–Hyung, por qué tiene Jong Woon tu número –pregunté con la voz algo débil.
Estaba impactado, no podía negarlo. Esto no es una novela ni nada parecido. Sí, esto es la vida real. No puede pasar esto.
–Oh, con que estas con él.
– ¡Respóndeme, hyung!
–Aish, uno aquí preocupado por ti, pequeño idiota y tú gritándole a tu hyung –contestó–. El caso, Yesung es un amigo mío.
– ¿Yesung? Hyung, te equivocas, con quien estoy se llama Jong Woon.
–Ay –se dio un manotazo en la frete. Fue muy fuerte porque pude oírlo. –A ver, Ryeo Wookie, Jong Woon y Yesung son la misma persona –me dijo con obviedad.
Me quedé mudo y el aire volvió a irse de mis pulmones, era mucho para que mi cerebro lo analizara. Me repetía una y mil veces “no, no, no, no, no, ¡no pueden ser el mismo!”. Sentí que me golpee de cara contra una realidad que no parece lógica.
–Adiós, hyung, debo confirmar algo –colgué de golpe y guarde mi celular de nuevo. Mientras salía de la habitación, apague el teléfono para que parara de vibrar en mi bolsillo.
–Te ibas demorando, ¿no? –dijo Jong… ¿Yesung? Mientras ponía la mesa.
Me acerque con paso decidido a conocer la verdad de todo esto. Cuando estuve frente suyo, con un movimiento fugaz, levante mi mano y quité la capota que traía puesta él, esta cayó y no le dio tiempo para responder. Me alejé y encendí la luz de la sala para ver más claramente. Gire a ver a… el chico, recordaba sus facciones, eran las mismas bellas y simétricas que había visto esa noche en la disco antes de perderme. Pero había algo de diferente, tenía una venda en los ojos.
–Contéstame algo –dije firme y me acerqué a él–. ¿Quién eres realmente?
–Mi nombre es Kim Jong Woon –respondió bajando un poco el rostro. Me sentí extraño por no poder ver sus ojos–, pero me llaman Yesung entre los lados de la mafia y el poder.
– ¿M-mafia?
–Solo te digo que cuando te metes con alguien de ese lado, jamás volverás a estar tranquilo –dijo serio.
Me asuste. Me aleje un poco de él. Negué con la cabeza mil veces. ¿La mafia? Malos recuerdos vinieron a mi mente como ráfagas. Miré por última vez a Yesung y corrí hacía la habitación. Cerré la puerta y me tiré en la cama. Lo que había dicho era cierto, jamás te dejarían tranquilo una vez involucrado.
–Ryeo Wook –llegó Yesung y tocó la puerta.
– ¡No, aléjate! –temblé mientras abrazaba mis rodillas.
–No te haré nada, ya te lo dije.
– ¡No puedo confiar en ti!
Deje de escuchar los toques en la puerta. Seguía temblando y unas lágrimas salían de mis ojos. Me agarré la cabeza, comenzó a dolerme.
–Entonces te contaré mi historia desde acá –volví a escuchar su voz y aunque no quería escucharlo mis oídos no podían no hacerlo.