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Tu Mentira [HunHan] por hh_mili

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Notas del capitulo:

Hola!!!!!!!!

Lamento mucho mucho no poder actualizarlo antes, enserio lo siento, tuve tanto incovenientes, pero aqui estoy de nuevo.

Muchas gracias a todas las personas que dejan sus RW yo los respondere hoy o mañana.

Bueno ahi les va el siguiente capitulo :)

------------♥------------

 

Luhan tenía la culpa escrita en el rostro, lo cual le hizo sentirse aún más asqueado que cuando las descubrió por accidente en el baño. Había estado buscando los analgésicos por todas partes, así que el maletín de aseo de Luhan había sido el último recurso. Hacía años que no tenía jaquecas, pero aquélla prometía ser muy fuerte.

La vista del paquete de píldoras lo había dejado aún más mareado. Intentó permanecer tranquilo, pero no sirvió de nada. Una ciega rabia empezó a crecer en su pecho, martilleándole las sienes…

—No tenías intención de tener otro bebé, ¿verdad?

—Bueno, yo…

—¿Tenías o no intención de tenerlo? —rugió.

Observó cómo se ruborizaba. Durante todo aquel día, cada vez que le había hecho el amor, había estado pensando en engendrar un hijo. Su hijo, de los dos. Hasta entonces, en realidad, durante toda la semana pasada, el objetivo que había justificado aquella segunda luna de miel había pasado a un segundo plano. Pero nunca había desaparecido del todo. Al fin y al cabo, era lo que más ansiaba en el mundo.

El hecho de que hubiera tomado medidas para evitar que sucediera le había despertado muy malos recuerdos. Había estado seguro de que Luhan no era como Sulli. Pero se había equivocado. Era igual de egoísta y de cruel. Sabía que él quería un hijo. Sabía que él había esperado que eso ocurriera en aquellas vacaciones. Y él, deliberadamente, lo había hecho imposible. La otra noche le había dicho que nunca le mentiría. Pero lo había hecho, le había mentido. Y de la peor manera posible.

—Sehun, por favor. Deja que te explique…

—Demasiado tarde —le espetó—. Nada de lo que puedas decirme podrá disculpar nunca lo que has hecho. Me mentiste, Luhan. Y yo no puedo soportar la mentira —dicho eso, se dirigió de vuelta a la playa.

Estaba rompiendo el paquete y lanzando los trozos al mar cuando Luhan se materializó a su lado. Ya no tenía una expresión culpable: todo lo contrario.

—¡¿Así que no puedes soportar la mentira?! —Estalló, con las manos en las caderas—. Y me lo dices tú. Oh Sehun. ¡Tú, que me has estado mintiendo desde que nos conocimos!

Sehun se le quedó mirando fijamente, en silencio.

—Tú nunca me amaste —le espetó —. Querías un hijo y yo fui lo suficientemente estúpido como para dártelo. Tú me hiciste creer que me querías. Pero nunca me amaste. Ni por un momento.

—¿Quién te dijo eso?

—Nadie me lo dijo directamente. Escuché una conversación de Kai y Chanyeol en el hospital; creyeron que estaba dormido. Te juro que no me quedó ninguna duda de las razones que tuviste para casarte conmigo.

Sehun soltó un gruñido: la fuerte jaqueca le impedía pensar con claridad. Su primera reacción fue de consternación, pero la segunda fue de absoluto asombro.

—Si eso es cierto… ¿entonces cómo es que no me abandonaste en aquel preciso momento?

—¡Una pregunta lógica viniendo de mi sensato marido! ¿No se le ha ocurrido pensar que quizá estaba tan destruido moralmente que fui incapaz de reaccionar? Quería dejarte, pero simplemente no tenía la fuerza necesaria para hacerlo… Después, fui a la boda de Kai y tomé la decisión, porque vi lo que era el amor verdadero y ya no quise conformarme con menos. De vuelta a casa, iba a pedirte el divorcio, cuando me besaste y… bueno, el momento pasó. Luego, a la mañana siguiente, cuando volviste a besarme y me propusiste que pasáramos una segunda luna de miel, yo pensé… bueno…

—¿Qué pensaste? —le espetó—. ¿Pensaste en vengarte de mí antes de abandonarme?

Esperó a que lo negara. Pero no lo hizo. No pronunció una sola palabra. Simplemente se le quedó mirando fijamente con aquellos inigualables ojos suyos.

Sehun hizo lo que siempre hacía cuando se sentía herido: luchar.

—Entiendo. Quisiste manipularme como yo te manipulé a ti. Quizá incluso hacer que me enamorara de ti. Oh, sí, me atrevo a decir que yo formé parte de tu pequeña agenda de venganza. Lo admito, Luhan: lo hiciste muy bien. La nueva imagen sexy. Tu disposición a probar cosas nuevas. Así que dime, querido: cuando ayer te estrenaste haciéndome una mamada y yo te supliqué que no te detuvieras… eso te excitó, ¿verdad? ¡Estoy seguro de que sí!

Le dolía pensar que el sentimiento que había impulsado a Luhan a tener sexo con él no había sido el amor, sino el odio. Le dolía más que cualquier otra cosa que pudiera recordar. Ni siquiera descubrir la verdad sobre Sulli le había dolido tanto.

Pero se negaba a dejar traslucir aquel dolor. Se negaba a abandonarlo sin defenderse antes.

—Te equivocas con lo que has dicho de que me casé contigo sólo porque quería un hijo —le espetó—. Es cierto que no te amaba. Lo admito. En eso te mentí. En aquel tiempo, me sentía incapaz de amar a una persona alguna. Pero me gustabas mucho y quería formar una familia contigo. Tener una familia y una vida en común, llena de cariño y de compromiso. Desde el primer momento en que te conocí, ya no volví a mirar a ninguna otra persona, ni siquiera cuando no me diste sexo durante tres meses. Yo nunca quise hacerte daño. Pero tú, Luhan… —lo acusó con el dedo. Una inmensa amargura se reflejaba en su voz— tú tuviste toda la intención de hacerme daño cuando aceptaste mi propuesta de pasar esta segunda luna de miel. Tú quisiste hacerme daño y destruirme. Pero déjame decirte una cosa, querido: se necesita algo más que esto para destruirme. Mucho más. Y ahora, haz la maleta y sal de mi vida.

Luhan abrió la boca para decir algo. Lo que fuera. Pero la mirada que le lanzó Sehun lo disuadió de hacerlo. Tal vez nunca la hubiera amado antes, pero en aquel momento lo odiaba. Podía verlo en sus ojos. No tenía sentido pedirle disculpas ni defenderse, ni tan siquiera intentar explicarle por qué había hecho lo que había hecho.

Todo había terminado. Su matrimonio había acabado.

—Bueno, ¿a qué estás esperando? Estoy seguro de que no tendrás problema en encontrar una habitación en el hotel principal. Luego podrás tomar el helicóptero de la mañana que te llevará a tierra firme. Hay varios vuelos diarios de Cairns a Seúl. Las llaves del buggy están sobre la mesa del vestíbulo. ¡Así que vete de una maldita vez!

Pero Luhan seguía sin poder moverse. Por dentro, estaba empezando a temblar.

—Hunnie, yo… yo…

—¡No! No quiero oírte. Y tampoco quiero volver a verte. Así que asegúrate de estar fuera de mi casa para cuando vuelva. Ya se pondrá mi abogado en contacto contigo —después de fulminarlo por última vez con la mirada, giró sobre sus talones y se zambulló en el mar.

Luhan quiso salir tras él, suplicarle que lo escuchara. Pero una vez más sabía que sería inútil. No sólo lo odiaba, sino que estaba seguro de que él lo odiaba también. Su perversa sospecha de que había aceptado acompañarlo a aquella isla para vengarse de él no podía ser más absurda.

Entró en la casa. No le llevó mucho tiempo hacer el equipaje, aunque le temblaban las manos. El pensamiento de subirse a aquel buggy y presentarse solo en el hotel lo horrorizaba. ¿Qué pensarían de él?

Para cuando lo hizo, si embargo, estaba demasiado deprimido para preocuparse por lo que pudieran pensar los demás. Una vez en la habitación del hotel, se tumbó en la cama a llorar.

Un ruido fuerte y continuo lo despertó en mitad de la noche. Al principio pensó que era el rumor de la lluvia, pero cuando logró levantarse y se acercó a la terraza, descubrió que era el silbido del viento. Un viento fortísimo que hacía temblar todo el edificio.

En la recepción le confirmaron que no había motivo alguno para alarmarse, que el hotel era sólido como una roca, construido para soportar todo tipo de tormentas, algo relativamente frecuente en los meses de otoño, y que ésa en concreto podría prolongare durante un día o dos.

Hasta entonces, sin embargo, los helicópteros permanecerían retenidos y ningún cliente podría salir de la isla.

Luhan se quedó desolado. Estaba desesperado por salir de allí lo antes posible… para conseguir una prescripción de la píldora del día después.

—Seguro que tendrán algún médico en el hotel… —le dijo al recepcionista.

—Sí. Pero ayer el doctor Park  tuvo que viajar a tierra firme para asistir a una boda. La vuelta la tenía prevista mañana a primera hora, pero dudo que pueda con esta tormenta. ¿Se encuentra usted enfermo? ¿Podemos ayudarlo en algo?

—No, no estoy enfermo. Puedo esperar, supongo.

Ahora que pensaba sobre ello, recordó que el médico le había dicho que disponía de setenta y dos horas de plazo para poder tomar la píldora del día después. En aquel momento no las había tenido todas consigo, temeroso de que pudiera debilitarse en su resolución y dejar que Sehun le hiciera el amor. Por eso había decidido seguir tomando la píldora anticonceptiva.

No le gustaba la idea de quedarse embarazado de Sehun en esos momentos.

—Oh, Dios —murmuró en voz alta, sintiéndose repentinamente mareado.

—¿Puedo hacer algo por usted, señor? —le preguntó amable el recepcionista—. ¿Le apetece que le suba una bebida caliente? ¿Un brandy quizá?

—Un brandy me vendría bien, gracias.

Cinco minutos después, estaba sentado en un sillón al lado de la ventana, bebiendo el brandy a sorbos y pensando que era el único culpable de la situación. Había sido un error dejarle pensar a Sehun que podían tener otro hijo. Debería haber sido sincero con él y haberle dicho que no se sentía preparado.

Pero ésa no habría sido toda la verdad. Si le hubiera confesado que sabía que no lo amaba, entonces su matrimonio habría terminado fracasando de todas formas. Porque… ¿cómo habría podido sobrevivir su relación después de aquello? Era un problema de pérdida de respeto. De respeto mutuo.

Sin embargo, Sehun no había tenido razón cuando lo acusó de haber intentado hacerle daño. No era cierto. Él lo amaba. Y, de manera perversa, en aquel momento su amor por el rubio era mayor que nunca.

Las lágrimas rodaron por sus mejillas cuando recordó lo que le había dicho sobre su intención de formar una familia con él, de tener una familia y una vida en común, llena de cariño y de compromiso. Cualquier posibilidad en ese sentido se había evaporado.

Otro horrible pensamiento asaltó su mente. Cuando finalmente consiguiera salir de la isla, tendría que volver a casa de sus padres. ¿Adónde si no podría ir? No tenía amigos. Nadie que no hubiera sido amigo de Sehun en primera instancia. No tenía trabajo, ni dinero propio…

La perspectiva de enfrentarse a su madre le resultaba infinitamente deprimente. Era lo que menos necesitaba en aquel momento.

Tardó algún tiempo en quedarse dormido. Cuando se despertó por la mañana, la tormenta había amainado. Hacia las diez estaba volando en helicóptero hacia Cairns, y poco antes de las tres aterrizaba en el aeropuerto Icheon de Seúl. Hacía frío y llovía: aquel tiempo horrible combinaba perfectamente con su humor. El taxista no le dirigió la palabra durante el corto trayecto a Gagman, algo de lo que se sintió agradecido.

La vista de la preciosa casa en la que había vivido con Sehun renovó su dolor. Y sus preocupaciones. ¿Habría llamado Sehun a Seulgi para contarle lo sucedido? ¿La recibiría mal su ama de llaves?

Esperaba que no. No podría soportar mucho más.



Seulgi le abrió la puerta con el asombro pintado en la cara. Evidentemente Sehun no le había informado de lo sucedido, lo cual era un alivio.

—Creía que no vendrían hasta el martes. ¿Y el jefe?

Luhan se preparó para la reacción de la mujer.

—No viene conmigo. Hemos cortado, Seulgi Noona. Vengo para hacer las maletas y marcharme.

Seulgi se mostró todavía más sorprendida.

—Pero yo creía que… Oh, es una verdadera pena, Luhan…

—Sí —le dio la razón, esforzándose por no llorar. La barbilla estaba empezando a temblarle—. Pero así es. Era inevitable —metió su bolsa de viaje en el vestíbulo en penumbra, y la dejó en el suelo con un suspiro.

—¿Por qué dice eso? —le preguntó el ama de llaves mientras cerraba la puerta.
Luhan aspiró profundamente y se volvió hacia ella:

—Porque Sehun no me ama, Noona.

—¿Qué? ¡Eso es una tontería! Él lo ama.

—Lo siento. Seulgi Noona, pero se equivoca usted. Él nunca me ha amado. Lo único que quería era un esposo y un hijo.

—No me lo creo.

—Él mismo me lo dijo.

La mujer se le quedó mirando con la boca abierta.

—¡Jamás me lo habría imaginado! —parecía indignada y consternada a la vez— Oh, pobrecito, precioso…

—¿Le importaría subir conmigo y ayudarme a hacer la maleta? Tengo bastantes cosas —no sólo su ropa, sino también sus pinturas con todos sus cuadros y demás materiales.

—¿Se va hoy?

—Sehun me dijo que no quería verme aquí para cuando regresara.

—¿Qué? ¡Pero qué canalla!

Luhan sacudió la cabeza.

—No, Noona, no es un canalla. Estaba muy enfadado conmigo. El caso es… que le di la impresión, cuando acepté su propuesta de marcharnos de segunda luna de miel, de que estaba feliz y dispuesto a concebir otro bebé. Pero no era cierto. Estaba tomando la píldora y se enteró.

—Oh…

—Se puso furioso conmigo.

—Sí, me lo puedo imaginar. Pero seguro que podrá entender por qué tenía usted miedo de quedarse embarazado demasiado pronto. Lo pasó muy mal cuando perdió el bebé.

—Sí, es verdad —estuvo a punto de decirle que cuando lo pasó peor fue cuando se enteró de que Sehun no lo amaba, estando en el hospital, pero eso habría sido llevar las confidencias demasiado lejos. No eran grandes amigos, al fin y al cabo. Y no tenía ninguna duda de que Seulgi querría seguir trabajando para Sehun. Le resultaría difícil encontrar un empleo mejor remunerado.

—Quizá todavía puedan arreglar las cosas…

—No, Noona. Se ha acabado.

—Me cuesta tanto creer que el señor Oh no lo quiera… por la manera en que se comporta, yo habría jurado que… —parecía genuinamente perpleja—. Mire, a lo mejor lo quiere y no es consciente de ello…

—No puedo permitirme pensar eso. Seulgi-sshi. Yo mismo me lo he buscado, por ser tan estúpidamente romántico. Es hora de que madure de una vez y me enfrente a la vida tal como es, y no como me gustaría que fuera.

—¿Adónde piensa ir? —le preguntó Seulgi mientras lo seguía escaleras arriba.

—A casa de mis padres, supongo. Viven Busan.

—Eso está algo lejos de aquí. Llamaré al chofer para que lo lleve si quiere.

—No hace falta, gracias. Puedo conducir —tenía un coche pequeño, regalo de cumpleaños de sus padres. No era tan moderno como el de Sehun, pero servía. No había vuelto a conducirlo desde el aborto: no se había sentido lo suficientemente seguro como para hacerlo.

—¿Seguro? —le preguntó Seulgi, dubitativa.

—Sí.

Eran más de las seis cuando llegó a la casa familiar, un edificio de dos plantas rodeado de terrazas, con un jardín bien cuidado. Había sido el regalo de bodas del abuelo de Luhan a su único hijo y heredero.

La familia de Luhan había emigrado de China a Corea del Sur poco después de la Primera Guerra Mundial. El bisabuelo de Luhan había ganado una pequeña fortuna con la patente de una máquina industrial de empaquetado. Su hijo, el abuelo de Luhan, había engrosado el patrimonio familiar a través de la adquisición de inmuebles en Seúl, incluida aquella casa, comprada en los años cincuenta por una ganga. El padre de Luhan, que nunca había destacado por su astucia como inversor, había mermado dicho patrimonio vendiendo buena parte de aquellas propiedades para invertir en la Bolsa justo antes de la crisis de los ochenta.

Luhan había escuchado tantas veces la historia de aquellas desastrosas inversiones que había perdido ya la cuenta. Su madre nunca dejaba pasar la oportunidad de repasarle por la cara los fracasos a su marido. Para Jessica, perder dinero era el peor de los pecados. Luhan era bien consciente del recibimiento que le daría cuando se enterara de que había roto con su millonario marido

Notas finales:

Que tal?? Diganme que les parecio el capitulo ;)

Espero sus Rw y nuevamente perdon!!!!!!!!!


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