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|2MIN|MI INOCENTE AMOR: Entre lo prohibido y lo inquebrantable. por MissHyde

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Notas del capitulo:

Lamento la tardanza. Ya saben, la universidad y eso... Muchas gracias a las que han llegado a leer esta historia amorfa. Les loveo <3~ 

Acá, capitulo 2.

CAP. ll

 

Aquel sentimiento, aquella tan extraña sensación para mi en aquellos días. Me acompañó desde entonces a cada minuto, a cada instante de mi vida. No sabía como llamarla, como evitarla, cómo entenderla… Solo sabía una cosa, y era que deseaba verlo sonreír todo el tiempo. Ver aquellos ojos altones curvarse y cerrarse en una mueca divertida, producto de una carcajada.

 

—Tae… Oye, ¿me estás oyendo, tonto?... ¡TAEMIN!

—¿Q-qué? —respondí saliendo de mi acostumbrado trance. Me encontraba sentado en el patio del colegio, con un emparedado a medio comer en mi mano derecha y mi vista perdida en aquella amplia cancha de futbol.

—Que si me oíste, ¿te vas a comer ese emparedado si o no?

—Ah, no, tómalo…

 

Me era imposible comer o concentrarme en otra cosa cuando él se encontraba a solo unos cuantos metros de mí. Con su rostro concentrado en patear la pelota, completamente inmerso en su mundo. Y es que para mi hermano el futbol se había vuelto su mayor hobby.

Ahora era más alto, más de lo que su edad debía aparentar. Su cuerpo ya comenzaba a dar el estirón, su cara era más afilada y de vez en cuando, si le pasabas a un lado ciertos aromas se desprendían de su cuerpo. Aunque la forma redonda de sus enormes ojos seguía intacta. MinHo tenía 12 años.

 

Yo, pues 10. Y lamentablemente aún mantenía ese aroma a leche, característico de los bebés.

 

—¿Te sucede algo? —negué de inmediato, sonriéndole a mi amigo.  

—Estoy bien, Jinki. Solo pensaba en el examen de matemáticas. —mentí, como de costumbre ante su preocupación—. ¿Estudiaste?

—No, pero de seguro Hongki sí. ¡Sentémonos cerca de él! —asentí, no era que fuera un mal estudiante. Pero las matemáticas eran mi punto débil—. ¿Estás seguro que no te pasa nada?, ¿Algo te cayó mal….? Dime, ¿¡Fue el emparedado verdad!?

—¡Ya te dije que no es nada! —dije ya algo hastiado, pero era imposible que me enfadara con él. Con su cara algo triste, sus labios me sonrieron a manera de disculpa.

 

Cuando sonó la campana, nos dirigimos a nuestra aula. Mire por última vez hacia la cancha, suspirando, viéndole fruncir el seño disgustado por no haber terminado su partido.

 

El día transcurrió algo lento. Había sido sencillo copiarme de HongKi a la hora del examen, además, no era la primera vez que hacia aquello. Ir a la escuela de alguna manera para mí ya no era tan divertido como lo era antes, tenía amigos, sí, pero ellos no eran el problema, sino que las cosas parecían haberse vuelto obligatorias.

 

Me daba cuenta que todo empezaba a cambiar regularmente. Ahora tener notas altas era algo casi primordial, al igual que lo era tener amigos y usar el uniforme pulcramente. Y no solo mi alrededor comenzaba a cambiar si no que yo también, porque a veces tenía la necesidad de estar solo y a veces me aterraba hablar con otras personas. 

Me eran aburridas las clases, y hasta me enfadaba ver a ciertos profesores sentados en sus escritorios ignorándonos. Como si fueran dioses.

 

Pero mi tortura se terminaba junto con la última clase del día. Me levantaba de golpe de mi asiento y corría hacia la entrada para esperar a mi hermano e irnos juntos a la casa. Su salón siempre era el ultimo en salir.

 

Y en ocasiones él era el ultimo en hacerlo, pero no me importaba esperarle. Esta vez, duré casi media hora postrado ahí  y no me había dado cuenta de ello.

 

Pero cuando su espesa cabellera negra apareció, me alegré:

 

—¿Aún sigues aquí, Taeminie? —su voz, aún mantenía ese dulce trato que tenia desde siempre. Tan maternal. Tan… Tan él.

—Por supuesto —dije sonriendo—. ¡Te tardaste mucho!

—Mi profesora me castigo… Lo siento. —pasó su mano entre sus rebeldes mechones y emprendimos nuestro camino a casa. Como siempre, el caminando con su pesado morral y yo, prácticamente feliz de la vida. Con mi pequeño bolso de lado y parloteando sobre cada cosa que se  me venía a la mente.

—¿Qué hiciste esta vez, eh? —le hable y al parecer, lo saque de sus pensamientos.

—¿Ah?... ah, me salté una clase junto a otros chicos. Queríamos terminar nuestro partido, jeje.

—¡¡¡Saltarte las clases!!! ¿Por qué no dejar eso para después?

—Oye… El mayor soy yo. —dijo algo divertido ante mi reacción.

 

Desde que nuestra madre nos permitió trasladarnos solos de regreso a la casa, sentía algo de miedo, pero ambos siempre caminábamos despreocupadamente, sin mirar atrás. Ignorando los potenciales peligros u obstáculos que veíamos en nuestro camino. Pero siempre alertas a todo.

Nuestro hogar tampoco quedaba muy lejos, pues solo eran dos largas cuadras. Cada una con casas de familia y varios negocios de comida rápida. Siempre que llegamos gritábamos: “Ya estamos aquí” casi al unísono.

 

Pero esta vez fue diferente, y culpo a mi despistado hermano por eso.

 

—Oh…  ¡espera un segundo! —comenzó a buscar entre sus bolsillos desesperadamente. Luego en su mochila, pero nada que aparecía aquel manojo de llaves.

—¿Las perdiste?... ¡Mamá nos dijo que la mantuviéramos segura!... Y… y….. —Oh dios, me había entrado el pánico, y no por habernos quedado afuera de la casa sin poder entrar. Tampoco era por el miedo a ser raptados por quien sabe quien. Todo eso había pasado a segundo plano cuando:

—¿Pero que es lo que te pasa….? —preguntó incrédulo, pero al notar mi cara petrificada y mis piernas juntarse la una a la otra fuertemente, en un intento de detener que un desastre ocurriera… Lo supo—. ¡¿Ahora?! ¡Rayos Taemin no pudiste haber ido en la escuela!

—¡No puedo ponerle horarios a mi vejiga!... Debes hacer algo porque… no lo lograré. —y es que debido a no haberme comido mi almuerzo, y tomarme solo mi jugo de manzana, mi estomago vacio además de la reciente caminata contribuyeron a una bomba de tiempo que batallaba por ser liberada.

 

 

MinHo tocó varias veces al timbre de la casa, pero nadie salía, y para mí el tiempo parecía pasar más corto de lo que en realidad pasaba. ¡EXPLOTARÍA EN CUESTIÓN DE SEGUNDOS!.

Incomodo, dejé caer mi mochila con disgusto y me dediqué a contar del uno al cien para intentar calmarme, obviamente sin éxito. MinHo iba de un lado a otro asomándose por las ventanas, revisando debajo de la alfombra y los materos para encontrar la llave de emergencias que supuestamente debería estar cerca.

 

—¡Apresúrate!

 

Se volteó y me miró de mala gana.

 

—No es mi culpa que andes meándote… ¡Ve y busca un árbol si tanto te urge! —dijo señalando hacia la nada. Y voltee el rostro fastidiado, notando que debía quedarme lo más quieto posible o si no algo malo le pasaría a mis pantalones.

 

 

En un ligero golpe de suerte, recordamos una ventana trasera que casi siempre estaba abierta en la cocina, y que era lo suficientemente baja como para que él y yo la alcanzáramos trepar.

Rodeamos la casa y suspiramos tranquilos al verla abierta, aventé mi mochila por ella  rápidamente y me dispuse a treparla. Pero para mi desgracia, y mis piernas débiles, al intentarlo quedé en una posición no muy grata.

 

Con medio cuerpo dentro de la casa y la otra mitad fuera, atascado. Con el trasero al aire.

 

—¿Necesitas ayuda? ¡Jajaja! —dijo tratando de no carcajearse, pero de igual forma le fue inútil. Yo seguía dando pisadas en la pared para tratar de impulsarme, pero al notar mi completa falta de fuerza, el se acercó a mí y puso su mano en mi trasero. De inmediato me removí algo avergonzado, y sin saber porqué, sentí mi cara incendiarse debido al repentino calor en mis mejillas.

—¡¿Qué rayos haces?!

—¡Trato de ayudarte, tonto! Pareces un gato bañándose, ¡Quédate quieto! —comenzaba a tratar de empujarme esta vez con ambas manos en mi parte trasera, lo hacía con la típica fuerza que siempre tuvo desde pequeño, y entre más lo hacia más vergüenza me daba. Hasta que un ruido fuerte se escuchó en el techo, se detuvo y ambos guardamos silencio.

 

Mi hermano, que creyó saber de donde había provenido aquel sonido. Retrocedió unos cuantos pasos hacia atrás, intentando mirar al techo… Entonces, vio lo que parecía ser un ladrón salir de la ventana del baño, saltando hasta una pequeña escalera que nuestra madre usaba para regar las plantas colgantes en la pared, y huir rápidamente al saltarse la cerca del vecino.

 

—¿M-minho…? —le llamé algo asustado, pero no me dio tiempo de  decir algo más, en un movimiento rápido me había empujado con fuerza adentro, haciéndome soltar un fuerte quejido de dolor al aterrizar de cabeza, y otro más cuando su mochila cayo sobre de mí. A él solo le llevo dar un leve salto para entrar también, de inmediato salió despavorido gritando y subiendo las escaleras corriendo:

 

—¡Mamá! ¿¡Mamá en donde estas!?... —yo le seguí segundos después, sobando mi cabeza de aquel reciente golpe, hasta mis pasos eran tambaleantes. No sabía qué pasaba—. ¡MAMÁ! ¡EN DONDE ESTÁS! ¡MAM…!

—¿PORQUÉ TANTO ALVOROTO, MOCOSO? —exclamó saliendo del baño HeeChul, con sus ojos algo rojizos y sus finas cejas arqueadas peligrosamente—. ¿Y?, ¿A qué se debe  tanto grito?

—¿Hee…? ¿D-donde… donde está mamá? —miré a mi hermano a mi lado, hiperventilando un poco debido a que por un momento pensó que algo mal había pasado, aunque yo ignoraba aquello. No había visto nada.

—Salió hace poco al mercado… ¿Qué te sucede Minho… Aún temes que el coco se la lleve? —él negó. Y HeeChul rió bajo, encaminándose a su habitación.

 

Pero a pesar que parecía tan tranquilo, MinHo sabía exactamente lo que había visto y oído.

 

—Vi a alguien en el techo. —reveló, haciendo detener el andar de nuestro hermano—. Vi a alguien salir por la ventana del baño.

—¿Viste… qué viste exactamente? —HeeChul se había girado por completo, y pude notar cierto nerviosismo en su rostro… Pues yo creía conocer ese estado de sorpresa simulada.

—A un hombre salir por la ventana. —repitió—. ¡Creí que era un ladrón o un asesino, qué se yo! Por eso buscaba a mamá… Pero solo estás tú, y no parece haber pasado nada. ¿Era un amigo tuyo?

 

Un silencio inundó aquel pasillo. Y recordé que debía ir al baño.

 

—N-no sé de que hablas. —su voz por un momento tembló—. Pero no le digas nada a nuestros padres, si se asustan por cuentos inventados tuyos no me dejarán salir.

—Pero yo…

—¡NO VISTE NADA MINHO! ¿OK? —

—No es verdad… —

—NINGUNO VIO NADA… ¿Entendido? —Hee le había tomado el cuello de su uniforme, haciéndole callar y mirarle justo a los ojos, ambos asentimos repetidas veces. Cuando nuestro hermano desapareció detrás de la puerta de su alcoba, yo corrí al baño para por fin poder evacuar. Mientras que MinHo se quedó allí, pensativo.

 

A la hora de cenar, el ambiente era como de costumbre. Mamá iba de un lugar a otro mientras preparaba la cena, yo la ayudaba a poner la mesa mientras MinHo estaba arriba haciendo sus deberes. Y HeeChul, encerrado como de costumbre en su habitación, inmerso en sus cosas de adolescente.

Me gustaba ver cocinar a mi madre. Y oírla maldecir bajito cuando algo se le caía me divertía.

 

Papá estaba llegando recién de una de tantas reuniones que tenia últimamente. Estaba trabajando en un nuevo proyecto para una película, y a pesar de que se le notaba cansado por las largas horas que cargaba sin dormir, componiendo y escribiendo, mantenía en su rostro una amplia sonrisa. Y pensé que MinHo había heredado eso de él.

 

 

Cuando la mesa estuvo lista, y  todos en la mesa comiendo estaban ya. El ambiente se tornó cálido y acogedor. Yo, como siempre, o al menos al estar con mi familia, parloteaba de cosas sin sentido. De lo aburrido que me parecía la escuela, de los chistes de JinKi y la ingenuidad de HongKi. De lo lindo que se le veía el cabello corto a mamá, o del agradable sabor de la leche de plátano que tanto me gustaba. Aunque MinHo aún pensaba en lo que había sucedido, y haciendo caso omiso a las palabras de nuestro hermano mayor, sin pensar en las consecuencias decidió sacar el tema a la superficie:

 

—Oye, má…

—¿Si, Minho? —respondió ella sin quitarle la vista a su plato, aún riéndose de cierto chiste que había contado HeeChul, algo sobre los políticos y los cerdos.

—¿Sabes si hay ladrones en la zona…? —inmediatamente, HeeHee se había atragantado con un bocado de arroz.

—¿Cómo dices…? Pues no lo creo mi amor, vivimos en un complejo residencial muy tranquilo… —no se porqué presentí que algo sucedería.

—Pues qué raro, porque esta tarde vi….. ¡Ahhhhh! —mi dulce, dulce y ojón hermano se había caído para atrás con todo y silla. Y eso gracias a que él estaba sentado justo en frente de HeeChul, que había extendido su pierna y empujado la silla con su pie en un intento de callarlo.

—¡Mi dios! —mamá se había levantado a ayudarle, pero mientras lo hacía no pudo evitar reírse, es que se había caído de una manera tan repentina y chistosa—. Te he dicho que no te balancees en ella con los pies.

—Yah, no hagas eso de nuevo Minho. —dijo papá. Al parecer nadie notó que en realidad no había sido él.

 

 

Yo por mi parte miraba la escena un poco sorprendido, sin decir o hacer nada. Miré a mi lado derecho, y la mirada penetrante del mayor se posó en mí, haciéndome tragar en seco y parpadear repetidas veces. HeeChul se había inclinado ligeramente hasta mi oído, susurrando un: “Si cierras el pico no te ocurrirá lo mismo, Taeminie.” Para luego alejarse y sonreír.

 

MinHo volvió a sentarse en su silla con molestia. Y terminó de comer con la misma actitud. Nuestros padres decidieron servirse un par de copas y quedarse a conversar en la cocina, una vez la cena concluida. Me había quedado solo, y decidí subir a mi habitación para hacer algunos de los deberes de la escuela que tenía pendientes, sin embargo, MinHo no estaba en la habitación.

 

Solo había dos lugares en los que podría encontrarlo, el jardín trasero o el baño. Y como ya era de noche lo más probable era lo segundo.

 

Toqué dos veces a la puerta, y escuché un ligero sonido de su chapoteo en el agua:

 

—¿E-estas ahí, Minho?

—Si, pasa. —giré el pomo de la puerta y entré. Él estaba en la tina, sumergido hasta los hombros, con algo de espuma rebosando los bordes.

—¿Estas tomando un baño de nuevo? —no sé porqué me molesto el hecho de que estuviera haciéndolo solo. Es decir… Ambos habíamos tomado un baño juntos ya, ¿Por qué hacerlo de nuevo? ¿Porqué no avisarme…? ¿Por qué… por qué me ponía así?

 

“Me estaba volviendo loco…”

 

—Necesitaba pensar. El agua me da tranquilidad. —dijo él, suspirando el aroma de las esencias de baño. Pensando en lo sucedido en la cena.

—¿Porqué no tomaste una ducha entonces?

—Ya sabes como se pone mamá con respecto a abrir esa puerta de vidrio. —guardé silencio, y él me miró de reojo, cosa que me hizo incomodar un poco.

Yo estaba de espaldas a la puerta.

 

 

 

— ¿Quieres entrar también?

 

Mi corazón dio un pequeño respingo ante su pregunta. Pero pasó desapercibido cuando sonrió, y no dude más de un segundo en desvestirme y entrar a la tina junto con él.

 —No te mojes el cabello, eh! —asentí, y una vez sentados frente a frente el pareció volver a ser el MinHo de siempre, con esa actitud relajada y encantadora.

Comenzamos a jugar con las burbujas, a fingir tener una barba y reír como Santa Claus, a reírnos el uno del otro por las muecas que hacíamos.

 

—Te caíste muy feo hace poco. —comenté mientras él con sus dedos quitaba la espuma jabonosa de mi rostro.

—Ni me lo recuerdes, ya me vengaré. —frunció el seño levemente—. Heechul sabe quien era esa persona, estoy seguro.

—Deberíamos ignorarlo, ya viste lo que te paso.

—No me asusta. Jamás lo hizo.

—Pero…

 

 La puerta del baño se había abierto repentinamente y ambos nos volteamos.

 

Ahí estaba el mayor mirándonos decidido, mientras colocaba el pasador al picaporte.

 

—Vaya vaya, pero si aquí están los dos bebés grandes, ¿Están disfrutando de su baño? —habló acercándose hasta nosotros, con un andar peligrosamente lento hasta estar completamente frente a nosotros—. Ustedes… ¿Hasta cuando seguirán actuando como una pareja de esposos?

—Eso no te incumbe. —respondió MinHo de manera altanera. Yo solo me quedé callado.

—¿Qué no me incumbe? Serás tonto… ¡Por supuesto que si! Dime, ¿Crees que no es raro que un niño de tu edad ande haciendo cosas raras con su pequeño hermanito…? ¡Nuestro hermanito! —Por un momento corto, sentí que algo picó todo mi cuerpo de pies a cabeza.

—¡No estamos haciendo nada malo!

—¿Y qué sé yo? Solo ustedes saben lo que sucede cuando están solos… —y jaló con fuerza de su cabello, haciendo que su cabeza y su espalda se arquearan hacia atrás—. ¿Qué diría nuestra madre si le digo esto, eh? Que su hijo del medio sea un pervertido.

—¡Suéltalo ya! —le grité llevando ambas manos sobre él, zarandeándolo. Pero mi intento de heroísmo resultó en empeorarlo todo. HeeChul nos había metido de cabeza en el agua y nos mantuvo así por al menos dos largos segundos:

 

Con mi nariz inundándose de agua, y mi corazón latente a mil por hora, me aterroricé. Aunque por un momento pude percibir unos destellos brillosos mientras luchaba, la paz y el oxigeno volvieron a mí de golpe cuando su mano aflojó la presión en nuestros cuellos.

 

—Ustedes mismos se lo buscaron. ¡Creo haber sido claro y les dije que no le dijeran nada a nuestros padres! Ahora… Como al parecer ustedes, par de espositos no saben lo que es guardar un secreto, recurriré a la extorción. Y esto va principalmente para ti, Minho. Si de nuevo se te pasa por la mente abrir la boca, le diré a mamá que andas de cochino con Taemin, ¿Lo captas? —sentenció. Y ambos quedaron mirándose por largos segundos, sin que ninguno apartara nunca la mirada. Sin la más remota intención de dar su brazo a torcer, determinados, seguros de sí mismos. Eso era una prueba de que efectivamente, los dos eran tan obstinados que jamás, JAMÁS, sucumbirían a la derrota.

 

 

Yo estaba mudo, no sabia en qué momento se había formado ese nudo en mi garganta. Pero no era debido a la anterior ahogadilla forzosa, yo aún tocía secamente buscando aire.

 

Estaba aterrado de las palabras de Hee. Pero, ¿Eran solo sus palabras las que me aterraban? ¿O mi miedo se debía a que era cierto… Tal vez lo que  MinHo y yo hacíamos era mal visto?

 

—No hacemos nada malo. —susurré sin darme cuenta y sentí ambas miradas sobre mí.

Y esa voz vino a mi de nuevo, aquella voz que no escuchaba en largo tiempo: “Sabes que mientes.”

 

—Eso lo sé… —dijo Hee, con una voz grave que a mi parecer se escuchaba llena de culpa y vergüenza.  Y levanté la cabeza para mirarlo sorprendido, fundiéndome con su opaca mirada—. Sé que Minho te cuida mucho, es todo. Pero si esto es lo que debo hacer para que ninguno  de los dos hable, lo haré.

—¿Quién era esa persona? —pregunté con una voz casi inaudible, más por curiosidad en su actuar  que por otra cosa.

—Eso no les incumbe a ninguno. Solo… Solo manténganse al margen de lo que vieron. —y en menos de lo que me había dado cuenta, HeeHee había abandonado aquel cuarto de baño.

No sin antes arrojarnos encima una enorme toalla seca.

(…)

Notas finales:

Deposite sus opiniones aqui~ No sea tacaño plz.


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