Hoy era un buen día… para morir.
Él era un profesional. Los sentimientos no debían interponerse en su trabajo, pero acá se encontraba, apuntando con su arma a la persona que una vez fue su amigo.
Dean maldijo y trató de centrarse en su misión.
El objetivo tenía que ser eliminado.
A metros de su posición y a través del ventanal, se ubicaba el hombre de mediana edad.
Debía hacerlo. Mantener por un segundo la respiración y disparar.
Él era un asesino a sueldo conocido con el alias de Ugly Boy y cualquier orden que recibiera, lo cumpliría a toda costa.
“Siempre tuviste demasiado corazón, Cas”.
Maldita sea, no era momento para recordar el pasado. Sacudió la cabeza y volvió a mirar a través de la mirilla telescópica de su M107.
Un civil entró en escena, modificando el esquema por completo. Lo sentía por la pobre mujer pero sería testigo en primera persona de un asesinato.
Un poco más y acabaría con el hombre que una vez había amado…
Corrección, seguía amando.
El tiro seria certero y directo al corazón.
Sin dolor, sin remordimientos y sin dudas.
Era ahora…
¡¡¡AHORA!!!
Sin embargo, Dean no pudo hacerlo, porque fue descubierto.
Maldita sea.
El mismo hombre que debía asesinar, se había dado la vuelta y lo miraba directamente a los ojos.
****
Llegó al hotel de mala muerte en donde se hospedaba y guardó sus pertenencias con rapidez.
Dean Winchester había perdido la razón.
¿Qué le diría a su contratista? No podía pedir disculpas y pretender que todo estaría bien.
Fallar en una misión era dejar el pase libre para que otro asesino terminara el trabajo.
Y eso no lo iba a permitir.
Si alguien mataría a Cas, seria él.
Debía llegar a su pocilga llamada casa y reorganizar todo. Se odiaba a sí mismo por su debilidad.
Tenía poco tiempo y su jefe temporario le exigiría pruebas.
“Esta ya no es mi vida, Dean. No deseo seguir pecando”.
Las emociones lo golpeaban de repente al igual que sus recuerdos.
—Hijo de puta.
Dean estacionó el auto y bajó con precaución, pero sus instintos saltaron. Su piel se había erizado, alertándolo.
Ya era de noche y caminó hasta el edificio. Desenfundó su arma preferida y sacó el seguro. Estaba preparado para cualquier eventualidad.
Nadie más que él sabía su ubicación… excepto, Castiel.
El hombre subió las escaleras y llegando al segundo piso, observó la luz encendida de su departamento.
No hizo falta que pusiera la llave, la puerta estaba desbloqueada.
Poseía una segunda oportunidad.
Cara a cara.
****
—Me estas facilitando las cosas, Cas.
Castiel estaba recostado contra la puerta de la heladera, sosteniendo para Dean una botella de cerveza. Tal como en los viejos tiempos.
—No lo hiciste, Dean.
—Sólo espera un minuto más—Dean agarró la bebida y tragó una buena cantidad.
—¿Por qué me quieren muerto? Ya salí del negocio hace mucho tiempo.
Dean terminó de beber todo el contenido y sin pensarlo dos veces, apuntó directo a su amigo.
—Ordenes son ordenes. No se cuestionan, ya lo sabes— hizo una mueca burlona.
Castiel lo miró con esos ojos azules, taladrando en su mente y cuerpo. Narrándole palabras en silencio. Haciéndolo dudar de su coraje y debilitando su escudo.
—No lo hagas más difícil—susurró mas para sí mismo. Su mano tembló por segunda vez y volviendo a poner el seguro a su arma, se lanzó con odio a los brazos de su ex amante. Tomando todo de él y castigándolo con su frustración.
Dean beso a Castiel con rabia contenida, mordiendo sus labios y tratando de entrar a su boca. No permitió que se moviera más de su lugar.
Estuvieron un buen tiempo recordándose. Sintiendo el sabor de sus labios, el olor de sus cuerpos, el timbre de su voces, el toque de sus manos. Exigiéndose mutuamente con desesperación.
—¿Por qué me haces esto, Cas?— rió con locura— Maldita sea, se suponía que no estarías contando la historia.
—Yo también te extrañe, Dean —dijo con una sonrisa. Esta vez era su turno de ratificar sus dichos.
Si, definitivamente.
Hoy era un buen día para morir… de amor.