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Tu Mentira [HunHan] por hh_mili

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Notas del capitulo:

hola!!!!!!!!! ya estoy de vuelta muchas graciasa todas las personas que comentaron ^^ ahi les dejo el siguiente capitulo


------------♥------------

 

Sehun salió del cuarto de baño y se quedó en el umbral durante un buen rato, mirando la enorme cama que dominaba el elegante dormitorio principal y que, en aquel momento, no podía estar más desarreglada.

Pero las sábanas revueltas y las almohadas descolocadas no eran el resultado de una satisfactoria noche de amor con su esposo, algo que había estado esperando desde que la noche anterior lo besó en el coche y él pareció responder como antaño.

En lugar de ello, en el instante en que llegaron a casa, Luhan había pretextado una jaqueca y se había ido directamente a la cama, pese a lo temprano de la hora. Luego, poco después de que él se hubiera acostado -a eso de las once- se había levantado para abandonar la habitación. Como resultado, se había quedado dando vueltas en la cama, inquieto: las pocas horas que había logrado dormir habían estado salpicadas de sueños oscuramente eróticos y altamente excitantes.

Aquella mañana, pese a haberse pasado quince minutos enteros duchándose con agua fría, todavía se sentía extremadamente frustrado.

Después de anudarse la corbata, abrió las puertas que daban a la terraza bañada por la luz del sol. Ceñudo, se apoyó en la barandilla y fijó la mirada en la caseta que se alzaba detrás de la piscina.

No podía verlo desde allí, pero sabía que estaba dentro, pintando.

Cuando mandó convertir el antiguo vestuario en taller de pintura para Luhan, había creído hacer lo más adecuado: su intención no había sido otra que facilitarle algo que pudiera distraerlo de su dolor. Porque había sufrido mucho con la pérdida de su bebé, más incluso que él.

Pero jamás había imaginado que terminaría pasándose los días allí, todos los días… y más de una noche, como aquella última.

Lo que había imaginado sería una buena terapia se había convertido en una obsesión. Si ni siquiera le permitía ver sus obras… sólo Dios sabía por qué. No parecía desear compartir ningún aspecto o parte de su vida con él. Era la parte de la cama, sin embargo, lo que más le molestaba.

El médico de Luhan le había recomendado paciencia; que era un joven especialmente sensible, que era normal que no quisiera tener sexo por una corta temporada…

Pero, en su opinión, él se había mostrado más que paciente, y la «corta temporada» se había convertido en tres largos meses. Lo había soportado. Apenas. Lo que no podía soportar era la constante tardanza en intentar tener otro hijo. Ya tenía veinticinco años, era mayor de lo que había imaginado que sería cuando se convirtiera en padre, antes de los veintiuno tal vez.

Porque ser padre joven era lo que más ansiaba en esos días, para disfrutar a sus hijos el máximo tiempo. Pero eso resultaba imposible cuando su esposo se negaba a hacer el amor con él.

Entendía a Luhan. Pero escapar de la vida no era la respuesta, había que enfrentarse a las cosas, había que seguir adelante.

Por supuesto, Luhan era un joven extremadamente sensible, tímido y vulnerable. Era por eso por lo que lo había elegido.

Porque no se parecía en nada a Sulli.

El corazón se le encogió cuando pensó en su primera mujer. ¿Por qué el ser humano tenía que enamorarse siempre de las personas menos adecuadas?

Sulli lo había cautivado desde el principio: la tórrida pasión que había sentido por su cuerpo perfecto le había impedido ver los interesados motivos que había tenido ella para casarse. La desagradable verdad había aflorado cuando fue incapaz de concebir y Sehun le sugirió la fecundación in vitro o la adopción. Cuando ella rechazó ambas sugerencia empezó a sospechar que no deseaba tener hijos en absoluto.

Durante el curso de las posteriores discusiones, Sulli llegó a confesarle que había sabido durante todo el tiempo que era estéril y que nunca habría podido darle la familia que él tanto deseaba, que en realidad nunca lo había amado había resultado perfectamente obvio para él; para Sulli sólo había sido un billete para una vida de lujo, una póliza de seguros para su futuro, para cuando terminara su corta carrera de modelo.

Lo que había hecho había sido perverso, cruel, y completamente egoísta.

Kai y Chanyeol creían que aún seguía enamorado de Sulli, pero no era así. Ella había matado aquel amor. Por desgracia, parecía que también había matado su propia capacidad para enamorarse de nuevo.

Porque por mucho que quería enamorarse de Luhan, no podía. Le gustaba mucho, y le gustaba hacer el amor con él.

O le había gustado.

Por supuesto, el sexo con Luhan no era tan excitante como lo había sido con Sulli. ¿Cómo habría podido serlo? Sulli era una experimentada mujer de mundo, conocedora de múltiples trucos para excitar a un hombre. A Luhan lo había conocido virgen: un chico tímido, inhibido. La desnudez total todavía seguía incomodándolo, así que hasta el momento su vida sexual había sido bastante conservador, con él llevando siempre la iniciativa.

No se trataba de que no fuera un chico apasionado, lo era. Desde el principio, había acogido con sorprendente satisfacción el evidente placer que había experimentado Luhan en el acto amoroso.

Contemplando retrospectivamente las cosas, con Sulli no estaba tan seguro. La simulación muy bien habría podido formar parte de su modus operandi, pero no había simulación alguna en Luhan, ni en su amor, él estaba seguro de ello.

De cuando en cuando se sentía algo culpable por no amarlo a su vez; casi siempre cuando Kai o Chanyeol hacían algún comentario poco agradable sobre el tema. O cuando él le decía que lo amaba. Pero, cada vez que eso sucedía, la lógica no tardaba en acudir en su rescate. Luhan no sabía que Sehun no lo amaba y estaba firmemente convencido de que podía hacerlo feliz sí él le dejaba, claro.

Sintiéndose cada vez más frustrado, volvió a entrar en el dormitorio, se puso la chaqueta y recogió su cartera y su móvil de la mesilla. Después de lanzar una última mirada a la cama revuelta, bajó las escaleras. El tentador aroma del café recién hecho era señal de que el desayuno se estaba preparando.

—Buenos días, señor Oh —le saludó alegremente Seulgi cuando lo vio entrar en la cocina—. El desayuno estará listo enseguida.

Como ama de llaves Seulgi era una joya, Sehun la había contratado poco después de comprarle a Chanyeol la mansión donde vivían, consciente de que la enorme casa era demasiado grande para que Luhan pudiera ocuparse de ella solo. A sus treinta y tantos años. Seulgi se conservaba ágil y en forma; por lo demás, era una cocinera maravillosa y su marido hombre habilidoso para cualquier tarea, era una ventaja suplementaria; SM, la empresa de Sehun, le dejaba poco tiempo para ocuparse del jardín o limpiar la piscina.

De todas formas, tenía intención de delegar algunas tareas de la empresa una vez que naciera su primer hijo. Cuando años atrás tomó la decisión de convertirse en padre, resolvió también dedicarse a ello a tiempo completo.
El patético ejemplo de su propio padre había actuado como revulsivo, Sehun no quería que su futuro hijo o hija padecieran lo que había padecido él durante su infancia. ¡En absoluto!

—¿Podría esperar un poco para servir el desayuno, Seulgi? Me gustaría pasarme antes por la piscina.
Seulgi sacudió la cabeza con expresión entristecida.

—El señor Lee ha vuelto a pasarse la noche pintando, ¿verdad?

Sehun vaciló. Desde su ruptura con Sulli, se había vuelto un tanto paranoico en lo que se refería a su vida privada. Pero con Seulgi era difícil guardar secretos.

—Eso me temo —admitió.

—Pobrecito. He intentado hablar con él ¿sabe?, le dije que muchos abortos son como la señal de la naturaleza de que algo no marcha bien.

—¿Y?

Seulgi se encogió de hombros.

—Me dijo que ya lo sabía.

Sehun asintió. El médico le había dicho a Luhan lo mismo, después de asegurarle que no había razón alguna por la que el siguiente embarazo de su esposo no pudiera marchar bien.

—He decidido llevarme a Hannie de segunda luna de miel —informó a Seulgi—. Sacarlo de allí, de ese estudio infernal.

—Es una gran idea. No puede seguir así, está muy nervioso y come peor que un pajarito, ya ni me acuerdo del último día que desayunó en condiciones o que comió en condiciones.

Sehun frunció el ceño. Lo había visto cenar muy poco, pero no había caído en la cuenta de que sus comidas podían ser igual de frugales.

—¿Por qué no nos preparas una bandeja de desayuno para los dos, Seulgi? Me la llevaré a la piscina. Así podré sentarme con él y asegurarme de que coma algo.

—Esa es otra gran idea. No tardo nada.

—Mientras espero, me serviré una taza de ese magnífico café tuyo.

Diez minutos después. Sehun llegó al estudio con una bandeja bien cargada. La puerta estaba cerrada, así que tuvo que llamar con la punta del pie.

—Soy yo amor —llamó al mismo tiempo—. ¿Me puedes abrir?

Finalmente se abrió la puerta, con un soñoliento Luhan asomando detrás.
— ¿Qué hora es? —preguntó.

—Hora de desayunar —respondió, y entró con la bandeja. La puso sobre una mesita redonda que había a la derecha de la puerta. Cuando le sacó una silla, Luhan lo ignoró: en lugar de ello, volvió apresurado al caballete, cubrió el lienzo con una sábana, se sentó en la banqueta y se puso a lavar los pinceles.

—¿Qué tal la pintura? —le preguntó él, reprimiendo a duras penas su irritación.

—Bien —contestó sin alzar la mirada.

—¿Me la enseñarás algún día?

—Sólo cuando la termine.

Desde el primer momento de conocerlo, Luhan le había confesado su sueño de convertirse en un artista famoso: una ambición en la que él nunca había creído, sobre todo porque dudaba que poseyera el suficiente talento para ello. Hannie era un buen pintor; no en vano había pasado varios años en la escuela de Bellas Artes. Pero sus pinturas carecían de aquel algo especial que podía diferenciarlas del resto.

Se habían conocido el año anterior en una galería de arte, delante de la única pintura que Luhan había expuesto. No había sido de su gusto, ya que nunca le habían gustado los bodegones, pero hacia el final de la velada la había comprado de todas formas, sabiendo ya por aquel entonces que había encontrado al esposo ideal. Joven, atractivo, inocente, de familia acomodada… Sehun no había querido arriesgarse a volver a casarse con alguien caza fortunas.

Lo había animado a que continuara pintando, pensando que sería bueno que tuviera una afición que lo motivara. Y lo había estimulado también a hacerlo después de su aborto, pese a su súbita manía de no permitir que nadie viera sus obras, pero su paciencia tenía un límite.


—Seulgi me ha dicho que apenas desayunas —le espetó con un tono de voz algo brusco.

Esa vez sí que lo miró, y con expresión sobresaltada, quizá precisamente por el tono que había utilizado.

—Yo… últimamente no tengo mucho apetito —dijo, y volvió a concentrar su atención en sus pinceles.

—Toma un poco de zumo entonces…

—Ahora mismo.

Sehun contó hasta diez antes de pronunciar con voz firme:

—Luhan, tenemos que hablar.

—Sí. Tienes razón —pero no hizo intento alguno de sentarse con él a la mesa.

Finalmente su paciencia se agotó.

—¡Entonces ten por lo menos la consideración de dejar lo que estás haciendo y venir aquí! —le espetó antes de que pudiera evitarlo.

Se odió inmediatamente por haberle dicho eso. Pero aquello era más de lo que podía soportar. Contempló, algo arrepentido, cómo dejaba a un lado los pinceles, se levantaba de la banqueta y se apretaba el cinturón de la bata. El gesto llamó su atención sobre lo mucho que había adelgazado desde que tuvo el aborto.

La primera vez que se encontraron, Luhan le había parecido un chico normal y realmente bonito, una blanca cara ovalada y ojos con un toque “triste”, y un tanto despreocupado de su propia apariencia. Como mucha gente aficionada al arte y a la pintura, era introvertido y poco sociable.

Para cuando se casó con él dos meses después, sin embargo, ya se había refinado considerablemente. Con el tiempo, le confesó que había recurrido a una asesora de imagen para que la ayudara con el traje de boda y el vestuario de su luna de miel, además de aconsejarlo para que realzara sus encantos.

Sehun se había quedado admirado, y excitado, por el sofisticado y delicioso aspecto que había presentado el día de su boda, ya que el mes y medio anterior lo había pasado fuera, de viaje en de negocios. Luhan con su traje era una maravilla y resaltaba sensualmente su figura.

El día anterior, en la boda de Kai, había pensado seriamente que era muy atractivo, como lo pensó en aquel preciso momento, pese al estar algo pálido y llevar la melena con flequillo y un poco desordenado, la pérdida de peso la había favorecido. Ahora los ojos parecían más grandes aún, el cuello más fino. Estaba más esbelto, pero seguía teniendo ese toque sensual, de su rostro, cuello, pecho y deliciosos pezones…

Mientras Sehun miraba la sombra que creaban aquellos pezones y cuerpo bajo la seda de su pijama, decidió que aquella noche sería la última que Luhan dormiría en aquel estudio.

Esa noche dormiría en su cama de matrimonio. ¡Esa noche no lo rechazaría!

Luhan intentó ignorar la dirección de la mirada de su marido, con sus ojos cafés, intentó no reaccionar al evidente brillo de deseo que veía en sus profundidades… Pero fue imposible.

Los pezones se le endurecieron, el cosquilleo en el vientre le indicaba que algo allá abajo empezaba a reaccionar, la debilidad que lo asaltó en aquellos momentos resultaba tan excitante como molesto. Era perversa la manera que tenía de afectarlo… Debería odiarlo por lo que le había hecho. Lo odiaba, de hecho… A veces.

«No lo mires», se aconsejó. «Siéntate, bébete el zumo… ¡y sencillamente no lo mires!»

Pero Sehun se adelantó a recoger la jarra antes de que tuviera la oportunidad de servirse. Se vio obligado a mirarlo cuando él le ofreció el vaso: para entonces, su expresión volvía a ser amable y considerada.

—Bébete esto, sé bueno amor… — le dijo con una de sus radiantes sonrisas, las que reservaba para los clientes más difíciles. Y para los esposos de voluntad débil…

Aun así, no le habría llamado «amor» si hubiera podido ver la pintura en la que había estado trabajando toda la noche, pensó irónico mientras se llevaba el vaso a los labios.

—He decidido llevarte de segunda de luna de miel —anunció después de servirse un vaso él también.

Luhan lo miró asombrado, así que lo había decidido… era increíble. Aunque al menos él sí que podía hacerlo: tomar decisiones, al contrario que él.

—Estuve hablando con Yixing el otro día —continuó Sehun, interpretando su silencio como una muestra de asentimiento, quizá por el beso que habían compartido el día anterior—. Conoces a Yixing, ¿verdad? Zhang Yixing, el fotógrafo. Me estuvo hablando de esa isla que visitó una vez. Dream Island: está en la costa de Queensland, cerca de Cairns. Dice que es el lugar perfecto para una escapada romántica: un paraíso tropical que te ofrece una total intimidad y todos los lujos del mundo.

A Luhan se le aceleró la respiración cuando pensó en lo que sería estar en un lugar semejante con Sehun, y de segunda luna de miel. Se mostraría tan atento y cariñoso con él… y le haría el amor apasionadamente, muchas veces, como al principio de conocerse…

Y todo porque tenía una nueva misión: volver a dejarlo embarazado.
Era tentador de eso no tenía duda, muchos en su lugar habrían aceptado con gusto lo que Sehun le ofrecía, y habrían seguido ignorando sus mentiras. Incluso habrían intentado tener otro bebé.

Pero Luhan no podía hacer eso. Todavía no, quizá nunca.

«¿Entonces qué vas a hacer?», le preguntó la voz de la razón. Esa vez tenía que tomar una decisión, pero… ¿cuál?

Decisión primera: confesarle la verdad a Sehun y contarle la conversación que había escuchado en el hospital, pero por supuesto, si hacía eso tendría que dar por acabado su matrimonio y no le quedaría otra opción que volver a casa para soportar a su dominante madre.

Se estremeció sólo de pensar en la perspectiva.

Decisión segunda: optaba por convivir con las mentiras de Sehun y dar una segunda oportunidad a su matrimonio. Se iba de luna de miel y disfrutaba de lo que su marido quisiera ofrecerle, pero continuaría tomando la píldora hasta que se sintiera preparado para concebir otro bebe. Naturalmente no podría decírselo, porque entonces su matrimonio se iría al traste y tendría que volver a casa con su madre…

No era una decisión muy complicada, sobre todo teniendo en cuenta cómo se sentía en ese momento. Tenía que volver a hacer el amor con Sehun al menos una vez más… si no quería volverse loco.

—Suena… estupendo —se oyó decir a sí mismo.

—Cariño… —murmuró mientras le tomaba una mano— no sabes lo feliz que me haces. Te he echado terriblemente de menos en la cama —le acarició tiernamente los dedos—. Seguro que lo sabes.

De repente, de una manera casi perversa, Luhan encontró el coraje necesario para expresarle al menos una de sus preocupaciones.

—Pues no Sehun— le dijo, con un nudo de deseo apretándole el estómago—. No lo sé.

—¿Qué quieres decir? —le preguntó, sorprendido.

—Tú eres el gran jefe de SM: un hombre rico y poderoso. Si hubieras querido tener sexo durante los últimos meses… no habrías tenido problema alguno en conseguirlo.

No tuvo ninguna duda del asombro que se reflejó en su rostro, O eso, o era el mejor actor del mundo.
—Yo nunca te he sido infiel. Luhan. ¡Nunca! Yo sólo te quiero a ti —insistió, llevándose su mano a los labios y besándole los nudillos.

Probablemente era una mentira, pensó Luhan, algo aturdido, pero una mentira fantástica. Quizá pudiera vivir con mentiras como aquélla si Sehun seguía diciéndoselas con aquella aparente carga de sinceridad… y además volvía a hacerle el amor.

—En cuanto llegue a la oficina, reservaré hotel en Dream Island —continuó él con su habitual rotundidad—. Pero antes de marcharme… ¿puedo tentarte con un cruasán?

—Ahora no —negó, tenso, y retiró la mano.

Sehun frunció el ceño como sólo él sabía, con un fugaz brillo de desaprobación en sus ojos.

—Por muy hermoso que estés querido, no quiero que sigas adelgazando. No si vamos a intentar tener otro bebé.

Luhan lo fulminó con la mirada antes de que pudiera evitarlo.

—¿Hay algún problema con eso? —le preguntó directamente—. ¿Todavía es demasiado pronto?

«¡Por supuesto que sí!», quiso gritarle. Oh. Dios… ¿y si no quería nunca volver a tener un bebé? ¿Y si aquel miedo no lo abandonaba jamás?

—El doctor dijo que no había razón física alguna para que tuvieras otro aborto —continuó Sehun antes de que pudiera encontrar la respuesta adecuada—. Tú mismo me dijiste cuando nos casamos que tu sueño era tener una gran familia.

—Sí, ya lo sé —repuso, tenso. ¡Y lo seguía siendo!

Pero era imposible, pensó desesperado.

—Dime qué es lo que te preocupa —insistió él.

—No puedo.

—Claro que puedes —volvió a tomarle la mano—. Puedes decirme lo que quieras. ¿Te ayudaría si te dijera que ya sé lo que es?

Luhan retiró nuevamente la mano. ¿Sabría que no quería volver a quedarse embarazado? ¿Sabría que seguía tomando la píldora?

—Crees que ya no tienes ganas de sexo —le espetó.

Luhan casi se echó a reír, pero disimuló su reacción desviando la mirada y recogiendo su vaso de zumo.

Sin embargo, cualquier secreta diversión se evaporó de pronto cuando Sehun se levantó bruscamente para rodear la mesa y acercársele. Se quedó paralizado mientas él le quitaba el vaso de la mano y lo dejaba a un lado, dos segundos después se encontraba de pie y entre sus brazos.

—Debí haber hecho esto anoche… —gruñó, dispuesto a besarlo.

No quería que lo besara… ¡no en ese momento, al menos!, pero no podía detenerlo.

Intentó no reaccionar, pero desde el principio fue una lucha inútil. Fue como si su mente se derritiera con rapidez, junto con su cuerpo, no pensó siquiera en resistirse. No hubo más que la ciega aceptación de que era eso precisamente lo que quería, el lugar donde quería estar: en sus brazos. Se olvidó, en el calor del momento, de que el efecto del nuevo medicamento al cual había recurrido Sehun y el doctor para que su cuerpo respondiera bien a un nuevo embarazo había llegado precisamente aquella mañana…

Sehun se sintió eufórico cuando Luhan finalmente respondió. Había temido por un instante que fuera a rechazarlo de nuevo. Pero no había rechazo alguno en la manera en que se estaba apretando contra su cuerpo… Dios mío, lo había echado tanto de menos…

Era tan dulce… pensó mientras lo besaba. Delicioso. Su cerebro ya se estaba adelantando a sus actos, pensando en cómo podría hacerle el amor sin una cama cerca y a plena luz del día, por una vez, la primera; Lo levantaría en brazos y lo llevaría al sofá rojo, debajo de la ventana. Y muy pronto podría poseerlo…

Antes, sin embargo, tendría que conseguir excitarlo un poco más; si no podría resistirse, era increíblemente tímido.

Interrumpió el beso, pero no lo soltó, sino que le dio la vuelta para abrazarlo por detrás. Sujetándole un pezón con la mano izquierda, deslizó la derecha a través de la seda del pijama, alcanzó su miembro empezándolo a acariciar.
Cada vez más se endurecía al parecer era más sensible de lo que recordaba. Luhan gimió suavemente mientras Sehun continuaba acariciándoselo.

Sehun se quedó sorprendido cuando Luhan se retorció de pronto, liberándose de sus brazos.

—No… no sigas —le pidió con voz temblorosa.

—¿Pero por qué? —le espetó—. Lo quieres yo lo sé.

—Sí, es verdad —admitió, sonrojándose—. Lo siento, pero… pero no podemos hacerlo ahora, antier fui al médico y tuve una clase de tratamiento, del que habían hablado el mes pasado y sabes lo que conlleva…

Sehun casi soltó una palabrota. Se alegró de no hacerlo; Luhan no era de la clase de personas que hablaban así.

—¿Hasta…?

—Hasta el viernes por lo menos.

¡Eso eran cinco días enteros! Por unos segundos Sehun luchó contra la frustración antes de decirse que aquellos cinco días terminarían pasando y después…

—¿El lapso habrá terminado para el sábado?

—Sí, seguro. El sábado podremos hacerlo —dijo, ruborizándose.

La recorrió con la mirada, advirtiendo que le brillaban los ojos y tenía los pezones y el miembro duros como piedras, le iba a costar mantener las manos quietas hasta entonces. Esa semana tendría que esforzarse todavía más de lo habitual en el gimnasio.

—El sábado a primera hora volaremos a Dream Island —pronunció con tono firme.

Luhan abrió mucho los ojos.

—Pero si todavía no has hecho la reserva. ¿Cómo sabes que habrá vacantes para el sábado? ¿O billetes de avión?

—Tú no te preocupes por eso, que yo me encargaré de todo. El sábado estaremos en Dream Island.

—¿Cuánto tiempo estaremos fuera?

Estuvo a punto de decirle que una semana. Realmente no podía permitirse ausentarse de la oficina por más tiempo,
acababa de hacer una nueva adquisición en su negocio: una agencia de casting con vistas al número creciente de películas que se hacían en Corea, pero luego recordó que no iba a estar siete días seguidos, a tiempo completo, haciendo el amor con Luhan… Al fin y al cabo, sólo quería dejarlo embarazado.

¡Se había olvidado de ello por un momento!

Calculó rápidamente las fechas a partir de lo que le había hablado con el doctor contado sobre el lapso del medicamento, el tiempo ideal para la concepción empezaría dentro de quince días, aproximadamente, si se marchaban el sábado tendría que prolongar sus vacaciones al menos diez días para estar seguros, tenía que aprovechar aquella oportunidad, ya que era posible que a su regreso Luhan volviera a encerrarse en su concha.

—Diez días.

Vio que de repente volvía a parecer preocupado, por alguna razón.

A pesar de su anterior resolución de mantener las manos quietas, lo estrechó de nuevo en sus brazos y lo besó. Mereció la pena la frustración de sentirlo derretirse contra su cuerpo una vez más. Aun así, iba a ser una semana muy larga, dormir a su lado cada noche y no poder tocarlo. Conociéndose, era seguro que intentaría algo y lo estropearía todo. Era mejor mantener las distancias.

De repente se le ocurrió una idea.

—¿Recuerdas lo mucho que disfrutamos en nuestra noche de bodas? —Vio que asentía con los ojos brillantes—¿Por qué no intentamos recrear la situación?

—Pero… pero… ¿cómo?

—Estuvimos mes y medio sin vernos antes del día de la boda. De alguna manera, ese tiempo que estuvimos separados convirtió nuestro reencuentro en algo especial. Sé que esta vez solo serán unos días, pero podríamos hacer algo similar. Tú podrías dormir en el estudio, y comer aquí. Si me prometes que comerás bien. ¿Qué dices?

—Creo que es una idea muy romántica —dijo, aunque a Sehun le pareció detectar alguna reserva en su tono.

—Puedo ser romántico, ya lo sabes —repuso, burlón.

—¿Seguro?

—No muy a menudo, lo admito. Pero puedo intentarlo.

—¿No le parecerá a Seulgi un poco extraño que no vaya a casa a comer?

—Yo se lo explicaré todo.

Luhan parpadeó asombrado, y él asintió, sonriéndole. Esa era otra de las cosas que le gustaba de Luhan, que no discutía nunca.

—Estupendo. Mira, será mejor que salga rápidamente para la oficina y me encargue de esa reserva. No te olvides de comer bien. Yo comeré en el trabajo. Adiós, amor —le apretó cariñosamente un hombro mientras lo besaba en la mejilla—. Te veré por la noche.

—No, no me verás —le recordó.

—Es verdad. No te veré. Maldita sea, la semana se me va a hacer muy larga —«toda una eternidad», añadió para sus adentros.

—¿Y si no consigues una reserva?

—La conseguiré —replicó, ceñudo—. ¡Aunque tenga que comprar la maldita isla!

Notas finales:

Espero que les haya gustado, por favor, cualquier duda se las respondere, nos vemos prontito ^^ 

El trama aumentara mas y mas jejejeje ya lo veran y nuevamente gracias


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