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Inevitable por Dagi

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Notas del capitulo:

Es cuestión de querer estar bien...

“¡Oh, Dios! todos salgan…”

Las llamas estaban devorando todo a su alrededor. Quería correr, pero sus pies no cooperaban. Sus ojos dolían y el fuego se acercaba más a él… no tenía escapatoria.

Dean se levantó de un mal sueño. Su respiración era agitada y un sudor frío invadió su cuerpo. Pensó que las malditas pesadillas ya se habían ido, pero era evidente que estaba equivocado.

Seis meses pasaron desde que el había perdido la vista por el siniestro al igual que su puesto como bombero. Él estaba lidiando con la idea de ser ciego por lo que resta de su vida y odiaba esta situación actual.

Hasta ya tenía una manía obsesiva de pasar las yemas de sus dedos por las cicatrices que marcaban su cara. Siempre pensaba que había quedado todo horrible y desagradable. No importaba que usara los lentes negros.

Ya no era atractivo para nadie… ni para él mismo.

Antes podía jactarse de sus encantos como tanto le gustaba burlarse su amiga Charlie.

Ahora no le quedaba nada. Sólo su malhumor constante.

Dean suspiró y volvió a recostarse de nuevo. Esta vez, tuvo su pase libre para soñar algo más bueno y tranquilo.

Tres días después, Dean se encontraba escuchando el sonido de su Impala del 67. Ya no podía conducir más a su baby y eso lo tenía de un humor triste. Hasta él podía reconocer que su auto necesitaba un buen cambio de aceite y mayor mantenimiento. Estar ciego tenía sus ventajas. Los demás sentidos se agudizaban por completo.

¡Mierda! Sam no le daba la importancia que se merecía.

—¿Por qué tengo que ir a ese camping también?

—Ya hablamos de esto, Dean. Tu mismo me dijiste que la Dr. Barnes te recomendó salir más.

¿Para qué? ¿Para sentir la lastima de las personas y los murmullos de las mismas? Ya ni siquiera tenia ganas de estar con sus amigos. Dean estaba reacio a seguir adelante y a querer aprender cosas nuevas para su vida. Sólo quería estar debajo de las sabanas y olvidarse del mundo.

—¿Dean? ¿me estas escuchando?

Parecía ser que su hermano menor seguía tratando de entablar una conversación y expresar sus sentimientos.

—Sí, sí…. — murmuró por lo bajo. El aire que entraba por la ventanilla, de alguna manera, lo reconfortaba de pensamientos y sensaciones negativas.

—Está bien, amigo. Ya estamos a punto de llegar. Allí nos encontraremos con Charlie, Dorothy y otros compañeros de mi trabajo.

Dean sonrió para sus adentros cuando imagino la felicidad en la cara de Dorothy. Ya que la novia de Charlie amaba la naturaleza. Todo lo contrario a la joven pelirroja quien prefería estar encerrada viendo la maratón de Dr. Who y escribiendo Fanfiction de sus series favoritas. Dos polos opuestos que se atraían.

—¿Compañeros de trabajo? ¿Estamos socializando, Sam?—Dean rió al presentir la cara de fastidio de su hermanito.

—¿Algún problema con eso, Dean?

El hombre atinó a resoplar y no respondió a la pregunta.

Una vez que estacionaron, salieron al exterior y Dean sintió la calidez de los rayos de sol en su piel y la brisa suave del viento.

Sammy que se situaba a su lado le preguntó si usaría el bastón blanco. Era lo único que había aprendido después de salir del hospital.

Dean agarró de las manos de Sam el instrumento de ayuda y gruñó automáticamente.

¿En que momento se había convertido en el Grinch? Si seguía con esa actitud, entonces tal vez inventaría un nuevo lenguaje.

El sonido del camino de cemento no era ninguna dificultad.

Por suerte su hermanito llevaba todas las cosas.

Dean escuchó un par de voces mientras más se acercaban y se detuvo al golpear con el bastón la pierna de una persona.

—Uh, lo siento…

Sintió un chillido a su izquierda y unos brazos lo rodearon. Podía reconocer el perfume de jazmin que usaba su mejor amiga.

—¡Qué bueno verte, perra!— susurró en su hombro la joven mujer.

—No digo lo mismo— molestó con diversión.

Dean se quejó por el golpe que recibió en el hombro.

Saludo a sus amigos para luego saludar a los compañeros de su hermano.

—Dean, este es Castiel Milton— presentó Sam.

Dean extendió su mano y el desconocido con el nombre interesante, lo tomó en un gran y firme apretón de manos.

—Hola, Dean. Es un gusto conocerte. Sam siempre me habla de ti.

Un rubor cruzó por sus mejillas al escuchar aquellas palabras.

—¿Sí? Espero que sean cosas buenas o debería contar secretos de Sam.

—Por supuesto que sí.

El hombre poseía una voz grave y segura que hizo mella en él.

Dean negó mentalmente. Aunque tuviera la oportunidad de coquetear con Castiel, no creía que podría ir más allá de eso. Dean no quería arrastrar a alguien en su mierda emocional.

El tiempo transcurrió y todos estaban divirtiéndose, incluido él.

El grupo de personas liderado por Sam propusieron dar una caminata para conocer el lugar. Dean rechazó la oferta y prefirió quedarse. Pensó que se encontraba solo hasta que escuchó esa voz característica que lo hizo asustar de golpe.

—Mierda, Cas… ¿eres un ninja o qué?

¿Acaso tenia una maestría de llegar sin ser oído?

—Mis disculpas, Dean.

Asintió con la cabeza y después de eso, ambos no siguieron hablando.

La presencia del hombre por extraño que pareciera lo calmaba.

¿Cómo sería? Desde hace rato que tenia curiosidad por saber si ese tono de voz y personalidad concordaban con su imagen.

—Hoy es un día hermoso —dijo Castiel.

Él juraría sentir la sonrisa del hombre. Capaz era su imaginación.

—No puedes decirme eso y dejarme con la duda.

No obtuvo otra respuesta hasta que la voz de Cas comenzó a jugar en el aire.

—El sol está en lo más alto y el cielo está despejado. Estamos ubicados entre algunos árboles que están floreciendo... — Castiel continuó con su descripción detallada. —… y estoy viendo a un hermoso hombre en frente mío.

Dean se sorprendió y frunció el ceño disgustado. No era gracioso.

—¿En serio, amigo? Entonces pidele su número.

Sintió una ráfaga de aire y una presencia sentada al lado suyo.

—Bien. ¿me puedes dar tu número, Dean? me gustaría volverte a ver.

Que ironía… él no podía decir lo mismo. ¿Por qué Castiel le decía esto? Dean estaba defectuoso e inservible. Era una sombra de lo que una vez había sido.

—Dean…— llamó la voz preocupada cerca de él.

—¿Puedo tocarte, Cas?— se mordió el labio inferior.

No tuvo que hacer ni decir nada más, porque el otro hombre agarró sus manos y las posicionó sobre su cara.

Dean pasó sus dedos por los pómulos de las mejillas de Cas y la piel era suave con pequeñas líneas de la edad. Tocó tentativamente los labios finos y un poco secos, sintiendo su aliento muy cerca.

—¿Puedo darte un beso, Dean?

En su interior, una pequeña chispa renacía.

—Sí. Eso sería genial…— murmuró antes de sentir los labios que segundos antes había tocado.

Nada estaba perdido aún para Dean Winchester.

                               

Notas finales:

:) Dagi.

Gracias por leer.


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