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Sol y Luna por Nayen Lemunantu

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Notas del fanfic:

Hola criaturitas hermosas. Paso a dejarles el fic correspondiente al quinto día del Mes Aoki. Escrito en coautoría con Monochrome Butterflies 

Declaración: Los personajes de Kuroko no Basuke son propiedad y obra de Fujimaki Tadatoshi, y esta historia de mi autoria participa en el evento: ¡Mes AoKi! Para el grupo de facebook y comunidad fanfiction: AoKiLovers~

 

Sol y Luna

 

Pasó en los tiempos antiguos, cuando la tierra aún estaba dominada por los enormes bosques que lo cubrían todo. En los tiempos en que la magia aún existía. En los tiempos en que los crueles dioses regían el mundo con mano de hierro. Aquellos días eran días de demonios y dioses.

Cuenta la leyenda, que aquello fue un castigo de los dioses por verse insultados por el poderío de ese gran Rey. Otros dicen que fue una maldición lazada por algún hechicero con sed de venganza. Algunos incluso afirman que era algo que simplemente estaba en su naturaleza. Mientras que otros más escépticos dirán que esta historia jamás pasó…

Todo empezó, cuando por todas partes del reino se comenzó a hablar del Rey Pantera. Se decía que por el día, el joven rey era un hombre normal, pero que la noche lo transformaba, condenado a adquirir la forma de una pantera negra con relampagueantes ojos azules. Los sirvientes del castillo decían ver al animal pasearse a la luz de la luna por los grandes jardines, deambulando por los amplios salones… Condenado a la soledad eterna.

Con el paso del tiempo, el Gran Reino, una vez próspero y en pleno apogeo, se fue trasformando en un lugar olvidado, cada vez más salvaje. El castillo del Rey, una vez el más grande y hermoso de la región, se fue trasformando en un montón de piedras derruidas, sombrío y maldito. Los sirvientes se marcharon del castillo, los súbditos olvidaron a su Rey…

Pero el destino es caprichoso y una mañana de primavera, cuando el Rey salió a explorar el denso bosque de coníferas que rodeaba su castillo, fue sorprendido por un avistamiento extraordinario. En medio del bosque, en un lugar que nunca había visto antes, se había formado una laguna; pequeña y cristalina, pero esto no era lo que llamó la atención del Rey: dentro de las aguas diáfanas a la luz matutina había alguien.

En un principio, sólo pudo ver una cabellera dorada y corta asomarse entre las aguas, y no tuvo dudas que se trataba de un muchacho; pero era distinto a todo ser que hubiera visto antes. El Rey, oculto entre los enormes árboles, lo observó durante horas. El rubio era el primer humano que veía en mucho tiempo, de hecho, le sorprendía que alguien se haya atrevido a acercarse tanto a un lugar que todo el mundo decía que estaba maldito, pero ahí estaba él; bañándose como si nada pudiera perturbar su paz, incluso canturreaba de vez en cuando.

Su soltura y naturalidad le hicieron soltar una risa ahogada, pero esto alertó al muchacho, que asustado, se dio la vuelta y lo miró directamente a los ojos. Cuando éstos se toparon, fue el inicio de un amor prohibido.

El rubio fue el primero en despegar los ojos dorados, de los oceánicos orbes del Rey. Nadó hasta la orilla contraria y se vistió a toda prisa. En ningún momento volvió a mostrar su rostro, lo escondió tras el flequillo de su brillante cabello y no dijo una palabra.

El Rey sólo atinó a quedarse prendado de la belleza ajena y sin despegar la mirada, vio al rubio huir del lugar. Para cuando reaccionó era demasiado tarde, porque el dueño de los dorados ojos ya había desaparecido.

*          *          *

Desde aquella mañana, la rutina del Rey cambió. Ya no vagaba sólo por la inmensidad de su castillo desierto, ahora vigilaba todos los días el estanque en medio del bosque, con la simple esperanza de volver a verlo a él. Pero el destino cruel parecía empecinado en condenarlo a la soledad eterna, cada día que iba en su búsqueda, era una desilusión, pues luego de ese único encuentro, nunca más lo había vuelto a ver.

Con el paso de los días, el corazón del Rey se llenó de desesperanza. Recordó su cruel destino y la maldición que le dieron los dioses por haber llevado una vida llena de crueldades. Se lamentó de los errores que cometió en el pasado: miraba sus manos y podía sentirlas mojadas por la espesa sangre escurriendo de ellas, cerraba los ojos y los recuerdos de los días de guerra regresaban a su cabeza, gritos y llantos suplicando piedad inundaban su mente, el olor a sangre impregnado en sus fosas nasales y manchando cada rincón de su cuerpo. Fue un monstruo que sin piedad aniquiló reinos hasta convertirlos en cenizas.

Ta vez, esa maldición no había sido un castigo, sino una protección contra cualquier persona que intentara acercársele. Él era un monstruo, no desde que vivía con esa maldición, sino que siempre lo había sido; esa era su verdadera naturaleza. Era mejor no haberse encontrado nunca más con el rubio, si lo volvía a ver, era probable que lo matara. Incluso si lo veía transformado, era posible que su instinto animal lo poseyera y termine matándolo.

Ahora, solo y desdichado, volvió a maldecir a los dioses antiguos que le habían deparado ese brutal destino, porque sólo ahora se daba cuenta de la crueldad del castigo que había recibido: No sólo estaba condenado a la soledad eterna, sino que los dioses habían sido tan macabros de presentarle el amor ante sus ojos, sólo para mostrarle lo prohibido que éste era. Conocerlo a él había sido una esperanza, como un rayo de luz en medio de la noche eterna en que vivía.

Esa noche, vagó por los salones de su castillo hasta que llegó al patio central. La luna ya estaba en lo alto del cielo estrellado cuando la negra pantera se posó en medio del patio. Sentía ansias y tristeza mientras miraba a la luna, su única compañera.

El viento arreció desde el sur, y la suave brisa nocturna le trajo un olor nuevo dentro del viejo castillo; sus sentidos animales pudieron detectar la presencia de otro humano. Sus agudos oídos de depredador, escucharon con claridad los pasos suaves y sigilosos de esa persona, caminando justo en su dirección. El Rey se preparó a atacar, gruñó por lo bajo y fijó su mirada nocturna en el enorme arco de la puerta que daba al patio, y fue ahí cuando lo vio a él.

Era él, su amado, había venido en su búsqueda y había traído en sol junto a él, de sólo verlo, sintió que era como un rayo de luz en medio de tanta oscuridad.

—Así que es verdad… —el rubio se encaminó con pasos cuidadosos hacia él. Cuando estuvo en el centro del patio, la luz de la luna sacó destellos dorados de su cabello—. Tú eres el Rey Pantera.

El Rey avanzó sigiloso, moviéndose con las cualidades felinas de su cuerpo de animal. El chico, al verlo moverse, se detuvo, tal vez paralizado por el miedo. El Rey se paseó a su alrededor, con pasos lentos y calculadores, sin despegarle los ojos de encima, evaluándolo. Cuando lo miró a los ojos, vio que los ojos dorados del rubio no reflejaban miedo alguno, sino fascinación.

Se paró frente al rubio, y éste, estiró la mano en su dirección, sin miedo alguno, hasta que le rozó la nariz ancha con la yema de los dedos. Los ojos del Rey, azules como el mar profundo aún en su forma de pantera, observaron al rubio con detención, sin entender cómo podía no tenerle miedo; él mismo ahora estaba asustado, aterrado de lastimarlo sin querer. 

—Antes… yo… —el rubio empezó a hablar, lo miraba directo a los ojos, decidido, pero aun así en su voz se percibía la duda—. Todo este tiempo no sabía qué hacer, por eso no volví a la laguna del bosque…

El Rey comenzó a pasearse a su alrededor otra vez, presa de la frustración y la desesperación. Quería hablarle, quería decirle cuándo lo había esperado, tal vez desde la vida entera, pero en su forma de pantera no podía expresar nada de lo que sentía, sólo podía gruñir y pasearse intranquilo, sabiendo incluso que esto podría asustar al rubio.

Pero éste no retrocedió ni se intimidó; avanzó dos pasos en su dirección y logró con este simple acto, detener todos sus movimientos.

—Me demoré en venir, porque todo este tiempo he estado meditando —el rubio hizo una pausa para dejarse perder en el brillo azulado de sus ojos felinos—. Pero si vine aquí, es porque tomé una decisión, es porque quería verte.

Decidido, el rubio se acercó de nuevo, el Rey no se movió un centímetro cuando lo sintió acariciar su nariz, ni cuando las manos delgadas del rubio se movieron hasta sus orejas. Pronto, el Rey se encontró necesitado de más caricias del rubio, y se restregó cuál felino por sus piernas.

—Sólo eres un gatito que quiere mimos —con este comentario, se ganó un gruñido bajo, pero los delicados dedos del rubio rascándole el mentón, lo hicieron olvidar todo lo demás.

No supo cómo pasó, pero pronto terminó recostado sobre las piernas del chico, que se había sentado en el suelo y en ningún momento había parado de acariciarlo. Ahora el rubio sonreía, y el Rey descubrió que su sonrisa era más radiante que el mismo sol. Nunca creyó que en plena luz de luna pudiera ver brillar una luz tan dorada en una persona.

—Mi nombre es Ryota —dijo el rubio con voz baja, acariciándole el suave pelaje del lomo, mientras él, movía la cola tranquilo, relajado como nunca antes—. Y tú eres el Rey Daiki. El Rey legendario.

El Rey no se inmutó, sabía que su nombre se había transformado en una leyenda, sabía que todos conocían la historia del cruel Rey Pantera. Pero ahora ese mismo rey, ronroneaba ante las caricias del rubio y sabía lo que él esperaba, quería estar con él hasta el amanecer para ver su transformación, y estaba en la voluntad del Rey mostrarse por completo ante el chico, no iba a desaprovechar esa oportunidad.

Cuando los primeros rayos del sol comenzaron a despuntar entre las montañas lejanas, el cuerpo del Rey comenzó a cambiar. La pantera se puso de pie anticipándose a la transformación, pero Ryota permaneció sentado, estático, mirándolo fascinado. Las garras dieron paso a dedos, las fuertes extremidades animalescas dieron paso a musculosos bíceps y muslos, el negro pelaje dio paso a una piel morena y suave, las fauces del depredador dieron paso a una boca carnosa y apetecible, y de pronto, la formidable pantera se transformó en un apuesto joven.

El Rey, en su completa forma humana, se acuclilló frente al rubio y lo miró con intensidad, perdiéndose en los dorados orbes que rivalizaban con el sol del amanecer.

—Así que querías conocer al Rey Pantera —pasó un brazo fuerte por la cintura del rubio y lo atrajo hasta su cuerpo, logrando que el chico quedara sentado a horcajadas sobre él. Ryota lo miraba fascinado y ansioso al mismo tiempo; con las mejillas sonrojadas y la respiración jadeante—. Espero que te haya gustado, porque no te pienso dejar escapar de mi lado jamás… No ahora que por fin te encontré, tú eres mi sol.

—Así como tú eres mi luna —susurró el rubio antes de unir sus labios en un beso hambriento.

 

Monochrome Butterflies & Nayen Lemunantu

 

Notas finales:

Muchas gracias por leer y comentar.

Besos~


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