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Donde Pertenezco por Judas

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Notas del capitulo:

Empece a escribir este capitulo ayer en la Madrugada, y hoy ya esta listo y corregido para subir. Pff... estoy on fire (?)

 

 

No supo como ni porque, pero cuando despertó prácticamente ya había anochecido. Siendo quien era lo primero que debería hacer (o sentir) era irritarse consigo mismo por quedarse dormido. Comprobar la hora y maldecir aquel precioso tiempo perdido. Zamarrear a su mocoso y arrastrarlo al auto de vuelta al camino.

 

 

Sin embargo, ninguna de esas acciones fue realizada por Rivaille.

 

 

El hombre se sentía como entumido, mas por dentro que por fuera. Su mente, como pocas o ninguna vez, estaba en blanco. No sabia que hacer, decir o pensar, dudaba de si mismo y de su cuerpo, de los reflejos que ocasionarían las pasadas memorias. El era su propio enemigo, la carne traicionando a los huesos, una lengua que emitía palabras indiferentes a las que trataban de escapar de la laringe. Fue casi mecánico la forma en la que se elevo de la posición en la reposaba, chocando la espalda contra el respaldar de la gran cama matrimonial.

 

 

En ese momento Rivaille noto dos cosas:

 

 

Que Eren lo rodeaba por debajo de las axilas, pegado a su espalda tan íntimamente como si fueran amantes luego de una noche de pasión.

 

 

Su rostro estaba húmedo, los ojos le ardían y tenía los parpados hinchados, no precisamente por la fatiga.

 

 

No pudo recordar la última ocasión en la pensó en aquello. Divagaba irremediablemente.

 

 

Pudo haber sido aquel día en que Farlan le pidió ayuda porque unos tipos realmente pesados querian cobrarse el dinero que les debía.

 

 

Quizás cuando Isabel le insinuara que debían casarse para que Rivaille hiciera de ella una muchacha honrada, bordeaban los cuatro años de relación en ese entonces.

 

 

Obviamente no lo hizo durante el juicio de los asesinos de su mejor amigo.

 

 

Estaba seguro de haberlo rememorado brevemente en el entierro de su esposa.

 

 

Los hechos se entremezclaban como verduras en un caldo. El moreno no podía estar seguro de que era realidad y que fantasía producto de su insana mente. A veces llegaba a creer que realmente estaba loco. En aquellas breves ocasiones en las que su TOC se salía de control y el terminaba haciendo alguna locura, como cuando se obsesiono con una cucaracha y termino arrancando todo el piso de madera de la cocina de su departamento. O aquella vez en su adolescencia cuando nadie podía entrar a su habitación sin cubre bocas, guantes de látex y protectores plásticos en el cabello y los zapatos. Según el, porque no quería que los gérmenes lo contaminaran.

 

 

Quizás si esforzaba un poco más la mente dilucidaría a través de la neblina que ondulaba a sus anchas sobre el, atontándolo como si de un estupido sicótico se tratase.

 

 

Pero estaba tan cansado.

 

 

No noto lo mucho que le pesaba el cuerpo hasta que se movió lejos del adolescente durmiente.

 

 

Sus apagados ojos se posaron hacia una ventana. La muy maldita tenía una mancha.

 

 

Se puso de pie y solo entonces se dispuso a limpiar los pegajosos rastros de sus lágrimas.

 

 

Tras sus parpados cerrados no había nada más que comodidad y negrura, una grata soledad que combinaba perfectamente con el cuerpo entre sus brazos. Eren jamás había estado mas en paz y completo desde que tenia conciencia, su nariz aspiraba el sutil aroma del cuello del adulto, una mezcla entre su olor corporal y perfume de rosa tan embriagante que el adolescente bien podría hacerse adicto a vivir solo disponiendo de su sentido del olfato, siempre y cuando Rivaille nunca se apartara de sus brazos.

 

 

Pero cuando este se alejo y prontamente su peso abandono también la cama llego la incomodidad, el frió, las ganas de estar despierto. Incluso en su desconocimiento y desinformación de las cuestiones que lo rodeaban el simplemente no estaba dispuesto a estar lejos del adulto.

 

 

Era casi como una necesidad física. Sentía al moreno tan parte de el como sus brazos y piernas. Imprescindible. Invaluable. No quería separarse. Simplemente no podía estar lejos de el.

 

 

Y lo peor de todo era el no comprender los motivos tras su dependencia hacia el hombre.

 

 

Desganado se paso una mano por el rostro, cubriéndose de una luz que lo encandilo sorpresivamente. A la luz le siguieron unos curiosos ruidos: pasos, sonidos líquidos, algo chirriante, cosas siendo empujadas, mas sonidos líquidos.

 

 

Curioso, el adolescente se incorporo de la cama, observando con los ojos levemente entrecerrados la curiosa escena.

 

 

Rivaille estaba frotando una de las ventanas de la habitación fervientemente de tal forma que parecía que el vidrio cedería a la fuerte presión. Y solo cuando se sintió complacido del trabajo pasó a frotar la otra ventana. Y la siguiente a ella. Con las ventanas brillando de limpias tomo una escoba (Eren no recordaba haberla visto en el cuarto) y comenzó a barrer el piso.

 

 

-¿Rivaille?- se atrevió a llamar.

 

 

Sus pensamientos se desordenador cuando este giro para mirarlo en su dirección, la boca y el cabello cubiertos con pañuelos blancos y las manos enfundadas en guantes de goma.

 

 

¿Acaso el estaba…?

 

 

-Oh, veo que ya despertaste, mocoso holgazán-dijo con una voz neutra al bajar el pañuelo que cubría su boca.

 

 

Eren no estaba seguro si debía ignorarlo o correr.

 

 

-Oí, ven aquí.

 

 

El hombre acompaño la orden con un movimiento de mano a la cual el adolescente correspondió al instante, bajándose de la cama y caminando hacia el. Para sorpresa propia, comenzaba a comprender el sentido de las cosas que Rivaille decía. Como cuando quería llamarlo y siempre empleaba el “mocoso” o “Eren”. “Oí” para llamar su atención cuando el vagabundo simplemente parecía sumergido en su mundo.

 

 

Lentamente, Eren se acercaba cada vez mas a recordar quien era.

 

 

-Toma.

 

 

El adulto extendió la escoba hacia las manos de Eren.

 

 

-Continúa tú, yo ordenare la cama.

 

 

Paso al lado suyo sin mas y comenzó a hacer la cama con meticulosidad de cirujano. Rivaille maldecía que Eren se hubiera quedado dormido con las zapatillas puestas, lo que le indicaba que la cama estaba impregnada de gérmenes y por ende, el también. Tomaría una ducha luego. Si esas hubieran sido sus sabanas las habria sacado y puesto a lavar al instante, pero seguramente la gente encargada del hotel haría eso. El solo limpiaba como una forma de desahogarse, para sentirse mas en control de su entorno. Y si todo a su alrededor estaba en orden, muy seguramente el también lo estaría.

 

 

¿Verdad?

 

 

Eren quizás no comprendió muy bien la parte de limpiar, incluso con sus padres jamás había sido a fin al orden y la limpieza, así que se quedo un rato con el objeto en la mano, arrastrándolo duramente por la superficie amaderada. Basto una maldición del otro, unas cortas indicaciones (o gruñidos) para que las acciones fueran más eficientes en su cometido.

 

 

El hombre le soltó un cumplido por hacerlo bien al segundo intento y Eren empezó a sentirse más y más entusiasmado por el asunto, levantando motas de polvo por las rápidas pasadas en aquellos rincones donde la aspiradora no podía llegar.

 

 

-¡Oí! ¡No lo hagas tan fuerte!-reprendió Rivaille.

 

 

Se acerco hacia Eren para nuevamente reprenderlo, pero lo que no espero fue que el menor lo ignoraba mientras impulsaba la escoba hacia delante, ocasionando que inevitablemente sus piernas se desequilibraran y cayera impulsado hacia delante. Eren intento atraparlo y termino con el cuerpo estrujado duramente contra el suelo, el mayor sobre el con la rodilla entre los muslos contrarios.

 

 

Cuando se trataba de la limpieza, Rivaille tenía rituales específicos. Las manos cubiertas, el cabello protegido, ropa especifica para hacer la limpieza. Los elementos esenciales para matar todas las jodidas bacterias. Mucho agua tibia, franelas, trapos, escobas, detergente, cloro y los mas importante, sus propias manos.

 

 

Actualmente existían cientos de electrodomésticos para hacer la mayoría de los quehaceres, pero Rivaille no confiaba en esos aparatos. Los consideraba ineficientes. Y entre que unos costosos juguetes hicieran mal las cosas a hacerlas bien el, era mas que obvio cual opción predominaba.

 

 

Y si era así. Si el era tan meticuloso con lo que a limpieza se trataba…

 

 

¿Por qué cuando Eren despertó se quito el pañuelo de los labios?

 

 

Si el limpiaba, todo el mundo podía arder y destruirse. El no se desconcentraría ni por un llamado, o persona en su casa o visita en la puerta.

 

 

¿Por qué quiso que Eren lo ayudara a limpiar?

 

 

Porque según el, la forma en la que una persona limpiaba decía mucho de su carácter.

 

 

¿Por qué ambos estaban en el piso?

 

 

Porque el mocoso parecía ser un inútil limpiando.

 

 

¿Por qué se estaban besando?

 

 

Porque Rivaille olvido su TOC por un segundo, y se quito el cubre bocas.

 

 

El rostro de Rivaille no era duro ni salvaje. Era sublime. Perfecto a sus ojos. Una analítica belleza que a conciencia se había distribuido en las zonas correctas de su anatomía. El muchacho siempre le observaba, irremediablemente más la cara que el cuerpo, buscando descubrir todos los ángulos y formas de ese precioso semblante. Y siempre deseaba estar mas cerca para apreciar mejor. Más cerca. Cada vez más.

 

 

Eren había fantaseado con aquello, el tener su rostro íntimamente cercano al de Rivaille. Amaba todo del rostro de ese hombre. El tono pálido de su piel. Las oscuras cejas que combinaban con las largas pestañas. El par de oasis plateados y la forma sutil en la que brillaban en este momento. La nariz respingada. Las suaves mejillas. El firme mentón que acariciaba el suyo propio.

 

 

Y los labios. Oh, sus labios. Ni siquiera el más cultivado poeta haría justicia a aquellas delicadas porciones de carne. Pálidas. Delgadas. Invitantes. Sabían a ambrosia de dioses para el paladar del adolescente. La turgencia correcta. La suavidad que ninguna crema o tratamiento podría igualar. Quizás en el pasado, el con todos sus recuerdos y emociones no era muy partidario de la homosexualidad, tampoco es que la reprobara. Jamás la había visto de cerca para saber como sentirse al respecto. Ahora que la experimentaba (incluso sin saber lo que era) sabia como sentirse.

 

 

Feliz.

 

 

Complacido.

 

 

En paz.

 

 

Quizás era esa la molestia general que sentía. La incomodidad que anudaba su corazón y sus memorias. Eren era gay. Y se sentía irremediablemente atraído por el hombre encima de el.

 

 

Fue esa silenciosa aceptación lo que genero que el celoso candado de su memoria dejara escapar una pequeña indiscreción.

 

 

-¿Qué haces aquí otra vez, Eren?-Pregunto el padre del aludido. Aquel hiperactivo niño estaba en el despacho de su padre, sentado en el mismo lugar en el cual el hombre se pasara horas y horas del día metido trabajando.

 

 

Era curioso ver al menor de seis años sentado en aquel enorme sillón de costoso cuero ébano. Hojeando por milésima ves aquel pesado álbum.

 

 

-Me gusta este libro, papa-contesto sin mas la criatura al cuestionamiento del adulto.

 

 

Klaus Ackerman sonrió ante la sencillez de su hijo y cortó los metros que los separaban, introduciéndose en el gran despacho de tonos pardos y amplias columnas con filas y filas de gruesos libros. Eren aun no sabia leer, pero se mostró particularmente atraído por ese pesado cuaderno desde que su esposa se lo enseñara, un par de semanas atrás.

 

 

-No es un libro, Eren. Es un álbum de fotos.

 

 

El rubio tomo al pequeño castaño en brazos, tomando lugar en el sillón y descansando al niño entre sus piernas, el álbum fuertemente presionado con sus manitas.

 

 

-Me gusta el ambum.

 

 

El mayor rió enternecido ante la forma en que la lengua de Eren aun se trababa con palabras largas o complicadas. Ignorando los papeles que se suponía debía revisar se entretuvo viendo a su pequeño hojear con gran entusiasmo una a una de las fotos familiares.

 

 

-¿Te contó mama quienes son las personas en las fotos?

 

 

El menor asintió sin girarse a mirar.

 

 

-¿Y quienes son?

 

 

-Nuestra familia-el niño comenzó a enumerar uno a uno las personas retratadas en las fotografías. En si, los Ackerman eran un grupo pequeño de familiares por lo cual al menor no se le dificulto aprenderse los nombres de cada uno. Incluso aunque jamás los había visto.

 

 

-Y este es el abuelo Ackerman, la tía Kuchel y el tío Kenny-finalizo con una voz cantarina. En ese momento, Eren dio vuelta la pagina de la foto con las personas previamente nombradas, para dar con una imagen que lo maravillaba e intrigaba desde hacia dias.

 

 

-Papa, ¿Quién es este niño?

 

 

Intrigado, Klaus irguió la postura para ver sobre la cabecita de desordenados cabellos la foto en cuestión. La imagen mostraba a un niño pálido, de largo cabello negro y tristes ojos grises. Era una foto solo del rostro, por lo cual era un poco indefinible la edad de la criatura, pero Klaus lo conocía perfectamente.

 

 

-¿Tu mama no te lo dijo cuando te enseño el álbum?-automáticamente la voz del hombre abandono ese tono jocoso y animado que siempre usaba con sus hijos. Aquel era un tema del que aun le incomodaba hablar.

 

 

-Me dijo que no recordaba quien era-contesto arrugando adorablemente el entrecejo.

 

 

El hombre se golpeo mentalmente. En el tiempo en que el retrato cayo en sus manos el y Kohana ni siquiera eran novios. Echo una corta mirada al niño de la foto, lamentándose por el. Suspiro, antes de contestar:

 

 

-El es hijo de la tía Kuchel. Su nombre es Rivaille.

 

 

-E… Levanta… ¡Eren, Levántate!

 

 

Aquel fuerte llamado lo saco de su entumecimiento. Otra vez esas escenas en su cabeza. Otra ves imágenes que lo involucraban a el.

 

 

¿Quiénes eran esas personas?

 

 

Papa y Mama…

 

 

¿Qué eran ellos para el?

 

 

-¿Acaso estas sordo? ¡Levántate de ahí!

 

 

Su mirada atravesó toda la habitación, recordando que aun se hallaban en aquel hotel en el que habían decidido parar a descansar. En su escrutinio atisbo la escoba no muy lejos de su par de piernas y las del contrario. Ah, cierto, ambos cayeron al piso.

 

 

Pero cuando sus orbes esmeralda recorrieron la anatomía masculina contraria hasta enfrentarse al ceño fruncido, Eren se congelo. Los ojos, si bien más adustos y cansados, aun lucían esa inherente tristeza. La piel seguía siendo pálida. Los labios que hacia tan solo minutos habían sido suyos se encontraban apretados en una dura línea. Tal cual como en la fotografía.

 

 

Había crecido. Había madurado. Traía otro corte de cabello. Pero ese niño delgado y triste aun estaba allí. Ante el. Su Rivaille.

 

 

Notas finales:

Proximo Capitulo: Lo que callamos

Muchas gracias por los reviews y las lecturas (casi 4000 @.@)

Me hacen feliz ♥


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