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Shut up por rina_jaganshi

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Notas del fanfic:

Disclaimer: La serie de Yu-Gi-Oh le pertenece a Kazuki Takahashi. Rina y Rini sólo la usan para crear historias yaoiescas sin fines lucrativos.  

Notas del capitulo:

Puppyshiping. 

Los puños volvieron a estrellarse sobre la fina caoba de su escritorio, haciéndole enfurecer. Desde cuándo su seguridad era tan fácilmente burlada por simples e insignificantes adolescentes. Frunció el ceño clavando sus ojos azules como si de dagas se trataran en las personas frente a él. Dos de ellos de cabello tricolor, el menor intentaba en vano sujetar al rubio. Aquel ser irracional e impulsivo que lograba sacarlo de su zona de confort.


—¡Ahora mismo te voy a enseñar quién no es digno! —gritó y, una vez más, su pequeño amigo tuvo que forcejear con él para impedir que saltara el mueble que lo separaba de su persona.


—¡Mou hitori no boku, ayúdame! —La súplica fue atendida de inmediato, no había nada que el faraón le negara a Yugi, por lo mismo, avanzó con decisión para colocar una mano sobre el hombro del otro.


—Joey, estoy seguro que hay mejores formas de resolver esto —El tono autoritario consiguió su objetivo. Los ojos carmesí se posaron sobre el dueño de una de las más grandes corporaciones—. Kaiba, considero que tu rechazo es más bien una cuestión personal puesto que… —El defendido le interrumpió.


—¡Exacto! ¡Tienes miedo de hacer el ridículo cuando te venza! —El faraón suspiró al igual que el de ojos amatistas—. ¡Es por eso que no quieres que entre al torneo! —acusó apuntándole con el dedo. El CEO colocó los codos sobre el escritorio, entrelazó sus manos y, finalmente, recargó la barbilla sobre éstas.


—No importa quienes asistan porque seré yo el que derrote a todos —Sus ojos azules se posaron en los chicos de cabello tricolor—. Eso los incluye a ustedes —Su campo de visión fue interceptado.


—¡Para llegar a ellos vas a tener que vencerme a mí! —La paciencia del empresario alcanzó su límite. Enojado se puso en pie, ocasionando que su silla se desplazara hacia atrás chocando con la enorme ventana, asimismo, el más pequeño dio un ligero salto atemorizado. El antiguo gobernante se puso enfrente de él como medida de seguridad.  


—Mi tiempo es demasiado valioso como para perderlo con sus tontos juegos —comentó furioso—, salgan de aquí —Dio por terminada la conversación haciendo un ademán en dirección de la puerta. Sin embargo, el rubio se dio gusto subiéndose al escritorio para atraparle por el cuello de su pulcra camisa.


—¡No me voy a ir hasta que me pongas en el torneo! —exclamó zarandeándolo un poco—. ¡Soy el tercer mejor duelis…! —Lanzó un vistazo rápido a sus dos amigos, enseguida, se corrigió—: ¡El cuarto mejor duelista, así que debo estar ahí! —demandó sosteniéndole la mirada al castaño.


La verdadera razón por la cual Seto Kaiba no quería inscribirlo, iba más allá de sus escasas habilidades en el juego de cartas. Como, atinadamente, insinuó el faraón, el CEO detestaba al rubio. Su manera de actuar tan despreocupada, su fe incondicional en que las cosas iban a salir bien, en que todo se solucionaría por arte de magia y, sobretodo, esa maldita manía de invadir su espacio personal. Joey Wheeler no le tenía miedo, ni siquiera respeto, se lanzaba a atacarlo como si del peor enemigo se tratara y él, por más que quería ignorarlo, no podía. Algo dentro de sí le provocaba un escalofrío al tener tan cerca al frustrante chico.


Podía distinguir el fuego en esos color miel, tan intenso que sentía su propio interior ardiendo. Todos sus pensamientos perfectamente ordenados se estrellaban contra un caos desconocido e incómodo para él. Igual que en los códigos de programación cuando al ejecutarlo saltaba a la pantalla el mensaje de error.  Esa era la mejor manera que tenía para describir sus confrontaciones. Esa era la mejor manera para definir lo que Joey Wheeler era en su vida. Un molesto error de informática, uno que no tienes idea de cómo solucionar.


Lo peor de todo es que tampoco podías eliminar esa parte porque desconocías las consecuencias que podría generar. Así que la falla seguía ahí, burlándose en tu cara, impidiendo tu avance. Descontrolando todo a tu alrededor y, sin importar cuántas veces reescribieras el programa, el error volvía a aparecer. El empresario, con frustración, retiró las manos que se ceñían a la fina tela de su camisa para, en un ágil movimiento, apartar al rubio. Estaba por poner la mayor distancia entre ellos pero el impulsivo chico retomó su ataque.


Kaiba esquivó el puño que pretendía alcanzar su mentón, asimismo, el que trató de asentar en su sien. Después, harto de la situación de verse agredido en su propia oficina, tomó al impertinente muchacho para estrellarle la espalda contra el bello escritorio, luego, incapaz de pensar coherentemente, el castaño se posicionó arriba del cuerpo que se movía de un lado a otro. No necesitó mucho esfuerzo para aprisionar ambas muñecas con una mano y, en un intento por detener los pataleos, se sentó sobre los muslos ajenos.  


—¡Kaiba, por favor suéltalo! —chilló el de ojos amatistas, quien pretendió correr hasta ellos pero el faraón le detuvo.


—Descuida Yugs, un niño rico como él no me intimida —Le guiñó a su preocupado amigo, luego sonrió altanero—. Espero que estés dispuesto a ensuciar tu ridículo traje.


Con renovadas fuerzas, el rubio comenzó a luchar para liberar sus extremidades pero le era imposible deshacer el agarre. Tal vez, en estos momentos, Seto era un empresario, educado y serio, sin embargo, había crecido en un orfanato donde era indispensable saber cómo defenderse. Por lo mismo, no importaba cuánto esfuerzo hiciera, jamás conseguiría zafarse. Una sonrisa egocéntrica se dibujó en su rostro, haciendo que el otro se enfureciera más.


—¡Maldito bastardo, ya verás cuando te borre esa horrorosa mueca! —gritó colérico.


Los alocados intentos por soltarse ocasionaron que los adornos, el teléfono, el portalápices e incluso la computadora portátil, cayeran al suelo. El sonido logró hacer que el castaño se cuestionara su torpe proceder. ¿Por qué demonios perdía la cabeza con ese idiota? ¿Cómo es que terminaba por prestarse a sus infantiles riñas? Su actitud le volvía loco, le impedía pensar con claridad. Los ojos color miel le miraban con odio mientras continuaba lanzando maldiciones e insultos hacia su persona. Con enojo, pretendió tapar la escandalosa boca, no obstante, tuvo que retirar la mano para evitar que fuera mordida.


Sus ojos azules destellaron con excitación. Una parte de él quería amaestrar al rubio, demostrarle quién era su dueño. Aplastar su espíritu. Volverle el fiel y sumiso perro que espera en la entrada de la casa. Contradictoriamente, le gustaba así, impertinente, rebelde, ladrando y rompiendo todo a su alrededor, sin dejarse domar. Siendo una fiera, una bestia, un digno adversario que lo descontrolaba, que le obligaba a salir de su apatía. Un ser irrespetuoso que le gritaba a la cara por atención con un lenguaje tan vulgar que le disgustaba de sólo escucharlo.


Sus cavilaciones repararon en la palabra usada. ¿Gustar? ¿Cómo pasó de odiarlo a ese otro sentimiento? Ahí estaba de nuevo el bucle infinito de alarmas que se aglomeraban en su cerebro. Tenía que alejarse, recuperar la calma pero cómo hacerlo cuando el otro era incapaz de cerrar la boca. Frunció el ceño. Reclamos, insultos, palabras que carecían de sentido. Los gritos no hacían más que enojarlo, sacarlo de quicio. Cegado por los sentimientos caóticos dentro de sí, el CEO tomó la mandíbula del rubio para mantenerla paralizada, sin miramientos la apretó los suficiente sacándole un quejido.


—¡Cállate de una maldita vez! —exigió. El rubio iba a retomar su ataque verbal pero el empresario hizo un movimiento drástico. Selló la boca contraria con la propia. Una exclamación escapó del menor de los tricolores, mientras el faraón lo giró rápidamente para cubrir los hermosos ojos amatista de tan atroz fechoría.


Porque eso era. En su momento de frustración y cegado por el mar de emociones descontroladas, había cometido una bajeza pero sentía una infinita satisfacción por ello. Por robar de la manera más vil un simple beso. Tal y como esperaba, Joey se agitó iracundo. Gruñendo. Pataleando. Peleando con todo su ser. Con esa intensidad que le caracterizaba y él se estaba volviendo loco. Quería más. Aventurándose se atrevió a invadir la cavidad ajena, despertando la furia en el agredido, quien, al verse atrapado debajo del fuerte cuerpo, optó por lastimarlo de la única forma que estaba a su alcance.


El castaño se separó rápidamente, observando los labios que profanó salpicados con sangre. Ese perro lo había mordido, asimismo, aprovechando su sorpresa, le arrojó hacia un lado para escapar de su agarre. De un salto regresó al piso, alejándose velozmente para volver al lado de sus amigos. El pequeño se revolvió nervioso puesto que el faraón se negaba a descubrir sus ojos.    


—¡Infeliz esto no se va a quedar así! —amenazó retirando con la manga de su chamarra el rastro de saliva y sangre impropia. Los ojos color miel resplandecieron con odio puro.


—Joey, creo que es mejor retirarnos —El egipcio le dirigió una mirada molesta al dueño de la corporación antes de comenzar a caminar en dirección de la salida, guiando a su compañero, sin dejar de taparle  el rostro.


—¡Voy a encontrar la forma de entrar a tu estúpido torneo y limpiaré el piso con tu prepotente rostro! —Al distinguir la rabia, el empresario no pudo más que lamerse los labios.


—Estaré esperando Wheeler —El susodicho frunció el ceño, enseguida, se dio la vuelta para salir de la oficina, no sin antes azotar la puerta tras de sí.


Con lentitud bajó del escritorio, no hizo ademán de levantar las cosas. Se sentó sobre su cómoda silla para observar a través de la enorme ventana. Su mano derecha aflojó el nudo de su corbata, luego, subió hasta su cabello, el cual alborotó ligeramente. En poco tiempo logró distinguir las tres figuras. Sus ojos azules se clavaron sobre Joey. Sonrió. Por supuesto que se enfrentarían en el torneo y él, estaría más que dispuesto a enseñarle algunos trucos a ese incorregible animal. Porque  Seto Kaiba sabía que una vez que le das de comer, el perro callejero vuelve a rascar la puerta de tu casa. 

Notas finales:

Joey: ¿Por qué soy al único que lo tratan así? —revisando los demás fics.


Seto: Porque es la única manera en que entiendes —cruzado de brazos, el rubio le mira molesto.


Joey: Saben que, no, me rehúso a estar con ese egocéntrico idiota —pasea sus ojos miel por todo el cuarto— ¡Exijo que me lo cambien! —con decisión toma al pequeño tricolor para atraerlo a su cuerpo y abrazarlo posesivamente— ¡Quiero a Yugi!


Atem: ¿Disculpa? —tic nervioso en su ceja izquierda. El rubio se abraza más al menor.


Joey: Él es lindo, educado y bonito —Yugi se sonroja mientras los presentes asienten con la cabeza—. Además, es mi mejor amigo, lo voy a tratar bien —el faraón da un paso al frente—. Prometo ser gentil, jamás le haría daño y… 


Atem: Joey —estira su mano izquierda— devuélvemelo —al ver el enojo en el faraón, los otros dos espíritus se acercan al rubio para arrebatarle al pequeño.


Bakura: En ese caso creo que todos merecemos un acostón con el enano —sonríe siniestramente.


Yami Marik: Estoy de acuerdo —observa el delgado cuerpo con lujuria— deberíamos hacer una orgía, tú llevas a Ryo y yo a Marik —coloca sus manos en la cintura del menor, asimismo, el ladrón comienza a acariciarle el vientre.  


Yugi: ¡No hagan eso! —Completamente rojo pero preocupado al ver la oscuridad llenar el lugar—. Mou hitori no boku no les hagas caso, sólo quieren hacerte enojar —intenta zafarse en vano.


Ryo: Como siempre —suspira.


Marik: Es momento de darles una lección —le guiña un ojo al amable albino, luego, ambos se colocan a los lados del faraón para aferrarse a sus brazos—. Ya que todos están eligiendo, nosotros queremos una noche con el faraón.


Ryo: ¿Por qué conformarnos con una noche? Mejor un día entero —acaricia la mejilla del antiguo gobernante.


Marik: ¡Que excelente idea! Empecemos ya para aprovechar el tiempo —se dan la vuelta para alejarse con el espíritu del rompecabezas, el cual está bastante confundido.  


Yugi: ¡No es divertido! —el pequeño se revuelve nervioso— ¡En serio van a permitir que eso suceda! —mira mal a sus captores.


Bakura: Vamos a ver quién cede primero —carga al de ojos amatistas para salir corriendo detrás de los otros chicos.


Yami Marik: Esto se pone cada vez más interesante —se une a la persecución.  


Seto: ¿Aún quieres a alguno de esos lunáticos? —el rubio suspira antes de comenzar a caminar al lado del empresario.


Joey: Al menos podrías intentar mejorar tu actitud —los dos salen del lugar en dirección opuesta a la de los demás.


Rini: Lamentamos los conflictos internos —se masajea el cuello— estos chicos son un caos.


Rina: En eso estamos de acuerdo —suspira— recuerdo que, en mi antigua escuela, tenía este tipo de discusiones. Siempre hago parejas con mis amigos. Era genial porque ellos se prestaban a mis tonterías pero siempre había unos que no querían al que les elegía, así que comenzaban a hacer, según ellos, mejores parejas, arruinando en el proceso las que ya tenía —sonríe— me divertía mucho con ellos. Imaginen chicos de entre veinte y veinticinco años toqueteándose y gritando que preferían hacerlo con fulanito en lugar de zutanito —ríe—. Esos viejos tiempos.


Rini: Como sea, esperamos que les haya gustado. Nos vemos en otro fic.    


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