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Tu Mentira [HunHan] por hh_mili

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Notas del capitulo:

Hola!!!! Aqui estoy de nuevo, espero que les guste la continuacion, sin mas que decir a leer. :)

Seúl a finales de Octubre desmentía el hecho de que solamente faltaba un mes para el invierno. Las noches podían ser frías, pero los días eran cálido, secos, y los cielos despejados y azules.
El día de la boda de Kai fue un día de ese tipo. Para primera hora de la tarde la temperatura había alcanzado unos más que agradables veinticuatro grados, algo de lo cual se alegraba Luhan, porque no tenía mucha ropa de abrigo. No había salido todavía de compras desde que abandonó el hospital. De hecho, no había salido de casa… hasta ese día.

Estaba sentado, tenso, al lado de su atractivo marido, en la segunda fila de asientos que llenaban la cubierta del enorme yate del padre del novio. Cuando le llegó la invitación, declinó inmediatamente. Pero Sehun le advirtió que él no pensaba ir si no lo acompañaba. Y luego Kai lo llamó para pedirle que reconsiderara su decisión. Le aseguró que no iba a ser una boda fastuosa. Sólo unos sesenta invitados.

—Te sentará bien salir —le había dicho—. No puedes seguir así Luhan, piénsalo.

Lo cual era cierto, por supuesto. No podía continuar viviendo de aquella manera, cerrado al mundo, apartándose de todos. Especialmente de Sehun.

Tenía que tomar la decisión de abandonarlo o no, una decisión que lo superaba. Tomar cualquier decisión lo superaba. La única manera que tenía de soportar cada día era concentrarse en la única actividad que le proporcionaba una vía de escape de los conflictivos sentimientos que lo acosaban.

La pintura siempre había sido para Luhan una arrebatadora pasión. De adolescente había soñado con convertirse algún día en un artista famoso, y poder colgar sus cuadros en las más prestigiosas galerías de Corea. Había suplicado a su padre que lo enviara a la escuela de Bellas Artes después de terminar el instituto, y para disgusto de su madre, había conseguido su consentimiento.

Había pasado tres años desarrollando su talento, recibiendo el aplauso y los ánimos de sus profesores… pero no del mundo del arte en general. Sólo había expuesto una vez, en una pequeña galería de Bondi, así que, a esas alturas, le parecía improbable alcanzar el éxito que tanto había ansiado.

Pero continuó pintando, también después de haberse casado, aunque para entonces su pasión había quedado relegada a poco más que un simple pasatiempo.

En aquel momento, sin embargo, era su única arma de supervivencia. Una forma de resistir y de seguir adelante.
Sabía que si Sehun pudiera ver los lienzos en los que había estado trabajando desde que tuvo el aborto, lo mandaría de vuelta al médico que le había diagnosticado una depresión mientras estuvo en el hospital, no dudaba de que le recetaría más antidepresivos, aparte de más somníferos.

¡Como si su problema pudiera resolverse con pastillas!

Nadie que no fuera él mismo podría arreglar su problema. En el fondo de su alma estaba seguro de ello. Apenas unas semanas atrás había arrojado todas las pastillas a la basura y no por ello se había sentido peor. De hecho, sorprendentemente, había empezado a sentirse algo mejor.


Decidir salir de casa y asistir a la boda de Kai había significado un paso enorme, y lo había dado.

Así que allí estaba, vestido con un pantalón y camisa negra y un saco de marca gris con detalles negros que había sido uno de sus preferidos, y que ahora le quedaba una talla grande. Había tenido que cambiar el botón de la cintura para que él quedara bien. Se había peinado su pequeña melena castaña en de la manera más moderna que pudo pensar. Llevaba meses sin pisar una peluquería y aquél era el único peinado “de gala” que podía hacerse él solo. Maquillarse le había costado mucho empezando porque era hombre, aunque sólo era un poco de color para disimular su palidez.

Cuando lo vio aquella mañana. Sehun le había dicho que estaba guapísimo. Por dentro se había retraído ante su cumplido, como solía retraerse cuando su marido intentaba expresarle afecto, cariño. Esa vez, sin embargo, había conseguido esbozar una leve sonrisa y murmurar un cortés «gracias». Luego, cuando él lo tomó de la mano y se reunieron con los demás invitados en el yate, no se había soltado.

Había sido un error, se daba ahora cuenta de ello mientras bajaba la mirada a los dedos de Sehun, firmemente entrelazados con los suyos. Porque aquél era el máximo contacto físico que se había permitido tener con él desde su aborto.

Ni una sola vez desde que salió del hospital había consentido en hacer el amor con él. Francamente, la sola idea de acostarse con él le ponía enfermo. Siempre que había intentado abrazarlo, él lo había rechazado con un brusco «¡no!», después del cual solía salir con alguna triste excusa, diciéndole que lo sentía pero que simplemente no podía. Aún no.
El mayor se había mostrado increíblemente paciente, pero él no se dejaba engañar. En ocasiones había leído la frustración en su rostro, y la había visto aumentar durante el último mes. Había empezado a trabajar cada vez más horas, probablemente para no tener que estar en casa con un esposo que lo rechazaba constantemente. Y él había empezado a pasar más y más tiempo en su estudio, pintando. A veces incluso se quedaba a dormir allí.

Dejar que lo tomara de la mano no era algo tan grave, pero podía ver que en aquel momento su marido se sentía especialmente complacido consigo mismo. Y complacido con él también. Estaba seguro de que esa noche intentaría hacerle el amor con la esperanza de que no lo rechazara.

Comenzó a sonar la música, la tradicional Marcha nupcial, y Sehun le apretó la mano mientras se levantaban. Sus miradas se cruzaron brevemente, sintió que le daba un vuelco el estómago y se apresuró a desviar la mirada, antes de que su marido pudiera leer la sorpresa en su rostro.

Porque no podía haber sido una chispa de deseo lo que él acababa de experimentar… ¿o sí?

Aquello era sencillamente perverso, malignamente perverso, no quería volver a desearlo.

Pero si era sincero consigo mismo, aquello era precisamente lo que había estado temiendo todo el tiempo: que, si no lo abandonaba un día él terminara seduciéndolo. Era por eso por lo que había evitado todo contacto físico y por lo que había seguido tomando la píldora. Porque había sabido, en lo más profundo de su alma, que seguía siendo vulnerable a las habilidades de su marido en la cama.

El sexo con Sehun había superado con creces todas sus expectativas. Así había sido desde el mismo comienzo de su relación, la noche en que perdió la virginidad, y había imaginado que sería aún más maravilloso durante su luna de miel. Sus dos semanas de estancia en Hawái coincidieron con un leve ataque de náuseas matutinas, propias del embarazo, y Sehun no había podido mostrarse más atento y considerado con él.

Durante las semanas que precedieron a la boda, cuando Sehun se vio obligado a viajar a los Estados Unidos por razones de trabajo, había experimentado de primera mano el amargo sabor de la frustración. Los recuerdos del sexo que habían compartido lo habían atormentado cada noche durante su ausencia poniéndolo duro como roca y había permanecido despierto durante horas reviviendo aquellos momentos tan excitantes.

Cuando llegó la noche de bodas, lo había deseado con locura. Aquella noche se había entregado a lo que entonces le había parecido una pasión recíproca, compartida. Durante la luna de miel sólo había deseado una cosa: pasar la mayor parte de las horas del día y de la noche en sus brazos, El rubio había continuado haciéndole el amor cada mañana, y ocasionalmente también en mitad de la noche, antes de que volvieran a asaltarla las náuseas.

Para cuando regresaron de la luna de miel, se había acostumbrado a hacer el amor por lo menos una vez al día. Cuando Sehun volvió al trabajo, sin embargo, su vida sexual había perdido intensidad. Como propietario de una de las más famosas empresas de publicidad de Seúl, trabajaba mucho. Sólo en ese momento se daba cuenta de que probablemente habría terminado aburriéndose de él. Había cumplido su misión, al fin y al cabo: él había concebido un hijo suyo y estaba perdidamente enamorado de él.

Sehun debía de haber imaginado que él dejaría de desearlo tanto, una vez que se hubiera quedado embarazado. Sin embargo, había ocurrido justamente lo contrario. Lo había deseado más que nunca.


En varias ocasiones se había sentido tan frustrado que había pensado en llevar la iniciativa él mismo. Una vez, cuando estaban nadando juntos en la piscina de la casa, en una calurosa noche de verano. Y otra vez cuando se disponían a salir para celebrar la Nochevieja. Sehun se había estado duchando y se había sentido repentinamente tentado de desnudarse y reunirse con él en la ducha. Había experimentado un fuerte impulso de hacerle todas aquellas cosas que había leído en las novelas: cosas atrevidas, sensuales, con las manos y con la boca…

Pero, al final, no se había sentido con la confianza necesaria para hacerlo.

Sólo ahora comprendía que su deseo por Sehun siempre había sido mayor que el deseo que él le tenía. Lo cual era perfectamente natural, ya que lo amaba. Seguía amándolo, a pesar de todo. Lo amaba y, para su actual sorpresa y vergüenza, todavía lo deseaba. ¿Dónde había quedado su orgullo?

Justo en aquel momento, el corazón se le aceleró cuando lo vio volverse hacia él y sonreírle con una de aquellas sonrisas tan sensuales que tanto lo excitaban.

Desesperado, se las arregló para retirar la mano con la excusa de que siempre se ponía demasiado sentimental en las bodas y necesitaba sacar un pañuelo del bolso.

—Tengo que admitir —le dijo Sehun mientras la veía hurgar en el bolso—, que nunca pensé que llegaría este día. Kai siempre juró y perjuró que no se casaría jamás.

Luhan recordó las palabras de Kai que había escuchado en el hospital mientras se hacía el dormido: que el matrimonio sólo debía ser el resultado del amor verdadero.

—Aun así, tengo la sensación de que será más feliz en su matrimonio que su padre —le susurró el mayor—. Aunque eso tampoco es precisamente muy difícil, He perdido la cuenta de los matrimonios que ha tenido Kim Inhae, cada uno más joven que él anterior. Kai ha escogido muy bien, creo. Kyungsoo  es un chico encantador, Y muy sensato. ¡Oh, mi dios! —exclamó—. ¿Qué es lo que tienen los novios que siempre parecen tan bellos?

Luhan se alegró de tener algo para distraerse cuando volvió la cabeza para mirar al novio caminando hacia el altar, una bienvenida distracción de la horrible confusión que se había apoderado de su alma.

No sabía gran cosa sobre Do Kyungsoo, sólo que había sido secretario de Kai, pero Sehun tenía razón. Estaba bellísimo con su traje blanco. Era un estilo muy similar al que él había lucido en su boda, aunque el suyo había sido de color marfil, que no blanco. Kyungsoo  parecía flotar sobre la alfombra roja que separaba las dos lilas de asientos.

Luhan desvió la mirada hacia el altar, donde el reverendo esperaba junto a Kai y Chanyeol, ambos espléndidos con sus negros trajes de etiqueta, luciendo una rosa blanca en la solapa. Pero por muy guapos que estuvieran, ninguno de ellos podía hacerle la menor sombra a su marido, claro, ante sus propios ojos.

Se volvió para mirar a su marido, que afortunadamente tenía concentrada su atención en otra parte. No había la menor duda de que Sehun era un hombre despampanante: alto, de buen cuerpo, sonrisa bella y peculiar, ojos no tan oscuros y la boca bellamente delineada. Siempre llevaba el cabello rubio platinado, lo que añadía un toque de rebeldía a su imagen siempre tan formal.

Aunque no hubiera sido tan rico y poderoso, pensó Luhan, habría tenido el mismo éxito con mujeres y hombres. Aparte de eso, siempre vestía impecablemente. El traje negro camisa gris que lucía ese día, cortado especialmente para él, le sentaba a la perfección. Pero sin ropa no perdía atractivo: todo lo contrario, sus hombros eran algo anchos y sus músculos, bien trabajados por el ejercicio regular en el gimnasio. Su impresionante cuerpo estaba lo suficientemente bien dotado como para hacer feliz a cualquiera en todos los sentidos.

«A mí, por ejemplo», pensó Luhan. «Y seguirá haciéndote feliz», le advirtió una voz interior. «Lo único que tienes que hacer es dejarlo…» Se sonrojó sólo de pensar en aquella tentación, y un leve gemido escapó de sus labios.

Cuando Sehun volvió la cabeza hacia él, se llevó el pañuelo a la boca e intentó disimular.

—No estarás llorando, ¿verdad? —sonrió, indulgente.

—Aún no.

—Eres un sentimental de primera. Pero yo te quiero por eso.

«¿Me quieres?», le preguntó él en silencio, mientras apartaba la mirada. Según Chanyeol, Sehun estaba encariñado con él eso sí que podía ser cierto pues siempre había sido muy amable y atento.

Pero estar encariñado con alguien era un sentimiento tibio e insípido, que no podía compararse con la enloquecida pasión que Sehun había despertado en él desde un primer momento, y que había creído era mutuo. ¿Cuánta de aquella presunta pasión habría fingido en la noche de bodas? ¿Lo desearía realmente? ¿O se trataba de un simple medio para conseguir un fin?

Luhan era más consciente de que los hombres no podían fingir una erección. Pero no se necesitaba mucho para que un alguien joven se excitara, y Sehun, a veinticinco años, seguía pareciendo de veinte. Era bien sabido que los hombres no necesitaban el amor para tener sexo: sólo a alguien dispuesto y deseoso.

Y él había estado dispuesto y deseoso, además de que había sido muy ingenuo.

Pero ya no.

Si alguna vez volvía a acostarse con Sehun, tendría que ser con la convicción de que él no lo amaba. ¿Podría hacerlo?

Antes de aquel día, su respuesta habría sido que no. ¡Definitivamente no! Pero ahora ya no estaba tan seguro…

—Espero que Chanyeol no haya olvidado los anillos —dijo Sehun —. No me gustaría que se montara una escena como la de su boda. ¿Te acuerdas de que la madre de Baekhyun se presentó en el último momento acusándolo de querer casarse con su hijo por venganza?

—Claro que me acuerdo —respondió Luhan tenso.

—Qué mujer tan estúpida. Como si un hombre pudiera casarse por venganza. Cualquiera con dos dedos de frente se habría dado cuenta de que Chanyeol estaba locamente enamorado.

Luhan miró a Chanyeol, que justo en aquel momento sonreía a Baekhyun, espléndido con su traje negro y chaleco rosado. Recordaba muy bien su boda, no hacía tanto que había vuelto de su luna de miel y su ciega creencia en el amor de Sehun había reforzado su autoestima, todo lo cual se desvaneció el día en que perdió a su bebé. Y con él, su inocencia.

La risa baja de Sehun lo devolvió a la realidad.

—Pobre Kai. Fíjate en su mirada.

Kai estaba mirando a su novio con una expresión de completa adoración. Le brillaban los ojos por las lágrimas mientras lo veía acercarse al altar.

«Eso es lo que yo quiero», pensó Luhan con el corazón encogido. «Que Sehun me mire así. Que me ame de verdad».
«Pero eso no va a suceder, ¿verdad?», le recordó una voz interior. «Y tú tampoco vas a abandonarlo. No ahora que has vuelto a desearlo».

Nunca había imaginado que llegaría a llorar otra vez, llevaba tiempo sin hacerlo, como si se le hubieran agotado las lágrimas. Pero de repente allí estaban, inundando sus ojos, con su pañuelo de papel totalmente incapaz de enjugar aquella marea.

Sehun acudió en su rescate con su pañuelo blanco de tela, antes de pasarle cariñosamente un brazo por los hombros.

—Pero qué bobo eres… —le dijo con tono suave—. Las bodas son ocasiones felices, no tristes.

—Yo… quiero irme a casa —lloró—. Por favor, llévame a casa.

Sehun suspiró.

—No puedo, hannie, aún no. Mira, te prometo que no nos quedaremos mucho rato, pero lo que no puedo hacer ahora mismo es levantarme y marcharme. Kai es uno de mis mejores amigos, y tú lo sabes.

La llegada de un helicóptero fletado por la prensa para grabar la escena impidió que se escuchara el llanto de Luhan, afortunadamente no descendió lo suficiente como para arruinar peinados y hacer volar sombreros, pero sí que armó bastante ruido y el reverendo tuvo que alzar la voz.

El helicóptero se alejó por fin una vez que Kai y Kyungsoo  pronunciaron sus votos. Para entonces él había dejado de llorar, pero el desahogo la había dejado completamente agotado.

Se las arregló para soportar las siguientes horas, aunque tuvo que encerrarse en uno de los lujosos tocadores del barco durante un buen rato. Siempre le había costado mantener conversaciones puramente frívolas y corteses con desconocidos, que era el caso de la mayoría de los invitados a aquella boda, y con los conocidos, Chanyeol y Baekhyun, principalmente, se sentía culpable. Al fin y al cabo había rechazado todas sus invitaciones durante los últimos meses. Y se sentía tanto más culpable cuanto más amables se mostraban ellos con él.

Además, durante todo el tiempo fue atrozmente consciente de Sehun, y del efecto físico que de repente parecía ejercer sobre él. Incluso cuando él no estaba cerca, se sorprendía a sí mismo observándolo. Los celos alzaban su horrible cabeza cada vez que lo veía charlando con otras mujeres… con mujeres atractivas.

Se le ocurrió de pronto que quizá su guapo marido no se había sentido tan frustrado como había imaginado durante los tres últimos meses. Quizá no se había quedado a trabajar en la oficina las numerosas noches que había llegado tarde a casa… Tal vez se había estado acostando con una o varias de las despampanantes mujeres u hombres con los que solía tratar en su vida diaria.

Dirigir una agencia de publicidad significaba estar en constante contacto con actrices y modelos, todos ellos sofisticadas personas de mundo. De haberlo deseado, no habría tenido problema alguno en buscarse un ocasional compañero de cama.

Para cuando finalmente Sehun se despidió de la feliz pareja, Luhan estaba más que deseoso de marcharse de allí… y para colmo hirviendo de celos, como un volcán a punto de hacer erupción. Quería estallar, quería lanzarle furiosas acusaciones. Quería decirle que sabía que no lo amaba, que sólo se había casado con él para tener hijos. Quería provocar una pelea, estuvo a punto de hacerlo.

Se habían detenido en un semáforo y acababa de volverse hacia él dispuesto a soltarle su discurso, y lo habría hecho si Sehun no hubiera escogido aquel preciso momento para besarlo. No con ternura sino con avidez, tomándole la barbilla con una mano.

Si a Luhan le había quedado alguna duda sobre su renovado deseo por el mayor, aquel beso terminó por despejarlas. De hecho, se prolongó hasta que el conductor que se hallaba detrás hizo sonar el claxon, impaciente.

—Que se jodan—musitó el rubio contra sus labios—. Ahora mismo estoy ocupado besando a mi esposo… —y volvió a besarlo, ignorando el estrépito de cláxones y los insultos que le lanzó el conductor cuando tuvo que hacer una maniobra para rebasarlos.

Para cuando terminó de besarlo, la volcánica furia del menor había sido sustituida por un deseo tan intenso, que amenazaba con acabar con la poca cordura que pudiera quedarle. Aquello era incluso peor de lo que había temido: mucho peor.

No se trataba sólo de que tuviera ganas de hacer el amor con Sehun. Era un ansia tan intensa y arrebatadora que resultaba absolutamente irresistible, su piel suspiraba por ser acariciada. En aquel momento, nada más importaba: ni siquiera el hecho de que Sehun no lo amara, o la posibilidad de que le hubiera sido infiel.

¡Menos mal que había tenido la previsión de seguir tomando la píldora!

Cuando más cláxones se unieron al coro que se había formado, el mayor suspiró y volvió a concentrarse en el volante.
El trayecto hasta casa lo salvó. ¿O fueron los últimos vestigios de su orgullo los que acudieron a su rescate? Fuera lo que fuera, para cuando Sehun traspuso la verja de la mansión que había comprado poco después de su matrimonio, Luhan había conseguido controlar mínimamente sus impulsos.

—¿Te apetece beber algo? —le preguntó él mientras bajaban del coche.

—No —se apresuró a responder—. Tengo una jaqueca terrible. Creo que tomaré una aspirina y me iré directamente a la cama.

Sehun se le quedó mirando por encima del techo del coche, con una expresión nada contenta.

—Ya, Una jaqueca.

Luhan no pronunció una sola palabra.

—¿Te das cuenta de que esto no puede seguir así?

—Sí —replicó, tenso, y desvió la mirada.

—Ya hablaremos por la mañana. Antes de que salga para el trabajo. Tenemos que tomar algunas decisiones sobre nuestro futuro.

Lo miró: quizá iba a ponérselo fácil y pedir él mismo el divorcio. Quizá había terminado por perder la paciencia. Parte de su ser lo esperaba y deseaba. Pero no la otra parte que aquella noche la atormentó durante horas mientras yacía en la cama de espaldas a Sehun, simulando estar dormido.

Al final no puso soportarlo más. Levantándose sigilosamente, se puso su bata de seda sobre su pijama y bajó las escaleras para salir a la terraza trasera. La luna estaba alta y se reflejaba en el agua de la piscina cuando se dirigió hacia su estudio, estremeciéndose de frío.

Una vez dentro de lo que antaño había sido la caseta de la piscina, encendió las luces y se acercó al caballete, situado bajo la claraboya que Sehun había mandado abrir para él. Después de retirar la sábana que la cubría, contempló la pintura en la que llevaba trabajando tanto tiempo.

No era lo que quería pintar esa noche, esa noche quería trabajar en algo por completo diferente. Rápidamente cambió el lienzo por otro nuevo, se sentó en la banqueta y empezó a preparar sus colores, mirándose de vez en cuando en el espejo que colgaba en la pared del fondo.

¿Podría capturar esa misma mirada en el lienzo?

¿Y qué importaba si no podía? Nadie vería nunca aquella pintura, ni la primera. Nadie que no fuera él mismo.

Notas finales:

Bueno eso es todo, ahora si jejejeje realmente les agradezco muchos sus rw ya se los respondi, muchas gracias a todas las personas que aunque no comentaron hayan leido el fic, por favor cometen el fic diganme como esta que yo von gusto respondere sus dudas o pregunstas. Muchas Gracias :)


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