La guerra fue atroz, no hubo ningún tipo de piedad. Poco tiempo después de iniciar, la población humana se vio drásticamente reducida. Los países comenzaron a preocuparse por nosotros los ciudadanos y comenzaron a resguardarnos, pero no es ese el inicio de mi historia, sino el día en que la guerra dio inicio.
Recuerdo ese día con perfecta claridad. Yo iba en metro hacia la primaria, desde lo de Baek, mi madre me hizo aprender a usar el transporte público para llegar a la escuela, ella ya no me llevaría más. Después del metro debía arribar un autobús, el cual me dejaba frente a mi escuela. Pero ese día al llegar a la parada donde espero el autobús, comencé a notar cosas extrañas, iniciando porque había menos gente de lo usual, pero más tráfico de lo normal y la poca gente presente en las calles estaba alterada y parecía estar preocupada, fue un poco más notorio cuando un automóvil con un señor vestido de traje, paro alarmado frente a mí y una chica, indicándole a ella que subiera rápidamente y sin titubear lo hizo, salieron velozmente del lugar, supuse ese sujeto era su padre. Pero fue totalmente obvio que algo estaba mal, cuando vi las camionetas del ejército con soldados y civiles, solamente hombres. Tarde entendí que eran los padres de familia y mayores de edad reclutados, solo porque lo vi, lo vi sobre uno de esos vehículos, mirando a la nada tristemente, resignado.
-Papá!!! – Grite rasgando mi garganta, el volteó y me miró con una expresión de sorpresa, supongo que él no se esperaba yo lo viese marcharse de mi lado de esa forma. – Papi!... –Grite una vez más mientras corría tras el vehículo en el que se lo llevaban lejos de mí.
-KyungSoo!!! PARA!! – Su voz era imponente y fría, pero eso no evito que yo notase las lágrimas que amenazaban con caer de su firme mirar. Debido al tráfico, la camioneta se detuvo y él pudo bajar- Ve a casa con tu madre y tu hermano. Yo volveré – No sé por qué razón no le creí, sabía que si permitía que se lo llevaran, que si dejaba que eso pasara… no volvería a verlo jamás.
-No te vayas, no nos dejes… no me dejes- Supe entonces que jamás debí haber hecho nada de esto, ya que finalmente las lágrimas de mi padre se abrieron paso por sus mejillas. Me sentí tan culpable, Debí haber hecho como si no lo hubiese visto. Uno de los dos debía ser fuerte y por más ganas que tenia de partirme en llanto en sus brazos en ese momento, como en varias ocasiones lo había hecho, no podía, no debía, sabía que esto ya era demasiado difícil para él.
-Debes subir! – Le dijo uno de los soldados a mi padre con una evidente indiferencia. Voltee a verlo, no sabía que pensar, mi padre no era como esos hombres, mi padre me amaba, amaba a mi madre y nos lo demostraba, mi padre no era frio e indiferente como esos miserables hombres, a ellos les han hecho amar más a su país que a su propia familia, ¿qué sería de el en ese lugar, fingiendo ser alguien más, olvidando que hay quienes esperan por su regreso?
Mientras me perdía en mis propios pensamientos, finalmente mi padre me lo dio, el último abrazo que habría de recibir de su parte. Cedí, no pude soportarlo más, me sujete a su cálido abrazo y deje salir mi llanto, antes de darme cuenta ya estaba hipando y le rogaba que no se fuera. Tuvo que soltarme y arribar la Jeep. Me dio un beso en la frente y me dijo “Te amo Soo” por última vez. Me quede con los bazos estirados sollozando y viéndolo despedirse mientras la Jeep avanzaba lentamente debido al tráfico. No quería déjalo ir, mis pies comenzaron a responder y antes de notarlo iba caminando tras el vehículo. El tráfico se desahogó un poco por lo que el Jeep iba más rápido, comencé a correr, el llanto nublaba mi vista, la impotencia mantuvo un nudo en mi garganta y mi padre solo me veía con tristeza.
Finalmente no pude más- ¡También te amo Papá!- fue lo último que le dije, fui hacia la acera y me derrumbe, alce la vista por última vez ese día, solo para ver a mi padre llorando, mientras se marchaba.
Afortunadamente, la guerra aún no llegaba a mi país, por lo tanto no se corría peligro al estar en las calles, pero no se recomendaba. No tenía ganas de llegar a casa, pero valla que las ganas que tenia de romper en llanto y gritar eran incontenibles, fui hasta mi casa a pie, lloré todo el camino, la imagen de mi padre con el corazón roto y marchándose, hacia que mi alma se partiera en miles de cachitos, iba a paso lento y por el camino más largo que pude recordar, por donde quiera que iba o miraba, la gente estaba destrozada, lloraba o simplemente se veía incompleta, sin vida. La guerra no beneficia a nadie, perjudica más de lo que ayuda, pero los humanos somos estúpidos y no lo vemos.
Llegue a casa al anochecer, a pesar de ello, mis ojos seguían hinchados y mi corazón seguía roto e inestable. Fui directo a la sala, mi madre estaba recostada en uno de los sillones, con la cabeza sobre una almohada la cual estaba sobre el regazo de mi hermano, parecía una zombi y no dejaba de sollozar mientras veía a la nada, Baek solo acariciaba su cabello mientras intentaba procesar lo que estaba pasando. Ninguno de los dos se inmutó con mi llegada, no me sorprende, mi madre amaba bastante a mi padre, y a pesar de que mi padre no amaba a Baek… Baek tenía una especie de aprecio por él. Deje mi mochila sobre uno de los sillones, me arrodillé ante mi madre, bese su mejilla, giro su mirada hacia mí, me dio una débil sonrisa y después callo en llanto. Sus gritos llenaron la casa completa. Baek solo miraba asustado y yo me quede arrodillado junto a ella, sujetando su mano, hasta que se quedó dormida entre su llanto. Me pude desahogar mediante su sufrimiento, porque a fin de cuentas, ambos teníamos la misma pena, cargábamos con el mismo insoportable dolor.