La soledad es efímera en el paisaje a mi alrededor, donde los suaves y rosados pétalos caen al ritmo del danzante viento. Apenas puedo sentir su tacto sobre mi piel. Y, difícilmente, evito amargos recuerdos en mi mente.
El gran árbol de sakura se alza imponente ante mi débil figura. Se deja apreciar, intimidando con su gran tamaño, pero a la vez regalando una vista sin igual. Mi sangre y corazón corren veloces al ver tan hermoso espécimen, que se asemeja a una perfecta obra maestra, la cual parece que podría desaparecer con tan solo tener contacto con algo que no sea de su propio entorno; rompiendo su armonía habitual. Por lo cual mi pulso tiembla con cada centímetro de cercanía que obtengo segundo a segundo.
Mis pasos, lentos, aumentan. La armónica belleza sigue fija en mis ojos, mientras el deseo de llegar a él aun me carcome; sin descifrar aún que quiero hacer con exactitud. Pero, el apreciar solo con la vista es algo que mi sistema me prohíbe. Necesito terminar con aquella pura armonía, a pesar del profundo escalofrío que me atormenta cada vez que pienso en mi futura fechoría. La razón, simple: soy un pecador por naturaleza. Como todo ser humano buscó los límites prohibidos anhelando en silencio el resultado de mis actos. Pero, intento no sentir culpa al ser tan consciente de los errores que cometo, si es que así se les puede llamar.
-Tsukishima...- aquel susurro se impregna en el paisaje en pocos segundo, mientras las lágrimas empapan mis pies y poco a poco me consumo en aquel nombre y todo lo que lo conforma
De repente, el rosa de un pequeño pétalo rápidamente se convierte en verde. Pienso en tus ojos; camuflados con el fresco césped y compartiendo el brillo del radiante sol. Luego :ambos no llevan reflejado algo más que la muerte. Mientras tu inerte cadáver yace tirado en el suelo.
Tu cuerpo y el mio. Desnudos, compartiendo la misma temperatura y el latir de ambos corazones siguiendo el ritmo del otro. Los besos que se tomaban una pausa para respirar antes de retomar su labor, mientras que nuestras manos recorrían cada milímetro de nuestra piel.
No quiero ver mas alla de esto. No quiero pensar mas en algo que me recuerde aun mas a ti. Pero, soy un completo inútil al nuevamente estar frente a este árbol que no hace mas que seguir creciendo y extendiendo su vida, mientras tu cuerpo se descompone y se hace uno bajo la tierra de la que naciste.
Eres mi tormento de todos los días. Por ti lloro cada mañana, a pesar de que me excuse. Cada muñeca que nace de mis manos viene acompañado del deseo de que, alguna de tantos, pueda ser tu. Pero, los milagros no existen, a pesar de que se me valla la vida rezando por ellos.
Mi latir, con resonante rebeldía, se impone ante la paz que anteriormente presencie. Mi temperatura hierve, calentando todo mi cuerpo. Siento que me desarmó, que cada fragmento que me compone se desprenderá al igual que los pétalos del árbol, pero nuevamente debo ser consciente de que es inútil desear un milagro, ya que si eso pasara volvería a tu lado, como tanto lo deseo. Lastimosamente, aun mi cobardía no me ha llevado al limite del suicidio, ya que todavia siento tu presencia azotandome dia y noche, torturándome hasta en los buenos recuerdos. Y esto es lo que aun me mantiene vivo, ya que no quiero que te desvanezcas con el viento. Quiero mantenerte intacto sobre esta misma tierra por la que diste tu vida. Por eso mismo, yo me entregare a ti, sin importar cuantos años pase derramando lágrimas y rezando por milagros imposibles. Tallare y dejar intacta en rocas aquella huella que dejaste borrosa en la tierra que luchaste.
No te dejaré morir jamás, a pesar de que yo mismo me esté marchitando por dentro. Porque aun te amo y jamas dejare de hacerlo. Así: este eterno masoquista se entrega a tu recuerdo, soportando todo dolor.
Por eso, mi unico amor, esperame en aquel paraíso eterno. Te juro que nos volveremos a encontrar y volaremos juntos como los pétalos del árbol de sakura. Seremos libres.