimiento y tristeza al mismo tiempo y Nishinoya no puedo evitar que el corazón se le estrujase un poco. Desde hace un tiempo lo viene notando, las expresiones que muestra su amigo son tristes, y él que lo ha conocido desde la preparatoria, no puede evitar preocuparse y tratar de ayudar.


Cuando los noveles los alcanzaron, Noya se encargó de informarles que él y Suga irían a un restaurante-bar junto a Asahi, pero todos acordaron caminar juntos hasta el centro comercial que se encontraba a unas diez cuadras del lugar.


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Ya llegado al restaurante-bar donde Asahi esperaba pacientemente, primero cenando y luego bebiendo uno que otro vaso de alcohol, Sugawara —quien a pesar del alcohol, aún se mantenía lúcido— decidió que también podía confiar sus dudas al de cabellos teñidos. Y aunque esta era la segunda vez que contaba todo lo ocurrido con Sawamura, seguía teniendo el mismo malestar como cuando lo conto la primera vez a Asahi, y como siempre tenía cada vez que pensaba en ello.


Nishinoya se sorprendió, sí, con la idea de que ambos, Suga y Daichi, se hallan vuelto amigos con derechos, pero no le tomó por sorpresa el enterarse —oficialmente— que a Koushi le gustaba Sawamura, tampoco el saber que el azabache era increíblemente lento para darse cuenta de sus propias emociones y de los demás. Escuchó pacientemente todo la historia, pero tentado se sintió en salir corriendo del lugar e ir corriendo donde Sawamura y decirle unas cuantas cosas, pero la mano de su novio, siempre serena la cual sostenía la suya debajo de la mesa donde se encontraban sentados, lo detenía. Y daba gracias que era así, porque no quería arrepentirse más tarde de hacer algo que provocase la ira del siempre estricto Daichi, pero tampoco causar problema al siempre amable Sugawara.


—Y sin embargo —dijo el del lunar tomando ahora un vaso con agua—; Kuroo me dijo algo importante hoy.


Tanto Azumane como Noya pusieron atención a lo siguiente que tuvo que decir.


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Ya lejos del restaurante-bar, Asahi y Yuu se dirigen a la vivienda del castaño para pasar la noche. Caminaban tomados de las manos, tranquilos ya que era bastante entrada la noche y nadie pasaba por esas calles; iban agarrados de las manos pero sumidos en sus propios pensamientos.


—Gracias por amarme, Yuu —mencionó Asahi tomando por sorpresa a su pequeño novio, Noya lo miraba con duda por lo dicho—. Si no me hubieses correspondido cuando me confesé, no sé qué habría hecho.


—¿No te lo dije esa vez, Asahi-san? Siempre me gustaste, incluso tenía planeado confesarme uno de esos días, pero te me adelantaste —respondió sonriendo al recordar aquellas épocas, memorias bien impresas en su ser.


Ambos sonrieron y juntaron sus frentes, el castaño besó la frente de su novio, y siguieron camino a esa noche de amor que tanto estaban ansiando.


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Sugawara regresaba a casa mirando el cielo, que por defectos de la ciudad mostraba contadas estrellas. Estaba a unos cuantos pasos de su hogar, la contempló unos minutos, pensaba en los problemas que han pasado sus padres y en los que podrían venir más adelante. Lo había decidido. La propuesta de Kuroo no se escuchaba tan mal, después de todo.

Notas finales:

Y yo sé que capaz querían la continuación del KageHina, pero este ff tratará de tres main couples: KageHina, DaiSuga e IwaOi… Y la verdad, quería buscar mi propia forma de contar la historia, ya saben, nada del típico “2 caps de KageHina, 2 caps de Daisuga, 2 caps IwaOi y Fin”. Nada. Yo quería buscarle la forma, pero créanme que igual se entenderá :B.


 


Aclaraciones:


Senseis: Ukai, Takeda


4to año: Kuroo, Daichi, Azumane


3er año: Sugawara, Iwaizumi, Oikawa, Yaku


2do año: Noya, Tanaka, Ennoshita y Kenma


1er año: Kageyama, Hinata, Lev, Tsukishima, Yamaguchi


Hay más personajes, pero estos son los principales :o


 


Y mil disculpas por la tardanza, en serio, pero la universidad es una cosa de locos (8). Realmente me ha absorbido a tiempo completo con los proyectos y todo, pero ha sido bastante satisfactorio, ya saben, cuando comienzas a trabajar en las áreas que te interesan *-*! Aparte, que los problemas del corazón y esas cosas que te motivan y desmotivan a la hora de escribir :v … Y por eso es que tardé tanto en esta actu :c .. Y lo peor de todo, es que mi facultad solo tiene dos putas semanas de vacaciones, y nos dejan trabajos para vacaciones C:! Me gustaría decirles que dentro de dos semanas la próxima actu, pero no estoy segura de nada D: . Solo les digo que no dejaré abandonado el fic, por si las dudas...


Nos vemos~~~


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