Quinto de primaria, sí, pasaron tres años. Prácticamente, el tiempo voló. O tal vez así fue porque mi vida ya no era un desastre total. Mis compañeros de segundo B son los mismos de ahora que estoy en Quinto B. Incluso Seung sigue conmigo, se sienta a mi lado en el salón y hace conmigo los trabajos y exposiciones que son de a grupos.
Ahora era parte del equipo de fútbol. Era costoso pagar el curso pero mis compañeros del equipo y el entrenador hicieron una colecta para pagar la matricula, el resto lo pagaba yo vendiendo billetes de lotería por la calle. No vendía mucho pero al menos era algo.
–Seung –lo llamé para que me esperara.
–Ji, apresúrate. Te demoras demasiado alistándote.
–Estaba guardando los libros de las materias que tenemos tarea.
–¡¿Te trajiste todos los cuadernos?!
Reí y le pegué un puño en el brazo.
–No. Solo los de mañana.
Seung sonrió y continuó caminando a mi lado. Ahora, él era algo así como mi mejor amigo… la verdad, el primer amigo que tuve alguna vez. Me acompañaba a casa en las tardes y en la mañana me esperaba en la entrada para que no me cerraran la puerta si iba con unos minutos de atraso.
–¿A dónde vamos? –unos días atrás, Seung me prometió ir a un lugar especial pero nunca me dijo dónde era.
–Ya lo verás.
Llegamos a una casa muy grande, lo suficiente para que en ella viviera una familia. Entramos y Seung anunció que había regresado. Una señora muy parecida a él salió de la cocina con una deslumbrante sonrisa dibujada en los labios. Nos saludó a ambos y se presentó conmigo.
Era la madre de Seung, una mujer muy inteligente y luchadora que siendo madre soltera y con tres hermanos a su cuidado, logró sacar su familia adelante. Ahora, veo todo lo que consiguió. La casa estaba llena de cosas costosas y muy bellas, había fotografías y algunos cuadros de pintura. Cartas con la letra de Seung cuando era más chico que decían cosas como “Feliz cumpleaños, Omma”, enmarcados en la sala.
–Este es el primer paso –dijo Seung cuando terminamos de recorrer el lugar y fuimos subiendo las escaleras para estar en el siguiente.
Ahí vimos a sus tíos, los tres niños que tuvo que cuidar la madre de Seung. Uno tenía 30, el otro 25 y el menor tenía 19 años. No puedo llegarme a imaginar cómo habrá sido de dura la situación que paso la madre de Seung. Después de eso recorrimos todo el segundo piso y la terraza, por último llegamos aquí, a su cuarto.
–¿Primer paso?
Seung asintió.
–No sé todavía cuantos pasos serán pero todo comienza con un primero y eso ya lo hemos hecho.
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–Amor, ¿dónde está la pañalera? –terminé de tender la cama cuando salí de mi recuerdo.
Fui al cuarto de mi bebé Su Ling, un hermoso niño que tenía un parecido a mí cuando era chico. Cogí la pañalera azul que estaba en la cama y me la cargué al hombro. Baje las escaleras de la casa y me acerqué a la entrada donde estaba Seung cargando al bebé en brazos y poniéndole bien la bufanda y el gorro para el frío.
–Aquí esta –bese a mi esposo y a mi hijo–. Que les vaya bien en la cita médica.
–Gracias, amor –volvió a besarme y se fue.