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Inevitable por Dagi

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Notas del capitulo:

Un viaje inolvidable...

Hoy es un día de celebración en el reino de Lawrence. El primogénito del rey John cumpliría la mayoría de edad y como tal debería estar capacitado para probar y mostrar su valía como el futuro rey.

La gente que se esparcía por el castillo y en el pueblo festejaban con alegría.

Claro que el único que estaba reacio a tales emociones alegres era el mismísimo príncipe Dean.

Él estaba contento de tener la edad legal de hacer lo que se le plazca. Hey, hasta se encontraba planeando tener una linda aventura con algunas doncellas del castillo, pero su padre le había dado una misión hace pocas horas, cambiando por completo su estado de ánimo.

La conversación había sido larga y extensa. La mayor parte de la misma fue obviada por Dean. El tramo final del monologo de su padre lo tomó por sorpresa cuando escuchó las palabras cazar y dragón.

En ese instante, el príncipe pensó que el rey había expirado en cordura.

Los dragones se habían extinto hace muchos años atrás desde el momento en que los seres humanos le dieron caza hasta que no existiera ni uno solo.

Después de burlarse de la buena memoria de John, el hombre mayor lo reprendió y le dio una especie de mapa. En su interior, contenía las pistas para encontrar y atrapar uno.

“Sigue el recorrido que marca las flechas y en pocos días, te encontraras con el dragón. Tráeme una prueba de tu victoria. Muestra que eres digno hijo mío”. Concluyó el hombre.

En la actualidad, Dean se estaba preparando para partir. Su pequeño hermano Sam, no podía irradiar más alegría que él.

El muchacho tenía catorce años, pero pensaba y hablaba como un hombre adulto y sabio.

—Esto es una locura, Dean. Padre se ha vuelto loco.

El príncipe mayor palmeó el hombro de su hermanito, dándole toda la razón del mundo.

¿Cómo ir en contra de los dictámenes de su rey?  El rechazo a sus peticiones podría traerle mayores disgustos. Como por ejemplo, ser acusado de traición.

—Lo sé, Sammy. Es por eso que te encargo el cuidado del reino y del castillo.

Abrazo al muchacho de ojos avellana y mirada preocupada para luego partir a su nuevo destino…

Cazar a un dragón.

En su cuarto día de cabalgata en su preciado Impala, Dean decidió revisar por decima vez(o más) el mapa.

Según las coordenadas, le faltaba un corto tramo para llegar a las míticas montañas de la muerte.

No por nada se llamaban así, todos los caballeros valientes que se atrevían a llegar a ellas nunca más regresaban.

Y por supuesto, todos asumían lo peor. Si uno era inteligente y analizaba bien las cosas... por ningún motivo iría en esa dirección.

Uh… excepto, príncipe Dean.

Hacía mucho frio en el lugar que se situaba y prefirió arropar con bastantes cueros a su yegua. El animal no sufriría de una hipotermia y por la mañana seguiría su camino.

Pero él tenía muchos riesgos de congelarse. Entonces trató de hacer una fogata, sin embargo fallo miserablemente a causa del fuerte viento que se había levantado.

Sacó de su bolsa, la poca y nada reserva de comida que le quedaba y maldijo a todo pulmón a su padre y a la maldita misión.

Dean no le haría lo mismo a su futuro hijo.

Estaba a la intemperie y muriéndose de frio. Se aferró a la única tela que lo cubría e intento dormir.

En un momento en donde el sueño y la realidad se entremezclaban, sintió que era elevado del suelo.

Escuchó el rechinar de su yegua y aunque intento abrir sus ojos, no podía hacerlo. Su cuerpo estaba temblando y parecía que estaba entumecido, porque no podía moverse.

¿Acaso era su final? quería volver a ver Sam y decirle lo orgulloso que estaba de él y reprocharle a su rey, sus malas decisiones.

Su cara se sentía caliente… tal vez eran las lagrimas que caían de sus ojos.

****

Lo próximo que sintió Dean al despertarse fue estar abrigado y sin ninguna señal de frio.

Era tan agradable…

Sus ojos se abrieron tan enormes como podía y se sobresaltó al no encontrarse en el exterior. Parecía estar en una especie de cueva.

¿Qué carajo?

Miró mas allá de lo que sea y divisó a su fiel animal descansando.

¿Cómo habían llegado hasta acá?

Su mente disipo la neblina del sueño y comenzó a estar en alerta.

De manera instintiva llevó su mano a su cadera izquierda, en donde se encontraba su espada. Pero esta no se ubicaba allí.

Ahogó un grito cuando escuchó un fuerte resoplido proveniente del interior de la cueva.

Dean estaba en un punto intermedio de la guarida, porque la salida no se veía por ningún lado. Todo estaba iluminado con pequeñas antorchas. Formando un refugio habitable.

Mierda. No quería tener miedo, pero otro resoplido grave retumbo en las paredes rocosas.

Tal vez… su padre tenía razón después de todo. Aún quedaba dragones en este mundo.

El príncipe no era un cobarde. Ya era adulto y debía afrontar los peligros con madurez.

Acarició el lomo de su yegua cuando se inquieto por el ruido. Calmó a su querida Impala con susurros y palabras reconfortantes.

Se tomó su tiempo para meditar y pensar con claridad, antes de adentrarse más a la cueva.

Camino derecho y sin ninguna bifurcación. Los sonidos se hacían más reconocibles y cercanos.

Unos cuantos pasos más y su mandíbula cayó sobre suelo al ver semejante imagen.

Un dragón…

En todo su esplendor.

Dean no podía moverse. Todo era tan irreal y espeluznante.

La bestia era enorme y atemorizante. Parecía que estaba durmiendo.

Su piel era rugosa y escamosa. Tenía un color negro tornasolado que brillaba como las auroras boreales que tanto le contaba Sammy.

Alrededor del dragón se situaban joyas, oro, esmeraldas y todo tipo de riquezas jamás vistas.

Divisó su espada en todo ese montículo.

No quería ser delatado, así que fue en busca de su arma lo más sigiloso que podía.

¿Qué pasaría una vez que lo obtuviera? ¿Mataría a la gran bestia alada? ¿Volvería victorioso a su reino?

Todas las historias que había oído de niño, sobre los dueños del cielo, no lograban compararse con lo que sus ojos observaban.

Además, ¿no había sido salvado? Para ser comido… Decía su lado racional.

¿Los dragones devoraban a los humanos? Sabía que raptaban jóvenes princesas.

Estaba a punto de obtener su espada cuando una rasposa y enojada voz se escuchó.

—Aléjate de mi tesoro o morirás— la bestia podía hablar su idioma.

Dean levantó sus brazos, defendiéndose de la acusación.

Mientras retrocedía, sus ojos se encontraron con los ojos del dragón.

Azules profundos y penetrantes.

Hipnotizantes.

Dean sintió un hormigueo ante tanto escrutinio.

¿Qué estaba incómodo? era muy poco decir.

—Todo bien, amigo…— no quería ser la cena. Debía huir cuanto antes. — y-yo solo quería mi espada… pero puedes quedártela. Me iré y…

Sintió que el dragón se levanto, extendiendo sus alas y se acercó a Dean. Éste por su parte, gritó y tropezando con una piedra, cayó en seco.

Si, este era su fin.

Sus últimos segundos de vida, para luego convertirse en el maldito bistec de una bestia legendaria.

Pasaron los segundos y el príncipe aún respiraba. Abrió un ojo y una garra de la pata del dragón, se situaba en su entrepierna. Inspeccionando.

¡Qué mierda!

La bestia rugió y olió el aire.

—Tú serás mi compañero, humano— sentenció.

¡Imposible!

—Soy un hombre—Dean contraatacó sin pensar.

—¿Macho? Eso es irrelevante para nosotros — Su grande hocico seguía oliendo todo su cuerpo. —Tu olor es embriagador y llama a acoplarme.

—¡Hey! ¿Qué estás haciendo? ¡Detente!

Estaba siendo acosado por un estúpido lagarto.

—Te quedaras conmigo. ¿Cómo te llamas?— se oyó mas como una orden que una sugerencia.

¿Esto era real? ¿Un dragón le preguntaba su nombre como si nada?

Por el momento no parecía tener escapatoria.

—Dean.

—Mi nombre es Castiel.

¿Qué nombre era ese? Se enredaba en su lengua, sin poder pronunciarlo correctamente.

Su mente le advertía del eventual peligro. ¿Qué hacia conversando con un ser que lo quería reclamar como compañero?

—Ya tengo que irme, en serio.

Se dio la vuelta y camino con cautela. Quería correr y llegar a su yegua y saber a dónde mierda estaba parado.

Pero Castiel gruñó una vez más y bloqueo su paso con una de sus patas delanteras.

—Serás mi compañero y tendrás mi descendencia.

Dean parpadeó y tragó saliva al escuchar la oración.

—Me halagas, Cast-… Cas. Pero no somos compatibles.

—¿Por qué?— cuestionó.

¿Cómo hacerle entender sin molestarlo?

—Uhm… bueno… tu tamaño… eres un dragón.

Castiel entrecerró los ojos y Dean juraría que también estaba frunciendo el ceño.

—Si, lo soy. ¿eso es un problema?

—Si.

¿Qué más podía acotar?

—Entiendo— aceptó el dragón—. Tengo que ser como tu… un humano.

El dragón habló en voz baja y una luz cegadora cubrió el espacio de la cueva.

Dean cubrió su rostro y se agacho.

Lo siguiente que supo, es estar viendo a un hombre completamente desnudo en frente de él

Un hombre caliente.

Se ruborizó al pensar en eso.

Él prefería la compañía de las mujeres, sin embargo no podía negar lo que veía. ¿No?

Cabello negro mojado y revuelto. Un cuerpo estilizado y bien dotado. Y esos ojos azules tan familiares…

—¿Cas?

El dragón… ahora humano se aproximó a Dean y sin que éste último reaccionara, Castiel olió su cuello. Aspirando y exhalando aire caliente.

—Eres mío— murmuró posesivo—. Compartiré mi tesoro contigo… tendrás a mis crías.

Dean quería alejarse, pero la fuerte presencia del dragón hacia estragos en su cuerpo y mente.

Gimió cuando Cas pasó la lengua áspera y húmeda por su piel.

—Hueles bien y tu sabor es increíble— tarareó con disfrute—. Eres hermoso, Dean.

Debía huir… pero la atmosfera que se cernía en ambos, caldeaban las sensaciones. El lagarto estaba lanzado un tipo de hechizo sobre él.

Si, era eso. Magia dragón o lo que sea, porque estaba gimiendo con cada toque y disfrutando como un poseso de tales atenciones.

El gustaba de las mujeres, ¡maldición! ¿Pero Castiel contaba cómo hombre?

Dean lanzó un gritito satisfactorio cuando Cas hizo un camino de besos profundos por su cuello. Recorrió su dura y suave mandíbula hasta sentir una picazón en su labio inferior.

—Abre la boca, hermoso compañero.

—No… no soy un…

Pero sus palabras fueron detenidas por la lengua del dragón en su interior.

Mierda.

Su cerebro se derritió con el simple y ardiente acto.

Cas besaba como un experto en la materia, profundizando el beso hasta el límite.

Dean ya se había rendido (por el momento) y rodeo con sus brazos la cintura del dragon-humano, atrayéndolo más hacia él.

Tenía tiempo de sobra para comprender esta locura.

Notas finales:

:3 Gracias por leer.


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