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Donde Pertenezco por Judas

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Notas del capitulo:

Bip Bip Duli Duuu -inserte acento raro aqui-

 

 

Dejo de intentarlo a la tercera ocasión en la que llamaba y nadie al otro lado de la línea le contestaba más allá del buzón de voz. Irvin no iba a perder el tiempo en dejarle un mensaje, Rivaille jamás los contestaba ya fueran de texto o de voz, así que lo único que podía hacer era resignarse y probar un par de horas después, cuando el sol asomara sobre las urbanizadas planicies parisinas. Distrayendo su mente de las habituales preocupaciones sobre el moreno guió la vista hacia la cafetera eléctrica que terminaba de servir el primer recipiente cerámico con un suave sonido liquido y el relajante aroma a granos de café inundando su cocina, el hombre reemplazo la rebosante taza blanca por otra similar de color negro, reiniciando el proceso.

 

 

Calculaba que, en pocos minutos, Mike regresaría del trabajo y probablemente una humeante bebida caliente no le caería mal…

 

 

-¿Irvin?-llamo una voz profunda y masculina, a la vez que oía la puerta de entrada ser cerrada. El aludido sonrió para sus adentros, complacido por el conocimiento de los horarios de su esposo incluso cuando estos se distendían más de lo usual.

 

 

Por alguna extraña razón, le gustaba la voz de Mike. Le gustaba que Mike dijera su nombre. Ya fuera ligeramente molesto y exaltado, entrecortado por suspiros a la vez que se impulsaba a si mismo dentro y fuera de la carne contraria, ambos perdidos en el éxtasis de dar y recibir. Mientras que Mike predominaba su sentido del olfato por sobre todas las cosas que le gustaban del rubio (el aroma de su piel y de su cabello, el suave perfume de menta en su ropa) Irvin siempre amaría la voz de Mike, aquella que era difícil de escuchar debido a que el hombre era generalmente serio y silencioso pero cuando se disponía a ello resultaba mucho mas intimidante y amenazante de lo que podía parecer en el silencio. Una voz que en ese momento sonaba calmada y segura pero con un leve jadeo entre las silabas que denotaban, de una forma muy disimulada y casi imperceptible el cansancio del otro. Después de todo, regresaba a casa a las cinco de la mañana, luego de un largo y agobiante día en la central de policía.

 

 

Irvin sonrió a su esposo desde su posición. Se hizo de la taza negra con la mano derecha que acababa de llenarse, sosteniendo a su vez la taza blanca con la extremidad izquierda y camino con tranquilidad hacia la entrada. Mike sonrió levemente, recibió la bebida de manos de su esposo, acariciando suavemente los nudillos que sostenían la oreja de la taza y dedicándole una profunda mirada al semblante somnoliento del rubio. No era normal que Irvin estuviera despierto tan temprano, mucho menos entre semana, donde su trabajo como fiscal era demandante y casi asfixiante.

 

 

-Bienvenido, Mike.

 

 

Una silenciosa sonrisa al terminar la salutación, la calma de la madrugada y la complicidad de los esposos en la calida convivencia que llevaba casi quince años de iniciarse. El policía observo al otro caminar hasta el sofá, sentándose y dando un corto sorbo a su café, una cercana lámpara arrojando algo de luz sobre sus rasgos cuadrados y masculinos, convirtiendo la escena en una pintura al óleo donde predominaban los juegos de contrastes. Sombras oscuras donde debería haber dorado, bruma gris en la piel color crema, un par de líneas en la comisura de los labios y en el entrecejo, orbes azules de un conocimiento tan profundo como el océano. El pensador, magnánimo e imponente coloso de mármol llevado a la vida y reposando tranquilamente en el sofá de su sala de estar. Los pequeños ojos ambarinos de Mike absorbieron la invaluable belleza y el porte aristócrata de su compañero mientras tomaba lugar y permitía a sus músculos en tensión relajarse y distenderse, el peso del día laboral cayendo sobre el con fuerza.

 

 

-Sin azúcar-murmuro luego de olfatear el vapor emanado de su taza negra.

 

 

-Como te gusta-respondió el otro, llevando el peso de su cabeza hacia el dorso de su mano izquierda y este, a su vez, apoyándose en el muslo.

 

 

Él no toleraba muy bien el azúcar, sentía que hacia a su nariz menos aguda y receptiva. Cierto moreno de estatura baja y mal carácter solía decir que, como un perro, no toleraba ningún tipo de dulce. Más ácido y sádico aun, el pequeño hombre le sugería a Irvin que le preparara para su cumpleaños un pastel enteramente de chocolate, para comprobar si la sobredosis de glucosa lo intoxicaba y lo mataba.

 

 

E Irvin pensaba que ellos eran similares…

 

 

-¿Qué haces despierto a esta hora?

 

 

-No podía dormir, revise un par de casos pendientes, trate de comunicarme con Rivaille y para cuando me di cuenta, ya eran las cuatro y media, así que decidí esperarte.

 

 

La declaración fue seguida por un ligero sorbo de su bebida. Mike copio la acción, el calor del amargo café abriéndose paso por su garganta, atravesando toda la extensión de su laringe mientras las endorfinas del café comenzaban a trabajar sobre su cerebro, presa de las palpitaciones ocasionadas por el estrés. Necesitaba pensar en alguna trivialidad, cosas inútiles y de pequeñas dimensiones.

 

 

-¿Resolvió Rivaille su problema con el vagabundo que casi mata?

 

 

Nada mejor que pensar en el Ackerman y sus problemas para minimizar sus propios problemas y diatribas.

 

 

-Mike-reprendió el otro con gentileza-No hubo ninguna lesión importante-O al menos eso le había dicho el moreno.

 

 

-Por lo que leí en el reporte, dudo que sus heridas sean menores.

 

 

-Oh, lo que me recuerda-Irvin inclino la espalda hacia atrás, apoyando su peso en el sofá y girando la cabeza para mirar a su esposo, el sueño comenzando a velar sus ojos-Gracias por eso, no podría perdonarme ver a Rivaille tras las rejas.

 

 

El duro e imponente oficial Zacharius pareció desvanecerse como una pluma al viento mientras este llevaba su cabeza hacia el regazo de Irvin, su espalda arqueándose lo suficiente para permitirle que la parte superior de su cuerpo se recostara sobre el sofá, la espalda baja y las piernas en la posición original. El hombre dio un largo respiro, inundándose del aroma suave a menta y colonia para afeitar. Caricias trémulas besaron los suaves cabellos castaño claro, despeinándolo hasta el punto que el flequillo callo sobre sus ojos, impidiéndole la visión hacia quien le brindaba tan confortable alivio. Esas manos fuertes y masculinas, que pregonaban justicia en las cortes y cargaban pesados libros de derecho ante el escrutinio del par de zafiros lo sostenían delicadamente. Dedos grandes de hombre que lo acariciaban con una delicadeza y devoción de la que Mike no se sentía merecedor. Solo Irvin tenía la capacidad de hacerlo sentir algo ínfimo y vulnerable, merecedor de todos esos cuidados volcados hacia su persona.

 

 

-Han pasado ya muchos años de eso Irvin-murmuro el otro, acomodándose mejor sobre los calidos muslos-Deberías olvidarlo, Rivaille ya lo hizo.

 

 

Aquello, para el rubio, fue casi como un golpe seco a su estomago. Mil y un remordimientos reemplazando el cansancio de su cuerpo, desatando el pasado y la culpa adosada a las memorias. Habían transcurrido un poco mas de diez años pero Irvin aun podía paladear la amarga bilis que trepo desde lo profundo de su estomago hasta la faringe y mucho mas arriba, inundando su lengua, mientras observaba a la pequeña criatura pálida y desnutrida dar testimonio en el frió cuarto de interrogatorio de la central de policía.

 

 

Era joven, ambicioso. El novato abogado Irvin Smith que anhelaba ganar el caso del estado contra Kenny Ackerman, el asesino a sueldo mas buscado por la unión europea.

 

 

El, Irvin Smith, que fue forzado a interrogar a un niño de once años que reflejaba toda la bestialidad e indiferencia con la que había sido tratado.

 

 

Un mocoso sin emociones.

 

 

Un saco de piel y huesos.

 

 

Un huraño y esquivo mapache desvalido que incluso cuando esta desangrado y arrastrándose hacia la seguridad del bosque, es capaz de mirarte desafiante a los ojos mientras enseña los colmillos. Eso era Rivaille Ackerman cuando lo conoció. Un despojo carente de músculos y humanidad. Todo el pálido y frió como un muerto, cabello largo y enmarañado que hacia lucir a su cabeza desproporcionalmente grande con el resto del frágil cuerpo.

 

 

Los detalles físicos (como que Rivaille llevaba ropa desgastada y los pies descalzos repletos de ampollas) tal así como los sucesos de ese día que cambio todo para el (Irvin había terminado de preparar la sentencia que sus representantes le exigieron: las suficientes cadenas perpetuas como para que el asesino se pudriera en el resto de vidas que le quedaban por nacer, vivir y morir) nunca serian olvidados. Pero lo que mas marcaba al rubio, lo que había guiado el resto de sus acciones fueron dos simples motivos: el saberse responsable de que esa pobre e infeliz criatura se quedara sola y abandonada en el mundo, y la desolación que reflejaban sus tristes ojos grises.

 

 

Irvin, en ese momento, lo supo.

 

 

Rivaille no conocía lo que era la dignidad. La felicidad.

 

 

El calor de una familia.

 

 

El amar y ser amado.

 

 

-No Mike-murmuro, llevando la vista inevitablemente al cuarto que alguna vez fue del joven hombre-Rivaille nunca olvido.

 

 

El mismo lo sabía. Rivaille nunca olvidaría. Y por ello, Irvin daría todo de si para que él encontrara su felicidad y permaneciera junto a ella por el resto de su vida.

 

 

Lo merecía.

 

 

Rivaille lo merecía.

 

 

-

Tatakae

-

 

 

El no se lo merecía.

 

 

Tal tortura, castigo para cada uno de sus sentidos y los pecados cometidos en esta vida debería de ser ilegal en por lo menos cuarenta países, y no parecía tener fin aun. Con un poco de esfuerzo trago ese incomodo nudo que buscaba anclarse detrás de su úvula mientras la sensación de agua tibia en sus manos, arrugando sus dedos, era opacada ampliamente por la forma en la que esta se veía surcando pliegues con el color del chocolate caliente que para él resultaban atrayentes e irresistibles. Era muy temprano, quizás siete u ocho de una nublada mañana puramente invernal que invitaba a cualquier desobligado a retozar a sus anchas en la comodidad de sus camas, disfrutando de lo dopaminico que podía ser un largo sueño envuelto en un capullo de mantas protectoras, pero en lugar de eso, el se encontraba haciendo una de las cosas mas impensables e inimaginables que se le podrían haber ocurrido en sus veintiocho años de vida.

 

 

-“· No pienses en cosas pervertidas ·“-se instruía mentalmente como por quinta vez desde que diera inicio el ritual.

 

 

A la final había tenido razón, Eren no podía bañarse solo. Lo que resultaba en la explicación de la actual posición, con Rivaille esparciendo shampoo en el cabello del menor mientras este dedicaba su perdida mirada esmeralda al ventanal frente a ellos. El vidrio desde hacia un par de horas era golpeteado incesantemente por las pequeñas y heladas gotas de una lluvia de tormenta que no parecía querer menguar en su fuerza. El invierno, después de todo, ya había comenzado. Pero a diferencia del frió clima de afuera, la casa era recorrida por una suave brisa calida con ligeros tintes amaderados producto de la materia prima que fuera empleada para su construcción, algo que Rivaille podía decir sobre ese viejo edificio era que siempre resultaba acogedor en invierno, protegiendo a sus moradores de las heladas tormentas de nieve y las implacables granizadas. Recordaba claramente que durante aquellos últimos años de su vida con Kenny cuando apenas tenía para vestirse, aunque fuera con una derruida camisa o unos viejos pantalones nunca conseguía enfermarse.

 

 

Pero lejos de esas tristes memorias, la mente del hombre se encontraba concentrada en algo mas apremiante, urgente para su sanidad sicológica.

 

 

 -“· No pienses en cosas pervertidas ·“-repitio, aun sintiendo necesaria la oración como un amuleto de autocontrol.

 

 

No se consideraba a si mismo un masoquista pero era difícil, ciertamente, controlarse teniendo al origen de sus mas bajas pasiones frente a el, luciendo tan sensual en medio de la tina de losa blanca a la vez que el adulto manipulaba la manguera metálica y lo salpicaba desde la coronilla hasta las costillas, donde el agua jabonosa cubierta de espuma cubría sus partes bajas. Partes que Rivaille conocía íntimamente, se podría decir, pero prefería obviar por el momento. Lo que había pasado entre ellos dos esa madrugada Rivaille no podría describirlo en palabras, se sentía contrariado por las muchas sensaciones y reacciones que le habían generado. Una parte de si se reprendía y maldecía generosamente por haberse dejado llevar, el permitirse perder el control de tal forma que todo lo ajeno a la situación le fuera irrelevante, sin importancia. Nada existía para el en ese momento salvo el tacto de Eren sobre su cuerpo y lo calido de esa suave piel morena.

 

 

Mientras el agua en forma de lluvia caía por la espalda y hombros del menor, relajando visiblemente los músculos, él se dedico a observar como detrás de la línea del cabello, justo en el medio de la frente se lucia una corta línea rojiza con las suturas aun frescas (en un par de dias mas debía hacer que le removieran los puntos) y en proceso de cicatrización. Allí donde la cabeza del adolescente había sangrado ante el contacto del suelo de cemento luego del impacto con el vehículo, siendo esta la prueba física y tangible de cuanto daño le había ocasionado a Eren. Si en el momento del accidente no fue capaz de sentir ni una pizca de empatía por el, ahora mismo se creía capaz de rogarle a cualquiera de las deidades existentes el que las cosas hubieran sido diferentes.

 

 

Se sentía tan culpable, tan responsable como nunca antes se hubiera sentido. Ante el pensamiento sus ojos se entrecerraron levemente en un intento de reprimir una mueca de molestia. El no experimentaba ninguna clase de emoción, culpa alguna o empatía. No debía. O por lo menos, en el pasado no lo hacia. Su vida solía funcionar tan ordinariamente común hasta ese último día de otoño, cuando tenía plena seguridad de su persona, de sus instintos, sus corazonadas. Lo racionalizaba todo hasta el punto de sentirse impersonal y ajeno a los sentimientos humanos, a la cíclica normalidad que lo rodeaba. Tan solo basto un minuto, un simple momento como los miles de millones de momentos en la vida de la tierra, donde una decisión inconsciente, una elección cualquiera, desencadenaran el accionar de uno entre un millón de posibilidades.

 

 

¿Qué habria pasado ese día, si en lugar de irse con dirección a su departamento, hubiera llevado el mismo los papeles al juzgado?

 

 

Si tan solo Hanji no lo hubiera molestado tanto.

 

 

Si tan solo la muy idiota hiciera su trabajo como se debía.

 

 

Quizás nunca se hubiera reunido con Eren.

 

 

Jamás lo habria herido.

 

 

Probablemente el mocoso vagabundo estaría sano y salvo mientras Rivaille continuaría viviendo como una maquina que intentaba contener sus desperfectos antes de salirse de control, ignorando que en realidad aun tenia un corazón que latía y era lo suficientemente grande como para querer y con el espacio necesario para permitirse ser herido una vez mas. Porque que aunque no quisiera aceptarlo, Eren había comenzado a destruir todas y cada una de sus armaduras, escarbando en lo profundo de su ser hasta llegar a ese niño desnutrido y abandonado que Rivaille escondía de todos, alguien demasiado débil y vulnerable para su propio bien. Era inconcebible para si mismo la comprensión de que una persona que ni siquiera podía hablar o comunicarse de alguna forma lograba tener un impacto tan profundo en el. Exponiendo las debilidades que el se negaba a reconocer y jugando con sus emociones y voluntad de una forma inconsciente, pero tan cruel a la vez.

 

 

Ah.

 

 

Ahí estaba.

 

 

Justo cuando el adolescente se giro levemente para observarlo. Sus ojos impolutos y resplandecientes como un par de gemas preciosas acompañado de una suave sonrisa sin dientes, tan solo las comisuras de su labio elevados en un gesto que no parecía premeditado, sino simplemente natural y cautivador. Quizás a Rivaille le atraía de sobremanera el cuerpo mojado y desnudo que limpiaba con diligencia, pero siempre serian esos ojos azul verdoso, aquellos labios carnosos y todo lo que en el inspiraban lo que terminaba por hechizarlo, deshaciendo todos los peros y contras.

 

 

Ahí se hallaba esa parte de si mismo que agradecía, egoístamente, el haber atropellado a Eren. El que hubiera echo las cosas de tal forma que obtuvo para si mismo un ángel que lo adoraba y necesitaba de formas en las que Rivaille no se sentía merecedor. Pero que agradecía en un silencioso gesto de afecto, en un cariñoso pensamiento. Porque de alguna extraña forma, dadas las circunstancias, el ya no se sentía obligado para con Eren. Lo que hacia y haría por el, ya no lucían como una desagradable asimilación de sus responsabilidades. El quería hacerlo. Deseaba hacerlo.

 

 

Ayudar a Eren.

 

 

Estar con el desde ahora y hasta el ultimo momento.

 

 

Y si le alcanzaba la vida, incluso mas haya.

 

 

Pero siempre estaba esa molesta duda que no dejaba de aguijonearlo, quizás su sentido común tratando de hacerse escuchar de una vez por todas. Una pequeña sensación, una única pregunta que no dejaba de ascender a través de el. Tomando poco a poco, mas fuerza.

 

 

¿Le agradaría lo que encontraría al final de ese camino que parecía pretender mantenerlos unidos?

 

 

-Mantén la cabeza ahí-indico empujando la frente del otro levemente hacia atrás a la vez que, asiéndose con la larga manguera de metal empapaba con agua el oscuro cabello cubierto de blanca espuma.

 

 

Eren lo observo tranquilamente mientras se dejaba hacer, sus largas piernas extendidas a lo largo de la tina y los brazos flexionados hacia atrás, apoyándose en la superficie de losa para brindar mas comodidad a su cuello extendido. Permaneció sumido en el murmullo del líquido tibio que acariciaba su cuero cabelludo a la par con unos dedos que frotaban sus discordantes hebras castañas. Se sentía tan cómodo, relajado, mucha de la tensión acumulada por las fuertes emociones de la noche anterior deshaciéndose como el shampoo de su cabeza. Trato de suprimir una risa cuando los dedos de Rivaille acariciaron su nuca, produciéndole agradables cosquillas muy diferentes de las que sintió horas atrás, cuando esas mismas yemas prácticamente encendían fuego a su carne ante el más mínimo toque. Recordaba claramente, sin necesidad de esforzarse o que una punzante migraña azotara su cráneo, todo lo que había pasado entre el y Rivaille, y lo comprendía.

 

 

Sabía lo que ambos habían echo. Y no se arrepentía.

 

 

-Eso será suficiente.

 

 

No noto que tenia los ojos cerrados hasta que Rivaille se alejo de el y escucho nítidamente cada uno de sus pasos y el sonido de una puerta cerrándose. Un par de dias atrás su respuesta habria sido desesperada, probablemente correría tras Rivaille vociferando su nombre como un niño perdido clamando por su madre. Aunque si bien su necesidad por el mayor no disminuía si lo hacían las limitaciones de su comprensión, Eren sabia que el moreno no lo dejaría, podía escuchar perfectamente como en la otra habitación objetos eran removidos del lugar al son del ritmo monótono de las suelas de sus zapatos al caminar. Buscaba algo. No había necesidad de alarmarse.

 

 

Eren apoyo mejor la espalda contra la superficie de la tina, su cuerpo húmedo y limpio buscando una posición cómoda. Se encontró a si mismo con la vista clavada en el techo de roble, descubriendo la cantidad de maderas que formaban una cara del cuarto con el acompasado sonido en la habitación contraria como eco de sus pensamientos.

 

 

-Ya estoy contigo-declaro el hombre en la distancia, sus palabras adornadas con una especie de crujido plástico- Espero no te estés ahogando en la tina, mocoso de mierda.

 

 

Quizás, de no haber perdido la memoria y saber francés Eren lo habria comprendido y hasta habria discutido por el “cariñoso“apodo que era mas un peyorativo que otra cosa. El odiaba ser tratado como un niño, despreciaba con toda la potencia de su juventud el sentirse como uno. Pero en esta ocasión, esa burbujeante necesidad de discutir y hacerse respetar no podía ser expresada con palabras, difícilmente Rivaille lo notaria si el menor lo gesticulara puesto que no se hallaba con el y llorar de enfado e indignación estaba fuera de discusión. Finalmente, Eren no comprendía muchas de las palabras o la mayoría de cosas que Rivaille le decía, por lo cual, no había forma en la que se molestara, aunque si un motivo.

 

 

Sin embargo, en cuanto escucho esa corta oración pronunciada en ese francés nativo tan pulcro y natural, una reacción en cadena inicio en el. Casi como un proceso químico que llega al resultado deseado, la presencia y voz del mayor actuando como los catalizadores que hacían al cerebro de Eren relacionar esos agentes externos con algo que simplemente podía describir como calor, calor que se extendía profundamente en su persona y penetraba en el normal funcionamiento de este, volviendo a Rivaille una parte esencial y primordial en la sinapsis de sus neuronas y el bombeo regular de su corazón.

 

 

De una forma realista, sonaba exagerado y casi absurdo que su cuerpo se sintiera y reaccionara de esa forma. Para algunos el amor era un proceso de selección natural para la trasmigración de genes, simples señales eléctricas brindadas por el cerebro que daban la ilusión de atracción y deseo. Para otros una fantasía donde una persona encontraba a su alma gemela, ese ser destinado desde el nacimiento entre millones y millones de personas, una suerte de magia que muy pocas personas podían compartir. Eren no podía decir que si lo que sentía era amor o pura ciencia psico-biológica, pero era lo suficientemente potente para generar en su cuerpo todas esas complicadas sensaciones. Esa pesadez en su pecho, el ardor que su piel sentía cuando Rivaille lo tocaba, la forma tan fácil que tenia el otro de hacerlo sentir tan ligero como una pluma a la vez que pesado como el plomo. Sin proponérselo Rivaille se convertía en su sustento, en su oxigeno, en el sol que le brindaba luz y protección. Su todo.

 

 

Eren jamás lo dejaría.

 

 

Aunque su cuerpo no lo acompañara.

 

 

Aunque físicamente desapareciera y el moreno olvidara lo que era verlo, tocarlo y sentirlo, Eren estaría allí para el.

 

 

Un pálido y silencioso espectro acompañante.

 

 

Un recuerdo vivo.

 

 

Una emoción.

 

 

Un sentimiento.

 

 

-“· Nunca te dejare, Rivaille. ·“

 

 

Notas finales:

Sinceramente, no hay mucho que pueda decir sobre mi ausencia. Viaje un poco, me reecontre con amigos que no veia en un tiempo, me hice la vaga (perezosa), pase por un poco de mierda, estuve bloqueada (inspirasionalmente hablando xP) y un par de cosas sin importancia.

 

Este capitulo costo en terminarse x3 pero lo disfrute y me siento bastante conforme con el n.n Levi y Eren, inevitablemente, comienzan a hacerse dependientes el uno del otro, y abra que ver que tan sana es esta co-dependencia y hacia donde los va a llevar.

 

Espero que lo lean y lo disfruten. Y si lo disfrutan un review nunca viene de mas n.n me encanta leerlos y responderlos!!!

 

 

Muchas gracias por todo!!! Besos grandes!!!

 

PD: notaron mi separador de sucesos? C: es tan TATAKAE!!!


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