Quizás deba presentarme primero, pero ya tendremos tiempo de conocernos, solo les basta con saber que esta historia, si no es muy ególatra decirlo, se trata de mi, de como llegué hasta donde estoy hoy.
Creo que todos hemos tenido esos momentos en los que decidimos mirar hacia atrás, ver el camino que hemos recorrido y no podemos evitar sorprendernos porque, a más de alguno le ha pasado, que hay momentos que dices “ya está, no puedo seguir viviendo”. En esos momentos no puedes evitar ver el fin, quizá no de tu vida pero si del sentido de esta, y comienzas a pensar en aquellos detalles, aquellas personas y situaciones que te ayudaron a salir de ahí, o en los peores casos, quedarte sumido en ese ambiente de soledad e inconformidad.
En fin, mi historia comienza hace algunos cuantos años, iba en el instituto y recién trataba de asumir a la totalidad algo que me moritficaba cada vez que le preguntaban a mi madre si tenía novia, o bien, si tenía una, jamás duraba lo suficiente como para presentarle a mi familia, pero realmente... No era como si yo fuese malo, o eso creo, solo que las chicas no me iban y cada vez que querían ponerse en serio yo huía de la situación. Hasta que un día algo pasó, lo recuerdo bien, fue un día de otoño. Al iniciar la jornada...
-Buenos días alumnos-
El saludo de mi profesora siempre me pareció algo forzado, parecía como si cada día fuese una tortura estar ahí para nosotros, pero que se le va a hacer.
-Buenos días profesora-
Ahora que lo recuerdo, jamás la saludé junto al curso, siempre llegaba dos segundos antes que ella cerrara la puerta y como iba con auriculares nunca escuchaba cuando ella saludaba y para cuando dejaba mi bolso en la silla y paraba la música ya todos habían saludado.
-Buenos días señor Lanc-
-Buenos días profesora Joan-
-¿Cuándo va a ser el día que no tenga que saludarlo a usted espe....
Realmente ya me sabía tan bien ese discurso que le dejaba de prestar atención a la mitad y volvía a sentarme, ya que a ella le gustaba que uno se levantase para saludarla. Paso un rato hablando al curso, cosa extraña, ya que por lo general, ella saludaba y luego escribía en el pizarrón las instrucciones de su clase. Así que me decidí a verla y escuchar que decía, para mi sorpresa allí estaba ella parada al lado del pizarrón donde había un nombre anotado y a su lado un joven que parecía normal, su pelo era de color cobrizo, ojos verdes y su piel era blanca con algunas pecas. Su uniforme era igual que el nuestro pero sin las insignias, era un uniforme provisorio y su estatura era media, quizá 1.72 m y su figura delgada, más bien parecía que le faltaban unos cuantos almuerzos. Me quedé viéndolos a ambos hasta que algo me sacó de mi nube analizadora.
-Bueno Cristopher, puedes tomar asiento al lado del señor Lanc.
-“¡¿Al lado mio?!, !¿Acaso esta mujer está loca?!”
Si, eso pensé, no era muy de socializar con la gente y mucho menos cuando había logrado mantener el asento a mi lado vacío por casi cuatro años. Esa mujer se había metido con mi record y, obviamente, yo estaba molesto. No me agradaba compartir mis libros y mucho menos mi tarea, pero en fin, en ese momento tuve que guardarme mi queja y ver como el nuevo se acercaba a mi sonriendo.
-Mucho gusto, mi nombre es Cristopher Drown-
-Drew Lanc-
Si... tampoco era bueno presentándome, solo decía mi nombre y con eso me daba por satisfecho, pero ese chico me extendió la mano en saludo. Hubiese sido muy cortés de mi parte extender la mia pero solo le señalé la silla para que se sentara. Ahora que lo pienso era bastante... irritable cuando joven. Bueno, la clase pasó sin inconvenientes, la señorita Joan, como insistía que le llamásemos, hizo su clase con normalidad y al no usar el texto de estudios, no se forzó otra conversación con el chico nuevo. Pensé que estaba a salvo pero cuando estaba caminando al salón de la siguiente clase escuché una voz desconocida llamarme.
-Hey! Drew!-
Su voz era muy suave y llena de vida, recuerdo que eso era lo que me molestaba de él. Recuerdo que solo me giré y lo miré, era el chico nuevo que venía corriendo hacia mi con un lapiz en la mano y un cuaderno.
-Gracias por esperar, quería pedirte tu número de celular...
Si, al parecer el podía socializar hasta con una roca y yo no estaba muy lejos de ser una. El chico hablo y hablo... y hablo hasta que me extendió el cuaderno, su sonrisa me indicaba que ya había terminado de hablar.
-No le doy mi número a cualquiera-
-Oh, perdona si te molesté
-Como digas, tengo clase-
Si... Sé lo que me van a decir, debí ser más amable, pero él era demasiado entusiasta y me provocaba dolor de cabeza. En fin, me fui a mi clase y para sorpresa no tan grata, el chico también estaba en esa clase. Al profesor parecía gustarle demasiado molestar a los nuevos, pero para su sorpresa, este se le hizo muy duro de molestar, cada pregunta que le hacía el chico respondía conrrectamente, incluso le corrigió una materia que el profesor había anotado mal en la pizarra. Si, el chico era todo un dolor de cabeza, pero inteligente, eso le daba un punto a favor.
Para el final de la clase el chico ya había marcado su lugar y el profesor dejó de molestarlo, fue molesto ya que en vez de pasar todo lo que dijo, solo pasó la mitad. Bueno, la tercera clase fue más tranquila, ya que me encontraba en mi zona de confort y además ese chico no estaba, pensé que la “tortura” había acabado por ese día pero al salir...
-¡Hey, Drew!-
Ese chico al parecer no se rendiría tan rápido, me di vuelta esperándolo ya que, mi madre me decía que si alguien te llamaba por tu nombre, merecía la pena ser escuchado. En ese momento odié su consejo.
-Gracias por esperarme-
-Deja-vu-
-Si, al parecer si-
El chico se rió, creo que el imaginó que mi frase era una broma, pero decidí no aclararlo ya que perdería más tiempo así que solo lo miré para que siguiera su frase.
-Oye, ¿Tu sabes donde puedo comprar ese libro del que habló el profesor es que...
Y aquí vamos de nuevo, el chico habló y habló de una cosa que tenía que ver con otra cosa, me aburría y solté esas palabras como escape a su aburrida charla
-Sigueme-
-¿Eh?, ¿A dónde?
-A la librería
El chico parecía confundido pero me siguió, habló de una y otra cosa pero al no responderle creo que prefirió callar. Realmente su presencia no era desagradable, claro, mientras mantuviese la boca cerrada. Llegamos a la librería y yo seguí mi camino dejándolo ahí, el se despidió pero solo seguí caminando hasta llegar a casa, lo que pasaba ahí no era relevante, gastaba, por lo general, las horas en mi cuarto con mi hurón que mi madre me había regalado después de uqe me sorprendiera viendo un documental de ellos, solía ser demasiado... estresante que buscara cualquier señal para hacerme un regalo y así suplir su ausencia. En fin, a Nana le agradaba dormir en mi pecho mientras yo leía, siempre me decían que tuviese cuidado con ella ya que podía tragarse algo pero cuando la sacaba de su jaula se quedaba conmigo así que no me preocupaba. Como sea, pasaron los días y este chico se seguía sentando a mi lado en todas las clases que nos tocaba juntos. Realmente él podía hablar de cualquier cosa, desde el clima hasta por qué se cree que los ovnis existen. Era demasiado particular pero poco a poco se me fue haciendo agradable su compañía. Pero... ¿Conocen el dicho que dice, el destino todo lo apura?, bueno, creo que ese día el destino se hizo sentir.