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Flashback por Dahlia

[Reviews - 6]   LISTA DE CAPITULOS
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Notas del fanfic:

Títle: Flashback

Author: Dahlia

Length: 2.593 (322-2.271)

Rated: Todos los públicos

Genre: AU, fluff (un poco de H/C)

Notas del capitulo:

¡HOLA! Dio' mío, hace AÑOS que no publico nada, en ningún lugar, ni relativo a ningún fandom, tampoco originales. Así que esto es una suerte de regreso al mundillo, y debo admitir que me pone un poco nerviosa.

Espero que lean esto, porque es IMPORTANTE: como el título señala, se trata de, en realidad, sos flashbacks. ¿De qué? Pues de un longfic que llevo mucho tiempo pensando, pero todavía está en pañales. Al escribir estas escenas, noté que podían publicarse por sí mismas, y por eso las pongo a modo de oneshot. Lo usaré, en cierto modo, como medidor de audiencia. Si gusta, motiva. Si veo que consigue lecturas, tal vez algún favorito y sobre todo, reviews, con muchas más ganas escribiré el longfic en cuestión.

 

Sin más que decir, espero lo disfruten. ¡A leer!

>> 17 de septiembre de 2009 <<

 

Luhan abrió los ojos, pestañeando reiteradas veces para tratar de ver algo en la oscuridad de la habitación. Era noche cerrada, probablemente faltaba para el amanecer, pero los movimientos a su lado le habían despertado. Aun un poco atontado, susurró:

─        ¿Channie?

─        Es muy tarde, Hannie, vuelve a dormir – respondió la voz grave de su mejor amigo, viéndole apenas de reojo mientas movía las manos sobre el suelo.

Luhan se incorporó un poco, y vio que el menor estaba juntando sus pocas pertenencias en la mochila desgastada que siempre llevaba. Preguntó qué estaba haciendo, pero Chanyeol no contestó. Un mal presentimiento recorrió al más bajo, que con voz ahogada volvió a inquirir:

─        ¿A dónde vas…?

El menor detuvo todo movimiento, suspirando, sin mirarle.

─        Lo siento, Lu. No puedo quedarme aquí. Lo sabes.

Luhan ahogó un chillido, poniéndose de rodillas sobre la cama y aferrando la camiseta de su amigo como si en eso se le fuese la vida.

─        ¡Pe-pero no puedes irte! ¡¿Dónde estarás, qué harás?! – jaló la tela con más ahínco, su voz a punto de quebrarse. –  ¿¡Qué voy a hacer yo!?

Chanyeol volteó, topándose con los ojos del más bajo que, incluso en la penumbra que los rodeaba, brillaban a causa de las lágrimas.

─        Hey… hey, no llores – susurró el menor, tomando el rostro aniñado de su compañero entre las manos. – Mírame, Lu – procurando tranquilizarse, el mayor obedeció. – Tengo que irme ahora, pero volveré por ti, ¿está bien? – buscó su mano diestra con la propia, entrelazando sus meñiques. – Es una promesa.

Luhan miró sus manos, para luego echarse a los brazos de Chanyeol, abrazándole con fuerza. Estuvieron un buen rato así, hasta que el más alto se separó suavemente. Besó la frente del mayor, manteniendo el contacto unos segundos y, luego de susurrar un “te quiero, enano”, saltó por una de las ventanas y desapareció en la oscuridad.

 

 

 

>> 20 de abril de 2012 <<

 

Para Luhan, el día de su cumpleaños no tenía nada de especial. O al menos así había sido desde los dieciocho. Antes lo disfrutaba más, porque tenía con quien compartirlo. En ese entonces un dibujo, un rap improvisado con su nombre o un insecto colorido eran sus regalos favoritos; y si a eso sumaba la felicitación, la sonrisa y el abrazo fuerte de su mejor, amigo, sentía que su cumpleaños era el mejor de todos. Porque todo era perfecto cuando estaba con Chanyeol.

Pero Chanyeol ya no estaba. Habían pasado más de dos años y medio desde su partida, y no había un solo día en que Luhan no lo recordara.

La mañana siguiente a su “huida” casi nadie pareció percatarse de su ausencia. Para los encargados solo significaba una boca menos que alimentar, y siendo uno de los más revoltosos, se veían hasta felices por su desaparición. El único realmente afectado era Luhan. Despertó deseando haber soñado lo de la noche anterior, rompiendo a llorar al no ver señal del menor, y se mantuvo por unos cuantos días retraído y en silencio, sin poder dormir y apenas comiendo.

Hasta que decidió que no podía seguir lamentándose y dejándose estar. Chanyeol volvería a buscarle, se lo había prometido, y se molestaría con él si le veía así. De a poco volvió a ser él mismo… o casi. No era el “enano” de Chanyeol pero, para los demás, se le parecía bastante. Mientras supiera que, algún día, su mejor amigo regresaría por él, entonces podría sonreír.

Pero había pasado mucho tiempo, y Chanyeol no daba ni señales. El mayor no quería perder las esperanzas, nunca habían roto una promesa que pactaran con el otro… pero ciertos días se desesperaba de verdad. A veces le extrañaba tanto que le odiaba por haberse ido, pero sabiendo que le perdonaría todo con tal de volver a verlo.

En sus dos últimos cumpleaños había esperado un mensaje, un regalo extraño, lo que fuera. Pero nada había sucedido. Pidió su deseo, el mismo en ambas fechas, sin que se cumpliera.

Si ese veinte de abril se sentía diferente a los otros, era por la edad que alcanzaba. Luhan cumplía veinte años, sería mayor de edad. Y eso implicaba que más le valía conseguir un empleo y un sitio donde vivir, porque allí no le querrían más. La noche anterior había alistado sus pertenencias, y se había dormido sintiendo algo parecido a la nostalgia, al saber que sería la última noche que pasaría en aquella cama.

Cuando despertó notó enseguida que era un día precioso. El sol brillaba radiante y la temperatura era más alta que la esperada para mediados de otoño. Escuchó cuchicheos, y al mirar hacia los pies de su cama se encontró con dos pares de ojos idénticos, mirándole expectantes. Eran Youngmin y Kwangmin, los gemelos de solo seis años de edad. Le adoraban y, al confirmar que estaba despierto, dibujaron sonrisas amplias en sus rostros iguales, y prácticamente se le echaron encima, abrazándole con fuerza.

─        ¡Feliz cumpleaños, Luhannie! – exclamó Youngmin, quien siempre parecía el más pequeño, ya que su actitud era demasiado adorable.

─        ¡Sí, feliz cumpleaños! – añadió su hermano, un poco más serio en general, pero igualmente tierno.

─        ¡Muchas gracias, pequeños! – respondió Luhan, sonriendo también y correspondiendo su abrazo.

─        ¡Tenemos algo para ti! – dijo Kwangmin, soltándole y corriendo hasta la cama que ambos niños compartían. Quitó la almohada y sacó de allí un pequeño paquete hecho con una servilleta azul algo desgastada. Los hermanos lo tomaron con cuidado y lo depositaron sobre las piernas del mayor, gritando al unísono: “¡Te queremos mucho, Luhannie-hyung!”. El aludido abrió el paquete improvisado, encontrándose con dos dibujos infantiles, obviamente hechos por los pequeños, y un panecillo de chocolate y vainilla medio aplastado, que seguramente les había obsequiado la panadera de la esquina, que siempre decía que los gemelos eran “demasiado bonitos para ser reales”.

Luhan sintió que moriría de ternura: sabía que aquellos niños amaban los dulces, e imaginaba cuánto les habría costado guardar esa golosina para él. Conmovido por el gesto, apartó las cosas a un lado, tomando las manitos ajenas para volver a estrechar a ambos pequeños en un abrazo.

─        Kwangminnie, Youngminnie… muchísimas gracias, es el mejor regalo de todos – besó las frentes de los gemelos, sonriéndoles dulcemente. – Yo también los quiero mucho.

A continuación los niños le cantaron el “cumpleaños feliz” y Luhan repartió el panecillo entre los tres. Estaban tan entretenidos que no notaban qué sucedía a su alrededor, hasta que una de las cuidadoras llamó a desayunar. Los hermanos sonrieron al mayor como si hubiesen hecho alguna travesura y salieron rumbo al comedor. Luhan meneó la cabeza, suspirando, y se levantó.

Se había acostado vestido, así que solo se alisó la ropa con las manos y fue hasta el baño para asearse y recoger sus efectos personales. Regresó enseguida al cuarto, revisando dos veces su mochila y verificando que llevaba sus pocas pertenencias.

Colgándola en su espalda, luego de tender su cama por última vez, se arrodilló junto a ella. Miró en torno, comprobando que estaba solo; con sigilo levantó uno de los desgastados tablones que conformaban el suelo, y rebuscó en el hueco para sacar finalmente una caja de zapatos, garabateada con crayones de colores, y que ponía su nombre con una caligrafía infantil y descuidada. Sonrió débilmente, tratando de pasar el nudo que se formó en su garganta al descubrir el contenido: papeles amarillentos, flores secas y muñecos hechos con ramitas e imaginación. Basura para otros, para Luhan era su pequeño tesoro, oculto e intocable por más de dos años. Sin remover demasiado en sus recuerdos, literalmente, guardó allí mismo los dibujos de Kwangmin y Youngmin y volvió a cerrarla, abrazándola contra su pecho y poniéndose de pie.

Caminó a paso ligero hasta el comedor, saludando a varios chicos y sonriendo mientras les veía jugar, comer y reír. Iba a extrañar esos sonidos, esos aromas, esas imágenes: más allá de todo, aquel lugar era lo más parecido que había tenido a un hogar. Charló un poco con una de las cuidadoras, que le entregó un papel con un par de direcciones donde quizá consiguiera un modo de subsistir y, procurando pasar desapercibido, se encaminó a la salida.

─        ¡Luhannie-hyung! – al parecer no había sido lo bastante disimulado para despistar a los gemelos, que ahora corrían hacia él con expresión preocupada y confundida. – ¿A dónde vas? – Luhan suspiró levemente y se hincó en el suelo para quedar a su altura.

─        Youngminnie, Kwangminnie… ¿saben cuántos años cumplo hoy? – preguntó suavemente, pensando con cuidado sus palabras. Había evitado el tema de su partida con los pequeños, pero ya no podía ocultarlo.

─        Muuuuchos – enfatizó el mayor, estirando los brazos, provocando la risa de Luhan.

─        Veinte, ¿verdad? – dijo más serio Kwangmin, como si intuyera que aquello no les iba a gustar. El mayor de los tres asintió.

─        Así es, ya soy un adulto – mantuvo la sonrisa para calmarlos, acariciando sus cabecitas. – Y este sitio es un hogar para niños, ¿cierto? Entonces…

Youngmin dio un paso atrás, separándose de su toque con los ojos muy abiertos. Negó varias veces con la cabeza antes de chillar.

─        ¡NO! ¡No vas a irte, no puedes! – siguió negando, cada vez más angustiado, mientras su hermano se acercaba a consolarlo y miraba acusadoramente a Luhan. Éste bajó la cabeza con un nuevo suspiro, recordando una situación muy parecida, pero al revés. En ese entonces, el dolido era él.

─        Lo siento, de verdad, pero no hay nada que pueda hacer. Necesito un empleo y…

─        ¿Y las cuidadoras? – lo cortó Kwangmin, más serio que de costumbre, aunque se notaba asustado también. – ¿Por qué no trabajas con ellas?

Luhan meneó la cabeza. Lo había considerado, pero al proponerlo le respondieron simplemente: “estamos cubiertos”, dándole a entender que no tenían pensado pagar otro sueldo.

─        No se preocupen, no es como si no fuésemos a vernos más, vendré a visitarlos.

─        Eso no es cierto – apenas susurró Youngmin. – Todos dicen eso, p-pero los que se van… n-nunca vuelven.

─        Niños… – les llamó, posando sus manos sobre los hombros de los pequeños. – Mírenme, por favor – pidió, toda la escena le traía una sensación de déjà vu imposible de ignorar. – ¿Pueden confiar en mí? Jamás les mentiría – acarició dulcemente la mejilla del mayor, secando el rostro de unas lágrimas rebeldes que no había podido contener. – Además, ¿creen que olvidaría su cumpleaños? En cuatro días estaré aquí y haremos una fiesta, lo prometo – volvió a sonreír ampliamente, esperando transmitirles confianza, y extendió su meñique derecho.

Todavía algo dudosos, los hermanitos acercaron sus manos, para entrelazar sus dedos con el del mayor. Los apretaron y dibujaron esas sonrisas idénticas y luminosas que tanto gustaban a Luhan.

─        ¡Más te vale! – “amenazó” el menor, presuntamente severo, pero luciendo adorable al fruncir el entrecejo. Luhan asintió serio, haciendo una venia.

─        Aquí estaré. Ahora abrácenme, pequeñajos – extendió los brazos y los niños no dudaron en obedecer. El mayor cerró los ojos, apretujándolos contra sí y, dejando sendos besos en sus frentes, se incorporó. – Hasta luego – susurró, y les dio la espalda, agitando una mano en el aire como saludo. No se volvió a verlos, realmente odiaba las despedidas.

 

 

Al pisar la acera, el sol lo cegó, obligándole a bajar la cabeza. Pestañeó unas cuantas veces, buscando acostumbrarse, todavía mirando el suelo. Y vio, delante de él, un par de botas militares. Alzó la vista un poco, encontrándose con unos vaqueros desteñidos y rasgados a la altura de las rodillas. Más arriba, una camiseta negra, parcialmente cubierta por una chaqueta de cuero. Luhan tragó saliva, repentinamente sacudido por un presentimiento, antes de elevar sus ojos un poco más. Cabello castaño, algo largo y bastante desordenado, enmarcaba un rostro juvenil de rasgos marcados, pero con aire risueño. Sus miradas se encontraron, y Luhan no pudo evitar estremecerse al encontrar, al fondo de aquellos pozos oscuros, la transparencia que solo los niños poseían. Y el hombre frente a él dibujó una enorme sonrisa. Una que conocía muy bien. Una que había añorado por demasiado tiempo.

─        ¿Chanyeol…? – susurró, apenas con un hilillo de voz.

─        Feliz cumpleaños, enano – habló el contrario, cuya voz se había vuelto incluso más grave, profunda y madura, pero con ese matiz dulce que siempre había usado con el mayor.

Luhan se quedó inmóvil, sin ser capaz de superar el shock. Quería molestarse con él, gritarle y reclamarle por haberle abandonado, pero al mismo tiempo un nudo en su garganta le impedía hablar, mientras los ojos comenzaban a escocerle, anticipando el llanto. Pero antes que lograse reaccionar, el menor dio dos zancadas para quedar frente a él, y lo abrazó con fuerza, estrechándolo contra su pecho. Luhan se aferró a su espalda automáticamente, como si su vida dependiese de ello, temiendo que, al soltarle, Chanyeol desapareciera nuevamente. ¡Hacía tanto tiempo que no sentía esa calidez encantadora, que solo un abrazo de su mejor amigo le podía transmitir!

Se quedaron un par de minutos así, en silencio, reconociéndose, mostrándose en el contacto cuánto se habían extrañado. Fue Chanyeol quien se separó, sosteniendo al mayor por los hombros y obsequiándole una de sus sonrisas resplandecientes. Luhan trató de hablar.

─        Vaya, Channie, has crecido mucho – “Bravo, Han, qué observación tan inteligente”, se burló de sí mismo interiormente. Saltaba a la vista: había pegado otro estirón después de los quince, llegando casi a los dos metros. Su cuerpo ya no era el de un niño, estaba más estilizado y musculoso, y su espalda era bastante ancha. El mayor se avergonzó de su metro setenta y ocho y su complexión delgada y menuda.

─        Lo sé… tú sigues siendo mi enano – Chanyeol rió ante el entrecejo fruncido y los brazos cruzados del más bajo. – Aunque… – tomó su mentón, alzándolo y mirándole desde varios ángulos, notando cómo se tensaba por la cercanía. Sonrió burlón. – Estás más bonito, Hannie – sabía que le molestaría, pero no podía evitarlo.

─        “Bonito” no es un adjetivo que me agrade – lo miró fijo, seriamente.- Y hace más de dos años que no soy tu enano, Chanyeol – replicó con frialdad, arrepintiéndose al instante. Los ojos del más alto perdieron su brillo habitual, y Luhan también se sintió dolido. – ¿Por qué…? – comenzó, en un tono más suave, pero sin completar la pregunta.

El menor desvió la vista, suspirando, sin mirar nada en realidad.

─        Pasaron… muchas cosas… –murmuró, más para sí mismo, y como si hablar le doliera. Evidentemente, recordar le hacía daño. Volvió la mirada al mayor, con culpabilidad evidente. – Lo siento muchísimo, no era mi intención – llevó una mano a la mejilla del más bajo, acariciándole con dulzura, aun con el dolor oscureciendo sus ojos. – Debí venir al menos a ver cómo estabas, no dejarte así… – meneó la cabeza varias veces. – Pero te había prometido llevarte conmigo, y no podía, no en la situación en la que estaba. Aquí vivías seguro, era mejor…

Realmente no quería explicarlo. Y Luhan, no soportando verlo tan abatido, lo abrazó con fuerza.

─        Lo importante es que ahora estás aquí – susurró, acariciando su espalda con cariño, queriendo sinceramente que se sintiera mejor. Y recordando algo, tomó el rostro del menor por las mejillas. – Mírame, Yeol – sonrió dulcemente para él. – A partir de hoy, estaremos juntos para siempre – y reproduciendo el momento, buscó la mano ajena, entrelazando sus meñiques. – Es una promesa.

Chanyeol lo abrazó de vuelta y besó su frente.

─        Por supuesto, Lu. No más despedidas – sonriendo ampliamente le pasó un brazo por los hombros, echando a andar. – Vamos, es hora de ir a casa.

Notas finales:

Bueno, eso es todo. ¿Dudas?¿Preguntas?¿Sugerencias? Déjenlas en un review, y háganme feliz. Cualquier comentario y cuestionamiento puede ser material para el longfic, quizá por eso en este "preview" hay pocas especificaciones sobre muchas cosas. Me gustaría que comenten también respecto a eso, es decir, qué les gustaría que se explique más en detalle o sencillamente que se narre *puntualmente me refiero a Chanyeol, porque no he pensado detenidamente qué pasó durante ese tiempo, pero si interesa lo haré*. 


Responderé todos los reviews, y espero que nos volvamos a ver cuando finalmente comience con la publicación del longfic. Mil gracias por tomarse su tiempo para leerlo.


 


Be Happy!!! ^__^


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