El mayor obtuvo tantas emociones brotando desde el fondo del alma que por un segundo olvidó su nombre, de donde venía, lo que debía ser, pero fue solo por un segundo lo que duró su maravillosa libertad mental porque la realidad, la culpa, la ponzoña, lo despertaron con un golpe en la frente y no pudo evitar empujar con quizás demasiada violencia el cuerpo de su hermano menor lejos de si, el otro al no esperar aquel movimiento perdió el equilibrio y terminó cayendo fuera del sofá golpeándose contra el piso con una expresión de desconcierto total que el momento le dejó impregnada en el rostro.
-¿Qué rayos crees que haces Tao? –preguntó realmente nervioso y sin poder eliminar el cosquilleo que aquel pequeño contacto le dejó sobre los labios.
-Y-Yo solo… solo intentaba consolarte… como mamá lo hacía, como cuando éramos niños –explicaba al borde de las lágrimas y con la voz entrecortada.
-Ya no somos niños!! –gritó alterado- está mal… solo no te me acerques –espetó con poco tacto y demasiada furia.
-Lo lamento –dijo el menor entre lágrimas y aún en el suelo mientras Sehun se marchaba a su habitación.
Culpa, esa palabra se repetía una y mil veces, estaba hecho un desastre por dentro, su mente volvía a trabajar a súper velocidad torturándolo, haciéndolo sentir culpable, sucio, pero aquel insistente picor sobre sus labios le decía que soltara todo, que se dejara fluir, que era un simple humano y que si no cedía ahora iba a terminar desquiciándose rotundamente y sin retorno, además de eso la imagen de Tao llorando en el suelo por su causa le destrozaba el corazón, sabía que no solo en esta ocasión si no en muchas otras había sido cruel con el pequeño, haciéndolo cargar una cruz que era solo suya, pero tenía miedo, pavor al hecho de que un solo pequeño gesto de cariño, un mínimo agujero en su infranqueable pared, le hiciese terminar rompiéndolo todo en mil pedazos para dejarse llevar por lo que su cuerpo y mente le pedían a gritos; que tomara a Tao entre sus brazos y no soltara nunca más…
…Hace tanto que no iba a la universidad que la llamada que le efectuaron desde la rectoría no le generó mayor impresión, era obvio que por más duelo en que estuviese viviendo el mundo no dejaba de girar o la universidad de funcionar, tuvo que ir con toda aquella maraña en el alma a escuchar lo que le tuviesen que decir; en definitiva sus proyectos se habían ido por el caño, le dieron dos opciones, la primera era retomar las clases pero aún así la probabilidad de aprobar era muy baja o la otra era pedir un descanso, congelar la carrera para no perder el año y retomar el siguiente, tuvo que tomar la segunda, pero eso no lo hacía sentir menos desgraciado e infeliz ¿Algún día podría sentir placer? ¿Podría volver a sonreír? ¿Podría sentirse humano otra vez? Sehun se sentía muriendo cada día un poco más y aquello tenía una razón por que no existen las cosas que no la tengan, solemos creer que la locura nos atacará de frente con un golpe certero, pero la verdad es que la locura actúa de a poco, con la sutileza elegante que solo conocen los felinos, el temor a enloquecer era quizás el más latente en su vida porque sabía siempre estaba en el límite, había dejado de sentirse humano hace mucho, porque sus sentimientos no podrían ser considerados los de un ser humano, el peso sobre sus hombros era demasiado y aquel hormigueo entibiándolo todo una y otra vez como un déjá vu siniestro recordándole la sensación de los labios de su hermano sobre los suyos no era realmente de mucha ayuda para recobrar la razón, pero lo curioso de todo es que quienes temen a la locura o creen estar desquiciados a menudo no lo están, la locura real no es poética ni literaria, es de calabozos y camisas de fuerza, quien se ha consumido por ella no es consciente por lo tanto cree estar cuerdo, pero aquel borde que separa la razón de la locura es tan inefable que solemos confundirlo.
Pensó de pronto en sus amigos, hace ya rato que no los veía, decidió esperarlos en los pasillos de aquella casa de estudios, quizás lograrían subir su ánimo o podrían recordarle que no estaba muerto ¿Dónde había quedado aquel chico que soñaba con ser arquitecto y construir un castillo para su madre? Lejos, muy lejos en el pasado porque el Sehun reprimido, luchando por contenerse, había llenado todos los espacios quitándole la libertad de ser él mismo, se oscureció, vivir con aquella rigidez no es simple para nadie y por supuesto para él no lo era, incluso alguien podría decir que su solución estaba ahí frente a su nariz, solo déjate llevar, solo hazlo, los animales tienen sexo con sus familiares sin pudor ¿Acaso no somos los humanos también animales? Una parte de su mente le daba ese tipo de respuestas a menudo pero no era suficiente para apagar la culposa moral impuesta por siglos de veto al incesto, una figura morena y la de un chico con orejas prominentes avanzaban hacia él con sonrisas dibujadas, sí, ver a sus amigos era una buena idea.
-Maldito hombre sin expresión ¿Dónde te habías metido? –dijo en tono divertido el chico más alto llamado Chanyeol.
-Cuidando de mi hermano ¿Qué más haría? Ya sabes cómo están las cosas –espetó sin entusiasmo alguno.
-Amigo te hemos extrañado demasiado, cada día más estudio y menos vida –comentó cansado el moreno- a todo esto ¿qué vas a hacer con eso? ¿Qué harás con el tiempo perdido?
-Me llamaron hoy de rectoría, tuve que congelar la carrera, no hay más opciones… ya no estaremos juntos.
-¡Mierda Sehun estas tan deprimido! hay una nube negra sobre tu cabeza, sé que lo de tus padres ha sido terrible pero amigo estas mal ¿Hay algo más que no sepamos? –preguntó Chanyeol.
-Pfff mi vida es un fastidio chicos, ya no sé qué hacer, realmente todo se ha complicado demasiado.
-¿Te gusta alguien? –preguntó Jongin como escudriñando en los ojos ajenos.
-No… o sea quizás, en verdad sí, pero no es tan fácil… -respondió Sehun.
-¡Rayos Sehun solo dile! ¿Qué puede ser tan difícil? Necesitas algo bueno en tu vida, ha sucedido demasiado en poco tiempo –Jongin habló con una mezcla de preocupación y compasión.
En ese momento ocurrió algo que Chanyeol y Jongin no habían visto jamás, el hombre impasible de expresión regular y constante se desarmó frente a ellos, con un gesto de dolor profundo y lágrimas que comenzaron a brotar de sus ojos, porque sí Sehun de verdad era humano, un frágil y común humano, ambos chicos se acercaron a abrazarlo, era obvio que había demasiado dolor encerrado en un cuerpo que no alcanzaba a dar la talla para soportarlo. El tiempo parecía esfumarse mientras los tres hablaban, sonreían e intentaban hacer que el menor entre ellos recordase tiempos mejores, pero parecía que nada podía quitarle a Sehun aquella aura que asustaba profundamente a sus amigos, tenían miedo de perderlo en medio de la tristeza, se miraban entre ambos mientras Sehun hablaba como enviándose mensajes que gritaban por todos lados que debían hacer algo para ayudar, ellos definitivamente querían mucho al chico, vivieron juntos por al menos tres años y compartieron mucha cosas, la conversación seguía fluyendo a medida que el sol se escondía silenciosamente, de pronto el más alto tuvo una idea que pensó sería de ayuda, a veces hacer algo necio y simple era la mejor respuesta ¿no? Nuestro cerebro es más increíble y más estúpido de lo que pensamos, es fácil engañarnos a nosotros mismos para obtener la paz que entrega el desconocimiento.
-¡Chicos! –interrumpió el más alto de los tres- ¿recuerdan aquel día de locura? Fumamos marihuana a destajo, bebimos como enfermos, salimos a bailar y a follar con lo que encontráramos, fue la paranoia total, fue perfecto ¿no creen que deberíamos repetirlo?
-¡Estas enfermo!?? –Lo retó Jongin- no es el momento, que no ves la situación…
-Por eso lo digo, eso nos ayudará a todos y más a Sehun –respondió seguro mirando al moreno- será solo una vez más ¿no quieres acaso olvidar todo aunque sea por un momento? ¿Dejar el mundo de lado, ser tú, disfrutar?
¿Quién no ha aquerido olvidarlo todo? Perder la consciencia lleva a perder el miedo, la culpa y con ello a la libertad, Sehun estaba encerrado y añoraba al menos por un segundo salir de su pequeña jaula…
…Unas horas más tarde los tres reían de modo desquiciado en el departamento que antes fue también de Sehun, ojos rojos y adormecidos, música sonando fuerte, el humo inundándolo todo ¿Cuántos iban? No se podían contar, el menor siempre fue reacio a aquellas cosas pero no pudo negarse a la propuesta de olvidar aunque fuese por un momento, todos queremos huir de algo y buscamos distintos modos de hacerlo, él estaba intentando este, aun sabiendo que al otro día cuando los efectos hubiesen acabado todo en absoluto sería igual, pero lo que no sabía es que estaba equivocado…
Algunas pastillas misteriosas aparecieron de pronto de algún lugar indefinido, puso una bajo su lengua y esperó que atravesara los tejidos hasta su torrente sanguíneo, pupilas dilatadas y felicidad inmediata, el alcohol no fue menos en aquel pequeño paraíso y la euforia los llevó a salir en busca de risas, gente, baile, cuerpos. Estaban en lo que parecía ser un bar, a estas alturas no distinguían muy bien las cosas, Chanyeol se había ido con una exuberante mujer hace mucho tiempo a Dios sabe dónde, Sehun estaba realmente fuera de su mente bailando en medio de la pista, sudaba muchísimo, y gritaba cualquier cosa, Jongin era el menos drogado de aquel trio e intentaba de cierto modo mantener la “normalidad” todo daba vueltas en la cabeza del menor pero por primera vez en mucho tiempo se sentía liberado, una sonrisa con dientes blancos deslumbrantes brillaba en su cara y sus pensamientos eran verdaderamente confusos, solo una cosa era clara como el agua, una sola palabra, una sola persona: Tao.
Sin avisar nada a nadie salió del lugar, hizo un esfuerzo sobre humano por escapar de en medio de los cientos de cuerpos que lo rodeaban bailando al igual que él, no sabe cómo llegará a casa, sale a tientas y avanza por las calles grises con luces amarillentas, bajo el reflejo de la luna observa su sombra y de cierto modo siente que está mirando su alma allí proyectada, borra cualquier pensamiento y vuelve a sonreír, los químicos siguen fluyendo con fuerza por su torrente sanguíneo, no hay necesidad de pensar en cosas tristes o en quién es él, porque en este momento no le interesa nada, no es importante su nombre ni los recuerdos ¿Cómo llegó hasta la puerta de su casa? Ni siquiera él mismo lo sabe, de seguro vagó por horas o quizás su inherente sentido de ubicación lo llevó hasta ahí, entró con intento de suavidad, se quitó la chaqueta y los zapatos, avanzó hasta la puerta que nunca golpeaba, que nunca atravesaba porque un dragón se escondía detrás, él siempre huyó de los dragones, pero esta noche no lo haría, por sus venas corría la fuente de la temeridad no necesitaba espada ni escudo, atravesó en dintel, observó, dejó aquel olor tan conocido penetrar por sus fosas nasales hasta su cerebro… sus manos parecían tener los dedos más largos de lo normal mientras retiraba las cobijas como quitando pétalos a una rosa, era él, pestañas tupidas caían suaves haciendo sombra sobre sus pómulos, como siempre tan etéreo ante sus ojos, se recostó frente a él mientras aún dormía, el corazón volvía a latirle cuando estaba en su presencia, acercó sus labios y lo besó con la brutalidad propia de quien está fuera de sus sentidos, el más pequeño despertó impactado y el rojo inundó los capilares de su piel brindándole un rostro avergonzado, se dejó llevar por el estado de inconsciencia en que lo sumergía aquel contacto poco decoroso, mientras Sehun le acariciaba más de la cuenta, cuando mordió sus labios soltó un pequeño quejido y obtuvo el valor de separarse y mirar en sus ojos.
-Hermano –llamó al mayor con notable dificultad y confusión- ¿Qué… Qué sucede?
-Te quiero Tao… sucede que te quiero –espetó con voz ronca y sensual mientras mordía el cuello del pequeño.
-Yo…mmmhhh –un gemido escapó de su boca por lo que su hermano le hacía- Yo también te quiero… pero esto… esto no está bien…no es de hermanos, ya sabes, es extraño.
-Entonces olvidemos que somos hermanos –dijo sin poder controlarse y olvidando todos los pensamientos que hace solo unas horas atrás lo atormentaban.
Tao intentó removerse para detener lo que sucedía, pero Sehun era más fuerte y seguía acariciándolo, estaba envuelto en la confusión mas enorme que en sus quince años había experimentado, tenía miedo, culpa, deseo, cariño y rabia al mismo tiempo, quería que parase pero igualmente quería seguir ¿Cómo saber que está bien y que está mal? ¿Quién determina lo correcto de lo que no? Ninguno de ellos pudo obtener esas respuestas, pero algo si era claro, lo que los unía más allá de la sangre era tan fuerte que no existía forma de apagarlo, era absoluto imperecedero e inmarcesible, los seres humanos somos curiosos pues a veces deberíamos seguir más sin embargo nos detenemos y otras, deberíamos detenernos pero aún a riesgo del abismo decidimos continuar…