Disimuladamente sostienes con fuerza mi mano bajo la mesa, permaneciendo esta así cautiva entre tus largos y delgados dedos. Siento el tibio sudor que recorre tu palma y entonces logro comprender cuan temerosa encuentras la tan sola idea de que de un segundo a otro tire la toalla y me retire dejandote solo frente a tu más grande temor. El valor nunca fue una de tus cualidades.
Pero estoy aquí, junto a ti. Y agradezco a cualquiera sea la fuerza que hasta ahora me ha retenido de ponerme en pie y romperle la cara a ese señor frente a nosotros que no para de insultarnos a gritos mientras tajante nos señala con una mirada que expresa una mezcla vomitiva entre odio, vergüenza y repulsión.
Desvías la mirada, más yo la mantengo firme y desafiante, orgulloso como solo yo lo soy, porque más que nunca ahora debo ser fuerte, por ti y por mí. No planeo expresar duda o temor alguno que justifique los estúpidos argumentos de quien en este momento nos ladra palabras que para mí son puras incoherencias. No me permitiré demostrar arrepentimiento por lo que siento y por lo que soy.
La señora rompe en llanto, en su mirada llena de lágrimas cualquiera podría notar como esta se pregunta “¿Qué hicimos mal?”, y mientras sorbe lo fluidos que desbordan de sus ojos y nariz busca una respuesta, respuesta que nadie en esta sala puede brindarle, mucho menos tú, que ahora sollozas mientras de seguro internamente buscas las fuerzas que te faltan para sobreponerte a esta situación. Pero ambos sabemos que no eres lo suficientemente fuerte como para hacerlo.
Por lo mismo no me causó mucha sorpresa cuando te incorporaste de tu asiento y exclamando con la voz quebrada un estruendoso ¡¡BASTA!! Literalmente corriste desapareciendo en un abrir y cerrar de ojos de la escena, dejándome a solas con tus padres, quienes solo atinaron a quedarse boquiabiertos mientras yo en este momento corro tras de ti, temiendo que cometas alguna locura.
Mis pies se mueven por si solos. Mil pensamientos funestos se remueven furiosos por mi mente. Siento el palpitar de mi corazón tras mis ojos y la boca reseca en exceso mientras corro en tu búsqueda. Finalmente te encuentro. Encorvado y vencido, moviéndote con lentitud hacia el asiento más cercano del parque.
Aun en la lentitud de mi andar, estoy ante ti antes de que siquiera te des cuenta. Solo reaccionas cuando suavemente coloco una de mis palmas sobre tu castaño cabello, levantas la vista y de forma tímida sonríes. Suspiras y rompes el silencio en un tono casi inaudible.
-No resulto muy bien que digamos ¿verdad?
-Siendo sincero, no esperaba una reacción más positiva que la dada.
-…-bajas de nuevo la mirada acompañando el gesto con un respingo- Lo sé-
A través de la palma de mi mano, que ahora acaricia con suavidad uno de tus hombros, puedo sentir y reconocer los espasmos que recorren tu cuerpo. Tomo asiento a tu lado para atraerte hacia mí y estrecharte con fuerza, puesto que las palabras nunca fueron mi fuerte y ahora intuyo que sobran. Te aferras a mi espalda mientras repites una única palabra que hace eco en mi cabeza.
“Perdón”
A pesar de que aquí tú eres el que sufre me pides disculpas. Unas disculpas que no tienen razón de ser, pues ni tú ni yo somos culpables de nada. Pero esa amabilidad tuya, lo único que logra es sumirte en una espiral en la que no consigues más que efímero aprecio ajeno.
Desde el inicio, el “tú” que conocía no era más que simple apariencia, un alegre muchacho tan tímido y distraído hasta el punto de ser casi desesperante…cualquier tonto hubiera afirmado que eras feliz. Pero desde un inicio, yo sabía del verdadero "tú", aquel que con tanto esfuerzo disimulabas.
Estoy seguro que así es.
-¿Yutaka?- te veo directo a los ojos cuando te escucho pronunciar mi nombre con un tono empalagoso con el que no acostumbro a oírte. Toses, en un intento de restaurar lo grave de tu ahora un tanto afectada voz.
-¿Qué hay con ese tono tan pasivo? Shima-chan - rio mientras tú te ofuscas de una forma muy poco varonil.
De inmediato un silencio incomodo se instala entre los dos. Volteas la mirada en busca de disimular lo vidriosa de esta. Esta fue tan solo una mas de las tantas veces en que te vi llorar.
Quiero desvanecer tu dolor, y lograr que experimentes lo que es realmente ser feliz.
Si es por eso, estoy dispuesto a sacrificar el “yo” y adoptar el “nosotros”
Esta bien, incluso si es un camino sin retorno.
*****
No soy de quejarme pero desde hace bastante que la tensión (no precisamente sexual) entre ambos se ha vuelto realmente molesta. Y es que tu despreocupada forma de vivir el día a día y mi maniática obsesión con el orden de mis tareas y demás acciones contrastan, sí, pero no de la mejor manera.
Yo lucho por mantener en orden nuestra relación, para así evitar que esta no nos afecte en los demás ambitos, y viceversa. Pero al parecer en Babia no es lo mismo, puesto que tú no reconoces mi esfuerzo.
En realidad, creo que tú realmente eres incapaz de diferenciar pies de manos. Total, ambos terminan en dedos ¿Verdad que si, Shima?
*****
La misma escena repitiéndose una y otra vez en un bucle sin fin.
-¡CARAJO! ERES UNA MOLESTIA.
Y tu un desagradecido.
-¿CUANTAS VECES TENGO QUE DECIRTELO?
Las que hagan falta.
-¿QUE TAN ALTO DEBO DE GRITARLO?
Lo suficiente para que el mundo entero lo oiga.
-¡SI SOLO ERES TU!… ¡SIEMPRE FUISTE SOLO TU!
Es en lo único que quiero creer.
-¡MIS OJOS!… ¡MI CUERPO!… ¡MI CORAZÓN!
Mi alma...mi vida…mi sentir.
Todo, todo solo por y para ti.
*****
En el centro del vórtice…la imagen se desvanece…en línea recta …huyendo…distante y a su vez familiar…frio…opresivo…angustiante…nada me rodea…no es acogedor…realidad que se desdibuja…culpa…demasiada culpa…¿Pero por qué ?... el “todo” no es como lo creía…
El brusco zarandeo de unas manos me devuelve a la realidad. Con pesar levanto mi rostro del escritorio donde descansaba hace apenas instantes para luego acomodarme a mis anchas sobre el respaldo de mi asiento. Te veo a los ojos con frustración, retrocedes mientras volteas la mirada.
-Te retorcías y gritabas en sueños, pero no decías nada coherente.
-¿Fue así? Realmente no recuerdo mucho de lo que acabo de soñar.
-¿Ni siquiera algún detalle?
-Bueno, sí- hago una pequeña pausa, pensando sobre si realmente era bueno continuar-En medio de mi reciente sueño yo…lloraba.
-No seas ridículo-lo dices a la vez que tu rostro se torna sombrío- Ambos sabemos muy bien que eres incapaz de derramar lagrima alguna.
Te volteas y te diriges a nuestro cuarto, dejándome ante una enorme pila de libros por repasar. Realmente detesto estudiar, pero al menos es mucho más fácil que entablar una conversación con Shima sin terminar discutiendo.
*****
¿Cuándo fue que ocurrió?
¿En qué momento deje de ser yo el racional de la relación comenzando a confundir manos con pies?
Por más que lo intento no logro recordarlo. Las mutuas escenas de celos junto a nuestras peleas diarias han desgastado mi sentido del pasar del tiempo y mi visión pulcra y clara referente a nuestra relación.
Solo puedo determinar que fue hace bastante tiempo ya que el “todo está bien” entre nosotros ya no es más que palabrería.
Nos aferramos a una esperanza que es como la inercia: nos mueve hacia adelante haciéndonos creer que realmente seguimos avanzando.
*****
Recuerdo cuando comenzamos a vivir juntos hace apenas unos años. Un par de muchachos transitando la recta final en busca de finalmente convertirse en adultos.
Ambos sabíamos que no sería facil, pero prometimos esforzarnos. Era al fin tiempo de vivir a nuestra manera. Nada ni nadie volvería a meterse en nuestro camino.
Me viene a la memoria tu mal disimulada sorpresa en ese entonces al comprender que todas las noches dormiríamos juntos en la misma cama. Me miraste como preguntándome si era en serio, a lo que solo sonreí a manera de un "¿Y porque no?”.
Sonreíste.
Feliz a la vez que apenado, sonreíste.
Y no creo que nadie pueda culparme por en ese momento pensar que realmente podríamos ser felices por siempre.
Lamentablemente, no supe predecir que el principal enemigo de cualquier relación no siempre se encuentra en el exterior.
*****
Afuera pareciera que diluvia. Pero el mal tiempo está a la par con nuestra relación.
Espalda contra espalda, apenas rozándonos. Lo que en un momento fue una acción realmente tensa entre los dos se ha vuelto cotidiano con el paso de las últimas noches. Ya ninguno hace reproche alguno respecto a la situación, pero sinceramente no creo que el ignorar los problemas sea mejor que llorarlos.
En la oscuridad de nuestra habitación existe un abismo que rápidamente se ensancha, dirigiéndonos a cada uno en direcciones opuestas.
A través de mi dorso siento como tu cuerpo es consumido por espasmos. Como en las noches anteriores, vuelvo a hacerme el desentendido aun sabiendo que tú eres consciente de que yo realmente no estoy dormido.
Cada noche, sin falta alguna, nuestros cuerpos se unen espalda contra espalda. Cada noche, como si de un pedido de ayuda se tratase, lloras silenciosamente.
Ira, frustración, tristeza, culpa…todo eso se derrama junto a tus lágrimas. Y yo permanezco aquí a tu lado pero sin saber muy bien que hacer.
Me volteo y te tomo con firmeza. En la húmeda oscuridad que nos envuelve adivino tu rostro inexpresivo y lágrimas en tus ojos y mejillas. Sabes lo que va a ocurrir pues noche tras noche se repite. Aún tengo la desfachatez de sonreir, entregandome junto a ti a nuestra actual realidad.
Te beso firme y bruscamente. Nuestras leguas danzando al compás del desenfrenado contacto. Aún en la oscuridad, a través del tacto logramos visualizar el contorno de nuestros labios, el interior de nuestras bocas, la piel expuesta del contrario bajo nuestras manos. Oímos nuestros gemidos envolviéndonos con fiereza como prueba del placer compartido.
Mutuamente nos lamemos y mordemos sin pedir permiso ni perdón. Abandonándonos a nuestra verdad, caemos juntos en un placentero vacío emocional.
Brusco, acomodo tus piernas por encima de mis hombros, e igual de brusco arremeto en tu interior.
Ni lagrimas ni ruegos. Con el pasar de las noches logras aceptarme con total naturalidad.
Tú cálido interior envuelve mi miembro en un abrazo tibio a la vez que húmedo. Embestida tras embestida los gemidos mutuos las acompasan. No hay un intercambio real de palabras, solo jadeos incoherentes.
En estos momentos, ambos solo somos uno.
Pero el final es previsible. Rápido y constante, junto al clímax el ritual llega a su fin. El “uno” vuelve rápidamente a ser dos individuos.
Me desplomo a tu lado. ¿Porque continuamos con esto? Es la incógnita que se hace presente en la habitación.
No hay respuesta.
Te permites recostar tu cabeza sobre mi pecho mientras yo te acepto entre mis brazos, preso de una agridulce sensación de satisfacción.
Afuera pareciera que diluvia…pero aquí, sobre mí, como si de un reclamo se tratase, silenciosamente derramas tibias lágrimas que siento arder al contacto con mi piel.
Cada noche sin falta alguna, lo mismo sucede.
*****
La situación se ha salido de control. En estos momentos somos dos seres enemistados bajo un mismo techo.
Cuando la palabra “púdrete” se vuelve tan regular que pierde todo significado, sabes que ya todo está perdido.
Aun así, me niego a dejarte ir.
*****
“Perdón”
Fue lo último que alcance a susurrar mientras te miraba a los ojos. Sonreíste levemente, como si gran parte del peso que te agobiaba se hubiese desvanecido. Perdón, fue lo último que atine a decir, pero al parecer fue más que suficiente. Y provoco en mí una repentina sensación de revelación.
Tu que siempre junto a mi vivías culpándote, solo deseabas que yo aceptada al menos una fracción de mi parte. Pues el peso de la culpa de ambos era demasiado para uno solo, pero aun así supiste llevarla por todos estos años.
Te subestime. Miles de veces me repetí que eras débil, que no debía dejarte solo, pero ahora caigo en que eso era solo lo que yo quería hacerte creer.
No eres débil, nunca lo fuiste. El único débil en nuestra relación fui yo. Consciente de la verdad pero sin nunca enfrentarlo, mientras era víctima de mi propia inseguridad ahondaba la tuya, para que nunca fueras capaz de alejarte de mi lado.
En otras palabras, hice desgraciada tu vida, mientras me decía que en realidad estaba dando lo mejor de mí por ti.
Nunca fue un perfecto “nosotros” como quise creer. Éramos solo unos imperfectos “tu” y “yo” luchando por sacar a flote algo que desde el inicio comenzó mal. Porque si desde el principio no me hubiese concentrado tanto en hacer esta unión duradera ambos la hubiésemos disfrutado mucho mas. Después de todo, nada es eterno.
Soy consciente de que aún nos amamos, pero el daño ya está hecho y no se puede retroceder el tiempo.
Es bueno saber en qué momento hace falta dejarlo, y en este caso es mejor tarde que nunca.
Y solo...Perdón. No puedo ni tengo derecho a decir más.
Este es el último instante juntos antes de la separación.
Dándome la espalda, curiosamente bien erguido, caminas lento pero a la vez enérgico. Cada paso dado te aleja un poco más de mí, desvaneciéndote en la distancia.
La realidad que me rodea es fría, opresiva, angustiante. Con el pasar de los segundos siento como esta se mueve al ritmo de una espiral desdibujándose poco a poco.
Aún logro verte con cierta claridad.
Con la cabeza en alto como hace mucho no te veía, caminas en línea recta. Tal vez una última lágrima recorra tu mejilla, pero no más.
Preso de una nueva seguridad (la propia) encaras al mundo sin miedo a lo que la vida te depare.
Deslumbrante, tu imagen se pierde a lo lejos entre la multitud.
Me volteo quedando frente al camino que decidí tomar, pero por tan solo un momento me permito mirar tras de mí. Como suponía, tú ya no te encuentras allí.
Con renovadas esperanzas prosigo a avanzar, porque puede que al final de la ruta decidida nos volvamos a reunir.
Este reciente entusiasmo, que en estos momentos embarga mi ser de pies a cabeza, se prueba así mismo derramándose en forma de tibias lagrimas por este rostro, que egoístamente deseo nunca olvides.