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Culpable por Chenie

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Notas del fanfic:

Antes de nada... en las advertencias no he puesto nada porque realmente no sé si lo que he escrito cuenta como lemon o no, es algo muy breve y sutil, por eso advierto aquí :)

Si llegan hasta el final, espero que les guste ^^ 

La primera vez que se había detenido frente a aquella lápida estaba lloviendo. La lluvia había sido un reflejo de sus lágrimas. Y el cielo ennegrecido una fiel imagen de su corazón atormentado. ¿Cuánto había pasado desde entonces? Ahora el sol resplandecía brillante en el cielo escampado. El suelo era más verde. Y el cementerio menos lúgubre. La soledad se respiraba de todos modos, pero era apacible, no aterradora como entonces. Las coloridas flores que llevaba en la mano no desentonaban tanto esta vez.

También el buen día que hacía en ese momento era un fiel reflejo de su alma ahora. Estaba tranquilo, más al menos que aquella vez. No lloró entonces y no lloraba ahora, aunque su corazón siguiera roto y el dolor fuera constante e intenso. Dicen que el tiempo cura en sus heridas. En su caso solo las disimuló. Poder sonreír, respirar y seguir una vida normal no era estar sanado. Ni tampoco estar vivo.

—Feliz cumpleaños, Karim.

Dejó las flores sobre el suelo y leyó el nombre de la lápida. Dibujó una media sonrisa. Y soportó las punzadas en el interior de su pecho. Le hubiera gustado hablarle como en los viejos tiempos. Decirle que le echaba de menos. Asegurarle que daría su vida por volverlo a ver. Y que no había ni un día en el que no pensara en él.

Sin embargo, no dijo nada. A menudo, decir las cosas en voz alta significaba hacerlas realidad. Callado y sufriendo en silencio, su ausencia era menos notoria. O eso quería creer.  Se dio media vuelta para irse. Pensaba que sería más fácil enfrentarse a la realidad. Pero hacía mucho tiempo que huía de ella.

No dio ni un paso. Había un hombre frente a él que lo miraba como si hubiera visto un fantasma. Dejó caer el ramo de flores que llevaba en la mano. Sus ojos se llenaron de lágrimas y sus labios temblaron cuando intentaron dibujar las palabras que su garganta no terminaba de formular.

—¿Ka-Karim?

Se acercó a él en dos largos pasos. Sujetó sus brazos con fuerza y derramó lágrimas incontrolables con sus ojos clavados en los suyos. Lo soltó enseguida y lo miró de arriba abajo. Asustado, confuso y feliz. Lo abrazó entonces con tanta fuerza que lo dejó sin aire.

—Karim… ¿Me he vuelto loco? –Se separó de él para tomar su rostro entre las manos-. No me importa si soy capaz de verte de nuevo…

¿Quién era ese hombre que volvía a abrazarlo? ¿Y por qué no era capaz de decirle que no era Karim? Sus brazos lo rodeaban con tanta fuerza, le entregaban el calor que había necesitado tanto tiempo, que no se atrevía a decirle la verdad, no quería volver a estar solo.

—No soy Karim…

—Lo sé –sollozó el hombre sin dejar de abrazarlo-. Oh, dios, lo sé… Pero lo necesito tanto.

Ilhan rodeó su cintura débilmente con un brazo. Aquel hombre era más alto que él. Su cuerpo parecía más fuerte también. ¿Pero por qué parecía que se rompería si lo soltaba? Su mano libre viajó hasta el pelo del desconocido. También él necesitaba un consuelo. También él necesitaba que su hermano viviera.

Por eso sintió un inmenso vacío cuando el hombre se separó de él. Con torpeza, limpió las lágrimas de sus mejillas y le sonrió tomando cierta distancia.

—Discúlpame… Ha sido como volverlo a ver… Sois tan idénticos…

—Somos gemelos.

—¿Ilhan? Yo soy Lucien. Es un placer conocerte. Karim… Karim no dejaba de hablar de ti.

Ilhan sonrió, aunque no quería hacerlo. Parpadeó varias veces conteniendo las lágrimas. Nunca había llorado por la muerte de su hermano. Nunca había sentido la muerte de su hermano tan real como la estaba sintiendo ahora.

Lucien recogió las flores del suelo para ponerlas junto a las que Ilhan acababa de dejar. Contempló la lápida en silencio, a pesar de que Ilhan aún no se había movido. Quería irse de allí cuanto antes. Todo dolía más que nunca.

—Por cierto –dijo Lucien tras él-. Feliz cumpleaños.

—Es mi primer cumpleaños sin él –murmuró entre dientes-. ¿Cómo podría ser feliz?

—Lo siento… Tienes razón.

Desde que había comenzado el día, una angustia incesante lo agobiaba. Saber que no intercambiarían regalos, o que no soplarían las velas juntos, era incluso más doloroso que saber que nunca volvería a verlo.

—Me alegro de haberte conocido –prosiguió Lucien-. ¿Vas a alguna parte? ¿Quieres que te lleve?

La soledad era asfixiante. Y cada vez que visitaba la tumba de su hermano se hacía más sobrecogedora. Tranquila, pero asfixiante. Perdía motivos para seguir respirando. Su corazón latía con constancia. ¿Por qué? Ni siquiera sabía eso.

Por eso era absurdo buscar un motivo ahora. No sabía cómo había acabado en una cafetería junto a Lucien. Ambos con un café intacto frente a ellos. No se miraban a los ojos. Y no eran capaces de articular palabra. Ilhan tenía muchas preguntas para él. No sabía quién era. Ni qué relación tenía con su hermano. ¿Por qué seguía visitando su tumba seis meses después? ¿Por qué sabía su cumpleaños? ¿Por qué Karim le había hablado de él? Nada de eso importaba. Solo quería saber si había visto feliz a Karim cuando estaba con él. 

—¿Karim te habló de mí alguna vez? –comenzó Lucien.

Negó con la cabeza, sin mirarlo. Lucien rió sin alegría. La cucharilla removiendo el café sonó incluso más fuerte que su risa.

—Supongo que es normal.

La resignación en su voz le hizo levantar la cabeza para volverlo a mirar. La fragilidad en sus ojos era desesperada. El verde que los inundaba no tenía ningún tipo de brillo. Hacía tiempo que no se cortaba el pelo y probablemente que tampoco se lo peinaba. Revuelto y desordenado, algunos mechones rebeldes caían sobre su cara, pero no parecía importarle. De hecho, parecía no importarle nada. Ni el café, ni el silencio, ni él mismo. Lo había comprobado mientras lo abrazaba. Su fuerza se había renovado al abrazar a un supuesto Karim, pero se había desvanecido al comprender que no era él.

¿Cuánto habría querido Lucien a Karim? ¿Cuánto estaba sufriendo ahora?

Ilhan volvió a bajar la mirada cuando Lucien fijó sus ojos en él. Sonrió ante su patético intento de no ser descubierto observándolo. Pero su sonrisa se disipó tan pronto como había aparecido. Vio sus manos aferrarse a la taza de café. Volvió a mirarlo instintivamente y los labios de Lucien temblaron de nuevo.

—Debe ser horrible verte cada mañana en el espejo. Es como verlo a él.

El corazón de Ilhan dio un vuelco. ¿Cómo podía comprenderlo? 

—Éramos amigos –continuó Lucien-. Él era… Karim era mi mejor amigo. Nos complementábamos el uno al otro…

—¿Amigos? –inquirió Ilhan-. ¿Solo amigos?

Lucien pareció sorprendido, así que fue el turno de Ilhan para sonreír.

—Mis padres no sabían nada y nunca lo sabrán. Pero Karim y yo no teníamos secretos. Sé que se fue de casa para vivir con su pareja. Y sé que su pareja era otro hombre. Así que debo suponer que ese otro hombre eres tú, ¿no es así?

—Sí. –Suspiró aliviado-. Me alegra que no te lo ocultara a ti.

—A mí también.

Evitó el silencio bebiendo un poco de café. Más difícil era evitar la mirada de Lucien.

—¿Qué estás estudiando tú? Recuerdo que Karim se quejaba en vuestro primer año de universidad porque él era de ciencias y tú de letras.

—Filosofía.

—Eso es.

—Disculpa, Lucien, pero creo que debo irme. –Se levantó para buscar la cartera en el bolsillo de los vaqueros-. Ha sido un placer.

—Oh, no te preocupes, invito yo.

Ilhan rechazó su oferta con una sonrisa y pagó por su café de todos modos. No dijo nada más antes de abandonar la cafetería donde se encontraban. Ni él mismo entendía la urgente necesidad de salir de allí. Empezaba a ahogarle escuchar el nombre de su hermano en voz alta. Empezaba a dolerle que alguien más sufriera por su muerte.

Los gemelos tenían un vínculo especial. Y sería así hasta el final de ambos.

Dolía mirarse en el espejo. Lucien tenía razón. Pero dolía más ahora que él se lo había hecho ver. Era insoportable que esos ojos negros lo miraran tan apagados e inexpresivos. Que su cuerpo se viera cada vez más delgado y pálido. Que sus labios agrietados expulsaran aire. Era insoportable que Karim intentara sonreírle en el espejo y jamás lo consiguiera. Que fuera él quien secara el pelo negro, corto y, aún así, rebelde tras salir de la ducha. 

Era insoportable recordar cada mañana que estaba muerto.

Su rutina era aburrida y sin emociones fuertes. Sus amigos ya ni siquiera le insistían en salir por las tardes o por las noches, era un caso perdido. Así que se limitaba a ir de casa a la universidad y de la universidad a casa. Trabajaba algunos fines de semana como camarero. Las horas restantes simplemente pasaban frente a él. A veces ni siquiera las veía.

Por eso cualquier elemento fuera de esa rutina llamaba la atención inmediatamente. Y Lucien, sin duda, era uno de esos elementos. Lo saludó fervientemente con la mano al verlo. Él lo esperaba en su coche, con gafas de sol y las manos guardadas en los bolsillos. ¿Cómo no iba a desentonar?

—¿Qué haces aquí? –preguntó Ilhan al llegar junto a él.

—Pasaba por aquí. –Se encogió de hombros con una sonrisa-. ¿Tienes algo que hacer o me acompañas a comer?

Probablemente fue entonces cuando comenzó su nueva rutina. O cuando incluyó a Lucien en la que tenía antes. Esperarlo en la puerta de la facultad se convirtió en costumbre. Comer juntos también. Lucien parecía haberlo comprendido porque no volvió a mencionar a Karim. Tal vez no sabía que lo descubría observándolo con unos ojos cubiertos de nostalgia.

Y a pesar de esa nostalgia, le gustaban sus ojos. Tan apagados y tristes como los suyos, parecían brillar más mientras estaban juntos. ¿También ocurría lo mismo con los suyos? Le gustaba pensar que sí, porque le gustaba estar con Lucien. Curiosamente, era cuando lograba olvidarse de que su hermano no estaba con él.

La soledad, con Lucien, le dejaba respirar.

¿Eso le hacía ser mala persona? Era consciente de que si su hermano no hubiera muerto, no hubiera conocido a Lucien. ¿Era malo por ilusionarse al tener a alguien a su lado que podía comprender por lo que estaba pasando? ¿Era tan despreciable por sentir algo más que dolor? ¿O lo que realmente le hacía ser horrible era no sentir nada de lo anterior?

Sus padres se negaron a ir al cementerio cuando la muerte de Karim cumplió un año. No se lo reprochaba. Su madre aún no había superado la muerte de su hijo, había dejado de ser una madre para Ilhan. Su padre tenía que cuidarla a ella. ¿Se había quedado huérfano y sin hermano al mismo tiempo?

Ni siquiera eso importaba porque Lucien lo acompañó al cementerio. Y no había sido por casualidad esta vez. Lucien se arrodilló frente a la lápida y la contempló con la mirada perdida y manos temblorosas. Ilhan lo contempló a él. ¿Cuánto debía haber amado a su hermano? Había pasado un año desde la muerte de Karim y reaccionaba exactamente igual que la primera vez que lo vio en ese mismo lugar.  

Contemplándolo casi sin pestañear, fue la primera vez que Ilhan lloró por la muerte de su hermano. ¿O era por el dolor de Lucien? Lloró en silencio y borró sus lágrimas del mismo modo. ¿Cuánto debía amar Ilhan a Lucien para que su dolor fuera tan atroz para él?

—¿Ilhan? –lo llamó Lucien. Se había levantado y estaba frente a él-. ¿Estás bien?

Lo abrazó por toda respuesta. Con toda su fuerza, como Lucien había hecho seis meses atrás. Lo abrazó con su alma, recomponiendo entre sus brazos su corazón roto.

Acompañó a Lucien a casa, ya que habían ido dando un paseo. Hubiera dado cualquier cosa por coger su mano. Por decirle que Karim ya no estaba allí, pero lo tenía a él. Quería rogarle que lo amara como lo había amado a él. ¿Era tanto pedir?

—¿Quieres un café? –preguntó Lucien cuando estuvieron dentro-. ¿O prefieres té?

—Café, gracias.

Era la primera vez que estaba en su casa. Se quitó el abrigo y dejó el paraguas junto a la puerta. Aunque el cielo parisino estaba cubierto de nubes, no había caído ni una gota. Era un quinto piso bastante amplio, pero se quedó en la sala de estar, esperándolo. Lucien llegó con dos cafés en una bandeja y se sentó frente a él, tomando su taza con el mismo temblor que había percibido en el cementerio.

—Pensaba que esto sería más fácil –comentó Lucien-. Que el tiempo me ayudaría a llevarlo de otra manera. Pero Karim sigue…

—Por favor –lo interrumpió Ilhan-, no lo menciones.

—Lo siento. –Sonrió alargando una mano para apoyarla sobre la que Ilhan tenía sobre la mesa-. A veces olvido lo duro que es también para ti.  

—Estar contigo lo hace más fácil. –Apartó la mano de debajo de la de Lucien y bajó la mirada, concentrado en su café-. Lamento no serte de ayuda del mismo modo.

—Me gusta estar contigo…

—¿Y eso es suficiente?

Lucien sonrió.

—Por supuesto.

¿Y qué si era una mala persona? ¿Y qué si su hermano nunca lo perdonaba? Él estaba muerto. No le importaba que lo acosara desde el más allá si decidía hacerlo.

Decidido, se levantó y rodeó la mesa hasta quedar junto a un sorprendido Lucien. Su sonrisa tembló cuando Ilhan se inclinó sobre él y besó sus labios antes de que pudiera impedirlo. Lucien lo acogió con sorpresa, pero abrió la boca para facilitarle las cosas. Y, por supuesto, Ilhan aprovechó esa oportunidad.

Con torpeza, Lucien rodeó la cintura de Ilhan para levantarse y juntarlo por completo a su cuerpo. Sus lenguas se encontraron con avidez. Sedientas la una de la otra. La efusividad del beso era casi tanta como la rapidez de los latidos de su corazón. Ilhan agarró con fuerza el pelo de Lucien. Y Lucien ahogó un gemido en la boca ajena ante el repentino contacto.

El aire no importaba, pero se separaron para buscarlo. Sus cuerpos aún unidos. Sus ojos intimidando a los ojos ajenos. Sus alientos se mezclaban jadeantes.

—¿Qué haces? –murmuró Lucien rozando sus labios al hablar.

—Besarte.

—Esto no está bien… -Cerró los ojos y apoyó su frente en la ajena-. No está bien, Ilhan. Yo… yo no puedo olvidarlo…

—No necesitas hacerlo. –Tomó su rostro entre las manos-. Seré Karim. Puedo ser él… Puedo ser quien quieras. Al menos por esta noche.

—No, Ilhan…

—Sshh. –Posó un dedo sobre sus labios para callarlo-. Sí. Sí puedo. Y tú también.

Delineó sus labios. Sonrió al sentirlos tan suaves, tan apetecibles como había probado su boca segundos antes. Lo besó de nuevo. Con lentitud, con mesura, con tiempo. Quería saborear cada rincón de su boca. Quería atesorar sus besos. Quería sellar sus labios con los ajenos. Marcarlos a fuego en él. Y quería grabar sus propios labios en el cuerpo de Lucien. Quería dejar un rastro que borrara el de Karim.

A pesar de su decisión, las manos también le temblaban a él cuando empezó a desabrochar su camisa. Las quejas de Lucien quedaban ahogadas en su boca. No dejó de besarlo. No quería que se negara. Y Lucien tampoco parecía querer resistirse demasiado.

—Te quiero tanto… -susurró Ilhan sobre sus labios.

Mordió su labio inferior para descender por su cuello expuesto. Sintió el corazón de Lucien en sus labios al llegar a su pecho. Latía rápido, frenético, ansioso. Sonrió ante el sonido de sus latidos, una música celestial para sus oídos. Siguió desvistiéndolo a medida que lo besaba. Sus manos recorrían el camino de sus besos. Y los suspiros contenidos de Lucien lo alentaban a continuar. ¿Por qué debería sentirse culpable?

Fue Lucien quien lo envolvió en sus brazos, quien lo desnudó con rapidez mientras lo guiaba hasta la única habitación que había. Lo empujó con brusquedad sobre la cama. Y ni siquiera así dejó de sonreír. ¿Lo necesitaba tanto como él? ¿Lo deseaba tanto como él? ¿Había soñado con este momento tanto como él?

Sabía que no. Pero quería engañarse y creer que sí.

Sus manos dolían como alfileres acariciando su cuerpo. Pero el dolor era gratificante también. Podían compartir el sufrimiento. Piel con piel, corazón con corazón. El mismo aire, el mismo cuerpo, el mismo ser, el mismo sufrimiento. ¿Por qué no?

Ambos derramaron lágrimas incontenibles cuando se fundieron en uno. Ilhan arañó la piel de Lucien para devolverle su acto brutal. Lucien lo besó con los ojos clavados en los suyos. Borrosos por las lágrimas, más brillantes que nunca. Sonrió al dejar de besarlo, se disculpó sin ningún sonido y compensó el dolor con el mayor éxtasis que Ilhan hubiera sentido nunca.

—¿Estás bien? –preguntó Lucien.

Rodeaba su cintura con un brazo. Ambos desnudos en la cama, sus cuerpos aún demasiado juntos como para olvidar lo que había pasado. Ilhan le daba la espalda porque las lágrimas, silenciosas, no dejaban de brotar de sus ojos.

—Sí.

Sonrió al sentir el beso de Lucien sobre su hombro. La humedad de sus labios estremecía su piel aún caliente.

—¿Y tú? –inquirió Ilhan.

—No lo sé… -Dejó de abrazarlo para tumbarse bocarriba en el colchón-. Esto no debería haber pasado. Me siento tan culpable.

—¿Por Karim?

Su silencio fue toda la respuesta que recibió. Pero no necesitaba más.

—Karim está muerto –afirmó apretando la almohada bajo su cabeza-. ¿Por qué te sientes culpable? Murió hace un maldito año. ¿Cuál es el problema? Yo no me siento culpable por quererte, ni por haber hecho el amor contigo. No me siento culpable por hacerme pasar de él para que tú tengas un poco de paz en tu vida. Y tampoco me siento culpable por ser feliz sin él. ¿Debería? ¿Soy peor que tú entonces? ¿Lo quiero menos por eso? Yo también lo echo de menos, pero yo no lo maté. Y tú tampoco.

Se levantó furioso. La tregua había terminado.

—Me siento culpable por ti –dijo Lucien con un hilo de voz-. Por verlo a él. Por buscarte para verlo de nuevo… por querer que tú fueras él. Por usarte y hacerte daño… Quiero a Karim. Sí, está muerto, pero lo quiero y lo necesito como el primer día. Y precisamente por eso… -También se levantó y lo abrazó por detrás, deteniéndolo para que dejar de vestirse de nuevo-. Por eso también te necesito a ti. Sé que soy egoísta… pero no te vayas. No me dejes tú también.

Cerró los ojos. Quería sentir sus brazos alrededor de su cuerpo para siempre. Que lo sostuviera y lo mantuviera en pie sin necesitar su propio cuerpo.

—¿Quieres que sea Karim para siempre?

—No. Quiero que seas tú. Que estés conmigo. Como antes, como hasta ahora… Que esto no vuelva a suceder. No quiero hacerte daño.

—Hazme daño. Ya me lo haces sufriendo por él.

—Lo siento…

Ilhan se deshizo de sus brazos, recogió su ropa, se vistió con rapidez y abandonó a Lucien. Temblaba de rabia. Lloraba de rabia. Su cuerpo aún débil y cansado por su noche de amor. Su corazón roto e irreparable por su amarga despedida.

Volvió al cementerio, aunque ya estaba cerrado. Era de madrugada. Cuántos besos había regalado durante la noche. Cuántas lágrimas derramaría hasta el amanecer. Podía quedarse al lado de Lucien. Podían sufrir juntos. Podía atarlo a Karim de por vida.

Desaparecer era la mejor opción. Si él también desaparecía, asumiría que Karim estaba muerto. Seguiría con su vida. Dejaría de sufrir en algún momento. Conocería a alguien más. Podría ser feliz, aunque no fuera con él. Jamás sería feliz con él.

Se despertó con el chirrido de la cancela al abrirse. El guardia lo miró sorprendido, pero él se ahorró las explicaciones y entró directamente. Fue hasta la tumba de su hermano. Las flores que Lucien y él habían dejado allí aún resplandecían en ese ambiente tan solitario. Se arrodilló en el suelo y escondió el rostro entre las manos, sollozando sin razón y sin cesar.

—¿Por qué has tenido que irte? ¿Por qué nos has dejado solos? ¡Tú tienes la culpa de todo! ¿Por qué debo ser yo quien lo lamente? Maldita sea, Karim… Te necesito tanto… Te necesito tanto que quiero ser tú. Quiero traerte a ti a la vida y morir yo. Quiero que hagas feliz a Lucien. Quiero… ¿qué demonios quiero? Quiero que vuelvas, solo eso.

No supo cuánto tiempo pasó allí. Balbuciendo incoherencias entre lágrimas. Lloró todo cuanto no había llorando al saber de su accidente. O en su último adiós en la iglesia. Ni en el entierro. Lloró por él, por Karim, por Lucien, por sus padres… Y solo recobró la compostura al comprender por qué no había llorando antes: porque no servía de nada.

Volvió a casa. Sus padres probablemente ni siquiera habían notado su ausencia durante la noche anterior. La ausencia de Karim siempre sería mayor. Karim siempre se interpondría entre él y el mundo. Su reflejo se lo confirmaba. Nadie sería capaz de mirarlo a la cara sin recordar que su hermano ya no estaba. Quería haber sido Karim para Lucien. Ojalá lo hubiera conseguido. Pero ver a Karim en él no significa que lo fuera. Solo era la confirmación de que no estaba.

Se aferró al lavamanos. Los ojos rojos e hinchados le devolvían una mirada borrosa.

—No, no quiero ser tú –se dijo en el espejo-. ¡No quiero ser tú, Karim! Odio ser tú… Odio que nunca termines de morir…

Golpeó el espejo con el puño, rasgándolo. Su mano sangraba, pero apenas lo sentía. El dolor de verdad no se veía, nadie lo notaría. Un poco de sangre no estaba mal. Le recordaba que no era él quien estaba muerto.

Apenas pensó lo que hacía. Quería más sangre. Quería dejar de ver a Karim en él. Quería que Lucien fuera feliz. Y quería quedarse con él. Pensaba en eso mientras rasgaba su mejilla con una cuchilla de afeitar. La hundió con fuerza. Una y otra vez. Hasta que la sangre brotó. Lenta al principio, brillante y abundante después.

Se mezcló con nuevas lágrimas y con una sonrisa amarga.

—Adiós, Karim.

 

No recordaba haber perdido el conocimiento, pero si estaba despertando, significaba que lo había hecho. Sentía el rostro adormecido. Pero, sobre todo, sentía una mano que cubría la suya. Abrió los ojos por ese contacto. Por esa calidez que podría reconocer en cualquier parte.

Sonrió débilmente al comprobar que no se equivocaba. Era Lucien el que estaba a su lado. Su expresión se relajó al verlo despertar y le devolvió una sonrisa cansada.

—Menos mal… ¿Quieres que llame al médico?

Negó con la cabeza. Apretó su mano para que no se fuera, aunque sus fuerzas no fueran realmente muchas. Lucien captó la indirecta y se quedó donde estaba, solo moviéndose para acercarse un poco más.

—¿Estás loco? ¿Por qué has hecho esto?

—Por ti… Quería quedarme a tu lado… quería que no vieras a Karim en mí. Que pudieras ser feliz aún si me quedo contigo.

—Ilhan… ¿Sabes el susto que me has dado? No podría perderte también a ti.

Besó su mano con delicadeza. Ilhan sonrió, adormilado.

—No podrías perder a Karim dos veces…

Lucien bajó la mirada. Ilhan rió sin alegría. Sabía lo que quería decir aunque lo callara. Y eso era tan doloroso en ocasiones como esta…

—He sido un idiota –prosiguió Ilhan-. He sentido celos de mi hermano muerto. He llegado a odiarlo. Pero debería alegrarme de que encontrara a alguien que lo quisiera tanto. Si fue tan feliz contigo como yo lo he sido en una sola noche, entonces me alegro de que viviera bien.

—También te quiero a ti, Ilhan. También mereces ser feliz.

—Tú también.

Lucien dejó la silla que ocupaba para sentarse en la cama, a su lado. Besó su frente y apretó su mano alrededor de la de Lucien.

—¿Por qué suena a despedida?

—Porque es una despedida. No puedes ser feliz conmigo –dijo Ilhan como si fuera obvio.

—¿Y tú? ¿Puedes ser feliz conmigo?

—Sí. Ya te lo dije, no me siento culpable.

—¿Y qué si yo no quiero ser feliz? Yo también te lo dije, te necesito.

Sonrió antes de besar sus labios muy suavemente. Seguía teniendo miedo de hacerle daño. Pero ya lo estaba haciendo, de nuevo. Porque si lo besaba, si lo tocaba, si simplemente lo miraba, no podría dejarlo ir.

Ambos eran demasiado egoístas. Y la soledad demasiado asfixiante.


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