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Estrellas. por UsamiSaori

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Notas del fanfic:

Un One-Shot original que escribí por gusto, pues decidí entrenar un poco mi escritura con One-Shots, así que supongo que desde ahora en más escribiré muchos de estos. Como es un original, sé que casi nadie lo leerá, pero no importa, pues es una simple práctica para no perder el hilo.

Espero que les guste.

Notas del capitulo:

Todo está en las notas del ff~

—¿La ves? ¿Ves esa?

 

            —La estoy viendo. Y no le veo lo especial.

 

            —No estás mirando la correcta, mira más hacia arriba y hacia la izquierda.

 

            —¿Cómo quieres que mire más arriba? ¡Estamos mirando el jodido cielo!

 

            —Ag, eres tan desagradable. No sé ni por qué estoy contigo.

 

            —Dímelo a mí.

 

 

 

Todo había empezado como una simple reunión de amigos. Jared pertenecía a un pequeño grupo de amigos que no se podía considerar ni popular ni inadaptado. Cuando esa tarde, sentado a la PC mientras jugaba on-line algún juego de rol sonó su celular, no se esperaba recibir un mensaje de su mejor amigo anunciando la improvisada reunión que realizarían en su casa. Lo que más había invitado a Jared a aceptar la invitación había sido, sin duda, que le aseguraba, no, que le juraba, que sólo se juntarían su pequeño grupo habitual.

 

            Eso incluía a sus otros seis mejores amigos. Un grupo de ocho reuniéndose por la noche siempre sonaba a diversión pura. Le encantaban los encuentros mientras sólo incluyeran a sus amigos más cercanos. No porque fuera antisocial, sino porque se sentía más cómodo y a salvo con ellos. Solía ir a fiestas de compañeros de clase, pero simplemente prefería la comodidad de su minúsculo círculo.

 

            El resto de la tarde la mató jugando videojuegos. Luego, pidiendo prestado el auto de la familia, condujo hasta una estación de servicio donde se compró dos botellas de vodka y una Pepsi de tres litros. Jared tenía diecinueve, pero el dueño de la estación era su amigo de la infancia por así decirlo y no le importaba darle las botellas aunque fuera menor de edad. Le había prometido a su mejor amigo llevar algo de bebidas, así que no podía faltar a su promesa.

 

            Cuando dio la vuelta en una calle con el vehículo familiar y enfiló hacia la casa de Dunstan (su mejor amigo), supo que algo no andaba bien. Se escuchaba ligeramente una canción dubstep a medida que avanzaba y un montón de autos estaban aparcados en la calle, dejándole a penas un espacio para colocar el enorme chevy de la familia. Colocó el vehículo en P y se bajó del auto con sus bebidas en una bolsa de papel.

 

            No había duda, la música provenía de casa de Dunstan.

 

            ¿Por qué? ¿Para qué quería música a todo volumen si sólo estarían ocho personas en la casa? Seguro ni se moverían de la sala, así que no entendía por qué…

 

            Ay, no, no, no… ¡Dunstan, no! pensó corriendo hacia la puerta y abriéndola de sopetón, para sorpresa de los que estaban en el pasillo de la entrada.

 

            Los que estaban en el pasillo no eran, definitivamente, ninguno de sus amigos. Un bastante tambaleante Dunstan se le acercó, llevaba en la cabeza un barco hecho de periódico y un vaso de plástico rojo en la mano, en el que definitivamente había algún brebaje alcohólico. Qué clase de brebaje era, ya era algo secundario. Además ya estaba borracho. A las ocho de la noche un jueves.

 

            —¡Ahhh! ¡Mi… gran amigo J-Jared! —dijo, hipando en medio de su nombre. Cómo había hecho para emborracharse tanto tan rápido era una gran pregunta. Dunstan era muy fuerte con la bebida. Casi imposible emborracharlo.

 

            —Dunstan, ¿Qué carajos pasa aquí? Me prometiste que sería una reunión entre amigos —Jared hablaba lo más bajo que podía, lo cual era casi a los gritos, pues la música era ensordecedora. Su amigo, bajo el barco de periódico, tenía el cabello castaño completamente despeinado y alrededor de sus ojos azules, bolsas moradas.

 

            —Ahí vas de nuevo… taaaaaan aburrido… ¡Es sólo una pequeña fiesta! No seas aguafieeeeestas, Jared —su mejor amigo se le colgó del hombro con una mano al mismo tiempo que le arrebataba (de alguna forma) la bolsa de papel de las manos—. ¡Mireeeen! Jared trajo bebidaaaaas…

 

            Se oyó un grito entusiasta colectivo que pareció venir de toda la casa, incluso del piso de arriba. Joder. Sin duda esa pequeña reunión se había convertido en una asquerosa fiesta al estilo hermandad de asquerosos deportistas. Quería irse a casa, pero antes quería asegurarse de que sus otros amigos estaban en buenas condiciones. Principalmente el marica del grupo.

 

            —¿Jared? —inquirió un muchacho menudo, rubio y de ojos marrones quitando a una muchacha buenorra que bailaba provocativamente del camino para acercarse a él. Se veía más sobrio que la sobriedad misma. Aquel era uno de sus amigos que formaba parte de su grupo selecto. Prince. El menor del grupo, con diecisiete—. Gracias al cielo que has llegado. Debemos detener esto.

 

            —Joder, ¿Y qué mierda quieres que haga? Prince, Duns está más volado que yo en mi fiesta de cumpleaños número dieciocho —señaló con el pulgar en dirección a la entrada, donde Dunstan le hablaba a su improvisado barco de papel—. Lo que es más importante, ¿Están todos bien? Pregunto principalmente por el marica.

 

            —¿Te refieres a Kirsten? Se fue a su casa en cuanto notó que todo se salía de control —aseguró Prince sonrojándose un poco. A Prince le gustaba Kirsten. Pero no se engañen, Kirsten era una chica, sólo que a ella no le gustaba serlo y siempre decía que era un chico o como mínimo, bigénero. Por lo cual se había ganado apodos como la marica del grupo y cosas así, por ser supuestamente un hombre femenino, cuando en realidad sí era una chica—. Kasper, Desmond y Floyd están arriba encerrados en el cuarto jugando póker. Tobias está jugando beer pong en la cocina con algunos chicos.

 

            —Ay, dioses. Qué imbéciles son —la situación era digna de un facepalm que obviamente Jared se permitió—. ¿Me puedes explicar cómo es que Des no hace nada? Cuando sus padres se enteren de que su hermano ha hecho una fiesta en la casa…

 

            —Desmond ha dicho que no le importa. Que él está libre de culpa y que cuando lleguen sus padres, echará toda la culpa en Dunstan. Me parece que están peleados.

 

            —Esos jodidos siempre están peleados. Como sea, te lo encargo, Prince.

 

            —¿Eh? ¿Te vas? ¿Vas a dejarme solo, Jared? ¡Qué cruel!

 

            Jared suspiró como si estuviera hablando con Sasha, su hermanita de siete años que se enfadaba cuando el mayor no le prestaba atención cuando contaba sus historias acerca de sus muñecas y todo eso. Tras darle una ojeada a su alrededor, volvió a soltar el aire, decidiendo qué era lo mejor.

 

            —No, no me voy. Voy a estar en el patio porque no soporto esta multitud. Si me necesitas u ocurre algo, ve a buscarme, ¿Está bien, Prince? —colocó la mano sobre la coronilla del menor, sonriéndole de forma tranquilizadora.

 

            —De acuerdo. Te avisaré si algo ocurre.

 

            Tras animarlo un poco moralmente, Jared se deslizó con extrema gracilidad a través del pasillo, la sala y la cocina, sin chocar a nadie ni derramar algún vaso inconvenientemente ubicado en el suelo. La verdad era que aquella fiesta se había salido de total control y sólo deseaba que los padres de Dunstan y Desmond no llegaran en medio de una orgía o una fumada colectiva. Porque definitivamente los muy hijos de puta dirían que el grupo de Jared había sido el que la había armado.

 

            Abrió la puerta corrediza que daba al patio y salió, notando como aquella minúscula puerta de vidrio aislaba el sonido; el patio estaba oscuro y silencioso, iluminado tenuemente por la luna y las estrellas. Jared se sorprendió de hallar al fondo del jardín, sentado en el columpio de hierro pintado de blanco de la madre de Duns, a un muchachito que observaba las estrellas, ignorando completamente todo lo demás.

 

            Lo podía reconocer fácilmente. Era Lowell. Solía estar en un curso menos que él en el colegio, así que seguramente tendría dieciocho años máximos. Era siempre introvertido y en la escuela decían a susurros que era muy raro pues no hablaba con nadie. Siempre pensó que Lowell era lindo y simpático, pero nunca intentó juntarse con él, a pesar de que Jared sabía que no era tan introvertido como parecía. Avanzó hacia él y se sentó en el pasto frente a él. Lowell bajó la mirada.

 

            —¿Jared?

 

            —Ah, ¿Me conoces? Hola, Lowell —la verdad que no se esperaba que el menor supiera su nombre. Sin querer sonrió por ello—. ¿Qué haces aquí afuera? ¿No te gusta la fiesta?

 

            —Justo iba a preguntarte lo mismo. Me sorprende, pues es la fiesta de tu mejor amigo, ¿No? —preguntó el muchachito, cuya cabellera pelirroja adquiría un tono más oscuro ante la luz de la luna. Parecía más bien hablar para sí mismo—. Yo vine porque una amiga me invitó. Pero es un asco.

 

            —Ya lo has dicho. Es un asco —coincidió el mayor suspirando y recostándose en el pasto completamente, boca arriba—. ¿No quieres recostarte junto a mí?

 

            Lowell se tomó un minuto para considerarlo, pero finalmente, se encogió de hombros y se recostó junto a él. Al tenerlo a su lado, Jared pudo notar que los pies del chico apenas pasaban sus rodillas. Era muy bajo en comparación a él. Y eso que Jared no era precisamente considerado como alguien alto. Se quedaron en silencio por largo rato, mirando el cielo que estaba tan estrellado que casi no había lugar para el azul marino del cielo en sí.

 

            Entonces, para sorpresa de Jared, cuyo cabello negro estaba ahora repleto de pasto, Lowell comenzó a hablar y señalar sin parar estrellas y supuestas constelaciones, lo cual comenzó a hartar a Jared, pero no lo decía. Simplemente le respondía a todo con afirmativas y monosílabos. Guau, qué infantil resultaba ser el chico. Los ojos avellanos de Jared comenzaban a cerrarse cuando…

 

            —¿La ves? ¿Ves esa? —interrogó el pelirrojo señalando hacia arriba y dándole de sopetón un codazo a Jared entre las cosquillas. Sus ojillos grises brillaban ante la luz de las estrellas.

 

            —La estoy viendo. Y no le veo lo especial —respondió en un tono monótono el pelinegro frotándose el torso con una mano.

 

            —No estás mirando la correcta, mira más hacia arriba y hacia la izquierda.

 

            —¿Cómo quieres que mire más arriba? ¡Estamos mirando el jodido cielo! —exclamó el mayor, comenzando a perder la paciencia.

 

            —Ag, eres tan desagradable. No sé ni por qué estoy contigo.

 

            —Dímelo a mí —murmuró Jared cerrando los ojos unos instantes.

 

            Y volvieron a quedar en silencio. A Jared no le importaba, pues nunca hallaba al silencio como algo incómodo, mucho menos si estaba en silencio con alguien con la que no compartía mucha historia o información. Si estuviera en silencio con alguno de sus amigos cercanos, sentiría que algo no estaba bien, pero ese no era el caso. Tampoco estaba tan silencioso, pues oía el pasto moviéndose con el viento y la respiración pausada de Lowell a su lado.

 

            Jared giró la cabeza al abrir los ojos y lo halló mirando al cielo con muchísimo anhelo. Notó el pequeño lunar que tenía en el pómulo bajo el ojo izquierdo. Su pequeña nariz que parecía sacada de la cara de un modelo de portadas de revista. Sus mejillas de ardillita estaban ligeramente rosadas y sus labios finos y rojizos, esbozando una sonrisa. Tenía la boca un poco abierta, pues seguro respiraba por ahí. O simplemente estaba muy concentrado en el cielo.

 

            —Sabes…

 

            —¿Hm? —inquirió el mayor. Lowell había empezado a hablar, pero sin voltear a mirarlo, con sus ojos plateados aún en las estrellas sobre ellos.

 

            —No era cierto cuando decía que eras desagradable. No lo eres.

 

            —Oh, gracias. Yo tampoco lo decía en serio.

 

            Él se rió ligeramente, como si ya lo supiera. Bueno, la verdad era que Lowell sí podía llegar a ser un poquito raro.

 

            —Tengo que ser honesto contigo, Jared.

 

            —¿Acerca de qué? ¿En realidad sí te gusta la fiesta? —bromeó el otro.

 

            —No es eso —respondió el menor dándole un codazo, aún seguía sin mirarlo. Pero antes de decir lo siguiente, dejó caer la cabeza a un costado para mirar a Jared a los ojos. Lucía mortalmente serio—. La verdad es que me gustas. De una forma un poco… ¿Romántica, quizás? Siempre me has gustado, que es peor.

 

            Las palabras de Lowell se deslizaron de forma más bien suave hasta el interior de Jared y se procesaron con mucha facilidad, como si lo hubiera estado esperando; como si hubiera sido evidente. Aunque el menor trataba de mostrarse tranquilo, se le notaba en la cara y en su agitada respiración que acababa de hacer algo muy difícil. No pudo evitar reírse un poco de ello. Dentro de la casa se oyeron gritos y todas las luces se apagaron, dejando al patio en una oscuridad incluso mayor.

 

            El pelinegro se movió un poco a la derecha y estiró el cuello para besar al chico. Aunque Lowell se mostró sorprendido por algunos instantes, lo cierto es que correspondió casi al mismo tiempo del contacto. La mano izquierda de Jared se colocó en la cadera del pelirrojo y levantó su camiseta sólo un poco; lo suficiente para sentir su pálida piel repleta de pecas. Una de las manos de Lowell estaba en su nuca, jugueteando con sus cabellos.

 

            Buscando aún más intensidad, sin apartarse del menor, Jared se colocó encima de él a cuatro patas, levantando quizá un poco sus caderas con la mano que lo sostenía de la cintura. Lowell lo envolvió por el cuello con los dos brazos, entrometiendo los dedos de una de sus manos en el cuello de la camiseta de Jared, sin buscar realmente nada, sólo rozando su piel. Lowell fue quien cortó el beso, bruscamente.

 

            —Te lo has tomado muy bien.

 

            —Shh, lo estás arruinando —contestó el de ojos avellanos respirando agitadamente, pero sin esperar a la respuesta del otro, lo besó de nuevo.

 

            Las luces volvieron dentro de la casa y los gritos volvieron. Por algún motivo las personas creían que era necesario gritar cada vez que las luces iban y venían. Ocultos en la penumbra, lograron separarse a tiempo al momento en que la puerta que daba al interior de la casa se abrió y Prince salió corriendo a su encuentro. Se sentaron en el pasto. La mano de Lowell estaba tras la espalda de Jared y la de él detrás de la de Lowell, por lo que sus brazos se cruzaban en medio de ambos. Prince no lo notó.

 

            —¿Qué sucedió con las luces, Prince? —preguntó Jared, antes de que pudiera decir absolutamente nada.

 

            —Algún imbécil bajó las llaves de la electricidad, pero ese no es el problema.

 

            —¿Pasó algo?

 

            —Si, Tobias ganó al beer pong y ahora está deshecho. Su novia vino a buscarlo pero no puedo levantarlo del suelo. ¿Me ayudas? —o Prince era imbécil o era tan despistado que no se daba cuenta de la posición comprometedora de Lowell y él.

 

            —Claro. Adelántate, ya te sigo.

 

            —Vale, no te tardes. La última vez que hicimos esperar a Rebecca, pasó encima del gnomo de jardín de mi madre con su camioneta —al recordarlo, Prince hizo una mueca. Su madre lo había castigado por dos semanas después de que el gnomo Lepp murió atropellado. Sin hacer más preguntas, Prince volvió dentro de la casa.

 

            Jared se levantó del césped, lo cual hizo que Lowell lo mirara con tristeza, como si no quisiera que se fuera. El mayor se rebuscó en sus bolsillos, sacó su teléfono celular y se lo pasó al menor, que antes de tomar el aparato, lo miró como si fuera un objeto no identificado, lo cual causó ternura en el pelinegro, que lo instó a tomarlo con un movimiento ligero de la mano.

 

            —Quiero que anotes tu número.

 

            —¿Para qué quieres mi número? —Lowell preguntó a pesar de estar ya escribiendo el número en el teléfono. Jared esperó a que guardara el contacto antes de responder a su pregunta.

 

            —Te llamaré. Nos vemos, Lowell.

 

            Con el teléfono en el bolsillo y una sonrisa en la cara, Jared escapó de la visión de Lowell y las estrellas al interior de la casa.

 

            … lo cierto era que Lowell también siempre le había gustado.

Notas finales:

Y eso ha sido todo. Últimamente tengo necesidad de historias tiernas y románticas que impliquen a dos hombres, así que esto salió gracias a esa necesidad.

 

Muchas gracias por leer!


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