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Egoísta por Angel Atenea

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Notas del fanfic:

Esta historia, como ya mencioné en el resumen, está inspirada en el fic “Feliz” de En Yao, a parte de las diversas situaciones que se han presentado en el Juego de Rol en el que somos partícipes, ella como Takuma Ichijō y yo como Kaname Kuran, no es la primera vez que escribo algo fuera del habitual “Kaname/Zero”, pero sí es la primera vez que lo hago público. ¿Por qué lo hice? Por la sencilla razón de quererlo.

Disfruten del escrito, es sólo un pequeño one-shot para expresar un poco las acciones de Kaname conforme a la situación.

Notas del capitulo:

Título: Egoísta

Categoría: Vampire Knight

Clasificación: K

Género: Romance

Advertencia: Mención de harem. Shônen ai.

Disclaimer: Este Fanfiction no persigue ningún afán lucrativo, todos los derechos de autor de Vampire Knight son única y exclusivamente propiedad de ©Matsuri Hino, creadora de la franquicia

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Egoísta

Por: Angel Atenea

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“Es tan subjetivo el amor, que es egoísta”

Eugenio María de Hostos

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En el mundo, hay muchas formas de amor, muchas maneras de amar. Está el amor libre, el amor fraternal, el amor puro, el amor codicioso, el amor mentiroso, el amor platónico, el amor romántico, el amor masoquista, el amor unilateral,… el amor egoísta.

Y entre amores egoístas vive Kaname Kuran.

Lo que nadie le quita es que el vampiro de sangre pura cuando ama, ama intensamente, pero su forma y manera de amar busca encadenar, atrapar, cortar alas y enjaular. Quizá porque en un pasado perdió ante un sacrificio a su persona más importante, o sencillamente era algo que estaba dentro de su naturaleza, lo cierto es que nunca le gustó compartir y a esas alturas de la vida, no pretendía hacerlo.

Muchas veces, el vampiro actuaba como un niño caprichoso y mimado, no abiertamente, por supuesto, eso no formaba parte de él, pero sí lo hacía escondido bajo sutilezas y encantos. Sólo tres personas lograban notarlo, y no lo culpaban, pues los celos siempre eran malos consejeros, sobre todo cuando intentaban molestarlo con esas pasiones, sus arranques eran difíciles de menguar. Y como resultado, todo terminaba entre dolorosas mordidas de su parte y toques aficionados a dejar su marca en la piel ajena.

Pese a la personalidad tranquila, estoica, autoritaria y elegante, Kaname era demasiado sobreprotector con las personas que consideraba enteramente suyas, sí, podía mostrar una calidez y suavidad impresionante, pero su miedo por perder a uno de sus amores, era algo que jamás permitiría, y eso era algo que no entraba en discusión. Su amor era asfixiante y limitado, sin embargo, era su única forma de amar, y tanto Yûki, Zero y Takuma, las personas más importantes para Kaname, lo consentían, tal cual era.

Kaname Kuran amaba a ese trío con un fervor arrasador y devoto, tanto así que si alguno de los tres pretendía dejarlo, no se lo permitiría, optaría por encerrarlo en una jaula de cristal antes de concederle la libertad. Su amor muchas veces alcanzaba a tornarse cruel y desenfrenado, pero era un amor entrañable.

Los tres le pertenecían, ni más ni menos, no compartía, aunque Takuma se escapaba un poco de la regla, pues tenía a Sara y a Senri; Zero rozaba la línea con Kaito, muy a pesar de Kaname. Sin embargo, el rubio tenía la particularidad de saber sobrellevar la situación sin rebasar los límites del joven de cabello castaño oscuro.

Takuma era una persona especial para Kaname, el noble sabía cosas que el sangre pura jamás había compartido con sus otros dos amantes, o por lo menos, no mucho. Fue el primero en saber su verdadera procedencia, el primero con el que compartió sangre mutuamente y al que le hizo el amor en su nueva vida, el primero en acercarse sin temor, el primero en ser su amigo y el primero en brindarle confort en los momentos más desesperados. Eran miles las razones por las cuales Kaname accedía a los deslices del rubio, pero dejarlo, ni mencionarlo.

El sol se ocultaba en el horizonte, los colores del cielo variaban en tonalidades cálidas, las nubes se confundían con las sombras de la noche que anunciaba su fiel llegada. Lentamente el sol desaparecía tras las montañas, permitiéndole la entrada a la más infinita negrura estrellada, Kaname corrió la cortina, dejando atrás el hermoso paisaje del ocaso.

Mantuvo los ojos cerrados, y al sentir una presencia ajena en la habitación, suspiró, dirigiendo su mirada a la persona de pie en la puerta.

—Zero y tú tienen una particularidad de medir mi paciencia o sacarme de quicio —dijo sin esperar a que el vampiro de ojos color esmeralda cerrara la puerta por completo. El noble se dio la vuelta, sorprendido.

—Ahora, Kaname, ¿qué hice para ser obra de tus celos? —sonrió, era divertido molestar un poco al vampiro, aunque procuraba no pasarse de los aledaños estipulados.

—No juegues con mi condescendencia, Takuma —la profundidad en su voz le dio a entender a su invitado que no se anduviera por las ramas, o si no, le iría mal.

—Pero es cierto —respondió dejando de sonreír, mirando cariñoso a ese par de ojos borgoña—, no sé de qué me hablas.

Kaname suspiró, acortó la distancia que lo separaba del rubio, lo tomó entre brazos, permitiéndose disfrutar de la calidez ajena. Enterró el rostro en el cuello del noble, aspirando el delicioso aroma de la piel expuesta.

—Escúchame, Takuma. No me gusta compartir, ni siquiera sé por qué te dejo estar con Sara Shirabuki y Senri Shiki, si fuera por mí, los desaparecería a ambos para tenerte sólo para mí. Espero que lo entiendas, una cosa es permitirte estar con esos dos, y otra muy distinta a permitirte coquetear y tontear con otros. ¿Quedó claro?

Takuma Ichijō sintió un escalofrío erizarle los vellos de la nuca. Kaname podía soltar amenazas peligrosas y al mismo tiempo tan deleitables, el vampiro tenía una extraña forma de hechizarlo y atarlo a medias. Gimió, el descarado lo guiaba a la cama, sin romper el abrazo y sin dejar de degustar la piel de su cuello.

—Eres de temer, Kaname. ¿Cómo puedes llegar a ser tan posesivo? —soltó otro gemido cuando los colmillos ajenos penetraron en su piel.

Delicioso. Sencillamente delicioso. Adoraba beber la sangre de sus amados, tocarlos, marcarlos e impregnar su olor en ellos, así ningún oportunista se atrevería a acercarse siquiera.

Kaname ahogó un gemido cuando Takuma apartó el cuello de su camisa, saboreando e hincando los colmillos en la piel descubierta. Escuchar el sorber de su propia sangre por parte del rubio, le era inmensamente excitante. Tan erótico y sensual.

Cerró los ojos, disfrutando enormemente el momento, a través de la sangre alcanzaba a ver y sentir los sentimientos amorosos del noble hacia él, lo cual, de cierta manera, reconfortaban; haría lo mismo, le expondría sus sentimientos en cada gota de su sangre. Cuando limpiaron la zona con la lengua, un voraz y ardiente beso sangriento se dio entre ellos, apartando de sí, cualquier duda.

—Dime, Kaname, ¿a qué se deben tus celos? —preguntó el noble, dejándose quitar la chaqueta blanca del uniforme, la corbata, el chaleco y ser exhibido ante los ojos de Kaname.

—Te vi hablando con esas chicas de la clase diurna —dijo sin más, subiendo la manga de la camisa hasta los codos. Llevó el brazo hasta su boca, respirando profundamente la fragancia de la piel—. Vi como tonteabas con esas niñas —en cada frase, su voz iba tornándose más y más oscura, Kaname cerró los ojos, permitiéndose enterrar los colmillos en la carne blanda y beber exasperado la sangre a grandes sorbos.

Takuma gimió producto del dolor, el vampiro de sangre pura estaba siendo brusco, intentando castigarle.

—Sólo estaba siendo cortés —suspiró cuando el vampiro dejó de beber, dejándolo jadeante y suspirando cuando le mordió varias veces el cuello, cediendo en cada mordidas un rastro de manchas rojizas.

—No me interesa, yo sé lo que vi, estuviste muy a gusto con su cercanía… eres mío, ten eso en cuenta —susurró al oído del rubio—, jamás lo olvides, nunca te daré tu libertad, me perteneces.

—Oh, vamos, Kaname —levantó el brazo sano, tocando suavemente la mejilla del vampiro —, abandona esos celos, estás siendo muy injusto.

Kaname lo miró con inmenso amor, no emitió comentario alguno, sólo dio un ligero beso en los labios del noble y reanudó su tarea de mancillar ese cuerpo hasta saciarse.

Porque Kaname Kuran era un “egoísta encantador”, un hombre sumamente protector y celoso, un hombre que amaba profundamente a tres personas y eso Takuma lo entendía, comprendía y aceptaba.

Kaname amaba a Yûki, a Zero y a Takuma por sencillas razones. 

Amaba a Yûki, adorada esa alegría desbordante en ella, la cual le hacía falta a su vida, ella siempre olía a rayos de sol, estaba llena de inocencia y la pureza en su corazón lo hacía sentirse aceptado.

Amaba a Zero, la devoción que le profesaba a ese cazador era a niveles colosales, amaba esa gentileza y bondad que ocultaba bajo una máscara de hostilidad y frialdad, era quien más le entendía, y por si fuera poco, era la viva imagen de su primer amor, por no decir que su posible reencarnación.

Amaba a Takuma, quería a ese noble por el simple hecho de ser Takuma, siempre abierto a él, siempre exponiendo su entusiasmo y optimismo, aceptándolo tal cual es sin juzgarlo de por medio. Takuma era… alguien sumamente especial.

Amaba con locura a los tres, y por los tres sentía unos fuertes deseos egoístas.

Jamás les otorgaría la libertad, jamás se soltarían de las cadenas invisibles que lo ataban a él, no lo haría, era un motivo suficiente para hacerle el amor tan intensamente, tan desenfrenado y tan necesitado a ese cuerpo bajo el suyo, ambos rindiéndose a los actos del erótico placer.

Porque Kaname era un hombre muy celoso, muy sobreprotector, muy sádico, muy masoquista y muy egoísta.

Sobre todo egoísta.


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