Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Aquel Gatito Blanco... por Saimy-san

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Realmente no tengo mucho que explicar sobre el mismo, algo que llegó en un momento de inspiración, de esos en los que se te da por escribir algo tremendamente deprimente que te lleva a cortarte las venas y hacerte sentir extrañamente orgullos@ de escribir(¿)

Basado en un personaje de Rol de la mismísima autora.

Especiales agradecimientos a mi sempai! Y partner! Que me hizo el gran favor y aporte de dejarme usar el nombre de su pj también!(¿)

 

Sin mucho más que decir espero que les guste y si no pues, están en total libertad de dejar insultos dirigidos a mi persona xD 

Notas del capitulo:

Oneshot! único capitulo, la verdad lo había pensado como Drable pero terminé por hacerlo más largo de lo que planeaba. 

Un precioso gatito blanco. Llevaba sus ojos clavados en el desde que se lo habían regalo hace apenas unos minutos. Tan pequeño y frágil de unos preciosos ojos dorados que miraban con curiosidad todo su entorno tan nuevo, raro y desconocido para el curioso felino cuyas patitas se movían de un lado a otro sobre la oscura madera del piso, olfateando cada rincón y objeto con el que cruzaba. A la distancia incluso se podía ver su pequeña naricita rosada moverse acompañada de esos respingados bigotes que sobresalían de su diminuto morro. En todos estos largos minutos le había puesto más atención a los objetos escasamente presentes en la habitación que a la presencia de su nuevo dueño quien permanecía inmóvil, sentado en un rincón lejano con sus brazos rodeando sus piernas para mantenerlas contra su propio cuerpo de aspecto frágil, cubierto por largas ropas oscuras que ocultaban cada centímetro de piel posible y cuyo color oscuro se fusionaba con sus largas hebras de cabello, negro como el mismísimo carbón.

 

Apenas si asomaba parte de su rostro entre esa mata de pelo desastrosamente despeinados, ocultando el resto detrás de sus brazos y piernas, solo dejando a la vista esos brillantes ojos carmín e inexpresivos que seguían a cada pisadita las patitas inquietas del felino. “Tan parecidos pero tan diferentes”, una constante oración que se repetía mentalmente sin mover un solo músculo. Allí se había quedado desde que su actual pareja lo había dejado con su regalo de cumpleaños a solas. ¿Por qué la persona que dice quererlo se empeña tanto en hacer ese tipo de cosas con él? No había malas intenciones en nada de todo aquello, y él lo sabía, sabía que lo único que había allí eran sentimientos de amor mal correspondidos por su parte y ese constante juego de querer ser un terapeuta más que una pareja para él. ¿Por qué? Incluso se había molestado en colgarle un pequeño collar en el cuello de un meloso color rosado con una placa vacía dispuesta a ser grabada una vez el hermoso y peludo regalo tuviese un nombre con el cual ser bautizado.

 

Llevó sus propias manos, moviéndose por primera vez desde que el felino estaba en casa, a acariciar su propio cuello escondido casi siempre del mundo, repasando con sus manos de violinista las suaves pero aun persistentes marcas que en esa zona de su cuerpo descansaban, ¿Cuánto tiempo había llevado él su propio collar? Aquel pesado artefacto que lo ataba a una persona, indicando una relación “amo-propiedad” dando a entender que era aquello, solo un objeto más, sin nombre, sin libertad, sin otra razón de existencia más que la de servir y ser utilizado una y otra vez cuantas veces su propietario se le ocurriese, cambiando sus tareas y utilidad dependiendo de la ocasión. Su mente volaba lejos de él, sumergiéndose en sus propios y lejanos recuerdos de un doloroso pasado que a pesar de llevar a cuestas a tratado de olvidar sin tener mucho más éxito que ganarse falsas esperanzas y dolorosas realidades que caían sobre sus hombros. Aplastando su cuerpo. Realmente no parecía importar cuantas veces se esforzara en avanzar a paso lento y firme, siempre una fuerza superior a él terminaba arrastrándolo camino atrás. ¿Cuántas veces se había aferrado a esa preciosa ilusión de nueva vida con uñas y dientes? El camino ya estaba gastado de tanto pisar en avance y retroceso, marcado con surcos propios de diez garras desesperadas. Y todo eso ¿Para qué?

 

Pese a que ya había pasado más de diez años desde que había ganado su libertad, cada noche, cuando sus ojos se cerraban todas las imágenes y sensaciones regresaban a su mente, los desagradables sonidos, las asquerosas palabras que una y otra vez resonaban en algún punto de su dañada y afectada memoria que le recordaban lo poco que valía en esta vida, donde un canario enfermo parecía tener más valor que su mísera existencia en este mundo perdido entre otros. No solo eso, las marcas en su piel eran un eterno grabado de su realidad. Cada quemadura, cada corte, cada marca producto de innumerables golpizas con diversos objetos seguían allí, estancadas en lo que alguna vez fue la tersa piel de un inocente niño de 12 años. Inconscientemente sus manos pasaron de deslizarse desde su cuello a recorrer con parsimonia sus largos brazos.  Cada rincón de su cuerpo era un registro de fechas y acontecimientos, recordaba los motivos y momentos en que aquel hombre que le había quitado todo rastro de libertad, los había dejado allí impresos.

 

Había pasado tanto tiempo desde que había visto su cuerpo descubierto para algo más que no sea asearse. Verano, invierno, primavera y otoño. En todo momento siempre vestía con ropas oscuras y que lo cubriesen por completo, no quería ver, no quería recordar. No solo eran marcas, eran frases enteras que habían sido escritas con una filosa y fría navaja…habían sangrado y posteriormente cicatrizado. Odiaba leer su cuerpo, cruzar su vista con las contantes palabras e insultos denigrantes que lo encadenaban con su pasado.  

 

¿Cómo sanar su mente si no sanaba su cuerpo? Era imposible no mirarse en un espejo y romper en llanto, hundirse en agonía y solo desear la muerte para no tener que recordar más, para poder olvidar, para poder sanar. Para ser feliz por el resto de la eternidad. Esos dulces sueños de una vida de flores, paz y amor eran solo eso, dulces sueños…que él no conocía. Solo fantasías, un cuento de hadas personal del cual intentaba de convencerse cada día que podía ser real, como si fuese un padre que intenta convencer a un niño de que hay un mundo de esperanzas y posibilidades allá afuera, cuando el solo puede ver un mundo gris y vacío en su propia realidad oculta detrás de una polvorienta ventana. Encerrado en ese seguro mundo al que… ahora, llamaba “hogar”.

 

 

Ladeó ligeramente el rostro cuando el pequeño y blanco gatito por fin reparó en la cálida presencia del cuerpo ajeno, apenas acercándose con obvia curiosidad, dando ligeros pasitos, haciendo resonar esa pequeña campanilla que acompañaba la medalla aún sin grabar. Un constante tintineo que penetraba en sus oídos, un tintineo tan parecido a las cadenas que alguna vez portó.

 

Perezosamente se fue estirando, deshaciendo esa inamovible postura que había tomado en un inicio, acercándose a la pequeña mascota a medida que se arrastraba con rodillas y manos sobre el suelo de forma lenta. Una postura tan marcada en él que era imposible para el azabache recordar en varias ocasiones que él ya no era un objeto ni un animal, que poseía piernas para caminar erguido y con orgullo, algo que su actual pareja le remarcaba siempre con cierta nota de enfado. Y él lo comprendía, después de todo…tenía una persona que lo valoraba por lo que era, ¡Que lo quería y cuidaba como nada más en este mundo! Pero que él simplemente no podía corresponder adecuadamente. Porque toda su vida había estado así, se había arrastrado una y mil veces para placer ajeno, para que usaran su espalda como cenicero, para que usaran su cuerpo como un taburete donde apoyar sus pies, para que abusaran de él una y otra y otra vez sin descanso. Para que lo azotaran sin ningún motivo más que por aburrimiento, para que lo vendieran a un público a cambio de unos cuantos mugrosos Euros. Solo para eso ¿Dónde estaba ese orgullo que tanto le reclamaba aquella única persona en la tierra que lo quería? ¿Dónde estaba su dignidad? ¿Acaso tenía una? ¡¿Siquiera la tuvo alguna vez?!

 

 

Detuvo su avance cuando ya estuvo lo suficientemente cerca, irguiéndose sobre sus rodillas y posteriormente sentándose sobre sus propias piernas, estirando su diestra gentilmente hacia el pequeño felino, que en un principio pareció retroceder, pero vencido por su curiosidad se acercó para olfatearlo soltando un pequeño maullido agudo, como si le diera permiso para acariciarlo, cosa que el azabache no tardó en hacer y ganando en consecuencia el privilegio de escuchar ese pequeño ronroneo tan característico.

 

-Tu y yo no somos tan diferentes… ambos le pertenecemos a alguien, y somos incapaces de ganar nuestra libertad por nosotros mismos- susurró despacio, mientras las palabras de aquella voz quebrada en la angustia se perdía en la soledad de la habitación. Pronto reemplazó la gentil mano por ambas, dejando a un lado las caricias, tomando con fuerza el pequeño cuello del animal indefenso, ejerciendo presión hasta incluso escuchar como esos diminutos huesos se quebraban sin dejar de presionar incluso en ese entonces. Reía. Un solo buen recuero vino a su cabeza, cuando estuvo básicamente en la postura años atrás, apretando el gordo cuello de aquel tirano que tanto sufrimiento y dolor le había causado, quien había caído en un notable estado de ebriedad, el suficiente como para no poder defenderse ni siquiera de un frágil e inestable “niño”. No estaba orgulloso de haber asesinado a alguien, hubiese elegido mil y un veces el suicidio al homicidio para ser libre, pero no iba a desperdiciar aquella oportunidad, de acariciar la sola idea de poder ser libre, de quitarse ese collar y las cadenas de su cuerpo, de respirar el aire de la libertad aunque con ello se lleve la vida de una persona. Si es que se podía considerar a aquel hombre “persona”.

 

 

El sonido de la puerta abriéndose ni siquiera lo detuvo, tampoco los pasos lentos y pesado de ese par de botas que ya conocía bastante bien. Le pertenecían a aquel hombre joven que lo había rescatado de su miseria, pues ni toda la libertad del mundo bastó, bastaba ni bastaba para sanar esa corrompida mente. Aquel hombre que se había propuesto ayudar a superar todo aquello lo más posible, aquel que le había jurado amarlo y quererlo por el resto de sus vidas. Aquel hombre al cual no podía corresponder correctamente por su incapacidad de asimilar lo que es una “relación amorosa”. Aquel que se había convertido en su soporte, su mundo y todo aquello en lo que confiaba y en lo que se apoyaba. Dueño del pecho sobre el que se recostaba y lloraba cada noche, dueño de los labios que lo besaban y susurraban palabras dulces a diario, solo para intentar darle una nueva vida “normal” al sufrido azabache.

 

-Alex…- Aquel tono de voz grueso y aterciopelado lo despertó de su sueño despierto, quitando la mirada de su víctima para posarla sobre aquel albino de brillantes ojos verdes que lo miraba con expresión dolida, más bien frustrada.

 

Allí estaba él, arrodillado en el suelo con el inerte felino entre sus temblorosas manos, observando al mayor con esos rojizos ojos suyos cubiertos por cristalinas lágrimas y rodeados por unas oscurecidas ojeras. Luciendo una torcida sonrisa enfermiza.

-Lumi, yo… sabes? Soy una buena persona. Lo liberé, lo libere de su sufrimiento, él ya no le pertenece a nadie. Es libre, él tiene la libertad que yo no tengo… ¡acabe con su sufrimiento!- su voz sonaba tan cantarina en ese momento incluso, sintiéndose realmente bien con su “propia buena acción”. Sostuvo el cadáver de aquel pobre gatito blanco entre sus brazos, en un abrazo entre lágrimas y risas de alguien que carecía de su salud mental completa, clavando nuevamente sus ojos ahora suplicantes en el otro hombre –por favor…hazme libre también, Lumi…

Notas finales:

Gracias por leer n_n ¡!!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).