Bachillerato. Pasas de ser el más grande de primaria a ser el más pequeño de bachillerato. Este bloque de salones parecía otro mundo; nueva gente, nuevas materias, nuevos profesores, más responsabilidades.
–Creo que podría perderme aquí –dije en voz alta mientras observaba alrededor mío.
–No exageres. No es muy grande aquí.
–Lo dices porque eres alto y ya tienes 12 años.
–Oh, vamos, Ji. En unos días cumplirás los 12 también… pero por tu estatura no te prometo nada –rió un poco.
Era bajito, lo admito y también digo que ser chiquito tiene sus ventajas. Por lo menos, no me molestaban, no toleraría volver a esa época.
Cogí bien mi maleta y camine hasta el salón de sexto grado donde mis compañeros estaban escogiendo un pupitre donde sentarse y luego hablaban con sus amigos. Había dos puestos juntos que estaban vacíos, Seung y yo los cogimos. Podía respirar aliviado, Seung volvería a estar a mi lado. Ya necesitaba su presencia tanto o más que el mismo aire.
Pasaron los días y todos nos fuimos acostumbrando al nuevo curso. Los profesores eran muy pacientes al volver a retomar las últimas temáticas que vimos el año pasado y repasarlas. Comenzamos a ver química y física con más detalle. Eran materias muy curiosas y me llamaban la atención.
–A dónde vamos, Seung –le dije mientras corría tras él por el patio del colegio en un recreo.
–Justo… aquí –paró de golpe. Estábamos frente a lo que parecía un pequeño invernadero. –Ven, entremos.
El lugar era reducido. Hacía mucho calor aquí dentro pero lo compensaba el ver flores de todos los tamaños y colores creciendo en las masetas que estaban puestas en el suelo o los estantes de la pared.
–Es hermoso –susurré.
Nos adentramos al centro del invernadero y en toda la estrecha mitad había una caja que tenía atado un globo azul con la escritura “Feliz cumpleaños #12”. Un ramo de flores multicolores se visualizaba detrás de esta.
– ¡Sorpresa! Ji Yong, feliz cumpleaños –Seung me sonrió. Aplaudió con sus manos y había comenzado a cantar.
Yo me quede atónito, escuchando su voz retumbando entre estas paredes. Las flores parecían felices de escuchar que alguien cantara.
–Muchas gracias, no tenías por qué hacerlo –me lancé a él para abrazarlo con fuerza por el cuello mientras él me cogía de la cintura.
La posición era muy cómoda como para no querer separarme de Seung, sin embargo no podía permanecer como un koala atado a él como si fuese mi árbol. Me separé, le sonreí y juntos caminamos a partir el pastel y comerlo entre los dos.
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–Ya llegamos.
–Wow, no se demoraron.
Seung entró con Su Ling en los brazos. Le di un beso a cada uno antes de volverme a concentrar en el almuerzo.
–No, el pediatra dijo que todo estaba bien. Su vista también ya mejoro. También dijo que como ya cumplirá los seis meses debamos enseñarle a sentarse y después a gatear.
–Magnifico –le apagué a la estufa y abracé a Seung y Su Ling–. Siempre quise enseñarle a un bebé a gatear.
–Lo sé, amor. Lo sé –mi esposo correspondió el abrazo.