-Yo sólo quiero hacerte el amor.- susurró contra su oído, mientras se introducía lentamente en su cavidad anal. –Sólo quiero que me quieras como te quiero yo.- sus testículos golpearon con las pompis de Nicolás, esté soltó un gemido prolongado. –Sólo quiero que me digas que esta noche eres sólo mío.- retrajo su pelvis para salir lentamente de su cuerpo.
-Sí.- susurró. –Sí Diego, sí.- estaba recostado en el sofá, con las piernas abiertas para darle espacio. –Soy tuyo.- gimió juntando sus tobillos tras la espala de Diego.
-Cómo se puede ser tan cuerdo y estar tan loco por tus huesos.- Diego usó de base sus nudillos, a los lados de las mejillas de Nicolás, para elevarse y mirarlo. -Soy el genio en tu botella, en el trabajo pídeme un deseo y luego bebe de ella y en boca recibe ese beso.- ambos sonrieron.
Nicolás descifró que era suyo también, que estaría ahí para él incluso si estaba en horas de trabajo.
Diego sonrió porque leyó en el rostro de Nicolás lo que quería que pensara. Pues, como todo criminólogo, sabía el arte de manipular.
Retomó el vaivén contra el cuerpo en turno, la forma en la que el esfínter de Nicolás lo apretaba eran diferente, incluso, a cuando tenía sexo anal con alguna de sus muchas novias. O era sólo el dulce placer de saber que tenía a ese estudiante a su disposición.
Tan enamorado, tan tonto. Tan delicioso.
-Ahh…-
Dejó de embestirle para salir de él, se sentó en el sofá y tomando las caderas del menor lo hizo sentarse sobre su pelvis, dejando sus pompis contra su abdomen, tomando con sus manos los mulsos de Nicolás para abrir más sus piernas.
Las separó tanto como pudo y comenzó a embestirlo de nuevo, el golpeteo ahora era más audible, también los chasquidos húmedos productos del pre semen que estaba segregando y a la saliva que había quedado en la entrada de Nicolás de cuando lo dilató con un beso negro.
Los ojos de Nicolás estaban en blanco, cuando podía abrirlos alzando las cejas no se percibía la pupila, era tan placentero estarlo haciendo con su criminólogo. Sentía su duro y erguido miembro penetrándole hasta los intestinos, presionando sus manos en el interior de sus muslos, y su aliento chocando contras su espalda.
Una embestida más profunda y las manos de Diego aferrándose a su cadera plantándolo contra su pelvis mientras eyaculaba hicieron que toda la fuerza que tenía Nicolás se fuera, dejando su cuerpo como si de una muñeca se tratara.
Diego movió su cadera al sofá, haciendo que cayera sobre él.
Miró las pompis ajenas y notó que escurría semen de entre ellas.
-Diego…-
Tomó sus rodillas para separarlas, jaló la cadera de Nicolás para acomodarlo de nuevo, perfiló su miembro en su esfínter anal luego le penetró.
Nicolás presionó sus ojos sintiendo la embestida más suave.
Retomó el vaivén, saliendo y entrado, chocando sus testículos con las pompis, haciéndolo gemir cada que le penetraba. Diego sonreía.