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Donde Pertenezco por Judas

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Notas del capitulo:

Perdon por la demora :´c mi pc se emputecio y no cargaba la pagina e.e

 

 

Rivaille no pudo evitar que su cerebro realizara comparaciones, llevado por los engranajes del maquinario proceder de un abogado penalista. El proceso de análisis de dos sospechosos y/o culpables de un crimen siempre era el mismo: se tomaban los sucesos en cuestión, se comparaban, se analizaban, se deshojaban hasta la más mínima parte para obtener la preciada resolución. Un ejercicio tan meticuloso y preciso como neurocirujano en la sala de operaciones.

 

 

El estudio a sus dos culpables:

 

 

Los besos de Isabel eran trémulos como el paso de una lejana estrella fugaz pero lo suficientemente brillantes para hacerse notar, le llamaban la curiosidad. Ella siempre parecía actuar por impulso y cohibirse instantáneamente, robándole toda clase de atenciones, en algunas hasta la voluntad de replicar en contra.

 

 

Aquellos labios sabían a menta, eran calientes, picaban contra los suyos propios. Buscaban contacto cuando se sentían solitarios, cuando Rivaille parecía dispuesto a retribuirlos, en esos momentos en los que ella recordaba su pasado, la vida con aquella hermana que el destino le arrebato y jamás volvió a ver. Nunca pedían permiso y se retiraban sin disculparse.

 

 

Pero por otra parte, besar a Eren parecía como zambullirse en el núcleo mismo de la tierra. Sentía el cuerpo arder célula por célula. Los huesos se le derretirán quitando sostén a la carne haciéndola presa del fuego del infierno, solo la nívea piel protegía a sus órganos de salir desparramados por sobre todo el mocoso. Por que solo le basto un beso para sentirse a si mismo el ser estrujado con fuerza y esparcido en distintas direcciones tal cual la piñata de una fiesta.

 

 

Era un desastre de necesidad, un bulto sin fuerza donde solo la cara parecía firme en realizar las acciones predispuestas según las baladas románticas. Estrecharse contra el rostro contrario, mantenerlo unido a el por dos trozos de carne. Avivar la pasión. Alimentar el alma.

 

 

Visceral. Increíble. Mojado. Erótico. Nostálgico. Fantástico.

 

 

Ya no estaba sin palabras, le sobraban los adjetivos para definirlo. Cerro los ojos pasada la impresión y entreabrió los labios, buscando atrapar mas de los de Eren. Conciente, a su vez, de que su peso incomodaba al menor uso sus codos como punto de apoyo y un par de centímetros separo los pechos masculinos.

 

 

Solo luego de realizar la acción noto su pierna cómodamente ubicada entre los calientes muslos, manteniendo un contacto por demás inapropiado para con un menor de edad.

 

 

¿Pero a quien le importaba?

 

 

Ciertamente, no a Rivaille.

 

 

Sin embargo, a pesar del ensimismamiento su mente si noto la falta de respuesta contraria. Esa reciprocidad de acciones que uno espera mientras esta besando a otra persona. Abrió los ojos y se decepciono al ver los orbes esmeraldas fijos en un punto en el techo, las pupilas dilatadas por lo que el adulto considero impresión.

 

 

Por supuesto…

 

 

¿En que rayos estaba pensando?

 

 

¡Eran hombres!

 

 

¡No podían besarse!

 

 

-“· ¿Por qué? ·”-replico una vocecilla en su cabeza.

 

 

¡Porque no eran homosexuales, maldita sea!

 

 

Probablemente lo peor de todo era el sentido que las suposiciones de Rivaille tomaban en su cabeza. Sentía como si estuviera obligando al otro a algo que obviamente no deseaba, la denigrante realidad de que solo el se encontraba excitado ante tal situación. Ese fantasma de su pasado y la propia y sufrida vejación solo sirvieron para empeorar la propia imagen que tenia de si mismo.

 

 

¿Como podía hacerle eso a una persona inocente?

 

 

El, que sabia del dolor de ser forzado.

 

 

Que llevaba esa marca imborrable en su cuerpo.

 

 

¿Era tan despreciable para provocar esa clase de dolor a otro?

 

 

¿Qué clase hombre era?

 

 

Se odio, auténticamente, cada parte de si mismo. Desprecio los deseos de su carne, que reclamaban al mocoso con un hambre voraz que solo seria saciada una vez probado la ambrosia de la piel aceitunada.

 

 

Internamente destruyo todas y cada una de las miles de sensaciones que el otro le generaba. La tranquilidad de verlo saludable. La urgencia de sus mas bajas pasiones cuando aquellos cristales azul verdoso se posaban en el. Esa necesidad de Eren para con el que inflaban su pecho de mil y un mariposas, como una colegiala con su primer amor. El escucharlo hablar, solo para el. La melodía de los ángeles cuando esa voz barítono pronunciaba su nombre.

 

 

Nunca, para el buen juicio de Rivaille, su nombre sonó mejor que en los labios de su mocoso. Aunque rivalizaba perfectamente con su hija cuando ella aprendió a decir su nombre, muchos años después de los actuales sucesos.

 

 

Mientras buscaba el equilibrio perdido para separarse y ponerse en pie procuro guardarse todo aquello que bombardeaba su mente y corazón en lo mas oscuro y lejano de su ser, logrando su típico semblante estoico con unos pequeños tintes de austero mal humor. Lo que hacia era quemar un paraíso. Pisotear un sueño. Negarse a si mismo lo mucho que sentía y quería de Eren.

 

 

Porque lo quería, sin importar lo prohibido que eso fuera.

 

 

Su ser lo reclamaba con un deseo de pertenencia que rayaba en lo absurdo y enfermizo.

 

 

Pero no había nada que pudiera hacer. El era un hombre y Eren también. Un hombre que no deseaba esa clase de contacto con el.

 

 

Y Rivaille no lo forzaría.

 

 

Era lo mejor…

 

 

Dios, vaya que comenzaba a incomodarlo.

 

 

No. La parte incomoda fue en las primeras dos horas en las que Eren no dejo de hacerlo.

 

 

Ahora, estaba irritado.

 

 

Una cosa era que lo hiciera luego de que le ayudara a levantarse del piso. Pagando el cuarto del hotel. Quizás los primeros veinte minutos de viaje. Pero que perdurara hasta que llegaran a la ciudad ya era demasiado.

 

 

-Mocoso… ¿Acaso tengo mierda en la cara?-musito, con la voz tan controlada como podía.

 

 

Eren, ignorándolo, continuo escrutando su rostro como lo hizo desde que salieran del hotel de paso, unas siete horas atrás. Actualmente, atravesaban el largo brazo del Pont Neuf con la iluminación del puente dibujando sombras borrosas sobre el auto.

 

 

Eran aproximadamente las dos de la mañana, perdieron tiempo valioso durmiendo en aquel hotel de mala muerte y ahora tendría que esperar un par de horas más para que el mocoso fuera atendido por la dichosa doctora, todo por quedarse malditamente dormido. Como si fuera que aquello le hubiera traído algún beneficio.

 

 

Si había situaciones que lo sacaban de quicio, definitivamente el que las cosas no resultaran según sus planes era una de ellas. Odiaba perder el control de su alrededor, esa horrible sensación de no saber que sucedería, como ni cuando solo porque no era lo suficientemente fuerte, lo suficientemente ágil, lo suficientemente inteligente.

 

 

Si no lo controlas todo. Alguien más lo hará.

 

 

Si no eres lo suficientemente listo, serás la presa de alguien.

 

 

No saber, era igual a dejarse dominar.

 

 

Y nadie podía volver a dominar a Rivaille. El no lo permitirá.

 

 

Se mordió el labio inferior con fuerza, sintiendo ese cosquilleo familiar que iniciaba en la punta de los dedos y se extendía como un cáncer por el resto de su anatomía.

 

 

Tener trastorno obsesivo compulsivo nunca fue un asunto muy fácil de llevar. En su juventud varios siquiatras trataron de ayudarlo, buscando menguar aquellas manías con ejercicios de respiración, haciendo que apretara pelotas o  fumando incluso.

 

 

Rivaille consideraba todas esas cosas mierdas sin fundamento. Definitivamente respirar y contar nunca le sirvió, reventó todas las pelotas que caían en sus manos y consideraba asqueroso contaminar sus pulmones con esa mierda de tabaco.

 

 

Nada, absolutamente nada fue capaz de curar su trastorno. Solo siguió empeorando y empeorando hasta un punto de quiebre, cuando el mismo decidió que era demasiado. Quizás cuando las cosas en su vida se tornaron oscuras y nubarrosas en su vida. Fue en aquel año en que Farlan volvió a su vida, por allá en sus veintidós años.

 

 

Isabel corría desde la cocina en dirección a la habitación que ambos compartían, sus pies descalzos rechinaban el piso de madera a través de su loca carrera, encontrándose al joven pelinegro de frente a la computadora, tecleando como un demonio de la informática.

 

 

-¡Rivaille! ¡Lo encontré! ¡Lo encontré!-chillo ella, sacudiéndole el hombro con una mano.

 

 

-Ahora no Isabel, debo terminar esta parte de mi tesis-contesto el hombre sin despegar la vista del monitor.

 

 

Llevaba meses y meses preparando el trabajo final que culminaría en su matriculación oficial como abogado, se encontraba justamente en la etapa final de su tesis, concentrando todas y cada una de sus neuronas en las palabras que definirían su próximo futuro. Solo faltaban unos cuantos…

 

 

-¡Rivaille esto es importante!

 

 

-¡Maldición Isabel! ¿No puedes darme solo dos segundos?

 

 

El moreno no noto la forma en que sus puños habían impactado sobre la superficie de alboroto del pequeño escritorio hasta que los orbes esmeraldas de Isabel se cristalizaron en su dirección. Lucia como un cachorro de enormes ojos que te mira buscando compasión luego de una travesura. Rivaille maldijo por lo bajo.

 

 

-Yo… lo siento-guió su cuerpo desde la silla giratoria hasta el lugar donde la joven mujer se hallaba de pie, unos cuantos metros alejada por el arranque de ira. El le acaricio los suaves cabellos rojizos, en un intento de consolarla-Eh estado estresado estos últimos dias por la presentación de mi tesis, no fue mi intención gritarte.

 

 

-¿P… puedo contarte lo… que encontré?-tartamudeo en un tierno puchero.

 

 

-Soy todo oídos.

 

 

El rostro de Isabel se ilumino atravesado por una radiante sonrisa a la vez que estiraba el brazo de su prometido hasta el borde de la cama de tamaño matrimonial. Rivaille se vio tentado a arquear una ceja, vaya que Isabel y sus cambios de humor lo sorprendían.

 

 

-¡Encontré el numero de Farlan!-vocifero ella en un pequeño brinco y un ligero temblor de excitación en el cuerpo.

 

 

-¿Cómo diste con el?

 

 

-Pues no fue nada fácil, en el orfanato ni siquiera quisieron recibirme.

 

 

-Te dije que no quería que fueras, Isabel-murmuro el moreno ocultando un gruñido.

 

 

Detestaba la idea de tener en su presente el recuerdo de ese maldito lugar, aun a pesar de que dos de las personas mas importantes para el las conociera allí precisamente. Y con esa amargura aun pellizcando en su corazón trato de concentrarse en la propia dicha que sentía al poder saber de Farlan otra vez.

 

 

Luego de que el fuera adoptado Farlan e Isabel se quedaron en el orfanato, apoyándose y cuidándose mutuamente. Tan solo un año después de que Rivaille se fuera con Irvin y Mike Isabel fue adoptada por una amable pareja que cuido de ella con mucho amor y afecto, la hicieron sentir bienvenida desde el primer momento. Pero la suerte no fue la misma para el muchacho rubio, que termino escapándose del Hogar de Menores unos meses después.

 

 

-Ya lo se, pero quiero que Farlan este presente el día de nuestra boda, ¿Acaso tu no?

 

 

Sentados sobre la superficie acolchonada, el considero sus palabras mientras ella guió su cabeza hacia el hombro del moreno sonriendo ligeramente, la ilusión palpable en el sonrojo de sus mejillas. Desde que comenzaran a vivir juntos (ni bien ella cumplió sus dieciocho) el casarse era una idea que había revoloteado para ambos y termino por tomar consistencia hacia unos pocos meses, cuando el se lo propuso formalmente.

 

 

No fue algo demasiado romántico, solo una cena tranquila en casa de los padres adoptivos de Isabel. El anillo tampoco fue la gran cosa, apenas una discreta alianza de oro que pudo pagar ahorrando su salario como asistente en un despacho de abogados. Nada muy empalagoso, un escueto” ¿Quieres casarte conmigo, Isabel? ”  Pero que toco profundo en el corazón de la pelirroja, o al menos eso pudo entender en el lió de sus lagrimas e hipidos entremezclados con un”Si, quiero. ” Lo que ella más deseaba era casarse con el. Y el estaría complacido mientras ella fuera feliz.

 

 

Rivaille no dijo más, sometido por los deseos de su prometida y la propia necesidad de reencontrarse con el único hombre que alguna vez pudo llamar su mejor amigo.

 

 

Pero si tan solo le hubiera prohibido a Isabel buscar a Farlan.

 

 

Si el mismo hubiera ayudado a su mejor amigo como debía.

 

 

Si tan solo hubiera controlado un poco mejor la situación, nada de aquel infierno habria pasado.

 

 

Y su vida seria otra.

 

 

Ya en el otro lado del puente, la entrada antigua de la ciudad, se adentraron al barrio de Saint Cyprien, unas estrechas callejuelas de casas tejadas que aun conservaban esa fachada antigua del siglo XVIII. Esa era de las cosas que a Rivaille le solían fascinar de aquella ciudad, esa mezcla entre lo antiguo y lo moderno, la calidez que parecía rodear Toulouse y brindaba un aire relajante, apacible, invitador. Una pequeña joya que crecía a pasos agigantados y a pesar de ello no perdía su magia y misterio ganado con los siglos y siglos de existencia. En la oscuridad, los altos edificios de piedra roja lucían una apariencia tenebrosa y gótica, mimetizándose mutuamente, pero el podía dilucidar a través de la ilusión al edificio que alguna vez llamo”hogar”

 

 

Aparco el auto sobre la calle indicada, a pocos metros de su vieja residencia. Deseando, con todas sus fuerzas, encontrarse con una casa limpia e impoluta, sin rastros de los tórridos eventos ahí sucedidos.

 

 

-Vamos, Eren-dijo a la vez que aflojaba el cinturón de seguridad de los hombros del menor, notando como este pestañeaba somnoliento.

 

 

Ambos hombres caminaron hacia la entrada de la casa, una maleta en cada mano y el silencio circundando entre ellos. Completamente ajenos a las cavilaciones del contrario. Cuando Rivaille se vio de frente con el edificio numerado como SC.3766 busco entre el manojo de llaves en su bolsillo aquel frió trozo de metal que nunca fue capaz de desechar.

 

 

Desde que se fuera de Toulouse se replanteo muchas veces el vender esa propiedad. Pero era demasiado lo que lo unía a ese lugar, los recuerdos y las emociones se hallaban prensados en cada unión de los ladrillos, los pisos de madera, no importaba cuantas veces fueran limpiados aun conservaban el ligero olor metálico de la sangre, y si se quedaba completamente quieto y en silencio sin mover ni una pequeña célula de su cuerpo, podía oír los llantos y los disparos desde la propia acera de la calle. Una distopica unión entre el Paraíso y el Averno.

 

 

Lo único que su madre le dejara después de su muerte.

 

 

Su refugio y el de Kenny  mientras la policía los perseguía por algún corto periodo de tiempo.

 

 

La pequeña fantasía que construyo junto a Isabel.

 

 

Giro la llave y entorno el pomo de la puerta, permitiendo que una corriente fría lo azotara. Todo estaba a oscuras, ninguna luz natural externa que permitiera una leve visión del espacio. Rivaille camino unos pocos metros sintiendo los pasos apresurados del mocoso tras el a la ves que encendía las luces de la planta baja.

 

 

Ante los incrédulos ojos de Eren se mostró un amplio recibidor blanco perla, los pisos de lustrosa madera brillando bajo sus pies y a unos pocos metros una maravillosa puerta doble con cristales texturados reflejaba el brillo de la luz artificial. El adolescente se perdió en los intricados diseños de flores y grullas danzando sobre el cristal mientras Rivaille guardaba su abrigo y la maleta en el armario de la estancia.

 

 

-Ven-murmuro el hombre, acompañando las palabras con un discreto movimiento de su mano.

 

 

Eren lo siguió, sintiendo nuevamente la necesidad de buscar el rostro del contrario, no podía dejar de ver al niño que fue en el hombre que ahora era. Aquellas imágenes revoloteaban en su conciencia una y otra vez, repitiéndose como un disco rayado. Pero por más que se esforzara e intentara no podía recordar mas haya de esas cortas secuencias. Pensaba en aquel amable hombre que lo sostenía con cariño. En esa hermosa mujer con la que se sentía tan enojado y decepcionado.

 

 

Pero por sobre todo buscaba una razón, un simple motivo que explicara el porque él y Rivaille parecían estar conectados.

 

 

-Eren… detente.

 

 

Quizás fue motivado por aquella parte de su memoria que se negaba a revelarse. Por sus deseos mermados por su actual condición. Pero incluso a través de las dudas, la negación, la pérdida de memoria, más haya de sus propios cuerpos. Ambos se deseaban. Ambos se necesitaban. Ambos se querian el uno al otro.

 

 

Solo faltaba que uno de ellos diera el primer paso.

 

 

Y parecía que Eren era el primero dispuesto en dar su brazo a torcer, a la ves que notaba como su cuerpo presionaba al del mas bajo contra la pared blanquecina. Sus manos acariciando las mejillas contrarias, teniendo el completo control de la parte superior del moreno.

 

 

Rivaille no pudo hacer nada cuando el adolescente lo sorprendió estampando su cuerpo contra la pared. Sus manos cerradas en duros puños mientras el otro lo escrutaba con esa perdida expresión, como si lo atravesara y hurgara mas allá de si mismo, tocando los rincones profundos de su alma. Alcanzando las propias barreras impuestas por el adulto de no tocar y no sentir nada inapropiado. Al parecer Eren se negaba a ello, sin necesidad de palabras, tan solo actuando impulsivamente, como siempre.

 

 

Y entonces sucedió.

 

 

Mientras Rivaille abandonaba la tensión.

 

 

A la vez que Eren se maravillaba con el brillo de deseo en los orbes grisáceos como nubes de tormenta.

 

 

Rivaille llevo los puños a la espalda de Eren, estrechándolo tan fuerte contra su cuerpo que dolía.

 

 

Eren perdió el aliento mientras susurraba un”Rivaille” contra los labios del contrario.

 

 

Rivaille aspiro el jadeo, alimentándose de el.

 

 

Por ese perfecto momento ambos se olvidaron de todo. Quienes eran, lo que eran. Donde estaban y lo que los había llevado hasta allí.

 

 

En ese preciso hilo de tiempo, solo eran dos criaturas que se pertenecían mutuamente. Y juraron caminar juntas mientras sus corazones latieran al unísono con sus sentimientos. Redactando el pacto con sus cuerpos y sellando la unión con un beso.

 

 

Y todos los besos anteriores se relegaron al olvido mientras perdían el aliento en la boca del otro.

 

 

Visceral.

 

 

Increíble.

 

 

Mojado.

 

 

Erótico.

 

 

Nostálgico.

 

 

Fantástico.

 

 

Perfecto.

 

 

Notas finales:

Proximo Capitulo: Lo Que Sentimos

 

Los Amo ♥


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