El odio se mezclaba amargamente con el sabor de la sangre, sus ojos nublados y desenfocados luchaban por ver algo, cualquier cosa, pero cuando finalmente pudo enfocar la mirada lo que vio hizo que quisiera nunca haber visto nada.
Mirando a su alrededor solo podía ver cuerpos cubiertos de sangre y tendidos sobre el piso de la gran habitación. Algo moviéndose llamo su atención, se arrastró lenta y tortuosamente por el suelo de la oscura habitación, al llegar vio que lo que se movía tan lentamente era nada más y nada menos que el décimo Vongola, una mancha de sangre que crecía cada vez más se mostraba en la parte delantera de su camisa, su pecho subía y bajaba dolorosamente, mientras los pulmones de Tsunayoshi rogaban por aire, sus ojos estaban con la mirada perdida, su cuerpo terriblemente golpeado, y aun así una amable sonrisa se mostraba en sus labios, estos se movieron levemente y dejaron escapar un “qué bueno que estas vivo Mukuro”, una mirada llena de alegría y mezclada con pesar fue dirigida al ilusionista.
Luego la mirada del Vongola pareció perderse y sus ojos perdieron su brillo y ese calor que siempre desprendían, el pecho dejo de subir y bajar, y la vida termino abandonando ese cuerpo que un día había estado lleno de dicha y expectación. Tsunayoshi Sawada estaba, en definitiva, muerto.
Con la respiración agitada me despierto, como siempre en mi habitación, donde tu ausencia ha dejado un vacío. Incluso si el tiempo pasa, aun no puedo olvidarte, un profundo sentimiento de tristeza llena mi corazón, un grito de dolor que nunca podrá ser acallado.
Como si la vida ya no tuviera ningún sentido, miro a las estaciones cambiar, en un baile eterno que ya lleva seis años, siento el dolor lacerante en mi pecho, parece que me hundo en una tristeza eterna desde que te fuiste de mi lado, un horrible sentimiento de pérdida en el que no dudo en hundirme, si pudiera verte otra vez, aunque fuera un instante no dudaría en entregar mi vida por ello, ya no querría nada más, solo deseo verte.
En el silencio que llena mi habitación, una lágrima de profunda soledad, rueda por mi mejilla dejando en su curso un mar de calma, ya no hay vuelta atrás, en mi dolor vi la luz.
Con un profundo desprecio tomo el veneno que he mantenido en mi habitación desde ese día en que te fuiste de mi lado, y decido que ya no hay vuelta atrás, de todos modos lo que hago ahora no es vivir, no desde que te fuiste, donde sea que miro veo tu cara, tu boca, tu sonrisa, la suavidad de tus manos, el calor de tu piel, como si el destino jugara conmigo, un rayo perfila mi silueta en la ventana, el cielo llora conmigo, una interminable lluvia que parece no va a detenerse jamás.
En esa fría habitación un sentimiento de dolor, perfora mi corazón y a la vez me da valor, miro la extensión de lo que soy y quien he sido, el único momento en que fui feliz fue cuando estuve contigo, el dolor se apodera de mí, tomo el frio vaso y me concentro en el olor repugnante de la muerte que me espera, sin dudar ni un instante tomo ese oscuro liquido entre mis labios, cae por mi garganta con el dolor de la perdida acompañando su asqueroso sabor, mientras caigo de rodillas, me pregunto porque he tardado tanto en hacer esto, en la fría habitación caigo y el frio se apodera de mí.
Puedo, mientras el tiempo parece pasar con mayor lentitud, verme reflejado en el vidrio de mi ventana, en el piso que desde hace un rato ya no está frio, el dolor y la amargura me van abandonando por completo, y en un instante ya no me siento pesado ni triste.
Me levanto sobre mis dos piernas y dejo mi soledad atrás, una gentil mano se apoya en mi hombro, cuando giro, esa persona me mira amablemente.
Un ángel ha entrado en la habitación, una amble sonrisa en sus labios, su hermoso pelo castaño enmarca su dulce rostro, ya no siento pena ni dolor, no recuerdo porque los sentía antes, cuando en este momento estoy tan feliz
-Has venido por mí, ¿no es cierto?
El ángel de brillantes ojos castaños me mira y una sonrisa de dolor y añoranza parece luchar en su cara, esa mirada hace que quiera llorar, no quiero que sufra, menos que lo haga por mí.
-así es, he venido por ti Mukuro. Dice con una voz que es más parecida a la música que a nada que haya escuchado antes, es algo hermoso de escuchar.
Lo miro a los ojos y con dudas le pregunto
-¿Quién eres?
FIN.