Era Domingo en la mañana, 7:07 am específicamente, sonaba un despertador en una habitación un tanto pequeña y totalmente desarreglada, ropa y zapatos por todas partes, libros, cuadernos y muñecos de colección en el suelo y escritorio del lugar.
En una esquina de aquella habitación se encontraba una pequeña cama con las sábanas regadas entre ésta y el piso, mientras un niño de unos 12 años más o menos de cabello de un color aguamarina muy claro dormía en ella, el chico comenzaba a escuchar el irritante sonido de aquel pequeño aparato que le indicaba que ya era hora de despertar, se movió de un lado a otro en su cama tratando de ignorar aquel molesto ruido , al no poder soportarlo por más tiempo se levantó de un golpe tomando el pequeño y molesto aparato entre sus manos para proceder a estamparlo contra la pared frente a él, “maldito aparato” habló para sí mismo tratando de volver a la cama para descansar nuevamente hasta que, “¡Kohaku es momento de despertar!” Se escuchó una fuerte voz femenina de mayor edad proveniente de detrás de la puerta, “¡ya voy ya voy!” respondió el niño cuyo nombre es Kohaku levantándose con pesadez de su lugar de descanso.
Buscó en su cuarto la primera camisa y el primer pantalón que encontró y salió de ahí para entrar a darse una ducha, al salir se sentó en una silla frente una mesa en la cual ya estaba servido su desayuno, “huevos con tocino, jamón y arroz, justo como te gusta” le habló dulcemente una señora ya de edad mayor con una tierna sonrisa, “gracias abuela” respondió el chico correspondiendo la sonrisa, “hijo, ¿cómo te fue en tu primer día de escuela?” preguntó un señor de casi la misma edad de la señora sentado junto a él, “me fue bien abuelo, solo que al salir de clases me topé con uno de esos cazadores buenos para nada” dijo el chico soltando un cansado suspiro al final, su abuelo y abuela se alertaron y lo miraron fijamente “¿no te pasó nada más?, ¿te encuentras en perfecta forma?” preguntó algo angustiada la señora de cabello grisáceo, “sí abuela no te preocupes, tuve algo de ayuda” respondió éste tratando de calmar a su alterada abuela “¿y quién te ayudó?” preguntó un curioso abuelo, “pues… unas chicas mayores que yo, una era humana pero la otra era un lobo” dijo Kohaku encogiéndose de hombros y comiendo gustoso “oh ya veo, deberías darle las gracias a esas chicas hijo” le sugirió la simpática señora, “está bien abuela lo aré…. En algún momento lo aré” diciendo el pequeño lobo terminando su desayuno y dirigiéndose nuevamente al baño a enjuagar su boca, se colocó su collar y se dispuso a salir, “bueno ya me voy abuela, abuelo, hasta más tarde” se despedía el chico “adiós, cuídate” saludaba su abuela “hasta más tarde hijo” se despidió su abuelo, saliendo por fin de aquella pequeña casa. Se dirigió a un callejón sin salida, saltando sobre éste y corriendo lo más rápido que podía.
Después de cruzar unas cuantas cuadras llegó a su destino, bajó del tejado del local sin ser visto y entró en éste, “buenos días señor Hatake” dijo Kohaku haciendo una pequeña reverencia, “buenos días niño, ¿listo para empezar?” dijo el obeso sujeto con una sonrisa “sabe que sí” respondió el chico de ojos color rubí, “entonces entra a empacar, deprisa” habló el hombre señalando la puerta tras él. El chico se colocó unos guantes y comenzó a empacar productos en algunas cajas, varias horas después el niño se despidió del dueño de aquel local y salió a toda velocidad (humana) tratando de llegar a tiempo a una tienda donde justo ese día se estrenaba el manga de su serie favorita.
Una vez allí se formó, esperó paciente hasta poder tener entre sus manos aquel preciado objeto que tanto le gustaba, y ¿cómo no gustarle?, disfrutar cosas como esa, lo hacían sentir ser un niño normal, un joven de 12 como cualquier otro, sin preocuparse de que en algún momento podría morir, que si se descuidaba podrían asesinar a sus tan amados abuelos, que es posible que jamás pueda enamorarse o tener una familia por miedo a los cazadores. Pero con el anime y los magas se sentía distinto, podía enfocarse en un mundo alterno, una dimensión distinta y totalmente atractiva para él. Y al pensar en todo esto su turno en la fila llegó, compró lo que vino a buscar y salió del lugar con una sonrisa en sus labios “¡¡por fin!! ¡¡Por fin lo tengo!!” decía el chico de ojos color rubí caminando hacia un callejón, saltó este se subió a un techo y se fue del lugar.
Una vez en su casa saludo a sus abuelos y se metió a su habitación, “perfecto, hora de leer” comentó muy emocionado con una bolsa de papas a su lado.
Varias horas transcurrieron en su habitación, pero a él no le importaba, estaba muy feliz de estar en ese lugar “Kohaku hora de comer” dijo la abuela del pequeño “sí ya voy” dijo para terminar de leer aquel preciado manga, salió de su cuarto y fue directo al comedor junto a su abuelo, quien lo recibió con una gran sonrisa.
Todo el día paso muy rápido, Kohaku adelanto sus tareas escolares y caseras, conversó con sus abuelos y terminó viendo TV en la pequeña sala de estar, un bostezo, otro bostezo seguidos de muchos más, estaba muy cansado así que apagó aquel aparato imnotisante y se fue a dormir, entró se cambió la ropa, cepilló sus dientes y se acostó en su pequeña pero cómoda cama, pero antes de cerrar los ojos volteó su mirada y en una mesita al lado de su cama pudo ver una foto que siempre estaba ahí y que él siempre la veía con mucho amor antes de dormir.
En aquella foto se podía apreciar una hermosa mujer con el cabello del mismo color que el chico, piel muy blanca y ojos color ámbar con un collar muy similar al suyo y a su lado, un hombre de cabello naranja muy intenso, moreno de ojos color rubí como él, “buenas noches mamá, buenas noches papá, descansen los quiero” dicho esto dio media vuelta y se dispuso a quedarse dormido con una pequeña lágrima saliendo de su ojo.
FIN DEL CAP.