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Tentación por Nayen Lemunantu

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Notas del fanfic:

Quisiera dedicar este shot a Azuna-chan, porque la principal motivación para escribir esta historia, fue su petición.

 

Declaración: Los personajes de Kuroko no Basuke son propiedad de Fujimaki Tadatoshi, y esta historia participa del reto: ¡Amor por el Crack! Del foro Kuroko no Basuke en Español.

Tentación.

 

 

Akashi estacionó el Rolls-Royce blanco del año, con una habilidad y sutileza sorprendentes. Era increíble que hasta para aparcar el auto tuviera clase. Aunque el sólo hecho de que un muchacho de dieciséis años condujera su propio auto, ya denotaba que no se trataba de un chico convencional: el dinero, las influencias y la reputación de su padre le habían conseguido como regalito esa licencia de conducir y muchos beneficios más.

Se quitó el cinturón de seguridad y se bajó, apenas puso los dos pies sobre el suelo, soltó un suspiro hondo; el viaje desde Kyoto era largo y se hacía aún más agotador por la noche, pero valía la pena aquel esfuerzo; era el cumpleaños de Midorima y él mas que nadie debía asistir, el tirador de tres puntos de Shutoku era uno de sus amigos más cercanos.

Mientras se encaminaba con paso tranquilo hasta el interior de la vivienda, escuchó aquella voz tan conocida desde los tiempos de Teiko; sólo que ahora el timbre infantil y melódico estaba totalmente exento de la voz nasal de Kise. Para Akashi no fue necesario girar el cuello en su dirección, sólo lo vio por el rabillo del ojo, con las manos en los bolsillos y la boca apretada, guardando las lágrimas que se acumulaban en sus ojos dorados con pura fuerza de voluntad.

—Puedes hacer lo que se te venga en gana, Kise —le dijo Aomine, ubicado de pie frente al rubio, mirándolo con una expresión de indiferencia total—. A mí no me vengas con amenazas.

—Esto no es una amenaza, Aominecchi —Kise replicó con gesto airado, como si el comentario del muchacho más alto lo hubiera ofendido.

—¡Bien! Entonces no hay nada más que hablar. —Aomine se dio la vuelta, sin esperar por la réplica que el rubio estaba listo para hacer—. No me vengas con arrepentimientos después. —En sólo segundos se subió a su motocicleta y se marchó en medio del rugido de su Harley Davidson negra.

Akashi frunció el ceño sólo por un par de segundos al fijarse en la expresión desolada del modelo, pero al instante su rostro volvió a mostrar la expresión inalterable de siempre; la máscara de siempre. Esa escena no le extrañaba para nada, a decir verdad era bastante común entre "el par de idiotas" que de seguro habían terminado y mas que seguro no pasaría ni un solo día hasta que se arreglaran de nuevo. Reanudó su marcha y entró en la casa, la puerta estaba abierta y se oía el sonido suave de la música envolviendo el ambiente.

Caminó directo hacia el celebrado de esa noche, era lo esperable y adecuado, pero también era lo que más quería hacer; darle un merecido abrazo y las felicitaciones correspondientes a Midorima. Estaba de pie en el balcón de la casa junto a sus amigos de Shutoku, con una aflautada copa de champagne en la mano izquierda y una expresión seria en el rostro. El chico se dio cuenta de la presencia de Akashi casi de inmediato, como si pudiera percibirlo. Se ganó una sonrisa sutil de parte del pelirrojo; Shintaro era uno de los pocos capaces de sacarle una sonrisa del rostro, sincera por lo demás. Midorima se disculpó de inmediato con el resto de sus amigos reunidos a su alrededor, y se encaminó en dirección a Akashi.

—Shintaro... —La sonrisa de Akashi se ensanchó sólo unos milímetros, pero eso bastó para denotar cuán importante y querido era Midorima para él—. Feliz cumpleaños —le dijo mientras le pasaba un brazo por la cintura y lo abrazaba.

La diferencia en altura que había entre ambos era notoria; el As de Shutoku lo superaba casi por una cabeza, pero aun así, el aura que emanaba de la menuda figura de Akashi hacía que ambos parecieran pares.

—Gracias —susurró escueto Midorima.

—Espero que te haya gustado el regalo que te envié.

—Sí. —Midorima asintió con la cabeza; por primera vez en la noche las comisuras de su boca se curvaron de forma casi imperceptible en un esbozo de sonrisa—. Lo recibí ayer a la medianoche en punto.

—Siempre soy exacto y preciso en todo. —Akashi se encogió de hombros—. Tú mejor que nadie debería saberlo, Shintaro.

—Excesivamente perfeccionista diría yo. —Midorima se acomodó los anteojos y la sonrisa se ensanchó en sus labios—. Me alegra que hayas podido venir.

—No había forma en que no me hiciera un espacio en la agenda para ti —dijo Akashi con seriedad.

—Precisamente porque sé eso te lo digo. Que me consideres de esta forma, para hacerte un espacio en tu apretada agenda sólo por mí, es un honor.

—Estás exagerando.

—Como sea... —Midorima pareció cohibirse de un momento a otro, no pudo soportar los ojos dispares del pelirrojo fijos en él y desvió la mirada, nervioso—. Por favor, aprovecha de disfrutar de la fiesta. ¿Quieres beber algo? —dijo al fin, sin saber cómo romper el silencio entre ambos.

—Por qué no... —respondió encogiéndose de hombros.

Akashi siguió con la mirada la mano de Midorima; le indicaba con la palma extendida hacia la derecha, a la enorme barra de madera de caoba tallada, atendida por dos femeninas bartender ataviadas de elegante etiqueta. Se notaba que la familia Midorima se había abocado a celebrar el cumpleaños diecisiete de su primogénito de una manera espectacular: la casa sólo para él, un DJ contratado para la ocasión, un bar equipado con todo lo que un adolescente pudiera soñar, y los invitados habían pasado por una cuidadosa selección; sólo contadas personas habían sido invitadas, no eran más de cincuenta los jóvenes reunidos ahí esa noche, convirtiéndola en una fiesta de lo mas exclusiva, llena de elegancia y sofisticación, que seguramente se transformaría en leyenda.

—Voy por mi trago entonces —dijo Akashi sonriendo suave.

—Espero que disfrutes de la noche. —Midorima se había vuelto a ver con la seriedad que lo caracterizaba; se guardó las manos en los bolsillos y giró el cuello para ver al grupo de amigos que lo esperaba en el balcón, parecía algo nervioso—. Yo tengo que volver, pero en cuanto tengas tu trago, te acercas a nosotros.

—Claro que sí, Shintaro —le dijo sonriente; le divertía un poco ver la cantidad de emociones que le producía a alguien tan empecinado en no demostrar sentimiento alguno como Midorima—. Vé y yo te alcanzo en unos segundos.

Se encaminó con paso tranquilo y elegante hacia la barra; no había dejado de sonreír. Se sentó en una de las butacas vacías, el cuero que tachonaba los asientos circulares crujió bajo su peso cuando se sentó y afirmó los codos sobre la madera de la barra.

—Buenas noches joven Akashi. —Una bartender despampanante se le acercó sonriendo. Akashi levantó una ceja al ver que la muchacha lo reconocía, aunque dudó si el señor Midorima le había echo una lista de todos los invitados para que memoricen los empleados, o era que la chica lo reconocía de las numerosas páginas sociales en las que salía—. ¿Qué desea servirse?

—Un vino tinto —respondió seguro y al instante—. De preferencia Francés.

—Tenemos dos excelentes cosechas. —La chica estaba demostrando un gran dominio en el tema, se notaba que estaba acostumbrada a trabajar en eventos sociales importantes, tal vez incluso ya lo había atendido en alguna fiesta y él sólo no lo recordaba; no dedicaba mucho tiempo en memorizar a algún empleado, a menos que fuera alguien remarcable—: un Cabernet Sauvignon y un Merlot. Ambos del año 89'.

—¡Excelente! —exclamó realmente asombrado. Se notaba que el señor Midorima no había escatimado en gastos para celebrar el cumpleaños de su hijo varón—. Sírveme el Merlot por ahora, gracias.

La chica asintió con la cabeza y sacó una botella desde la repisa especial para vinos ubicada en la parte baja de la barra. La abrió con una habilidad sorprendente y permitió que el vino respirara por varios minutos antes de servirlo por fin en una enorme copa de cristal.

—Muchas gracias —susurró Akashi antes de llevarse la copa a la boca tomada sólo por el tallo y dar un pequeño sorbo, no sin antes darse el gusto de olfatear los taninos frutales del vino—. Delicioso —dijo luego de probarlo. La chica le volvió a sonreír y continuó atendiendo a los demás jóvenes agolpados en torno a la barra.

No fue necesario que girara la cabeza para que Akashi se percatara de todos a su alrededor, su extraordinariamente amplia visión periférica le permitía observar con claridad en un radio de casi ciento ochenta grados. La mayoría de los invitados eran conocidos que se vinculaban al básquetbol, compañeros de Shutoku o ex compañeros de Teiko. Aunque no le pasó desapercibida la distancia que había entre él y todos esos chicos comunes. Levantó una ceja al ser consciente del verdadero círculo de vacío a su alrededor, y no pudo evitar la sonrisa divertida que salió de su boca; le encantaba esa sensación de poder que emanaba y el temor que generaba en la gente su sola presencia.

Aunque toda regla tiene su excepción, y de todos los chicos que había conocido, había uno que se destacaba especialmente por invadir el espacio personal de los demás, y ni él se salvaba. Precisamente aquel rubio hacía su entrada en ese momento.

Por primera vez, Akashi desvió la mirada de su copa, o para ser más precisos, enfocó sus ojos dispares en la persona que había llamado su atención en ese minuto. Kise se veía molesto, como pocas veces se había dejado ver ante los demás: del sonriente y alegre chico que todo el mundo creía conocer, no quedaba nada; no se notaba su molestia para alguien que no lo conociera tan bien, porque su rostro que rozaba en la perfección estaba por completo inexpresivo. El modelo caminó con soltura, con movimientos gráciles por entre los chicos que a esa hora habían comenzado a bailar en el centro de la sala. Se pasó una mano por el pelo para despejarse la frente, pero éste volvió a caer sobre su rostro a los segundos, las luces del lugar jugaron sobre su cabello, sacando destellos dorados. Akashi vio con claridad cómo los labios del rubio se abrían para soltar un bufido de molestia y rodaba los ojos, en un gesto apático.

Caminaba decidido, pero sin rumbo fijo, porque se paró en medio del salón y miró a todos lados, como si no supiera qué hacer o estuviera muy indeciso. En ese momento, un tipo alto y de pelo negro le cerró el paso, creía haberlo visto antes, tal vez jugando por Yosen o Shutoku, pero no estuvo seguro, era otro más del montón, nadie sobresaliente, y eso se notó en la actitud de Kise.

Al parecer el azabache lo invitó a bailar, e incluso se atrevió a pasarle un brazo por la cintura y sonreírle galante, pero el rubio apartó el brazo del otro jugador con brusquedad; su cara ahora era de desprecio total. Lo miró de arriba abajo y se acomodó la ropa ahí donde el azabache lo había tocado, como si quisiera limpiarse de su toque.

—No bailaría contigo ni en un millón de años. —Para Akashi no fue difícil interpretar lo que dijo el rubio; por la distancia no pudo oírlo con claridad, pero el gesto de desprecio en su cara y el movimiento de sus labios hizo que supiera con exactitud cuál había sido su respuesta—. Tú no eres nadie, ¿y aún así creíste que yo podría haber aceptado bailar contigo?

Akashi sonrió, esta vez su sonrisa fue muy amplia. Kise y él compartían esa cualidad en común: ninguno de los dos prestaba ni la más mínima atención a alguien que no consideraran digno; tal vez sólo diferían en que él era más selectivo o utilizaba criterios distintos para considerar a alguien digno de su atención, además de no comportarse como un real idiota cuando alguien entraba dentro de su selecto grupo de amigos, pero ambos podían ser unos verdaderos cretinos con quien consideraran inferior.

Kise se alejó con una clara cara de asco del azabache y se encaminó a la barra. Llevaba las manos en los bolsillos en un caminar despreocupado y su ceño ahora estaba apretado en un gesto de molestia que no se preocupó por disimular.

Akashi lo seguía atentamente con la mirada, a veces era divertido ver las reacciones y acciones de sus anteriores jugadores. Se llevó la copa de vino a la boca por segunda vez, pero ahora tomó un gran trago, saboreando la intensidad del alcohol y el efecto de hormigueo que produjo en sus piernas. Inevitablemente, llegó el momento en que las miradas de ambos se encontraron, bastó sólo con esto para que el rostro hastiado de Kise se transformara en uno de alegría. 

—¡Akashicchi! Tanto tiempo sin verte. —Kise se acercó a la carrera hacia él con una sonrisa amplia en los labios; le dio un abrazo apretado antes de sentarse a su lado en la butaca de la barra—. ¿Cómo estás? A decir verdad no creí que vendrías.

—¿Por qué no, Ryota?

—No sé… ya sabes, tú papá, la vida de un heredero, las apariencias y todas esas cosas… —El modelo se encogió de hombros e hizo un mohín con los labios.

Akashi lo miró fijo, detallando cada gesto de su rostro excesivamente expresivo. Al mirarlo de cerca notó el enrojecimiento leve en los ojos dorados de Kise y las huellas tenues de un par de lágrimas en sus mejillas.

—¿Estás bien? —le preguntó mientras se tomaba de un sorbo el vino que quedaba en su copa. Kise le respondió con la típica sonrisa de negación de sus problemas, así que prefirió cambiar el tema; las penas del rubio tampoco eran asunto suyo, sólo preguntó por cortesía—. ¿Quieres beber algo?

—Bueno... ¿Hay algo que me recomiendes?

—Este vino, por supuesto. —Akashi levantó la mano en dirección a la bartender y le pidió otra copa, ésta trajo la copa con una sonrisa y ella misma se encargó de servirle la pequeña cantidad al modelo y de paso rellenó la suya.

Kise tomó la copa por el tallo en un gesto elegante y dio un sorbo generoso, no se había molestado en olfatear el vino antes, ni de palparlo en la boca, disfrutó de golpe la intensa sensación del alcohol recorrer su garganta y calentarle el estómago; el vino era exquisito y fuerte, tanto que comenzó a sentir de inmediato el hormigueo en las piernas.

—¿Te gustó? —Akashi lo miró interesado, no le había despegado los ojos de encima y ni siquiera había bebido de su copa.

—Es exquisito, fue una gran recomendación —dijo Kise sonriéndole. Se veía bastante más animado que cuando llegó, y el efecto de las lágrimas casi se había borrado de su rostro—. Aunque pensándolo bien, toda recomendación tuya es buena. Por eso tomé del vino sin catarlo primero, si tú lo recomendabas, sabía de antemano que sería excelente.

—¡Vaya! No sabía que me tuvieras tan alto, Ryota —dijo tomando un trago medido.

—¡Estás de broma! —Kise lo miró con incredulidad, levantando ambas cejas—. ¡Eres la persona más cool que conozco! —dijo haciendo un gesto con la cara, que denotaba que sólo estaba expresando con palabras aquello que ya era obvio—. Bueno, tú y Aominecchi. Aunque la genialidad de ambos es diferente.

—Por cierto, ¿dónde está Daiki? —Akashi preguntó aun cuando sabía a la perfección que el moreno se había ido cuando él llegó. En realidad preguntó para saber a qué se debía la discusión de ambos.

—No estaba interesado en la fiesta y se fue. —La expresión ensombrecida del rostro de Kise sólo duro un par de segundos, se repuso enseguida y volvió a sonreír como hacía siempre; pero Akashi sabía que era una expresión por demás fingida.

—Él se lo pierde.

—¡Tienes razón! —Kise exclamó fuerte, como si las palabras de Akashi le hubieran hecho mucho sentido. Tomó un trago largo de vino y sonrió, esta vez su gesto era más sincero—. El muy idiota se lo pierde.

Akashi movió la cabeza y sonrió suave; las peleas de ellos eran tan comunes que en realidad no preocupaban a nadie, eran casi parte normal en su relación. Luego de tomar otro trago volvió a fijar la vista en Kise; no le había hablado, tenía una mano en la copa y con la otra se acomodaba un mechón de cabello rubio detrás de la oreja, pero éste volvió a caer sobre sus ojos haciendo que soltara un bufido de frustración.

—Ryota, tienes el cabello muy largo —dijo con voz completamente átona, mirándolo fijo y con seriedad extrema—. ¿Nunca has pensado cortártelo?

—¡No! —exclamó Kise llevándose ambas manos al pelo por inercia—. Mi cabello está bien como está —pero luego de una breve pausa, miró al pelirrojo con algo de temor—. ¿No andas trayendo unas tijeras, verdad?

—Lamentablemente para mí y afortunadamente para ti, no ando con tijeras —dijo arrugando un poco el ceño en un gesto de arrepentimiento. Estaba pensando que debió como mínimo llevar unas tijeras en la guantera del auto, pero al ver la cara de terror de Kise decidió desistir de la idea—. Tranquilo, no voy a cortarte el pelo. Sólo lo mencioné porque parece molestarte.

—No me molesta, Akashicchi —el rubio se apuró a responder y esbozó una sonrisa enorme que parecía decir "amo mi pelo"—. De hecho estoy muy bien.

—¿Me tienes miedo?

—¡No, claro que no! —Kise negó también con la cabeza, pero la verdad era que se veía nervioso; de un momento a otro había comenzado a mirarlo igual que el resto de la gente a su alrededor, con temor—. Ah, creo que Kurokocchi me está llamando. ¡Nos vemos Akashicchi! —mintió descaradamente, se levantó rápido e intentó alejarse.

—Alto —dijo al tiempo que sostenía al rubio del brazo—. Vuelve a sentarte —ordenó serio. Kise obedeció de inmediato.

—¿Qué sucede, Akashicchi?

—¿Por qué me tienes miedo? —preguntó mirando al rubio a los ojos. Akashi se acercó más a Kise y ambos rostros quedaron a palmos de distancia—. No deberías porqué comportarte como todos ellos —señaló con la mano con un gesto despectivo a todos a su alrededor—. A ti te conozco, eres mi amigo y nunca te haría daño, ¿o acaso crees que podría hacerlo?

Kise tragó duro, Akashi pudo ver con claridad como la manzana de Adán de su cuello subió y bajó lento, pero aunque el nerviosismo era palpable, no apartó en ningún momento la mirada de los ojos dispares de Akashi.

—Claro que no, Akashicchi —admitió por fin; se notaba que hablaba con sinceridad—. Es sólo que a veces, das la impresión de ser un completo desquiciado.

Akashi levantó una ceja, impresionado con el valor que Kise era capaz de mostrar a veces; tal vez se trataba de la ingenuidad de un idiota. Pero su gesto sobresaltó al rubio, quien continuó, tratando en vano de arreglar lo que su arranque de sinceridad había creado.

—Bueno… es que… —Kise evadió por primera vez la mirada de Akashi y alejó un poco el torso, creando distancia entre ambos. Era extraño que alguien como él se sintiera incómodo con la cercanía de otros—. A veces actúas muy raro y por eso das miedo.

—¿A que te refieres con eso, Ryota? —Akashi preguntó interesado. Aunque nunca antes le hubiera importado el tema, ahora se dio cuenta que no le gustaba sentirse así con alguien que consideraba un amigo—. Sé más específico.

—No eres como todos los demás, tú eres distinto a todos los chicos que he conocido en la vida. —Aunque se notaba cierta duda en su voz, Kise era sincero, su actitud errática era por miedo a la reacción del pelirrojo—. Siempre he sentido una distancia contigo… Es como si fueras inalcanzable.

Akashi parpadeó, no supo qué responder y desvío la mirada hasta el balcón por casualidad; Midorima lo miraba fijo en ese instante mientras tomaba un sorbo de su copa. Sólo ahí Akashi se dio cuenta que estaba inclinado hacia adelante, demasiado cerca del cuerpo de Kise. Había estado tan interesado en la conversación que no se había percatado en qué momento él había invadido el espacio personal del rubio. Se enderezó en la butaca y suspiró hondo antes de tomarse de un trago el contenido de su copa, para luego rellenar su vaso y el de Kise.

—Supongo que se debe a mi actitud extremadamente seria e impersonal, pero es sólo un rasgo marcado por la crianza que he tenido.

—No sé a qué se debe, es sólo que... —Kise guardó silencio unos segundos, buscando las palabras precisas—. Eres tan genial que no pareces un ser humano. Creo que es la mejor forma de explicarlo. ¡Simplemente eres inalcanzable!

—Mejor olvida todo eso y trátame como a cualquier otra persona. —Akashi miraba al rubio con el ceño fruncido, pero era un gesto de preocupación mas que de molestia—. No me gusta sentir esta distancia con alguien a quien considero un amigo.

—Creo que será un poco extraño, porque tú no eres como nadie más, Akashicchi —dijo el rubio, sonriéndole suave, una sonrisa mucho más sincera que todas las anteriores—. Pero supongo que lo intentaré.

—¿Qué tal si empezamos por un brindis? —preguntó Akashi levantando la copa.

—¡Por los idiotas del mundo! —dijo Kise animado, haciendo chocar su copa con la del pelirrojo—. Porque algún día muy cercano mueran todos en una epidemia masiva que afecte sólo a los portadores del gen de la estupidez. —Era más que obvio que le estaba deseando la muerte a Aomine. Al parecer la pelea había sido fuerte.

—Ten cuidado con tus deseos, te puedes ver afectado.

—¡¿Qué?! —Kise miró al pelirrojo con un gesto de horror e indignación al mismo tiempo—. ¿Me estás llamando idiota?

—Si necesitas preguntarlo, entonces creo que la respuesta es más que clara, ¿no? —Akashi respondió con una sonrisa en los labios, no esperó por más brindis, sólo tomó la copa por el tallo y dio un trago largo—. Además, no recuerdo que te destacaras precisamente por tu inteligencia.

—Oye, entre no ser un cerebrito como tú y Midorimacchi, y ser un completo idiota, hay bastante diferencia —Kise se defendió; su voz era dura y su expresión seria—. Lo que pasa es que mi inteligencia está aplicada a otras áreas, no a la escuela.

—¿A otras áreas? —Akashi se dedicaba a ver con interés al modelo, la sonrisa no se había borrado de su rostro y para esas alturas ya había olvidado que había quedado de juntarse con Midorima, se estaba divirtiendo demasiado junto a Kise como para recordarlo—. ¿Y de qué estás hablando específicamente?

—Eh... —Kise lo miró fijo a los ojos por varios segundos; en sus labios había una sonrisa de lo mas extraña, una que Akashi nunca había visto antes, al menos no en persona, porque era de esas sonrisas coquetas con las que posaba en las revistas—. Creo que mejor hablamos de otra cosa, Akashicchi.

—¡Ni lo sueñes, Ryota! —replicó con voz neutral, en una voz que no dejaba ver lo interesado que estaba en el asunto—. Me vas a decir ahora mismo cuál es ese talento oculto del que hablas.

Kise volvió a sonreír con galantería y optó por desviar la mirada, tomó la copa por el cuerpo entre sus dedos largos y dio un traguito corto, degustó el sabor del vino en el paladar antes de tragar. Cuando volvió a mirar a Akashi a los ojos, se mordía el labio inferior.

—¿Por qué quieres que te cuente eso? —preguntó con voz suave y ronca a la vez, demasiado seductora para el gusto de Akashi, que arrugó un poco el entrecejo automáticamente—. Mejor me hubieras pedido una demostración práctica, Akashicchi.

—¿Te me estás insinuando?

—Si necesitas preguntarlo, es porque... —Kise prefirió no terminar la frase, no quería tentar tanto a su suerte.

Para fortuna del rubio, Akashi decidió ignorar el desafío implícito en esa declaración inconclusa, al parecer estaba más interesado en ahondar en esa extraña sugerencia.

—¿Qué crees que pensaría Daiki de todo esto?

—Nada. El muy idiota se lo perdió —Kise reconoció encogiéndose de hombros, se veía muy tranquilo—. Además él me terminó antes de irse, así que no tendría nada que opinar al respecto.

—Ryota... —Akashi susurró en una especie de reproche—. Todos sabemos que ya mañana van a volver.

—Mañana es mañana. Hoy es hoy.

Akashi tuvo que reconocer que se había quedado sin palabras. Nunca se imaginó que Kise pudiera ser así de osado, o al menos no con él, porque el modelo siempre había sido intrépido. Tal vez era una consecuencia de haberle dado tanta confianza a ese rubio idiota, pero a fin de cuentas era algo que ya había hecho y a estas alturas no sacaba nada con tratar de ponerlo en su lugar. La mirada de Kise en ese momento era de esas que harían estremecer a un ser humano normal; para su suerte, él de normal no tenía nada.

—Nunca pensé que tuvieras tantas agallas, Ryota. —Su voz era fría y sin emoción alguna, una completa advertencia.

—A decir verdad, yo nunca pensé que tú tuvieras tan pocas. —Kise dio un sorbo y dejó la copa vacía sobre la barra, volvió a enfocar la mirada en el pelirrojo que lo miraba con seriedad, no se veía arrepentido ni intimidado; tal vez era el alcohol el que le daba coraje.

—Cuidado, Ryota... —susurró en una advertencia, pero sus palabras sólo consiguieron sacarle una sonrisa al modelo.

Akashi no alcanzó a seguir con su advertencia, porque en ese preciso instante fueron interrumpidos. Un tipo alto y musculoso, de cabello corto y rubio, se acercó a Kise sonriente y le puso una mano en el hombro. Akashi no estaba seguro, porque el tipo nunca había sido lo suficientemente bueno como para llamar su atención, pero creía haberlo visto como jugador titular de Too.

—¡Wakamatsu! —exclamó Kise girando el rostro para ver al muchacho—. ¿Qué pasa, sucede algo?

—¿Y Aomine? —preguntó Wakamatsu mirándolo hacia abajo. Tenía una mano en el bolsillo del pantalón y la otra apretaba el hombro de Kise con suavidad, ¿era una especie de caricia? Akashi no se percató en qué momento había arrugado el ceño.

—Se fue a su casa —respondió Kise escueto. No había dado señas de molestarse por el toque del otro jugador—. Sólo vino a felicitar a Midorimacchi, pero ya se fue. No le gustan mucho las fiestas.

—Yo mas bien diría que no le gusta nada —reconoció Wakamatsu con una sonrisa torcida. Desvió la mirada desde Kise a Akashi, fijándose por primera vez en él—. Tú que fuiste su capitán podrías darme un consejo para poder lidiar con ese idiota.

—Ningún consejo te serviría a ti. Daiki no te respeta, es así de simple. Tú nunca lo vas a poder controlar —Akashi le respondió con voz más seria y apática de lo normal; estaba molesto.

Wakamatsu se percató de la mirada fría del pelirrojo y sonrió forzado, pasándose la lengua por los dientes antes de enfocar su atención por completo en Kise. La mano que mantenía en el hombro del modelo bajó lento por su espalda y se posó en su cintura. Akashi sólo levantó una ceja.

—¡Qué dices, Kise! ¿Quieres bailar?

—Eh... —Kise pareció dudar unos segundos, miró a Akashi a los ojos y se encogió de hombros—. ¡Bailemos! No tengo nada mejor que hacer, así que... —Se estaba levantando de la butaca cuando Akashi se puso de pie rápido y apartó el brazo de Wakamatsu de su cuerpo.

—Siéntate, tú y yo estamos hablando —ordenó con su usual voz monótona, pero esta vez había un toque de amenaza en su timbre grave—. Y tú. —Miró a Wakamatsu directo a los ojos, su mirada era dura e imperturbable, sin un rastro de emoción mas que el desprecio—. Es mejor que te largues.

Kise se volvió a sentar, estaba serio. Wakamatsu pareció entender que sólo estaba sobrando ahí y no tenía valor suficiente para desafiar a Akashi Seijuro. Se marchó a regañadientes, con el ceño fruncido y los labios apretados, pero miró atrás varias veces mientras se alejaba.

—¿Por qué no quisiste que bailara con él? —preguntó Kise recostando el rostro en la palma de su mano, estaba afirmado con el codo en la barra.

—¿Crees que puedes venir, provocarme y luego largarte, como si no hubieras hecho nada?

—No parecías interesado... —susurró el rubio con una expresión aburrida en el rostro.

—Eso no quiere decir que no lo estuviera.

—¿Entonces estás interesado? —Kise levantó el rostro hacia Akashi, animado de un momento a otro.

—Tampoco dije eso —replicó Akashi con tono desinteresado. Observó con claridad cómo Kise rodaba los ojos y soltaba un suspiro largo—. Sin embargo, estoy interesado en saber qué pretendías saliendo a bailar con ese tipo. ¿Si yo no me muestro interesado en tu propuesta, vas a pasar la noche con el primero que se te cruce?

—¡Claro que no, Akashicchi! Yo sólo iba a bailar con él. —Kise levantó la voz, parecía ofendido por la pregunta del pelirrojo—. No estoy interesado de esa forma en Wakamatsu.

—¿Y en mí sí? —la voz de Akashi dejó ver cierto asombro en medio del tono imperturbable.

Kise volvió a sonreír coqueto. Era una sonrisa turbadora que cargaba de sensualidad todo su rostro: estiraba sólo un poco los labios, sin dejar ver ningún diente, y a la vez que sonreía, bajaba la mirada para subirla al instante, en un recorrido lento de sus largas pestañas oscuras. Akashi tuvo que reconocer la puntada de dolor en su entrepierna al ver la intensidad de la mirada dorada. Kise se inclinó hacia adelante, apoyando el peso de su cuerpo en una de sus piernas, su mano seguía sujeta a la madera de la barra.

—Si no estuviera interesado en ti, no te habría dicho lo que te dije —susurró Kise en el oído del pelirrojo con voz suave y acariciable, como la seda. Incluso se atrevió a rozarle con los labios la piel del lóbulo de la oreja mientras hablaba, gesto que provocó que una corriente eléctrica recorriera la espina dorsal de Akashi y se instalara como un cosquilleo en la punta de su miembro.

—No me tientes de esta manera, Ryota. —Akashi sostuvo a Kise del codo, impidiendo que se alejara, de manera que también susurró directo sobre su oído—. Quien juega con fuego, se puede quemar.

—Yo no le tengo miedo a las quemaduras. —Kise se alejó del pelirrojo sonriendo suave, ladeó el cuello por causalidad a la izquierda y alcanzó a ver a Midorima caminando en su dirección—. ¡Hay que bailar! —exclamó de pronto.

—¿Bailar? Sabes bien que yo no bailo.

—¡Vamos, Akashicchi! Sólo déjate llevar. —Kise se puso de pie de un salto y tiró de la mano a Akashi. Éste se lo permitió; sonreía divertido y aún llevaba la copa de vino en la mano izquierda. Había visto con el rabillo del ojo a Midorima, así que sabía el porqué de esa invitación tan repentina.

Kise lo llevó tomado de la mano al centro de la pista, al lugar más atestado de gente, porque sabía que Midorima no los iría a buscar hasta allí. El contacto de la piel del rubio era cálido, su mano era suave, pero firme y segura, la mano de un hombre. Cuando se detuvieron, Kise no lo soltó de la mano, comenzó a bailar con movimientos cortos y quebrados al ritmo electrónico de Daft Punk. Akashi lo miraba atento, sonriendo incluso cuando se llevó la copa de vino a la boca.

—¿Por qué me alejaste de Shintaro?

—¿Te diste cuenta? —preguntó el rubio, sorprendido—. Creí que no te habías percatado.

—¿Con quién crees que estás hablando, Ryota? —dijo con voz ronca, pero suave, a penas audible sobre el ruido de la música—. ¿Y bien?

—Porque él te iba a alejar de mí —respondió serio, encogiéndose de hombros

—Pude haberle dicho que prefería estar contigo.

—Podrías, pero eso no es lo que hubieras hecho. Si Midorimacchi hubiera llegado, te habrías ido con él —dijo Kise serio, completamente consciente que entre Akashi y Midorima había cierto vínculo y sin temor a reconocer que los quiso separar. El rubio aún seguía moviéndose al ritmo de la música sin soltarlo de la mano—. Yo también te conozco bien, Akashicchi.

Como respuesta, Akashi sólo sonrió y movió la cabeza. Le habría gustado que Midorima fuera tan expresivo como Kise, que no tuviera miedo a decir de frente lo que deseaba, pero las cosas con él nunca se habían dado, además ahora estaba con el azabache de primer año de Shutoku. Volvió a enfocar la mirada en el rubio que seguía bailando al ritmo de la música; el ritmo se había intensificado y Kise saltaba animado. Cuando el ritmo bajaba, se apegaba a su cuerpo y el movimiento que realizaba con la cabeza hacía que su largo cabello rubio le rozara el rostro y le provocara cosquillas.

Akashi se limitaba a moverse mínimo, sólo asegurándose de seguir el ritmo de la canción, de vez en cuando bebía pequeños sorbos de la copa que aún tenía en la mano, hasta que en un nuevo acercamiento, Kise aprovechó de quitarle la copa de la mano y de un sorbo, se tomó todo lo que quedaba del contenido de ésta. El rubio lo miró sonriente, con un brillo nuevo en la mirada; sus labios estaban húmedos por el licor que acababa de tomar y se veían más rojos de lo normal.

—Nos acabamos de dar un beso indirecto, ¿sabes? —preguntó con tono suave y sensual. Dejó caer la copa al suelo, sin importarle que ésta se estrellara en mil pedazos y siguió bailando al ritmo de la música, sin despegar la mirada de los ojos dispares de Akashi.

—¿Te volviste loco? —preguntó el pelirrojo con voz seria. Aunque su expresión facial denotaba incredulidad.

—La normalidad está sobrevalorada. Es mucho mas divertido estar loco, ¿no crees? —admitió Kise encogiéndose de hombros.

—Realmente estás loco —dijo Akashi con una sonrisa en los labios. Aun no se creía que el rubio tuviera tantas agallas.

La música cambió, esta vez era un ritmo más lento, Kise le pasó ambos brazos por el cuello y se apegó mucho a su cuerpo. Casi de manera automática, Akashi le ciñó la cintura con ambas manos, por debajo de la chaqueta de tela gris sin abotonar que llevaba puesta. El rubio se acercó a su oído y soltó un suspiro largo que le rozó la piel, antes de hablar, arrastró los labios por su cuello muy lentamente.

—Quédate conmigo esta noche, Akashicchi —Kise susurró con voz extremadamente suave, parecía más un ronroneo—. Elígeme a mí.

Esta única petición, logró que un escalofrío recorriera el cuerpo de Akashi. A esas alturas, fue imposible para el pelirrojo, reprimir las sensaciones que provocaba Kise en su cuerpo. Su miembro se tensó dentro de sus pantalones. Kise, volvió a tomarlo de la mano, pero esta vez entrelazó sus dedos, se alejó un poco de su cuerpo, para mirarlo a la cara, expectante.

—Vámonos de aquí —ordenó Akashi dando media vuelta y saliendo de la casa.

Se subieron ambos al Rolls-Royce de Akashi, Kise no paraba de reír. A ninguno de los dos pareció importarle la amonestación que se ganarían si una patrulla policíaca los descubría manejando bajo los efectos del alcohol. Para suerte de ambos, el departamento de Kise estaba a tan sólo quince minutos en auto, y las calles descongestionadas de la madrugada hicieron que el trayecto fuera más corto aún.

Akashi aparcó en el estacionamiento subterráneo del edificio con los mismos movimientos fluidos de siempre, parecía que la casi media botella de vino no le había afectado en nada, aunque sintió las consecuencias cuando bajó del auto y se dio cuenta que sentía sus piernas aletargadas. Kise se dio cuenta y riendo se encaminó a la carrera hacia el elevador. Akashi, que normalmente lo habría alcanzado al instante, a penas logró llegar antes de que las puertas se cerraran automáticamente. Kise se rió de él todo el corto trayecto, ganándose un ceño fruncido como recompensa.

—Bienvenido a mi humilde hogar —dijo animado el rubio al momento de abrir la puerta y dejarle el camino libre a Akashi. Aunque el lujoso pent-house del rubio era todo, menos humilde.

—Gracias —respondió recorriendo el lugar con la mirada; era la primera vez que visitaba la vivienda del rubio.

—¿Quieres beber algo?

—Lo que quiero es comprobar el talento oculto que dices tener, Ryota. Por eso vine hasta aquí.

Kise sonrió, estaba de pie cerca de la puerta de entrada mientras que Akashi estaba en medio del living, mirándolo a la cara con las manos en los pantalones de algodón negro de Hugo Boss. Kise se quitó la chaqueta de tela lentamente y la dejó caer sobre el sillón, mientras caminaba a paso seguro pero lento hasta quedar frente a frente con el pelirrojo; ahora estaba por completo serio.

Kise era un profesional en el arte de la seducción, eso lo sabía bien, pero ahora debía demostrarlo.

Se acercó al cuello de Akashi, suspiró con suavidad a milímetros de su piel, acariciándolo con el aliento. Mordió sólo con los labios, la piel pálida del cuello del pelirrojo, y sonrió aun con la boca sobre su piel al darse cuenta de la tensión que produjo en el cuerpo del más bajo. Delineó ahora con la lengua aquella superficie suave de piel blanquecina que se enrojeció al instante de apretarla; sabía bien las consecuencias de tener una piel tan blanca y delicada, en eso él y Akashi eran iguales.

El segundo beso se lo dio en el lóbulo de la oreja derecha. Arrastró la lengua desde la base del cuello hasta juguetear realizando círculos en el oído de Akashi, sin previo aviso, succionó con fuerza el lóbulo, causando un pequeño brinco en el cuerpo del pelirrojo.

Kise sonrió y se despegó de su cuello para mirarlo a la cara: Akashi tenía los labios entreabiertos y su respiración estaba agitada, aunque ningún sonido había salido de su boca. Sin despegar la mirada de aquellos ojos dispares, Kise se acercó hasta su boca, pero a sólo centímetros de distancia cambió de curso. El tercer beso lo dio en la comisura de los labios de Akashi, tan sólo depositando con suavidad su boca cerrada sobre aquella piel.

—¿Te gustó? —preguntó el rubio tomando distancia.

—No está mal. —Aunque Akashi había respondido con actitud indiferente, su expresión corporal indicaba que estaba complacido.

Kise estiró la mano derecha, y caminó con los dedos índice y medio desde el vientre bajo de Akashi hasta su pecho. Ahí enredó los dedos en los botones de la levita gris Armani que le ceñía la figura, deshaciéndolos uno a uno hasta que la prenda quedó tirada en el suelo. Repitió el mismo proceso con la ajustada camisa negra hasta que pudo ver el contraste que producía la prenda sobre la piel nívea y sin una sola marca de Akashi. Recorrió ascendentemente desde el vientre hasta los pectorales, sintiendo con la palmas abiertas como los músculos del cuerpo del pelirrojo se tensaban bajo su tacto. Acarició los hombros por debajo de la camisa y aprovechó ese movimiento para deslizar la prenda hacia abajo, hasta dejar el torso de Akashi completamente desnudo.

Sonriendo, Kise empujó al pelirrojo por los hombros, y éste, imitando su gesto se dejó caer sentado sobre el sillón individual. El rubio estaba por dejarse caer a horcajadas sobre su cuerpo, pero Akashi levantó un pie y apoyándolo en su vientre, detuvo su movimiento.

—Quítate la ropa —ordenó con la sonrisa aún curvando sus labios; su mirada dispar estaba fija en los irises dorados y ardientes del modelo.

Kise tragó duro, esa mirada posesiva y esa actitud autoritaria de Akashi lo prendían demasiado. Tomó los bordes de su camiseta blanca con estampado gris y negro; la cadena de plata que llevaba puesta se movió al remover la prenda, pero volvió a caer con pesadez sobre su pecho. Se desabrochó los jeans y simplemente los dejó caer por sus piernas hasta que estuvieron en el suelo, una vez ahí, se quitó con los mismos pies las zapatillas y calcetines, y salió de los pantalones. Estaba de pie frente a Akashi vestido sólo con unos coloridos bóxer; su miembro formaba un bulto entre sus piernas que ahora era imposible de ocultar.

—¿Te gusta lo que ves? —preguntó notando la mirada dispar de Akashi que le recorría el cuerpo; parecía que quisiera comérselo con la mirada.

—Mucho...

Kise se hincó frente al sillón, recorrió con las palmas los muslos fuertes de Akashi y subió por el torso levemente marcado, donde cada músculo se hacía visible luego de la tensión que generaba con sus caricias; descubrió los marcados abdominales, los pectorales fuertes y los bíceps contorneados. Llevó la boca hasta el vientre bajo del pelirrojo y arrastró la lengua hasta delinear circularmente el ombligo, simulando de vez en cuando penetraciones con la lengua. Así logró robarse el primer jadeo sostenido de los labios de Akashi.

Kise sonrió, no había despegado la mirada de los ojos contrarios; sabía que no existía mejor forma de seducir que una mirada. Se mordió el labio inferior y bajó los ojos por primera vez, recorriendo con ellos el cuerpo desnudo de Akashi. Desabrochó el pantalón negro; podía ver con claridad el bulto entre sus piernas, y cuando le acarició el miembro por sobre la tela del bóxer, fue consciente de los dedos del pelirrojo apretando con fuerza los descanzabrazos del sillón.

Se aventuró dentro de la prenda de licra y sus dedos largos se cerraron sobre ese trozo de carne endurecida. Recorrió realizando círculos con el pulgar en toda la cabeza del pene, ganándose como recompensa un par de suaves gemidos y un movimiento involuntario de pelvis que buscaba más fricción. Cuando volvió a mirar a Akashi a los ojos, éste los tenía entrecerrados al igual que la boca, en sus mejillas había un suave tinte rosa, casi imperceptible.

Kise jadeó sólo con esta vista y se relamió los labios. Sacó el miembro de Akashi de la prenda que lo aprisionaba y succionó hasta el glande; su mano bombeaba el miembro sostenido desde la base mientras su lengua realizaba círculos sobre el orificio uretral. Todo el cuerpo de Akashi se tensionó y gimió fuerte, un sonido grave y largo que lo hizo jadear.

—¿No eres virgen, verdad? —Kise dejó de succionar, pero preguntó aún rozándole la piel con los labios, con una sonrisa de lado.

—Ryota... —susurró Akashi arrastrando las palabras. Su mirada seria y fría estaba fija en los irises transparentes del rubio—. Creo que he sido demasiado paciente contigo. Y ahora te arrepentirás de tu osadía.

Akashi se levantó de golpe, pasándole una mano por la nuca a Kise con la que lo obligó a pararse también. Sin soltarlo, Akashi atacó sin tregua alguna los labios del rubio. Los succionó una vez con fuerza, tirando de ellos hasta soltarlos y luego volviéndolos a besar con mayor ímpetu. Podía sentir la calidez y la suavidad de los labios contrarios, respondiendo a sus besos con la misma fuerza, junto con el sabor a licor que aún impregnaba su paladar. No supo qué le resultaba más embriagante; si el alcohol o la dulzura natural de la boca de Kise.

—¿Dónde está tu pieza? —preguntó mientras lo empujaba por el pasillo, sin romper el beso que los unía.

—Por aquí. —Kise retrocedió guiándolos a ambos. Había pasado los brazos por el cuello del pelirrojo y ladeó el rostro para intensificar más el beso.

Cuando Akashi lo empujó con brusquedad sobre la cama, ambos estaban jadeantes por lo abrazador del beso del que habían sido víctima. Kise se apoyó en los codos para no perder detalle de las intensiones del más bajo de pie al borde de la cama. El pantalón de Akashi sólo colgaba de sus caderas, de puro milagro no se había caído aún, y su pene sobresalía por el borde del bóxer; sin despegar la mirada, se llevó las manos a las caderas y dejó caer las prendas al suelo.

—Levanta la cadera —Akashi ordenó mientras se dejaba caer de rodillas en la cama y tomaba la pretina del bóxer de Kise. Éste obedeció, y a los segundos ambos estuvieron desnudos—. Abre las piernas —volvió a ordenar siendo obedecido de inmediato.

Akashi disfrutó sin moverse en su posición de la vista que tenía: el cuerpo sudoroso y jadeante de Kise completamente a su merced. Sus piernas abiertas dejaban ver su miembro un tono más oscuro que el resto de su cuerpo y decorado por escasos vellos rubios alrededor, tensándose en medio de bombeos de sangre; su pecho subía y bajaba con movimientos intermitentes y sus ojos eran como dos brazas doradas. Akashi se mordió los labios y acarició la parte interior de los muslos largos de Kise.

—Espera, Akashicchi —el rubio lo interrumpió antes de que pudiera seguir moviéndose—. Tengo todo lo necesario. —Sacó del cajón del velador una botellita de lubricante y un par de condones.

—¡Perfecto!

Akashi tomó uno de los condones y lo abrió, dejando caer el envoltorio al suelo. Metió dos dedos en el interior y luego dejó caer un poco de lubricante en la entrada de Kise, que miraba con una ceja alzada al pelirrojo, claramente intrigado: no entendía por qué se había puesto el condón en la mano, pero lo descubrió cuándo sintió los dos dedos envueltos en el látex deslizarse con facilidad por su interior.

Su cuerpo dio un respingo involuntario y su mano se movió como respuesta reflejo hasta el brazo de Akashi, pero no pudo evitar que el pelirrojo siguiera moviéndose. Estaba de rodillas en la cama, haciendo presión sobre uno de sus muslos para mantenerle las piernas abiertas, su mirada dispar estaba fija en la acción que realizaba su mano, jadeando al mismo ritmo que las embestidas.

La mano de Kise, que aun seguía afirmando el antebrazo del pelirrojo, aflojó su agarre cuando el dolor se transformó en placer. Su mirada estaba fija en el rostro de Akashi y sus oídos eran inundados por el morboso sonido del látex ingresando en la humedad de su cuerpo.

Akashi estaba concentrado, buscaba el punto explosivo de Kise; parecía que lo quería ver retorcerse en el placer. Éste sabía lo que buscaba y por eso se dejaba hacer, apretando con suavidad las sábanas entre sus manos al mismo ritmo de las embestidas. Gemía suave, pero lo suficientemente audible como para lograr excitar aún más al pelirrojo, que como respuesta apretaba con fuerza su muslo hundiendo los dedos en su carne blanquecina. Cuando por fin lo encontró, el cuerpo de Kise se tensionó de manera automática, y se irguió un poco, dejando ver cada uno de sus músculos abdominales; el grito ahogado que salió de su garganta en ese momento era éxtasis puro.

—Ahí es —susurró Akashi cuando se dio cuenta por la expresión corporal del rubio que había encontrado su próstata—. Dime Ryota, ¿te sigo pareciendo virgen?

Kise no habría podido responder ni aunque quisiera. La ola de placer que recorrió su cuerpo lo abrumó de tal forma que sólo pudo gemir, apretó las sábanas con fuerza desmedida, como una forma de paliar la intensidad de sensaciones que lo invadían. Los dedos de Akashi impactaban de lleno sobre su próstata, cada vez más fuerte y rápido, como resultado el rubio se deshizo en gemidos y su espalda de arqueó.

—Aka... Akashicchi... —Kise estaba en llamas, creía que podría acabar en cualquier momento sólo con ese estímulo. 

—Gime más fuerte —ordenó el pelirrojo con una sonrisa en el rostro. La mano con que sostenía el muslo de Kise la llevó hasta el miembro del rubio, apretó el glande con suavidad y movió el pulgar haciendo círculos—. Quiero verte acabar, Ryota.

Un último apretón a la punta del pene de Kise fue el desencadenante del momento cúlmine. El rubio eyaculó en medio de un gemido profundo y sostenido que le raspó la garganta, bajo la atenta mirada de Akashi.

—No creí que pudieras poner una cara mas hermosa que la que tienes normalmente. —Akashi quitó sus dedos del interior del rubio y se deslizó sobre su cuerpo. Le habló mirándolo fijo a sólo centímetros de su rostro—. Pero tu cara al momento de acabar, es lo mas bello y excitante que he visto.

El rubio no respondió, se llevó uno de los brazos al rostro y se cubrió la frente, jadeaba sin control con los ojos cerrados; su mente estaba completamente en blanco después del orgasmo. Akashi volvió a sacar lubricante, pero esta vez lo esparció en la cabeza de su pene. Se acomodó en la entrada de Kise y guió su miembro con la mano.

—¿No vas a usar los preservativos? —lo interrumpió el rubio de pronto, abriendo los ojos de golpe al darse cuenta de las intenciones del más bajo.

—No contigo —admitió Akashi antes de empujar su pelvis con fuerza—. Quiero llenarte por completo y acabar en ti.

Aunque Kise era muy estrecho, el lubricante y la dilatación ayudaron a que Akashi se pudiera deslizar hasta el fondo sin problemas. La única respuesta de Kise fue un gemido fuerte que ahogó mordiendo el mentón del pelirrojo. Lo aprisionó pasándole las piernas por las caderas y los brazos por los hombros, sin dejar de besar y morder el cuello y mandíbula del más bajo.

—Estás... Es tan apretado. —Akashi jadeó cerca del oído de Kise, aún sin poder moverse. Como medio de liberar la tensión contenida, optó por morderle un hombro con fuerza.

—¡Ah! Akashi-cchi... —Kise gimió y enterró las uñas cortas en la espalda del pelirrojo.

Akashi llevó la pelvis hacia afuera, sacando el pene casi por completo, pero lo volvió a meter al instante. Comenzó a embestirlo rápido, con un ritmo brusco y profundo. Se apoyaba con los antebrazos en el colchón sin detener el delicioso vaivén que lo estaba llevando a la locura. Entre jadeos, buscó la boca del rubio y se besaron con ansias; parecía que ese beso les daba el oxígeno que escaseaba en sus pulmones.

Akashi estaba apoyando ambas manos sobre el colchón, apretando las sábanas con los dedos; el interior de Kise era tan cálido y estrecho, que creía estar perdiendo la razón de tanto placer. El rubio por su parte, gemía sin parar, tratando de ahogar los sonidos en medio del beso, pero se le hacía imposible. Sin embargo, Kise se había propuesto tentar esa noche a Akashi y estar sometido bajo él no era lo que tenía en sus planes; quería estremecerlo por completo, anular su voluntad a través del placer.

Kise contrajo su interior con fuerza, haciendo jadear al pelirrojo que quedó aturdido por el golpe de adrenalina y placer que recorrió su cuerpo. Quedó tan abrumado, que no pudo hacer nada cuando Kise se separó, levantándose, y lo empujó con fuerza, dejándolo caer de espaldas en la cama.

Akashi soltó un jadeo ronco al ver a Kise gatear lento sobre su cuerpo; había cualidades felínicas en sus movimientos, en la forma en que estiraba uno a uno los brazos y en la forma en que curvaba su espalda. El rubio tomó su pene entre las manos y lo apuntó al cielo mientras se dejó caer, sólo había ingresado la cabeza del pene cuando detuvo su movimiento para mirarlo a la cara; el brillo hambriento de sus ojos dorados le provocó un escalofrío.

Kise se mordió el labio inferior, disfrutando de la sensación de poder al sentir el cuerpo del todopoderoso Akashi Seijuro rendido por completo a las sensaciones que él le producía. Terminó de bajar la pelvis con lentitud, hasta que sintió el miembro del más bajo empalado por completo en su cuerpo; todo ese movimiento lo hizo contrayendo los músculos de su entrada, cerrando los anillos de aquel pasaje con fuerza sobre el miembro de Akashi, buscando generar el máximo placer. Supo que logró su objetivo cuando vio su rostro constreñido en un gesto de placer. Nunca había visto tantas emociones reflejadas en su rostro usualmente inexpresivo: tenía los ojos cerrados y el ceño arrugado, sus manos se cerraban en sus muslos, apretándolos con fuerza y su boca no paraba de soltar jadeos entrecortados.

—¿Y qué... te ha pa-recido... mi talento oculto...? —preguntó Kise con lentitud, ahogado por sus propios gemidos.

—Un... verdadero pla-cer culpable... —admitió Akashi abriendo los ojos, aún jadeaba agitado; el apretón de la entrada de Kise le generaba una corriente eléctrica que lo recorría de pies a cabeza.

Kise se alzó, impulsándose con las piernas hasta casi sacar el pene de Akashi de su interior, pero enseguida se dejó caer, de golpe y con rapidez, iniciando así un sube y baja implacable; movimientos bruscos y hambrientos de placer.

Ahora que él manejaba el ritmo, se autopenetraba a ritmo rápido. Se afirmó del abdomen del pelirrojo y usó la fuerza de sus piernas para impulsarse una y otra vez, era ayudado por las manos de Akashi en su cadera, que lo sostenían y lo movían hacia adelante y atrás para matizar el ritmo de las penetraciones. Kise cerró los ojos y levantó el rostro al cielo cuando sintió que una lenta ola de calor invadía todo su cuerpo; su boca estaba abierta y no paraba de gemir, hasta que el aumento en el volumen le indicó al pelirrojo que estaba a punto de acabar. Se sentó en la cama y buscó la boca de Kise, besándolo con fuerza mientras sentía que el rubio se corría entre sus vientres y ahogaba los gemidos mordiéndole la boca.

Los movimientos de la pelvis de Kise fueron bajando poco a poco hasta ser nulos, pero el beso no paró ahí, Akashi se adentró en su boca con brusquedad, metiendo la lengua sin permiso para recorrer en un contacto húmedo cada centímetro de ésta. El rubio se sostenía con fuerza de sus hombros y cuando rompieron el beso, se dejó caer de espaldas en la cama, exhausto.

Pero Akashi aun no había acabado, realmente no era un humano ordinario. Tomó a Kise de las caderas y lo dio vuelta, dejándolo boca abajo en la cama. Éste se quejó, aún estaba aturdido por los efectos del orgasmo, pero no se resistió cuando Akashi le levantó las caderas y lo penetró otra vez. Comenzó a embestirlo rápido, con movimientos cortos pero parejos.

El rubio, sobresaltado por las acciones de su ex-capitán, se volvió a dejar llevar por el desenfreno de esa noche. Su pene comenzó a despertar poco a poco, y luego de un par de minutos estaba de nuevo tenso y palpitando entre sus piernas, mientras que su boca volvía a gemir sin parar. El miembro de Akashi lo llenaba por completo, atravesando los anillos de su entrada y embistiéndolo sin parar; pero quedó estremecido por el golpe eléctrico que recorrió su cuerpo cuando sintió que la punta del pene del pelirrojo golpeteaba directo sobre su próstata.

—Aka... Akashicchi... Ahí ¡Más! —Kise se afirmó con ambas manos de la almohada, mientras levantaba las caderas, posicionándose para recibir más.

El pelirrojo jadeaba, el interior de Kise de había apretado exquisitamente, haciendo que su propio pene se tensara en medio de las embestidas. El ritmo que mantenía era cada vez mas rápido, porque estaba a punto de correrse; afirmó con ambas manos las caderas del modelo y embistió con todas sus fuerzas.

Kise, con la sensibilidad a flor de piel debido a los reiterados orgasmos, sentía que estaba alcanzando el clímax otra vez, más aun cuando la mano de Akashi le envolvió el pene y comenzó a masturbarlo al mismo ritmo desquisiado de las embestidas. Mordió la almohada con todas sus fuerzas para contener el grito de placer, pero pudo oír con claridad el gemido fuerte de Akashi al instante de correrse en su interior; la calidez de su semen inundándolo fue el estímulo que desató su orgasmo, y volvió a eyacular por tercera vez en la noche.

Akashi se desplomó sobre su espalda en medio de una risa ahogada por su respiración entrecortada; estaba agotado, mucho más que después de un entrenamiento exhaustivo. Besó el hombro del rubio un par de veces antes de salir de su interior y dejarse caer de espaldas en la cama. Respiró agitado por varios minutos antes de recuperar el aliento, ambos permanecieron en silencio; Kise con la cabeza escondida en la almohada y Akashi mirando el techo con una sonrisa en los labios, hasta que lentamente fue dejándose llevar hasta cerrar los ojos y dejar que todo se vaya a negro.

Kise soltó un suspiro largo y hondo, mientras se acomodaba en la cama, recargando la frente en el hombro de Akashi y afirmándose del mismo con una mano; se estaba dejando llevar por el sueño. Sin embargo, su movimiento despertó al pelirrojo del letargo en que estaba; se pasó una mano por el rostro para desperezarse y se movió con suavidad en la cama, para quitar con delicadeza al rubio de su cuerpo. Se puso de pie cansado y comenzó a vestirse lentamente.

—¿Te vas? —preguntó Kise apoyándose en uno de los codos. El sueño que lo inundaba hace segundos, había desaparecido por completo.

—Sí. No pienso correr el riesgo de pasar la noche contigo.

—No sabía que le tuvieras miedo a Aominecchi. —A Kise no se le ocurría otro motivo por el cual Akashi no quisiera quedarse junto a él esa noche. Le habló levantando una ceja y miró atento cómo el pelirrojo se subía el bóxer.

—No le tengo miedo a Daiki, te tengo miedo a ti, Ryota. —Akashi dejó de abotonarse el pantalón para mirar al rubio directo a los ojos—. Si me quedo contigo esta noche, corro el riesgo de no querer irme jamás.

Kise parpadeó, sorprendido. Se sentó en la cama de golpe y abrió la boca, iba a replicar, pero luego optó por guardar silencio. Miró fijo hacia la puerta de su cuarto; aunque no lo veía, podía oír que Akashi estaba terminando de calzarse lo zapatos, pero giró el cuello para verlo cuando habló de nuevo.

—Es más sabio que no caigamos en esta tentación, porque...

—Porque si nos tentamos, no nos podremos olvidar. —Kise se adelantó, terminó la frase con una sonrisa; entendía a la perfección lo que trataba de decirle el pelirrojo—. Espero que llegues bien a Kyoto, Akashicchi.

—Adiós, Ryota. —Akashi se encaminó a la puerta, pero en el umbral giró el cuello para mirar por sobre el hombro al rubio—. Nos vemos pronto.

—Te espero cuando decidas caer otra vez ante la tentación —dijo Kise dejándose caer de espaldas en la cama; una sonrisa traviesa bailaba en sus labios.

Akashi rió bajo y se marchó. Presentía que mas temprano que tarde, volvería a hacerle una visita nocturna a Kise.

 

 

Quédate conmigo un dia y una noche y te mostraré el origen de todos los poemas.

— Walt Whitman —

Notas finales:

Muchas gracias a quienes leen y se dan el trabajo de comentar.

Besos. 


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