El suave soplido del viento contra nuestros rostros, la luz del medio día choca con nuestra piel. En mis ojos no puedo ver más que un color rosado y celeste, fusionándose lentamente, armoniosamente. Ahí estás parado, entre esa mezcla de color que provocan los hermosos pétalos de aquel árbol de cerezo junto con el azul del cielo a nuestro lado. Veo cada una de tus facciones, las muecas que provocas con tu boca, tus ojos desviándose hacia otro punto, lejos de mí, tus manos inquietas tras tus cabellos.
El momento ha llegado y ambos lo sabemos.
– Haru – pronuncias dudoso mi nombre. Yo solo me limito a mirarte, esperando que aquellas palabras salgan por fin de tu boca – el día de mañana… partiré a Australia – lo soltaste finalmente.
“… No digas nada por favor, que sabes bien como soy yo y creo que sobran las palabras. No digas nada ya lo sé, aunque tienes frío también, aun veo que tiene fuego tu mirada. Y es verdad que la vida algunas veces, nos hace pagar con creces y que el tiempo siempre tiene la razón. Que al final cuando algo te pertenece, un día inesperado vuelve y aunque sea de lejos oye tu canción…”
Dentro de mi pecho siento una opresión que nunca antes había sentido. Mentira, este sentimiento ya lo conocía, la primera vez que lo sentí fue hace cinco años atrás, cuando te fuiste por primera vez.
– Entonces supongo que este es un “hasta luego” – suelto desviando la mirada, intentando que mi tono de indiferencia salga a la luz, tratando de esconder aquella angustia que se posó dentro de mí.
– Supongo – repetiste, mirándome de repente, transmitiéndome con tus orbes carmesí lo que sentías en aquel momento.
Lo sé, yo también estoy sintiendo lo mismo.
Empuño mi mano, cerrándola completamente, mientras muerdo levemente mi labio inferior y agacho la mirada. El miedo se posó en mí, ¿qué pasaba si vuelves completamente cambiado? ¿si el Rin alegre volvía a desaparecer? ¿qué hago con la distancia que se formará entre nosotros? Me acostumbre a tu presencia, a nuestras competencias, a nuestras discusiones diarias, que si bien eran solo por estupideces, hacían que mi día a día fuera especial, por el simple hecho de pasarlo a tu lado.
– Haru – me llamas al notar el estado en el que me puse. En estos momentos no siento nada más que la brisa, tus palabras y los gritos de mi corazón.
No sabes cuánto desearía el decirte que no te vayas, detenerte en este momento, tomarte entre mis brazos y no soltarte jamás, recitarte todo aquello que nunca te he dicho. Pero no soy lo suficientemente egoísta como para hacer eso. Tú tienes un sueño y yo estaré feliz de verte cumpliéndolo.
Por favor sigue caminando, sigue hacia adelante y no veas atrás. No importa que me dejes aquí, yo seré feliz con el solo hecho de verte cumpliendo cada una de tus metas. No importa si te alejas lo suficiente como para ya no poder verte, con el solo hecho de gritarte y que tú me contestes, sabré que estás bien.
Eso es suficiente para mí.
– Haru – vuelves a llamarme, pero esta vez es solo un susurro, uno demasiado cerca. ¿A qué se debe aquello?
Los pensamientos me absorbieron lo suficiente como para no darme cuenta del momento en el que te acercaste hacia mí y me tomaste entre tus brazos.
Aspiro tu aroma. Inconfundible como siempre.
“… No digas nada por favor, que hablando el alma me destrozas. Quiero decirte tantas cosas, quiero acordarme de tu olor. No digas nada por favor, no vaya a ser que me despierte, de un sueño en el que puedo verte y hablarte de mi amor. No digas nada ten piedad, solo te pido que mañana por la noche dormido me des la oportunidad…”
Intento guardarlo en mis memorias para que en mis momentos de mayor nostalgia pueda recordarlo y sentirme un poco más cerca de ti.
– Rin – murmuro tu nombre, sonando más necesitado de lo que había pensado.
¿Cómo es que puedes lograr alterar mis emociones de un momento a otro?
– Haru, por favor. Prométeme que me esperarás, que la distancia no será un impedimento entre nosotros. Prométeme que avanzarás, que seguirás hacia adelante, que perseguirás un sueño y que dentro de un tiempo nos encontraremos nuevamente, para nunca más separarnos – tu voz sonó más suplicante que la mía, haciendo que mi corazón se descolocara al escucharte hablar así.
Quiero decirte que cumpliré cada una de tus peticiones, que te esperaré, que seguiré caminando hacia el futuro, para un día pararme junto a ti y saber que somos lo mismo, que estamos unidos más allá de un sentimiento.
Lanzo un largo suspiro, intentando deshacer el nudo que se produjo en mi garganta.
– Te lo prometo – suelto a la vez que levanto la mirada, encontrándome con tus dos hermosas orbes, que me miran suplicantes, en la espera de una respuesta.
Sonríes al escuchar aquello. ¿Cómo puedes hacerlo en un momento así? ¿o será que a mí no se me permite hacerlo? Siento mis ojos arder y mi vista nublarse. ¿Cuánto tiempo debe pasar para que estemos juntos nuevamente?
– Aun no me voy y ya te extraño – dices de repente, con un leve sonrojo adornando tus mejillas. Eso era lo mismo que quería decir en ese momento.
Nos miramos un momento, mis lágrimas querían caer pero yo no las dejé. No quería hacer esta despedida aún más dolorosa de lo que ya era.
Tus manos llegaron hasta mis mejillas, regalándome una leve caricia, un suave tacto, como el de una jardinera al tocar un nuevo botón de rosas, la más delicada entre todas. Rojo y azul se fusionaron nuevamente, pero ya no eran los pétalos de cerezo junto con el cielo, si no que eran nuestras miradas, transmitiéndonos todo lo que sentíamos en esos momentos. Luego de ello, sellaste mis labios con los tuyos.
Fue un beso con sabor a amargura, con sabor a despedida, con sabor a una promesa.
Finalmente en aquel momento, una traviesa lágrima, escapó de mis ojos, sin siquiera pedirme permiso para aquello.
“… Dormido se que es el amor y aunque te vea de otro color, otra vez puedo enamorarte. Puedo decirte la verdad y aunque a mi lado ya no estás, dormido aún puedo mirarte…”
Las semanas pasaron, con ello los meses y los años. Cada uno tomó un diferente rumbo, siguiendo distintos caminos, pero esperanzados de que al final de este, ambos se crucen, ambos se conviertan en uno solo, y que allí se encuentren, para caminar juntos hacia el futuro prometido.
Tal y como te prometí, seguí adelante, perseguí el sueño que gracias a ti encontré y he luchado por él.
A momentos me pregunto cómo estás, cómo estará yendo en Australia, si estás cada vez más cerca de tu sueño. Te mentiría si dijera que no te extraño, si dijera que a momentos anhelo tu presencia junto a mí, que no deseo volver a estar entre tus brazos como la última vez. De repente, cuando veo los aviones atravesar el cielo azulado, deseo poder montarme en uno y llegar a tu lado, pero luego recuerdo nuestra promesa y junto toda la valentía que hay en mi cuerpo para seguir adelante.
En estos momentos me queda el consuelo de los días pasados, que vivimos juntos, nuestros recuerdos y el verte cada noche, dentro de mis sueños. El recuerdo de tu mirada, de tu sonrisa y de tu forma de ser.
¡Dios, no sabes cuánto te extraño en estos momentos!
“… Y es verdad que la vida a veces, nos hace pagar con creces y que el tiempo siempre tiene la razón. Que al final cuando algo te pertenece, un día inesperado vuelve y aunque sea de lejos oye tu canción…”
Me pregunto cuando volverás, cuándo será el día en que pueda volver a estar contigo y disfrutar de tu calor corporal, el sentir nuevamente tus brazos alrededor de mi cuerpo, el volver a experimentar aquel sentimiento cada vez que sonríes, el angustiarme cada vez que llorabas, el celarme cuando te preocupabas por alguno de tus amigos. Extraño estas y cada una de las cosas que hacías diariamente, esas cosas que hacían de tu esencia la única en este planeta.
El día de hoy se cumplen cinco años. Cinco años nuevamente que estamos separados y al igual que el tiempo ha avanzado, las cosas han cambiado mucho. Pero a pesar de todo aquello, mis sentimientos y la promesa de aquella tarde siguen intactas.
– Cinco años – murmuro cuando mis pies comienzan a guiarme hasta el parque de aquel día, donde ese día nos despedimos y nos dimos nuestro último beso.
Nuevamente, bajo la sombra de aquel árbol, veo como los pétalos caen desde las ramas hasta el suelo, quedando allí en reposo, hasta que el viento las levantara, llevándolas donde sea su voluntad.
Me quedé unos momentos parado allí, recordando aquellos tiempos, para luego suspirar y bajar la mirada. Me doy la media vuelta para poder irme, pero justo en ese momento una gran ventisca se hace presente, provocando que cerrara los ojos para protegerme de la posible arena que podría entrar en mis ojos.
A lo lejos escucho un grito distorsionado, pero lo ignoro completamente.
Al momento en que abro los ojos, veo frente a mis pies un gorro con visera de color azul y blanco. Extrañado la tomo entre mis manos, resultándome demasiado familiar.
– Muchas gracias – sentí una voz tras de mí, sonando un tanto agitada.
Sentí un escalofrío recorrer mi espalda al reconocer aquella voz, mientras me daba la media vuelta, quedando frente a aquel sujeto.
“… No digas nada por favor, que hablando el alma me destrozas. Quiero decirte tantas cosas, quiero acordarme de tu olor. No digas nada por favor, no vaya a ser que me despierte, de un sueño en el que puedo verte y aun hablarte de mi amor…”
– ¿Rin?
– ¿Haru?
“… No digas nada ten piedad, solo te pido que por la noche, dormido me des la oportunidad…”