No es como si el de cabellos negros tuviera prohibido entrar allí o el rubio no estuviese acostumbrado a cambiarse frente a los chicos del club, era simplemente que a cada quien le incomodaba la presencia del otro.
Al ser los últimos en terminar de limpiar el gimnasio de las practicas, y al estar constantemente ignorándose ninguno de los dos había caído en cuenta que no estaban solos.
Kuroo se había quedad de pie a pasos de la puerta abierta, Tsukishima por su parte estaba junto a los casilleros, sin polera, asunto que llamo la atención del de cabellos oscuros.
Observó atentamente cada movimiento del rubio, y no pudo evitar fijarse en aquel torso de músculos no muy marcados. Solo cayó en cuenta de su mirada cuando el rubio se dio vuelta a reclamarle.
-¿Qué haces con esa tonta sonrisa? Pareces un maldito homo-se burló el rubio con su acostumbrada sonrisa, disfrutando demasiado del momento. Sabía que podría sacar provecho luego.
El de cabellos oscuros ensancho su sonrisa, asiendo resoplar al rubio antes de voltearse y seguir con lo que hacía.
Kuroo se acercó hasta quedar sentado frente al rubio, de nuevo perdiéndose en, la blanca y suave a la vista, piel del menor, y llevando su mirada un poco más debajo de lo que el límite de la ropa le permitía, hasta que su mano fue la que esta vez le traiciono.
El sutil toque de sus yemas sobre su espalda baja hizo reaccionar a Tsukishima. Terminó de ponerse rápido la polera, obligando al otro a apartar su mano y volteo a verle con molestia.
Kuroo soltó una risa burlona ante el actuar del rubio y se lamentó mentalmente el no poder tener más tiempo para seguir observándole.
-Eres un debilucho cuatro ojos-concluyó Kuroo con una amplia sonrisa en su rostro.
Tsukishima por su parte le miro con cara de pocos amigos, sin entender a ciencia cierta lo que quería decir.
-Tu cuerpo… le falta musculo-
-Mira quien lo dice-contraatacó Tsukishima, solo quería joder al mayor.
-Ni siquiera me has mirado para decir eso…-agregó el peli negro, poniéndose de pie junto al rubio, quedando a la altura de este como pocos. Acercó una de sus manos hasta las del rubio y la tomo, aguantándose la risa al ver la desconfianza reflejándose en el rostro del menor, y al momento que se levantaba la polera con su mano libre, acercó la mano del rubio a sus abdominales marcados, obligándole a posar su mano sobre la piel caliente de Kuroo.-¿o prefieres tocar?
Con su ceño fruncido apartó su mano del torso del mayor y le hizo un despreció, desviando su rostro hacía otro lado, antes de abandonar el lugar.
Kuroo se apoyó contra los casilleros, mientras veía el lugar por donde su compañero había salido, sin poder guardarse su sonrisa por más tiempo.
Quizás solo había sido su idea y su vista le había traicionado pues creía haber visto el rostro del menor con un sutil carmín adornando sus mejillas antes de marcharse.
Fin.