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Inevitable por Dagi

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Notas del capitulo:

Creer o reventar... 

Dean resopló al leer las palabras escritas en la penúltima hoja del diario. Le importaba muy poco lo que podía decir unas pocas líneas.

 “Acuario:

El color azul lo cautivara. Déjese llevar.

Atención; posible accidente o caída”.

Él no creía en esas cosas.

Suerte, destino, fortuna y predicción… mentiras esotéricas que lo único que hacían era vender humo a gente incrédula. Hasta él podría escribir ese tipo de mierda criptica y ganar mucho dinero sin salir de su casa.

Eso era un buen trabajo. “La suerte astral, por el profesor C. Shurley. Meta análisis astronómico”.

Su celular sonó en ese momento y atendió la llamada de su hermano bebé.

—¡Dean! hace media hora que te estoy esperando—la voz de Sam era de un tono acusador—. Se suponía que me ayudarías con la mudanza.

Mierda. Se había olvidado por completo de que día era hoy.

—Ya voy, Sammy—Dean se vistió a toda prisa. El niño nunca se lo perdonaría.

—No me llames así—replicó el joven.

Dean sabía que esto era un buena oportunidad para su hermanito y no quería cagarla.

—Si, si Sammy.

El hombre sintió un gruñido proveniente del otro lado de la línea.

—Estoy saliendo—tintineó las llaves de su Impala—. Ya encendí el motor, Sam.

Una risa fue la respuesta a sus dichos.

—Apresúrate, idiota.

—Lo tengo, Perra.

 

****                  

   

Cuando estacionó su auto, Dean soltó un silbido por lo que veía. La manzana donde se ubicaba el complejo de apartamentos era increíble.

Divisó el camión de la mudanza que había llegado al mismo tiempo que él y de inmediato le envió un mensaje de texto a su hermano.

Ni bien se acercó a la vereda, se percató de unas voces excesivamente altas que provenían del primer piso.

Dean no entendía la repentina corriente que sacudió su cuerpo. Era como un presentimiento extraño.

Tampoco sabía por qué levantó la cabeza justo cuando un objeto estaba a punto de estrellarse sobre él.

Oscuridad.

Oscuridad.

Oscuridad…

Cuando abrió sus parpados, Dean sintió un fuerte dolor de cabeza que no le dejaba pensar. Parecía que estaban taladrando su cráneo. De repente, su campo de visión fue envuelto en un inmenso mar azul.

El dolor era tan jodidamente insoportable que el cansancio se apoderó de él.

La segunda vez, se despertó con la voz de Sam.

—¡Dean!

—Mierda…

—Tranquilo, estas en el hospital. Por suerte fue una contusión leve.

Dean estaba a punto de responderle, pero una enfermera de turno entró al cuarto justo a tiempo. Hizo el chequeo de rutina y le suministro a través del IV mas analgésicos.

Pudo sentir los medicamentos que surtían efecto. Esa pesadez en su mente y cuerpo volvían con rápidez.

—Sammy… ¿Qué-é carajo me derribó…?— su voz se desvanecía.

—Una maceta de jardin.

 

****

 

Dean se despertó a causa de los constantes movimientos que escuchaba a su alrededor.

Sus ojos cooperaron con la percepción recibida y se abrieron de manera lenta, enfocándose en el hombre que se ubicaba de espalda frente a él. Parecía que estaba charlando con la enfermera.

Ese instante, el hombre se dio la vuelta para enfrentarlo con una cara fruncida y preocupada.

Sus ojos eran…

Azules… como el mar.

¡Jodida mierda!, pensó Dean.

—¿Quién…?—su voz salió rasposa y agrietada.

El desconocido le tendió un vaso con agua helada que sorbió con una pajita.

—Gracias… eh…

—Castiel.

Bueno. No sólo era socorrido por un tipo caliente, sino que tuvo su cuota de vergüenza al ser visto tomar agua de una pajita.

—¿Eres el doctor?—preguntó lo primero que se le ocurrió.

Castiel se veía nervioso.

—No—le respondió después de unos segundos—. Soy el causante de tu accidente. Fuiste golpeado por mi maceta.

Demonios.

Dean recordó lo que Sam le había dicho antes que los fármacos lo golpearan.

—¡Jesús! Si que tienes una buena puntería, Cas.

Por su parte, Castiel se sonrojó y ni siquiera se inmutó por la abreviación de su nombre.

—Lo siento mucho, Dean. He pagado todos los gastos médicos.

—¿Cómo sabes mi nombre?

Grandioso. Otra pregunta estúpida Winchester.

—Tu hermano me lo dijo.

¡Sammy!

Cas se percató de su sobresalto y siguió con la conversación.

—Sam esta afuera... consolando a Gabriel, mi hermano. Él se encuentra alterado por la situación. Estábamos teniendo un intercambio de palabras y el agarró mi maceta de Peonías…—suspiró—. Forcejeamos y…

Dean observó la seriedad que envolvía al hombre. Realmente se sentía culpable.

—Lo sé, Cas. Y cayó justo en mi cabeza— le tiró un guiño para desestructurar el ambiente. Quería reír, pero su cabeza aún le dolía.

Definitivamente no estaba coqueteando.

Oh, bueno. Estaba coqueteando con el extraño de la gabardina.

Herido o no, eso no le impedía admitir que Cas era sexy.

Y como una rápida imagen o pensamiento que se cruza sin previo aviso, recordó las palabras del horóscopo.

 

“Acuario:

El color azul lo cautivara. Déjese llevar.

Atención; posible accidente o caída”.

 

—¿Estás bien, Dean? ¿Quieres que llame al médico?

¡Mierda Santa! No puede ser.

—De maravilla—trató de calmarse antes de arremeter con otras de sus preguntas. No quería parecer un loco—. Uhm… ¿Crees en los horóscopos, Cas?

Castiel  lo miró por un largo rato hasta que comenzó a sonreír. Era una especie de gesto cómplice que sólo él podía comprender.

—Por supuesto, Dean. Soy el astrólogo que escribe para el periódico local... C. Shurley.

                                                          

Notas finales:

Gracias por leer.


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