–Soy hijo de un hombre muy rico y poderoso –Yesung asintió–. Un negociante y empresario que ha sacado de la quiebra a muchos otros negocios.
–Cuando tenías 14 años, tu padre se fue a un viaje de negocios…
–Y no volvió –baje la mirada. Fue desastrosa la noticia, sobre todo para mi abuela (madre de mi padre). Tuvimos que salir adelante ella, mi mamá y yo–. Dijeron que el avión donde iba se cayó por una falla técnica.
–Una falla técnica intencional –sentenció Yesung–. Unos hombres de mi padre hicieron esas fallas en la noche antes del vuelo.
Me quedé sin aire. Después de seis años viviendo con que todo fue un accidente donde desafortunadamente estaba mi padre, ahora resulta que todo fue armado.
– ¿L-lo venían siguiendo a él? No había nadie más en ese avión que estuvieran buscando esos hombres –pregunté con urgencia. Las lágrimas volvían a escocer en mis ojos.
–No. A tu padre siempre lo buscaron por ser uno de los hombres más ricos de Corea del Sur. Lo mataron para ver si su muerte podría hacer más fácil el hecho de quitarle todas sus ganancias.
–Pero…
–Pero no contaban con el hecho de que tu padre ya tuviese listo un testamento con la respectiva cesión a su primogénito.
O sea, que era yo. Todavía recuerdo estar en esa sala de oficina con miles de abogados y un costoso traje puesto, escuchando por dos horas como se discutían los términos del testamento, las herencias, objeciones, modificaciones. Nunca quise heredar esa gran empresa, bien podían dársela a uno de mis tíos pero me convencieron con decirme que si no aceptaba no cumpliría uno de los últimos deseos de mi padre.
–Eres el próximo (y la verdad, el único) heredero al gran imperio que tenía tu padre. Si ellos quieren el dinero, ¿a quién crees que quieren?
–A… mí –respondí anonado. Abrí los ojos tanto que pensé que se saldrían de sus orbitas.
–Wookie, tranquilo. Ten en cuenta que yo estoy aquí –me dijo Yesung de forma tranquilizadora.
–Tú eres parte de ellos, ¡no mientas! Tú estás con ellos –comencé a temblar y volví a alejarme de Yesung. Ahora tenía más miedo de lo que podría o no pasar.
–No, no lo soy. Cuando me escapé, dejaron de tomarme como un miembro de la familia. Estoy solo por mi cuenta… bueno, tal vez no tanto. Hee Chul hyung me ha ayudado mucho.
– ¿H-hee Chul hyung?
–Lo conoces, ¿verdad? –Asentí, luego caí en la cuenta de la venda y afirme con un sí en voz alta–. Sí, ya me lo imaginaba, después de todo ibas con él en la fiesta.
–Ahora dime por qué lo conoces tú –seguía temblando, era casi un milagro que mi voz saliera sin tartamudear.
–Él es hijo de un agente de policía, le conté mi caso y ha ofrecido ayudarme. Hee Chul hyung también me dio un poco de información tuya. En fin, él está trabajando en encontrar el paradero de los chicos que te siguieron que noche. Les di su descripción física y nombres, sería imposible que no los cogiera.
–En resumen y conclusión –dije– debo quedarme aquí hasta que todo termine.
–Sería lo ideal –contestó de forma alegre. ¿Por qué tanta alegría por eso? –aquí estarías seguro, por lo menos más que en las calles. Bueno, la cuestión también es si quieres –fue bajando el tono de voz como si no quisiera que escuchara lo último y cambiara de opinión.
Lo pensé por un momento. Si todo eso era cierto (y las fichas del rompecabezas encajaban perfectamente) Yesung tenía razón. Pero también pensaba en mi abuela, mi madre, mis amigos, el trabajo, estar aquí mucho tiempo conllevaría a perder el tiempo. Miré a Yesung, estaba con la cabeza gacha. Una punzada de dolor se dio en mi pecho, de nuevo. No sé si era el hecho de verlo con la venda, o que me ha ayudado demasiado, o tal vez algo más.
–Creo que me quedaré, pero con una condición.
– ¿Cuál?
–Que me dejes ayudarte. Ahora que conozco la verdad, puedo hacer cosas por ti y no incomodarte. Debió haber sido difícil cuidar de mí esta semana –le sonreí y hable dulcemente.
Yesung sonrió y asintió.
–Trato hecho. Ahora te doy permiso de usar mis cosas –rio, yo también lo hice.