El timbre en la puerta de Nicolás interrumpió su sueño, entreabrió los ojos para buscar su celular y mirar la hora. Pasaba de media noche.
Talló sus ojos para despertar bien, luego salió de la cama con las pantuflas puestas. Caminó hacia la puerta principal y abrió.
-Hola.- alzó las cejas, ¿por qué ese criminólogo estaba parado en su umbral? –¿Cómo has estado?- frotó sus ojos más fuerte para mirar mejor, ¿qué hacía ahí?
-¿Qué haces aquí?- preguntó mirándolo, ¡estaba molesto! Porque los últimos días no le había hablando ni por broma, y ahora aparecía ahí, a mitad de la noche, ¿qué quería de él?
-El caso está cerrado, hace unas horas se dictó el veredicto del juez, y tuve que hacer papeleos necesarios que me consumieron el resto del día, por eso apenas vine.- susurró sonriendo, esperando que Nicolás comprendiera.
-Pero no me has llamado, ni me mandabas mensajes, no supe nada de ti, es como si la tierra te hubiera tragado y escupido en la puerta de mi casa.-
-Mi trabajo se volvió absorbente.- hizo una leve reverencia para disculparse por ello. –Pero todo el tiempo me preguntaba en cómo estarías, no podía venir a visitarte ni nada porque la ultima vez levantaste sospechas entre tus amigos.- tenía razón, cuando lo llevó a la universidad todos comenzaron a hablar de ellos.
-Pero Diego.- susurró curveando una sonrisa lastimera. –Por eso mismo todo esto tiene que terminar.- porque no quería estar escondiéndose para amarlo y tener que dar explicaciones cuando alguien los mirara.
-¿Qué estás diciendo, Nicolás?- preguntó con su voz entrecortada.
El nombrado mordió su labio inferior.
-Ya no me busques.- susurró presionando sus manos.
Diego lo notó, así que estiró una de las suyas para tomarlas, haciendo que lo mirara al rostro.
-Quizá cuando te gradúes.- susurró Diego acercando su rostro para besarle, quizá ese sería el ultimo que recibiría de esos labios.
-Diego…-
-Yo te esperaré.- susurró con su mano en la mejilla contraria. –Buenas noches.- sonrió lastimero, luego lo soltó y se giró.
-¡Espera!- gritó Nicolás desesperado, Diego sonrió complacido. –Quédate.- susurró.
…
Tras el segundo orgasmo el cuerpo de Nicolás cayó a la cama, agitado, sudando, pero feliz.
Diego también se recostó, estaba cansado pero satisfecho.
-Aun me gustas.- susurró Nicolás mirándolo, tenía su pecho descubierto y no podía nivelar su respiración. –Mucho.-
-También me gustas.-
-Cuando me gradué, entonces podremos ser felices.- susurró extendiendo su mano para tomar la de Diego. –¿Verdad?-
-Eso espero.- contestó. Entonces Nicolás se sentó en la cama, probablemente se iría a duchar para dormir pero contrario a lo que pensó Diego, el menor se subió a su pelvis, tomó su flácido miembro para situarlo entre sus pompis y comenzar a masturbarlo con ellas.
Las manos de Diego viajaron hasta los pezones contrarios, los que tomó para pellizcarlos, haciendo que algunos gemidos escaparan de entre los labios de Nicolás.
Cuando el miembro de Diego se irguió, lo posicionó contra el esfínter anal de Nicolás para penetrarlo una vez más.