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Rubinkuss por miss_seragaki

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Notas del fanfic:

One-shot Castlevania Symphony of the Night
Pareja: Olrox/Alucard

Puedo sentir su incomodidad en cuanto llega a la puerta dorada. Hace tiempo, él hubiera venido a mí por voluntad propia, pero luego de tantos años… 

Los rumores dicen que es un hombre nuevo. Ha elegido el camino del bien, lo que sea que eso quiera decir. Creo que se ha decidido matar a cualquiera que se interponga en su camino. Pero… ¿realmente tiene el valor para matarme a mí? Sinceramente, lo dudo.

 La puerta dorada se abre. Él se deja caer desde el balcón y aterriza frente a mí.

 Sus hermosos ojos dorados me miran inexpresivos. Algo lo sigue. ¿Un hada? Debe haber encontrado la carta encantada para llamarla, en algún lugar del castillo… maldita mosca molesta, con su lindo vestidito azul…

 —Bienvenido, Adrian… toma asiento, por favor.— Le digo, y le ofrezco la silla que está en el otro extremo del largo comedor.

 Pero él no me responde, y prefiere desnudar sus blancos colmillos amenazadoramente.

 —Compórtate. Hubiera esperado mejores modales de usted, joven amo del castillo…— sonrío bajo mi casco, —pero… odias ser el hijo del Amo, ¿cierto?—

—Silencio.— Su voz sedosa y profunda llena mis oídos y me hace temblar ligeramente. Me levanto de mi asiento.

—Bien, entonces sí recuerdas como hablar. Temía… no escuchar tu voz de nuevo.—

—No estoy interesado en ti o en tus miedos. He venido a matarte.— Su voz fría trasluce su convicción.

—Por favor, te ruego… déjame admirar tu belleza una vez más.— Mi voz intenta envolverlo, manipularlo… y camino hacia él, asombrado de verlo tan hermoso como siempre. –Entonces moriré feliz, y sin oponer resistencia.—

 Él no se mueve.

—No habrá una muerte pacífica ni feliz para ti.— Puedo ver que su confianza se tambalea, aunque apenas.

—¿Por qué no? Hasta los vampiros merecemos una muerte hermosa.—

—Tú no. Ni nadie que proteja este castillo. Te advierto, Mikael, vine a luchar contra ti.—

 Mikael. Vaya, vaya… ¿Cuánto ha pasado desde la última vez que alguien me llamó así? Abandoné ese nombre hace siglos…

 —¿Por qué?— Pregunto, mientras juego con una de las ondas platinadas de su pelo. —¿Porqué deseas destruir tu hogar?—

 Su mirada me evade.

  —Dime, Adrian, ¿por qué? Aquí, puedes tener todo lo que quieras. Lo que sea.— Rodeo su cintura con mi brazo izquierdo. –Dime.—

—No puedo tener lo que deseo. Ni aquí, ni en ningún lugar.— Responde mientras me mira de nuevo.

—¿Aún estás convencido de esa idiotez de que el mundo es demasiado bueno para ti? Te maldigo, Adrian. Te maldigo a ti, a tus sueños de héroe y a tu hermoso rostro angelical…—

 Sus ojos ambarinos se llenan de una rabia repentina.

 —¿Acaso herí tus sentimientos?— Beso la punta de su pálida y perfecta nariz.

—No se trata de heroísmo. Mis principios me lo demandan.—

 Lo miro, divertido. Su rostro harmonioso no ha cambiado en siglos. Cuando era un jovencito, era más hermoso que cualquier doncella. Aún hoy hay algo demasiado bello y frágil en sus pálidas facciones…

 —Pues maldigo también esos principios.—

 Él me sonríe. ¡Cómo extrañaba esa sonrisa!

 —Me dijiste lo mismo esa noche, Mikael.— Adrian toma mi mano derecha y la pone sobre su pecho. Puedo sentir su corazón medio humano latir bajo su carne. –La noche en la que traicioné a mi padre y ayudé a esa mujer Belmont.—

—Ah, esa noche. Sí, ciertamente te dije lo mismo. Al final, no me equivoqué. Todo lo que hiciste fue buscarte ese lindo y estúpido ataúd para dormir en él por siglos, solo para despertar y regresar aquí. La verdad, tu idea de liberar al mundo de tu sangre maldita es demasiado infantil…—

—¿Y por qué piensas eso?— Me dirige su más deliciosa mirada de inocencia.

—Eres lo que eres. Puedes predicar todas las tonterías que tu madre te enseñó, pero al final, eres el hijo del Conde Drácula.—

 Adrian se aparta de mí violentamente.

 –No eran tonterías. Ella tenía razón.—

—¡Pero claro!— Respondo con sarcasmo involuntario. –Adrian… ¿Sabes porque tu padre está tan enojado contigo? No es por tu rebeldía. Es porque pasas la vida quejándote como un niño.—

—Idiota…—

—Has vivido cientos años y aún te comportas como un principito consentido.—

 Me gruñe ligeramente.

 —La verdad nunca es agradable, ¿verdad, Adrian?—

—Detente.—

—¿Detenerme? ¿Detener qué?—

—¡Esto!— Se aleja más, desesperado.  –Te desprecio.—

 Lo jalo hacia mí, y lo aprieto fuerte contra mi cuerpo.

 —No, no me odias. Me amas, y te odias a ti mismo por eso. Aún en el pasado, cuando venías a estas cámaras noche tras noche, para esconderte en mis brazos y entregarte a mí, sabías que no soportabas amarme.—

—Desearía poder odiarte de verdad.— Lágrimas carmesí se asoman en sus ojos.

—Pero no puedes.— Acaricio su mejilla con la lengua, saboreando las gotas sanguinolentas que sus ojos derraman.

 Lentamente, Adrian pone sus manos en mis hombros, y le beso el cuello, sintiendo su arteria palpitar bajo mis labios.

 —¿Lo ve, joven amo? No puede resistirse a mí.— Le dijo sin dejar de besar su piel de porcelana.

—¿Desde cuándo te has aficionado a hablar, Mika?—

 Me rió. Hace mucho que no reía tan honestamente.

 Y sin poder resistir más, rompo su blanca piel con mis colmillos, dejando que el elixir rojo de sus venas caiga sobre mi lengua. Escucho sus suaves gemidos, mezcla de dolor y placer. Ah, que ingenuo es. Si va a pelear contra mí, no debería debilitarse dándome su preciosa sangre. Pero no le importa, y me deja tomar toda la que quiero sin resistirse, tal como hacía cuando me visitaba para que le hiciera el amor durante toda la noche.

 Tal vez yo soy más ingenuo, porque no logro obligarme a robar más que unos sorbos. Beso la herida de su cuello, sintiendo como la carne se cierra casi instantáneamente.

 —No puedo olvidar el amor que siento por ti, Mika. Aún así…—

—Me matarás si intento detenerte.—

—Sí.—

Lo abrazo con fuerza.

 —¿Porqué? No entiendo por qué haces esto. Este no eres tú.— Me siento profundamente abatido. –¡Eres un vampiro! ¡No deberías matar a tu especie!—

—No soy un vampiro. Soy un mestizo, y no puedo permitir que lastimen a la gente de mi madre.—

—¡Oh, por favor!— Lo aprieto contra mí. –Te odian tanto como nos odian a nosotros. ¡Ellos son los que destruyen a sus hermanos y hermanas! Nosotros no vamos por ahí quemándonos los unos a los otros, como ellos hicieron con tu madre. En nuestra existencia demoniaca, vivimos en paz…—

—¿Paz?— Me mira con tristeza. –No hay paz en el infierno.—

—Maldito demonio con rostro de ángel…— Escupo las palabras con desprecio.

—Ese eres tú, Mika. Eres el demonio con rostro de ángel.— Suspira apenas. –Yo solo soy lo que ves. Ni ángel, ni demonio. Lo único que tengo para ofrecer es lo mejor de mí mismo. No sé si sea suficiente ante los ojos de Dios, pero es todo lo que puedo dar.—

 Siento un odio venenoso crecer en mi pecho y apoderarse de mí. Lo abofeteo sin pensarlo, y no me arrepiento ni siquiera cuando veo su mejilla amoratarse por unos momentos.

 —¿Dios? ¿El mismo dios cuyo nombre alababan esos sacerdotes asesinos, mientras Lady Lisa aún ardía en la estaca? —

—Sí.— Sonríe apenas. –El mismo Dios que ella amaba.— Me mira fijamente, y puedo ver en sus ojos el profundo y corrosivo dolor que aún lo aqueja.

—¿Cómo puedes amar aún a ese dios monstruoso?

—Ni lo amo, ni lo odio. Pero acepto que ha trazado un destino para mí. Y no soy quien para juzgarlo.—

 Cierro los ojos con fuerza. Dios. El inevitable e indiferente Dios.

 Lo miro de nuevo, mientras me quita el casco y lo lanza al suelo.

 —Tus ojos profundos, tu cabello azabache… tu sonrisa… por favor, dime que no tendré que destruirlos.—

—Si te opones al Amo, ningún dios va a evitar que use mi fuerza contra ti.—

Adrian me mira a los ojos, sus pupilas doradas reluciendo bajo más lágrimas de sangre. Y luego me besa más dulcemente que nunca.

Sin pudor, me permite acariciarlo mientras vuelvo a beber la sangre de sus venas. Él me deja tomarla de nuevo. ¿Tanto así me ama? Me hago un corte en la mano sin dejar de beber su sangre, y acerco la herida a sus labios. Se niega.  Pero igual que en el pasado, y a pesar de intentar resistirse con toda su voluntad, es débil y lame la sangre que mana de la palma de mi mano. Sé que le duele. Le duele sucumbir ante esa mitad de sí mismo que odia. Pero lo disfruta igual que antes. ¿Tal vez más? ¿Hace cuanto que no prueba la sangre que tanto necesita?

 Puedo oler la pasión que lo recorre. Nunca lucía más humano que cuando hacíamos el amor. El rubor sube a sus mejillas níveas, y un suspiro escapa de sus labios apretados. No lo dejaré ir. Le recordaré lo que aquí tenía, y tal vez pueda hacerlo recapacitar.

 Lo acaricio de forma más íntima. Y él se entrega a mis caricias, permitiéndome echar a un lado sus armas. El hada… esa maldita criatura… intenta interponerse. ¿Quiere protegerlo de mí? Él la ignora, y la criatura se esconde bajo la capa. Sí. Que se esconda. Que me tema. Soy el demonio, y voy a profanar a su angelical amo…

Cuando me recuesto sobre él, me sorprende notar que aún queda algo vivo en mí. Mi cuerpo me demanda reclamar lo que me pertenece, y mientras le abro la camisa de seda y beso su pálido pecho, me pregunto, ¿Hace cuanto que nadie lo toca?

 Lo obligo a ponerse a gatas, y libero su sexo de la prisión de sus ropas. Él espera sumisa y pacientemente mientras hago lo mismo conmigo. Luego, bajo aún más su prenda, y mientras lo hago, acaricio sus muslos blancos. Tiembla como una damisela cuando paso mis manos heladas por su firme y pulsante longitud.

 Ya no puedo esperar más, y me deslizo dentro de su cuerpo. Había olvidado lo mucho que envidiaba la calidez de su piel…

 Creo que nunca antes se había entregado a mí con tal renuncia de sí mismo. Y eso me asusta. Parece que está despidiéndose de mí. No pienses en eso, Mikael. Tu amante ha vuelto.

 Lo acaricio sin dejar de empujar mis caderas contra las suyas, asombrado por la intensidad de mis propios deseos. La sangre siempre enciende mis sentidos, pero hacía siglos que no me entregaba a los frágiles placeres de los humanos. Ni siquiera sabía que aún podía hacerlo.

 De repente, me viene el recuerdo de la primera vez que lo tuve como ahora. Yo era humano todavía, y aún me debatía entre seguir o no al Maestro. Mi joven y virginal amo fue a visitar la capilla del castillo Cronqvist. Vestía de negro y llevaba las ondas doradas de su cabello sueltas, como los ángeles que decoraban el altar. Adrian todavía tenía los ojos enrojecidos y húmedos cuando lo tomé. Había estado llorando a su madre asesinada hacía apenas dos semanas…

 Lo siento en mi regazo, y sus cabellos perfumados me rozan la mejilla. Mientras paso mis dedos por su pecho y su abdomen, me embargan unos celos venenosos. No quiero que nadie más que yo le arranque jadeos y suspiros quedos. Su carne tiembla bajo mis manos, y sus labios buscan los míos. Adrian, no olvides que me perteneces a mí, y solo a mí…

 Siento que una ola de calor lo recorre, mientras cierra los ojos con fuerza y sus mejillas se tiñen de un rojo intenso. Sin poder controlarme, hundo mis colmillos en su hombro, saboreando su sangre mientras el éxtasis me alcanza violentamente.

 Cuando me recuesto a su lado en el frío mármol, aspiro el perfume de sus cabellos rubios y me siento dolorosamente solo. Su mente se ha ido lejos, a pasear por algún recuerdo antiguo.

 —Mika… ¿Por qué haces esto? ¿Por qué lo proteges?— Me pregunta luego de unos minutos, aún recostado sobre su costado y aún envuelto en mis brazos.

—Sabes el porqué. Me dio la vida eterna. Le pertenezco para siempre.—

—¿No lo ves? Esa es la razón por la cual este castillo me aleja de lo que realmente deseo.—

—¿Y eso es…?—

—Libertad, Mika. Libertad.— Responde con un leve apasionamiento mientras se recuesta bocarriba, su pecho tan blanco como el mármol. –No deseo ser un esclavo de la obscuridad, como los monstruos que acechan fuera de esta habitación.—

—¿Yo soy un monstruo entonces, Adrian?—

 No responde, pero una nube de pesar obscurece sus ojos.

 —¡Responde! ¿Lo soy? ¿Soy un monstruo? Porque si así es, tú eres uno también.—

—Lo soy. Todo es su culpa.—

—Entonces, ¿toda esta estúpida rebelión es producto de tus problemas con papá? ¿Es porque tú, maldito mocoso impertinente, te niegas a aceptar lo que eres, y a obedecerlo como te corresponde?—

—¿Y qué debo hacer, entonces? ¿Volverme un asesino entre las sombras, acechando a los mortales por siempre?—

—Debes seguir tu naturaleza.—

—Pero esa no es mi naturaleza, y lo sabes. Nunca lo fue. Y si no puedes verlo, entonces el amor que me tuviste ha muerto.—

—Te amo. ¡Te amo! Pero debo protegerlo. Me dio la eternidad.—

—No.— Me acaricia la mejilla. –Te dio una condena eterna. ¿No comprendes?  Condenó tu alma porque descubrió que éramos amantes. Creyó que el lazo que compartía contigo me obligaría a quedarme.—

El corazón me pesa. ¿Ya no compartimos ese lazo, amor mío? Afligido, lo beso una vez más, pero él se levanta sin responder a mi beso. Se acomoda las ropas, sin decir una palabra, y yo hago lo mismo. Luego me alejo unos pasos.

 —De verdad lo lamento, Adrian, pero si debo matarte… lo haré.—

—Ven conmigo.— Me suplica. –Yo te protegeré.—

—Pero no quiero irme.— Sonrío con cinismo. –Soy el monstruo que acecha a los mortales desde las sombras. Esa es mi naturaleza.—

—Yo sé que aún eres el mismo Mikael que conocí cuando era un muchacho. Sé que aún tienes un corazón bueno, y sé que puedes ser perdonado…—

—Yo quería poder. Fuerza.— Recojo mi casco y me lo pongo de nuevo. Entonces él toma su espada y su escudo. –Mi Señor me los dio. Y por eso, mataré a cualquiera que se interponga entre mi Amo y sus deseos.—

Sus ojos dorados me miran como si yo fuese un extraño. Lo he perdido para siempre…

—Yo no moriré aquí. Y tú… tú sabes que te amo lo suficiente como para matarte.—

Sus palabras resuenan en mis oídos, y de repente, un pensamiento insensato e infantil cruza mi mente.

—Si me matas… ¿finalmente podré ser libre, Adrian?—

 Adrian me sonríe mientras desenvaina su espada, y luego cierra los ojos.

—No lo sé. Pero te prometo que oraré por ti.—

—Entonces comienza a orar, mi amor. Comienza a orar por ambos. —

 

— Das ende.

Notas finales:

Publiqué esta historia hace muchos años en Fanfiction.net y en la mailing list del sitio The Castlevania Dungeon. Y luego, perdí mi contraseña de ff.net por mucho tiempo. Cuando la recuperé, decidí quitar mi historia, editarla, y además traducirla a español (ya que estaba originalmente en inglés). Es interesante ver cómo va cambiando nuestro estilo con los años… así que les presento una versión editada, mas hard y traducida de “Rubinkuss”. Lo interesante es que ahora este pequeño relato forma parte de un universo más grande de fanfics de Castlevania que un día terminaré de escribir…

Admito mi obsesión con Castlevania. Creo que lo que realmente hizo que me enamorara de la serie fue el arte de Ayami Kojima. ¡Qué artista más maravillosa! Es capaz de mezclar lo bello y lo repugnante como nadie. Según sé, le gusta ver programas de cirugías y libros de anatomía y de insectos… por eso esos temas aparecen constantemente en su obra. Es una artista obscura y sus obras son terroríficas y a veces, muy sensuales. Y luego está, claro, la música de Michiru Yamane, la única compositora con la capacidad de dar credibilidad a los sintetizadores en una ambientación la Edad Media. Pero todo lo bueno se termina y la era de IGA como productor de la serie terminó. Al menos aún tengo mis videojuegos…

Alucard es el protagonista de Castlevania: Symphony of the Night. Es un personaje maravilloso. Un verdadero príncipe trágico. Mitad humano, mitad vampiro, orgulloso tanto como humilde. Tan heroico como atormentado. ¡Con un padre como Drácula no me sorprende! Y luego está la trágica muerte de su madre. Alucard solo necesita amor.

En una de las ilustraciones de Ayami Kojima, tiene los ojos dorados, probablemente porque en Japón se piensa que los demonios tienen ojos de este color. Su nombre verdadero es Adrian Farenheights Tepes (por sus padres, Lisa Farenheights y Vlad Tepes). Sin embargo, según el posterior juego Lament of Innocence, debería ser Adrian Cronqvist pues el nombre verdadero de Drácula es Mathias Cronqvist… que lío.

 

Ahora, Olrox. Este jefe se encuentra en  el stage llamado Olrox’s Quarters (cuyo tema musical, Dance of Pales, es un vals de lo más hermoso). En el videojuego, Olrox tiene la piel morada, y seguramente debía lucir como el Conde Orlock de la vieja película del mismo nombre. Pero para esta historia, decidí que lleva un casco y guantes morados y es sexy y hermoso. Licencia creativa FTW.

Olrox debe ser muy cercano a Drácula, considerando que tiene un stage con su nombre. Aparece en una novela posterior a Aria of Sorrow, donde quiere el castillo para sí.

La idea de que Drácula lo transforma en vampiro para usarlo contra Alucard en el contexto de esta historia, me pareció retorcidamente delicioso y muy propio de Mathias Cronquvist.

Necesitaba un primer nombre, e irónicamente decidí llamarlo Mikael, como el arcángel Miguel.

 


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